¿Dónde estamos y hacia
dónde vamos?
27 de julio de 2015
Por Luís Lafferriere (Rebelión)
La sociedad argentina se halla inserta dentro del sistema mundial
capitalista, que es la forma de organización social que abarca la casi
totalidad de nuestro planeta. No obstante, en el caso de nuestro país, se trata
de una inserción dependiente y subordinada a los centros de poder mundial. Esto
ha llevado a lo largo de su historia a tener diferentes modalidades de
dependencia, con distintos modelos de funcionamiento económico y social, que se
suceden luego de sucesivas crisis estructurales que le ponen fin a cada etapa.
En los primeros años de la década del setenta
del siglo XX la sociedad argentina vivía una situación compleja, donde
coexistía una creciente conflictividad social con importantes avances en
términos económicos, sociales, laborales, educativos, etc. Eran los años de la
culminación de un ciclo expansivo de la segunda fase de industrialización por
sustitución de importaciones (ISI), que había puesto a la Argentina en un lugar
privilegiado dentro de los países sudamericanos.
A pesar de que se trataba de un país
capitalista dependiente y periférico, las condiciones generales eran
relativamente buenas. La pobreza era casi excepcional y limitada a núcleos muy
reducidos de algunas zonas del territorio, la desocupación estaba en niveles
mínimos, el grueso de los trabajadores tenía empleo formal y estaba protegido
por la legislación laboral y previsional, el sistema educativo estaba entre los
de mejor calidad de todo el continente y cumplía un rol importante como
igualador de oportunidades sociales. La economía mostraba avances
significativos en la sustitución compleja de importaciones, con una industria
más integrada y núcleo central del crecimiento, un agro más diversificado, y
desarrollos del sistema científico-tecnológico que ponían una base
esperanzadora sobre el potencial futuro del sector. Una movilidad social
ascendente y generalizada y una clase media extendida en la estructura social
mostraban a la Argentina como uno de los países de menor desigualdad
distributiva.
A mediados de los años setenta se desató un vendaval que hizo
retroceder al país por muchas décadas. Un proyecto de concentración, saqueo y
genocidio provocó una de las crisis más profundas y prolongadas de nuestra
historia. Importantes cambios estructurales iniciados por la última dictadura y
profundizados por el justicialismo en la década del ’90, llevaron a una
reprimarización distorsionada de la economía y una creciente desintegración
social y cultural.
En la segunda mitad de esa década nefasta se esbozaron las grandes
líneas de un nuevo modelo de capitalismo dependiente en la Argentina, en este
caso neocolonial depredador, de saqueo y corrupción, que pasará durante casi
diez años por una primera fase expansiva de consumismo y subsidios
clientelares, que ya se ha agotado.
La notable expansión económica que se produce a partir del 2003
pondrá en evidencia ese nuevo modelo económico-social, que delineado en los
últimos años del siglo XX se desplegará con fuerza desde entonces, y llevará a
la Argentina por un crecimiento a tasas elevadas como nunca antes se habían
conocido. En paralelo, el gobierno justicialista agitará nuevamente un discurso
setentista e insistirá en señalar que se ha retornado a períodos de
industrialización y justicia social similares a los tiempos de la ISI. Un relato que también
ha intentado diferenciarse de las políticas neoliberales de los años noventa.
No obstante ese relato fantástico, valen dos
aclaraciones. Una, que no se trata de realidades similares, ya que la ISI de
los años ’60 y ’70 del siglo XX no tiene nada que ver con el neocolonialismo
depredador, de saqueo y corrupción, vigente en lo que va de este siglo. La
otra, que además, estamos asistiendo al fin de esa primera etapa del modelo
neocolonial, de consumismo y subsidios clientelares, y asoma una nueva fase
mucho más preocupante, de mayor ajuste y represión.
Nada que ver con la ISI…
Si observamos en términos comparativos los
principales indicadores económicos y sociales de la Argentina de los setenta y
los de esta década desperdiciada, veremos que no se trata de la misma economía
ni de la misma sociedad.
A pesar del crecimiento económico inédito que
tuvimos, la pobreza azota a más de un cuarto de la población, los problemas de
desempleo, subempleo y precarización laboral impactan sobre más de la mitad de
la PEA, se ha desintegrado el cuerpo social y hay un deterioro fenomenal de los
sistemas de salud y educación, todo ello en el marco de una fuerte desigualdad
distributiva, niveles de corrupción oficial escandalosos y una inseguridad
creciendo hasta el infinito.
La economía sigue concentrada y extranjerizada
en un puñado de grandes corporaciones transnacionales, y en el agro existe un
avanzado proceso de monoproducción de soja transgénica en detrimento de la
diversidad productiva, de la soberanía alimentaria y de la sustentabilidad
social y ambiental.
De consumismo y subsidios clientelares, a más
ajuste y represión
Para el año 2012 ya se observaban los primeros
síntomas del fin de un ciclo expansivo (iniciado en el año 2003), a medida que
se fueron agotando los motores que favorecieron el crecimiento en este período.
Y en lo que llevamos de este año 2015 sólo quedan unos pocos factores de orden
externo que favorecen de manera excepcional a la Argentina, en especial el
precio de la soja en el mercado mundial (que viene declinando), y la aún
importante demanda del mercado chino, cuyos valores han permitido elevados
ingresos a las arcas públicas y con ello ocultar hasta ahora parcialmente los
graves desequilibrios económicos y sociales que ha generado este nuevo modelo
económico que denomino neocolonial extractivista depredador, de saqueo y
corrupción.
En este contexto, el mismo gobierno que venía
pregonando la plena vigencia de los derechos humanos (aunque limitado a lo
sucedido en la Argentina de hace treinta años, y muy parcialmente), comienza a
mostrar cada vez más su cara represiva y concentradora, lo que evidencia un
claro cambio de rumbo. Y a pesar de las muestras notorias de sumisión a la
usura internacional y a las corporaciones del imperio, nos quiere confundir con
esta supuesta lucha contra los buitres.
El cambio de gobierno a partir de diciembre
próximo asegura una continuidad esencial del modelo vigente, aunque con un
agravamiento marcado de las condiciones económicas y sociales, lo que anticipa
un final abierto en tanto los sectores mayoritarios resistan eventuales
ajustes.
Luis Lafferriere es
integrante del Programa de Extensión "Por una nueva economía, humana y
sustentable" de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional
de Entre Ríos (UNER).
http://www.redeco.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=16440:argentina-donde-estamos-y-hacia-donde-vamos&catid=17:economia&Itemid=511
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