Las lecciones que Grecia ofrece a la integración
20 de julio de 2015
Por Julio C. Gambina (Rebelión)
Resulta de interés analizar lo acontecido en estos
días en Grecia para considerar críticamente los procesos de integración
regional que generan expectativas en diversos ámbitos, incluso ahora, en el
marco de la 48° Cumbre presidencial del Mercosur realizada en Brasil.
En
Grecia queda claro que no hay posibilidad de solución popular en el marco de la
integración dominada por las transnacionales, los principales Estados del
capitalismo europeo y los organismos internacionales. El objetivo de esa
integración es la
liberalización. Una parte de la izquierda europea imagina una
Europa de los pueblos. Es la única explicación que explica la ausencia de un
Plan B a las negociaciones encabezadas por Tsipras y culminadas en
capitulación. Otra parte de la izquierda apuesta a procesos afuera de la Unión Europea y eso
explica la no integración del PC de Grecia (KKE) en el gobierno de Syriza, que
debió apoyarse en su socio ANEL.
Ahora
se abre un debate en la izquierda europea, los que imaginan cambios posibles en
el armado actual y los que no tienen ninguna expectativa, desafiados a pensar
en términos de integración alternativa.
La
integración es una antigua demanda en Nuestramérica, y un debate existente y
poco reconocido es el que existe entre la integración subordinada y la alternativa. El
debate se hizo explícito en el No al ALCA entre 1998 y 2005, momento de
constitución de un amplio movimiento político social rechazando el proceso de
integración dependiente y convocando a procesos de integración alternativa. La
retirada del ALCA en las negociaciones interamericanas desde la Cumbre
marplatense en noviembre del 2005, oscureció la discusión sobre la perspectiva
de la integración.
Es
necesario reabrir el debate a partir de las lecciones griegas y los límites de
una integración subordinada al programa del gran capital y analizar con mirada
crítica la experiencia regional, con avances discursivos de articulación
política y retórica crítica a la hegemonía de los 80´ y los 90´, pero con
escasas realizaciones en materia económica, especialmente en la faz productivo
e incluso con restricciones al crecimiento del comercio intrazona.
Tanto
en Grecia como en Nuestramérica está en discusión el modelo productivo y de
desarrollo, el capitalismo y la posibilidad de ir más allá, en una perspectiva
autónoma y por otra orden económico, social, político, cultural, civilizatorio
en definitiva.
Grecia
El
nuevo gobierno griego asumió en enero del 2015 con un discurso crítico al
ajuste y con la esperanza de modificar la orientación de la hegemonía en la
eurozona.
En
el imaginario de la conducción del proyecto se incluía la continuidad de Grecia
en el euro y una concepción de una Europa de los pueblos, diferente a la
construida por el capital y la dominación alemana.
Las
medidas de ajuste en Grecia venían siendo aplicadas con crudeza desde el 2010,
con deliberado incremento de la deuda pública y el eje del salvataje puesto en
el sostenimiento del sistema financiero y un enorme costo social medido en
desempleo, especialmente juvenil, baja del empleo, del salario, las
jubilaciones, el gasto público y el déficit fiscal.
El
descontento generado habilitó la emergencia de Syriza, nuevo partido surgido de
parte de las protestas sociales y cierta tradición política de izquierda, que
logró en poco tiempo el acceso al gobierno desplazando a los tradicionales
partidos. El acceso al gobierno no discutía el proyecto de integración que
supone la zona euro bajo hegemonía capitalista, un tema compartido por buena
parte de la izquierda europea.
No
existía, ni existe un Plan de gobierno más allá de ese proyecto de integración
subordinado a la lógica del capital. Es algo que se puso de manifiesto con el
referéndum del 5 de julio pasado, utilizado para condicionar a las autoridades
europeas que negociaban el ajuste con el gobierno griego.
El
rotundo no al ajuste, del 62% de los votantes, no solo no condicionó a los
acreedores y ajustadores, sino que éstos impusieron peores condiciones a los
términos del plan de ajuste y reestructuración regresiva de la economía y la
sociedad de Grecia. La propuesta del gobierno por el NO, incluía no
explícitamente su propio proyecto de ajuste para mantener a Grecia en el euro y
por eso, al final, la suscripción del acuerdo de la claudicación.
Es
que la integración en la zona euro supone la liberalización y las mejores
condiciones para el proyecto liberalizador del capital, con más o menos ajuste,
según la correlación de fuerzas en juego en cada momento. Por eso, junto al
ajuste, el acuerdo votado en el Parlamento griego incluye la transferencia de
los activos estatales para la privatización y generar con ello un fondo de
50.000 millones de euros con destino primario del 50% a resolver las
necesidades de la banca y solo un remanente menor del 25% como aporte a las
inversiones de recuperación del orden económico del capitalismo en Grecia.
Con
el ajuste derivado de sostener la integración subordinada, Grecia se compromete
con un proceso regresivo de reforma laboral y previsional; de achique del gasto
público y el déficit fiscal; con privatizaciones y sustentabilidad para el pago
a los acreedores externos y la banca transnacional, con un enorme costo social.
La experiencia americana: entre la
subordinación y el anticapitalismo
En
definitiva, el acuerdo votado mayoritariamente por el Parlamento griego muestra
los límites de la integración subordinada que despliega el orden capitalista en
nuestra época y pone en discusión la necesidad de procesos de integración
alternativa.
Es
algo que apareció con mucha fuerza a mediados de la primera década del Siglo
XXI en Nuestramérica, con la reformulación del Mercosur, el surgimiento del
ALBA, la UNASUR y la CELAC.
¿Qué
ocurrió desde entonces hasta el presente, claramente evidenciado en las
discusiones de la 48° Cumbre presidencial del Mercosur?
Entre
las novedades institucionales en esta Cumbre del Mercosur puede destacarse la
transferencia de la presidencia pro-tempore desde Brasil a Paraguay, dando por
zanjada la crisis democrática derivada del golpe institucional al presidente
Fernando Lugo en 2012. También es el momento de la incorporación plena de
Bolivia al Mercosur aunque aún restan aprobaciones parlamentarias de Brasil,
Paraguay y Bolivia; las que deberán pronunciarse a favor antes de fin de año.
De
este modo, son 6 los integrantes plenos de la integración iniciada en 1991 por
Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, a la que se sumó Venezuela en el 2006 y
Bolivia solicitó su incorporación desde el 2012. Se destacan las demandas
soberanas por Malvinas, el conflicto de Venezuela con Guyana, y la salida al
mar de Bolivia.
La
dimensión institucional o política es la fortalecida, con declaraciones
asociadas a las demandas soberanas de cada país integrante. Lo que es menos
destacable son los avance en materia económica con veladas críticas a ciertas
restricciones al comercio intra zona, especialmente para el caso de la
Argentina, con presión externa, de la OMC, para levantar esas restricciones al
comercio exterior impuestas desde Buenos Aires.
Estas
incorporaciones, las de Venezuela y Bolivia suponían una oxigenación en el
debate por la integración alternativa a la agenda de la liberalización que
hasta el 2005 instaló el debate por el ALCA.
Ambos
países, Venezuela y Bolivia, integran desde el 2006 el ALBA-TCP, la Alianza Bolivariana
para los Pueblos de Nuestra América - Tratado de Comercio de los Pueblos.
El
ALBA se inició con los protocolos de cooperación entre Cuba y Venezuela a fines
del 2004, el tiempo en que Hugo Chávez formuló por primera vez la estrategia de
desarrollo del Socialismo del Siglo XXI, proyecto que recuperaba para el debate
regional y mundial al socialismo como alternativa al capitalismo.
La
adhesión de Bolivia en 2006 incluyó la dimensión de los tratados de comercio de
los pueblos, antagonizando con los tratados de libre comercio sustentados por
el programa liberalizador del gran capital concentrado, los principales Estados
del capitalismo mundial y los organismos internacionales.
La novedad en el debate de la integración provenía entonces del
ALBA, luego ALBA-TCP. Entre otras cuestiones, ese proceso de integración
incorporó a Cuba, que sustenta un proyecto revolucionario, anticapitalista y
por el socialismo, en la articulación productiva y de servicios, y no menor el
dato de la propuesta de Socialismo del Siglo XXI incorporada desde Caracas, que
retomaba una perspectiva anticapitalista y antiimperialista del proceso de
integración.
Hasta
ese momento Cuba estaba excluida de las relaciones institucionales en la
región, salvo honrosas excepciones que sostenían una relación bilateral con la
isla, pero en ningún caso proponiendo estrategias económicas y productivas
compartidas. Así, el nuevo proceso de integración incorporaba principios y
reglas de cooperación y solidaridad no contempladas por el libre comercio en
boga en las negociaciones por el ALCA y similares (Tratados de Libre Comercio;
Tratados Bilaterales de Inversión).
La
lógica del ALCA fue definitoria en los procesos de integración entre 1994
(fecha del inicio de esas negociaciones en Miami) y 2005 (Cumbre de Mar del
Plata), momento de explicitación del consenso entre Venezuela y los países del
Mercosur, que junto a la campaña popular No al Alca, confirmaron el rechazo al
libre comercio propiciado por EEUU y las clases dominantes locales.
También
puede destacarse que el ALBA-TCP incluyó la propuesta de producción energética
compartida en la región y sumó junto a otros países, más allá de ese
agrupamiento, la iniciativa del Banco del Sur y la utilización compartida de
las importantes reservas internacionales acumuladas para entonces en
Latinoamérica. Corrían los comienzos de la profunda crisis mundial del
capitalismo, que iniciada hacia 2007/08 continúa en la actualidad. Energía
y finanzas como claves del momento histórico por una integración no
subordinada, al comienzo de la crisis capitalista. Una crisis que es
financiera, económica, alimentaria, energética, medioambiental, poniendo en
discusión el orden contemporáneo de la civilización actual hegemonizada por el
régimen capitalista.
Con
el ALBA-TCP no sólo se trataba de una novedad en materia de integración, sino
que el proceso intervenía en el debate por otro modelo productivo y de
desarrollo, al punto de sostener en 2009 en la Cumbre de Copenhague sobre el
cambio climático, que el problema era el capitalismo y no el clima.
Se
evidenciaba allí que no se trataba de proponer un capitalismo distinto al hegemónico
de EEUU, Europa o Japón, como sostuvieron las principales potencias emergentes,
especialmente los BRICS, países receptores de inversiones externas por las
facilidades otorgadas en materia de bajo costo laboral y disposición de
abundantes recursos naturales.
No
alcanzaba con la crítica al neoliberalismo y la hegemonía capitalista, sino que
el enfoque del ALBA-TCP sostenía ir más allá y contra el capitalismo.
La
integración encontraba así una concepción teórica y política de una integración
no subordinada, alternativa, y más allá del capitalismo. Ya no solo contaba la
integración subordinada al estilo ALCA o Unión Europea, incluso otros
protocolos afines al programa del libre comercio, como el propio Mercosur y su
institucionalidad originaria, surgido en lo más elevado de la ofensiva del
capital a comienzos de los años 90´.
Esta
nueva concepción política sobre la integración animó la emergencia de procesos
que excluyeron de la institucionalidad integradora a los países del Norte de
América, casos de UNASUR y más especialmente la CELAC en 2013, aun conteniendo
en su seno a proyectos culturales, sociales, políticos y económicos
antagónicos.
Tensiones y desafíos
Un
interrogante actual, considerando los debates y tensiones en el Mercosur, es
cuánto subsiste del espíritu alternativo y alterativo de la campaña popular No
al Alca y su articulación con los gobiernos que hace 10 años rechazaron el
proyecto de dominación por una integración subordinada.
Incluso,
cuanto de recreación para una nueva integración en el Mercosur, a contramano de
la institucionalidad emergente en el auge neoliberal de los 90´, en el origen
de la integración regional.
Es
evidente que el cambio político en la región interviene para la emergencia de
la nueva institucionalidad en la primera década del siglo XXI, pero los límites
que presenta el Mercosur en la Cumbre de Brasilia dan cuenta de las
restricciones que supone pensar la integración en el marco del régimen del
capital, donde algunos países buscan una inserción internacional favorable al
acceso de inversiones en sus territorios y por eso se definen por la ampliación
de suscripción de tratados de libre comercio, aun cuando suscriban que debe realizarse
en conjunto.
Por
eso es útil pensar Grecia y quizá la derrota del acuerdo ajustador sirva para
pensar la imposibilidad de imaginar soluciones en el marco de la subordinación
capitalista. Es un debate que se abre en la izquierda y los movimientos populares
en Grecia y Europa, y que desafía en Nuestramérica a propósito de potenciar el
cambio político en proceso de transformación económica, es decir, de mutación
de las relaciones de producción contra el régimen del capital.
El
Mercosur está presionado por las tensiones en su seno, que promueven habilitar
negociaciones bilaterales más allá del acuerdo regional. Es el camino de
Uruguay ingresando al TISA para liberalizar los servicios, incluyendo la
privatización de los servicios públicos por la ventana. O las
presiones desde Paraguay, como surgen de las declaraciones que hizo el ex
presidente de Paraguay Federico Franco, de visita en la Argentina, relativas a
que "El Mercosur es un club ideológico y de amigos” y señalando con
simpatía los procesos de la Alianza por el Pacífico.
Es
evidente que toda opinión supone una ideología y determinados intereses
económicos y políticos. Es el caso de Franco que se define a favor de la
integración subordinada que propone la liberalización del comercio y los
servicios que sostienen las transnacionales y los organismos internacionales.
Si ayer ese proyecto se denominaba ALCA, ahora se construye en la región desde
el 2011 vía Alianza para el Pacífico y por eso elogia a los países de la región
insertos en esa particular integración con el sistema mundial capitalista,
especialmente con EEUU.
Somos
conscientes que el Mercosur acumula problemas y tensiones derivados de la falta
de definición en avanzar en un camino de integración alternativa, el que podría
lograrse en un camino compartido de soberanía alimentaria, energética o
financiera. No es esto lo que ocurre lamentablemente, y el privilegio es el
comercio, aun con restricciones.
La
tensión en el Mercosur es por volver al origen de su creación a comienzos de
los 90, es decir la liberalización por la que pujan las clases dominantes y se
imaginan en ese camino articulando con la alianza Pacífico ,
o transitar un rumbo de rediseño favorable a una articulación productiva para
enfrentar la dependencia regional al sistema mundial del capitalismo.
¿Es
posible una articulación Mercosur con el ALBA-TCP? ¿Puede avanzarse en
integración alternativa bajo la nueva institucionalidad integradora? Las
respuestas a estos interrogantes sólo se materializan si existen cambios
estructurales en cada uno de los países y si se abandona el horizonte de lo
posible que preside las estrategias progresistas en la región.
Los
problemas en el Mercosur son más complejos que la superficial critica
ideológica por derecha de "Club de amigos" que sugiere el dirigente
paraguayo.
Los problemas devienen en que el Mercosur no termina de cortar con su objetivo
originario para proyectar una nueva concepción de integración no dependiente,
que se proponga nuevas formas de cooperación y fraternales relaciones
económicas para un modelo productivo y de desarrollo alternativo más allá del
capitalismo. Es claro que ello requiere de cambios nacionales en ese sentido y
que se propongan de entrada la perspectiva de ruptura con la inserción
dependiente y subordinada a la lógica del capital.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=201275
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