Del pico del petróleo
al declive energético irreversible
24 de julio de 2015
24 de julio de 2015
Por Gabriel Anz y Demián
Morassi (The Oil Crash)
Presidenta de la Nación Cristina Fernández
(3/2/2015): “Yo sé que es
políticamente correcto y muy cool hablar de las energías alternativas
renovables y todos estamos con las energías alternativas renovables. De hecho
estamos haciendo inversiones (...), pero también como empresarios y como
dirigentes del Estado sabemos que en los próximos 30, 40 años, la energía fósil
va a seguir siendo el gran motor que alimente la industria, que alimente los
automóviles…”
Este artículo tiene la intención de motivar el debate en
Argentina, sobre nada menos que el Pico
de producción de Energía del
país, ocurrido en el año 2007 y que a partir de ahora se entrelaza con otro
pico... el de las exportaciones globales de petróleo y gas.
Las palabras de la presidenta en China convocando a seguir la
apuesta por las energías fósiles son lógicas dentro del panorama actual; sin
embargo, ese “gran motor” que son los hidrocarburos irán ofreciendo cada vez
menos sustento y eso puede que sea difícil decirlo abiertamente al público,
aunque no debería ser justificativo para ocultar la verdad o decirla a medias.
El problema en Argentina nace en 1998 con el Pico del Petróleo convencional, que devino en la crisis
del 2001. Dicho pico se anticipó al pico mundial en siete años (ocurrido en el
año 2005 y que se manifestó como crash en el 2008) y que motiva la crisis
energética que todos conocemos y vivimos desde entonces (no sólo en Argentina).
La debacle de sus principales fuentes de energía, el petróleo y el
gas (representan el 87% de la matriz energética), se presenta como irreversible
y por ello el país deberá adaptarse a vivir con mucho menos energía de ahora en
más y progresivamente.
El primer aspecto a señalar es que Argentina ha sido pionera en el
subcontinente en muchos campos del desarrollo de la industria petrolífera y
gasífera, y por estar fuertemente subvencionada -más allá de los aspectos
positivos de esta política- ha instaurado una cultura derrochadora ... de un
recurso que no se regenera a escala humana.
Como ejemplo concreto, ésta política de subsidios ha desmotivado
el uso del ferrocarril en beneficio del camión (el sindicato de camioneros es,
desde principios de los 90s, definitivamente el más fuerte de todos los
sindicatos del país), por lo que el ferrocarril quedó en lamentable estado de
abandono y deterioro, aunque en el presente se está intentando recuperar.
Un segundo aspecto a tener muy en cuenta por la situación de
fragilidad que se plantea, es que Argentina, al ser un país que tiene a la
agroindustria como pilar fundamental de su economía, es altamente vulnerable a
esta crisis por su dependencia en el petróleo y, en menor medida, del gas.
En un país de grandes superficies despobladas, largas distancias y
de matriz económica fuertemente exportadora-importadora, las necesidades de
hidrocarburos que exigen estas circunstancias, no pueden ser reemplazadas en su
totalidad con energía eléctrica. Por otro lado, más de la mitad de la
producción de electricidad depende de centrales térmicas que funcionan a gas.
El pico nacional del petróleo
Como ya se dijo, Argentina tuvo su Pico del Petróleo en 1998. Y
como muestra la gráfica de abajo, desde ese año la producción viene cayendo sin
tregua, aunque hubo un leve repunte luego de la compra de Repsol por parte de
YPF. Sin embargo podemos apreciar que ese pico de producción no coartó la
posibilidad de un repunte industrial, luego de sus años de neoliberalismo
ortodoxo, aumentando su consumo de petróleo hasta que en 2012 llegó a superar
la producción, debiendo empezar a importar más petróleo del que aún se exporta
(en cantidades decrecientes).
El hecho de que el país haya pasado de ser exportador a importador
no ha promovido una baja en el consumo, sino todo lo contrario (la línea negra
del gráfico anterior); pero el problema que se enfrenta es que las
exportaciones de petróleo tocaron su techo a nivel global y cada vez es menos
lo que queda para repartirse entre los importadores. Otro problema es que por
seguridad los exportadores priorizan a los grandes consumidores, a la vez que
deben respetar contratos precedentes, y entonces lo que se puede ver es la
siguiente situación: China aumenta sus importaciones (gran consumidor) mientras
que disminuyen las del resto de los países importadores.
El pico nacional del gas
En el caso del gas, Argentina ha llegado a su pico de producción
en 2006 y ha pasado rápidamente de exportador a importador en 2008 (vean la
línea del cero).
La diferencia con el gas, es que las importaciones se hacen sobre
todo a nivel regional. En el caso de Argentina es altamente dependiente de
Bolivia que no sólo ha aumentado su consumo doméstico, sino que además es
demandado por el aumento en el consumo de gas de otro país vecino: Brasil.
Desde 2004 a
2013 Brasil duplicó su consumo, a tal punto que hoy necesita una cantidad
semejante al total que exporta Bolivia (en 2012 el 68% de las necesidades de
Brasil las cubría Bolivia). Y podría pensarse que Brasil tiene la suerte de
contar como vecino a Venezuela, pero resulta que este último usa el 40% de su
gas para la industria del petróleo, por lo que no exporta nada. De hecho importa
gas de Colombia y EEUU. ¿Pero qué pasa con Colombia entonces? Este país es un
exportador neto, que podría cubrir el 20% de las necesidades de Brasil, pero
hasta hoy exporta su gas principalmente a Venezuela. ¿Y Perú?... En Perú
también viene en aumento su consumo y lo poco que exporta es a México. Resta
decir, que hay un problema regional que por ahora se resume en “aumento de
consumo”. Y así las cosas, Argentina debe complementar sus importaciones por
barco, desde Trinidad y Tobago, Nigeria y Egipto.
En Argentina el gas está altamente subvencionado... tanto para uso
doméstico como para generar electricidad. Pero si esta situación se modificara,
podría ir disminuyendo el consumo y así poder cubrir con GNL (Gas Natural
Licuado), el déficit de petróleo para el transporte. Pero lo que notamos es que
en lugar de cambiar la tradición del despilfarro eléctrico o de gas por
políticas de ahorro, el discurso está orientado a generar alternativas
eléctricas al gas: hidroeléctrica, nuclear y eólica. Sin embargo, estas últimas
aún representan una ínfima parte de la producción total, a la vez que las
nuevas represas hidroeléctricas, como las existentes centrales nucleares, ya
están generando amplio rechazo popular. Si, de todos modos, se convirtiera una
parte mayor del transporte a gas, tampoco sería la gran solución ya que el Pico
del Gas a nivel global se estima en menos de una década (las exportaciones ya
están llegando a una meseta). Y de todos modos el GNL no sirve para motores
Diesel, como los de camiones y barcos.
La opción del fracking
La inclusión de este método experimental de extracción ha generado
grandes expectativas. En EEUU gracias al shale
oil y shale gas repuntó su producción hasta niveles
insospechados y si bien no lograron su independencia energética, lograron bajar
sus importaciones. Argentina, un país con un consumo muchísimo menor en
proporción podría hacer muchísimo más. Sin embargo EEUU tiene una gran
diferencia a favor y está dada por su gran capacidad productiva, reglas
económicas y políticas más claras, a la vez que muchas de sus extracciones las
hacen a profundidades de entre 300 y 400 metros , mientras que en Vaca Muerta se
realizan a 2.500 y 4.000
metros . Así y todo, a pesar de estas ventajas
comparativas, los beneficios no les alcanzan para cubrir los costos
resultantes. Sin embargo, apalancados por el sector financiero, han logrado de
forma indiscutible y categórica “patear la pelota hacia adelante”, otorgándole
por algunos años más un relativo éxito económico y cierta holgura ante el mundo
para negociar y hacer valer su poderío como la primer potencia mundial.
No es por subestimar al poder financiero argentino, pero es muy
posible que la actividad del shale
oil en nuestro país quede
acotada a las zonas más seguras en términos económicos, aunque en otras áreas
se haya comprobado la presencia de estos recursos. Por ejemplo, es más rentable
realizar fracking en
Neuquén o Chubut, porque en esas zonas está afincada desde hace un siglo la
industria petrolera, lo cual es diferente a tener que comenzar en zonas nuevas
e instalar desde cero todo el andamiaje productivo.
Por otro lado, los pozos de shale
oil y shale gas tienen un ciclo corto comparado con
los yacimientos convencionales, calculándose que normalmente no superan los 6-7
años de vida útil, lo cual no deja de ser un panorama muy cortoplacista como
para repetir en nuestro país, si consideramos además el importante impacto
ambiental de la actividad.
Para mayores dudas acerca del rendimiento del fracking, huelga decir que la
fuerte caída de los precios del petróleo después de su pico a 147 dólares el
barril en el mes de Julio de 2008, hizo que el sector financiero de los EEUU
implementara mediante los QE (Flexibilización Cuantiativa) [1], medidas de
estímulo económico, para incentivar también la inversión en petróleo shale. Mientras que en este
momento esa situación se ha invertido y ya (especialmente desde enero de 2015) las
noticias dan cuenta de una avalancha de desinversión, que amenaza con hacer
estallar la llamada “Burbuja del Fracking”.
Cuál será el límite de precios que hagan viable el uso del fracking en Argentina está por verse. Pero
llegado el caso que sea mínimamente rentable, considerando las dificultades ya
mencionadas, sabido es que la actividad es altamente dependiente del petróleo
convencional, desde el momento que moviliza cientos de camiones y equipamientos
“también convencionales”, lo cual hace caer más la de por sí baja Tasa de
Retorno Energético (TRE) de estas formaciones geológicas.
Lo que a día de hoy ya se puede observar es que, incluyendo lo
extraído por medio del fracking,
la producción de 2014 en Argentina es inferior a la de 2013.
¿Cómo leer esta realidad y no ver un futuro negro?
El petróleo es negro, por lo tanto, a menos petróleo un futuro más
claro... claro que sustancialmente diferente al pasado de nuestros padres o
abuelos.
Sin dudas que cuando se analiza en profundidad la situación a la
que nos enfrentamos, resulta difícil aceptar que nuestro actual modelo de vida
podría modificarse sustancialmente en poco tiempo, lo que en general provoca un
rechazo visceral.
Pero al enfrentarnos a los gráficos y los estudios de eminencias
de talla mundial en este tema, resulta inevitable sentir el frío correr por
nuestra columna. Es que si nos detenemos a pensar en la tremenda dependencia
que hemos creado en torno a la energía de los hidrocarburos, a sabiendas de que
alguna vez se terminarían o al menos se haría difícil y costosa su extracción
como para mantener la viabilidad de la empresa, veremos que nos hemos metido en
un callejón con escasas salidas. Y hoy debemos pensar que la realidad es muy
distinta a la de nuestros padres y abuelos, pues la población se duplicó desde
entonces, la economía se concentró, el campo ha expulsado miles de personas a
la ciudad y sobre todo, estamos insertos en un mundo extremadamente globalizado
e interrelacionado. Y si bien, como ha dicho la Presidente Cristina
Fernandez es “Cool” hablar de energías renovables, sabido es
que harán un aporte muy modesto a la matriz energética, por sus características
y limitaciones inherentes. Pero este es un tema que debe ser tratado aparte por
su amplitud y complejidad.
La crisis del 2001 nos dio una muestra anticipada a nosotros y al
mundo de cómo se pueden modificar las condiciones de vida de un momento a otro
cuando hay problemas estructurales y la estructura instalada no armoniza con la
capacidad productiva real, a la vez que se pretenden violar leyes físicas y
naturales que están por sobre nuestras posibilidades, aunque la modernidad y
las tecnologías nos proyecten un futuro maravilloso y de pleno control sobre
estas.
Argentina debería hoy y sin dilaciones, readecuar su política para
acompañar el declive al que ya nos estamos viendo forzados. El creer que esto
es pasajero inhibe la capacidad de crear otro modelo de País, y así, frases del
estilo “con el shale tenemos petróleo y gas para más de 100
años” [2] desorientan a los ciudadanos y no permiten que se vaya preparando
para una vida que evidentemente será distinta a la actual.
Es hora de mirar el panorama completo:
La creatividad y el ingenio que en algún momento se orientó a
modelar una Argentina petrolera, hoy se tiene que volcar hacia otros modelos de
desarrollo que quizás están en las raíces de muchos habitantes... desde los
pueblos originarios y pasando por la tradición gauchesca, hasta los
descendientes de inmigrantes europeos y su cultura del trabajo y apego a la tierra. Un modelo que
ayude a desconcentrar la economía, a minimizar la burocracia y a reconectarnos
especialmente con la naturaleza, que en definitiva es la que nos brinda el
sustento desde tiempos inmemoriales.
Notas
[1] La Flexibilización Cuantitativa -en inglés quantitative easing o QE- es una política de algunos
Bancos Centrales para aumentar la oferta de dinero reduciendo la tasa de
interés a largo plazo.
[2] Cristina Fernández (26/2/2014): “La Agencia
de Información Energética de los Estados Unidos estableció que la Argentina es
la cuarta reserva mundial de recursos de petróleo shale (...) con 27 mil millones de barriles,
y la segunda reserva mundial de gases no convencionales detrás de China, con
145 mil millones de barriles equivalentes. Estos recursos representan –escuchen
bien las cifras– 123 años de consumo en petróleo y 410 años en gas. Y el 41 por
ciento se concentra en el yacimiento de Vaca Muerta. (Aplausos.)”.
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