La revolución pasiva del Papa Francisco
20 de julio de 2015
20 de julio de 2015
El Papa Francisco, consciente de que el capitalismo es, como él
mismo dijo, intolerable para la gente pero además insoportable e insostenible
desde el punto de vista económico y ambientalista, quiere proponer una
alternativa que evite la autogestión socialista. No se le ocurrió ninguna mejor
que ofrecer cono modelo las misiones jesuíticas que constituyeron un verdadero
imperio en Paraguay, el nordeste argentino, el sur de Brasil y el Norte de
Uruguay.
Por Guillermo Almeyra.
El Papa, cuando era simplemente el cura Bergoglio, fue miembro de
la Guardia de Hierro, una organización de la derecha peronista por supuesto
antisocialista y procapitalista. Fue superior provincial en Argentina de la
Compañía de Jesús; ésta, como es sabido, es una Orden militar, una Compañía que
tiene un general. Esa Orden militante se caracteriza por una disciplina que
exige a sus miembros “obedecer como cadáveres”. En su calidad de Provincial,
Bergoglio entregó a la dictadura a algunos jesuitas, según denunciaron ex
jesuitas sobrevivientes de las torturas y desapariciones.
Así como el polaco Karol Wojtila había sido elegido Papa por su
experiencia con la burocracia comunista de su país y para colaborar en la
destrucción de la
ex Unión Soviética y de su entorno de países gobernados por
partidos comunistas, Bergoglio lo fue por su carácter de latinoamericano ya que
el catolicismo tiene en América Latina el 40 por ciento de sus fieles y allí
enfrenta desde posiciones todavía mayoritarias el crecimiento del evangelismo
estimulado por Estados Unidos y de la pérdida de fe, resultante de la victoria
de los valores hedonistas y egoístas del capitalismo. Francisco es el Papa de
la conservación, de la batalla de retaguardia, no el del aggiornamento ni de la
modernización de la Iglesia.
Bergoglio-Francisco, monarca absoluto de un Estado que desde hace
milenios, desde Constantino, es la expresión material de la ideología
católica-romana, acaba de declarar en América Latina, refiriéndose al
anticapitalismo socialista, que “las ideologías conducen a dictaduras”. Su
ideología particular, en efecto, condujo a las sangrientas cruzadas contra el
Islam que causaron centenares de miles de muertes de cristian os
ortodoxos, judíos, musulmanes en España, en Grecia, en Medio Oriente, del
genocidio provocado por la Conquista en América y por la trata de negros en
África, con sus millones de muertos, de la cruzada contra los protestantes en
Francia y contra los eslavos en Europa oriental, de las guerras de religión
europeas, de los torturados y quemados por la Inquisición, así como de la lucha
feroz contra todos los que lucharon por el avance de la ciencia (Galileo,
Giordano Bruno, Miguel Servent, entre otros condenados).
El Papa, consciente de que el capitalismo es, como él mismo dijo,
intolerable para la gente pero además insoportable e insostenible desde el
punto de vista económico y ambientalista, quiere proponer una alternativa que
evite la autogestión socialista. No se le ocurrió ninguna mejor que ofrecer
cono modelo las misiones jesuíticas que constituyeron un verdadero imperio en
Paraguay, el nordeste argentino, el sur de Brasil y el Norte de Uruguay hasta
que fueron destruidas por los reinos de España y de Portugal que las veían como
competidoras.
Esas reducciones de indígenas, o misiones, fueron empresas
agrícolas sumamente lucrativas y tecnificadas, que comerciaban sus productos en
el mercado mundial. Los jesuitas dirigían económica, cultural, militar y
políticamente comunidades en las que habían agregado a la propiedad colectiva
tradicional de los guaraníes la propiedad privada de la familia mononuclear.
Las comunidades agrícolo-militares eran dirigidas por el comunismo teocrático
de la Compañía de Jesús y funcionaban como verdaderos “criaderos de siervos”,
lo que llevaba a una continua fuga y a la disminución de la natalidad en las
reducciones. Para evitar este último fenómeno, los jesuitas llegaron a tocar la
campa por la noche para que los indígenas varones se uniesen con sus mujeres
para procrear.
La desculturización de los indígenas, su integración en la cultura
del colonialismo europeo, el paternalismo de los jesuitas y el trabajo
obligatorio en los “campos de Dios” (de la Compañía de Jesús): éste es el
modelo del Papa Francisco para el futuro, una experiencia de los siglos XVII y
XVIII anterior a la Revolución francesa y a los Derechos del Hombre y del
Ciudadano.
El Papa también habló ante los movimientos sociales con un
lenguaje grato a éstos: los llamó a desarrollar las nuevas formas cooperativas
y autogestionarias, a organizarse, defender el ambiente por sobre el lucro y la
productividad capitalista, cambiar las estructuras sociales, derrotar al
capitalismo en esta tercera guerra mundial que está librando contra los pueblos
del mundo y los trabajadores. Con ese discurso canalizó hacia la jerarquía
eclesiástica (aunque la parte más conservadora de la misma esté escandalizada)
un proceso que, con la Teología de la Liberación, lleva fuera del control de la
Iglesia y a la autoorganización socialista. Desbordar por la izquierda a los
teólogos de la Liberación es equivalente a disminuir su peso.
Sin embargo, sus palabras se abren camino, en la interpretación
popular, con una dinámica propia, anticapitalista, y reforzarán las luchas, que
son también anti-institucionales. El resultado indirecto de una tentativa de
control y dirección de los movimientos sociales en nuevas condiciones de lucha
más favorables podría ser un estímulo al anticapitalismo en los sectores
influenciados por la Iglesia católica. De ahí el temor de la parte más rancia
de la jerarquía católica.
Al mismo tiempo,
con sus exigencias de abandono del asistencialismo y del neodesarrollismo a
costa de la sociedad y del ambiente, da un golpe a los gobiernos de Rafael
Correa, Lula-Dilma-PT, Cristina Fernández, que no han cambiado en nada las
estructuras del capitalismo en sus respectivos países y aceptan cualquier tipo
de inversiones para cualquier tipo de desarrollo, mientras practican el
asistencialismo más como base para la obtención de votos que como herramienta
para sostener el mercado interno. Con esos discursos el Papa quiere dar un
papel político protagónico a la Iglesia católica en cada uno de esos países, y
reconquistar la influencia perdida por la institución debido a la corrupción y
a los escándalos sexuales así como a su apoyo a las dictaduras y el capital
financiero.
Las posiciones
sociales del Papa expresan deformadamente el nivel de conciencia de los
movimientos sociales, sobre el cual se monta para contenerlos. Su advertencia
de que el capitalismo es insostenible y que estamos ante la tercera guerra
mundial y el desastre ambiental responde también a un nivel de conciencia de un
sector de la intelectualidad y de los trabajadores que rechazan la política
neodesarrollista de los “progresistas” y no ven en la izquierda una visión
mundial, universal, antisistémica. Francisco, peronista ultraconservador,
quiere encabezar una revolución pasiva según el modelo de Perón (“ni yanquis,
ni marxistas: peronistas”).
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article10261
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