Según el Sociólogo
Rodrigo Baño
“No hay crisis porque no hay alternativa”.
2 de julio de 2015
Por Rubén Andino M. (Punto Final)
Afirma que para desatar una crisis del sistema
social y político, en Chile se requiere una alternativa socialmente
constituida, un programa y un proyecto encarnado en un sujeto popular que
canalice la conflictividad social en una fuerza capaz de realizar
transformaciones.
Dice que los que gobiernan el país son los
empresarios, que los partidos institucionalizados -incluyendo a comunistas y
socialistas- no representan los intereses de las mayorías, que la influencia
social de los trabajadores ha disminuido como consecuencia de los cambios
experimentados por el sistema productivo; pero visualiza también gérmenes de
una alternativa al orden existente, expresada en fuerzas sociales y políticas
emergentes.
Rodrigo Baño Ahumada, abogado y sociólogo,
profesor de la Universidad de Chile, tiene una larga trayectoria académica y de
investigación vinculada a esa universidad y a la Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales, Flacso. Durante el desarrollo de su carrera ha estudiado
con especial atención la dinámica de los sectores populares y su relación con
la principal demanda pendiente en la sociedad chilena, la igualdad.
¿Hay una crisis política en Chile?
“No creo que estemos en un momento de crisis.
Para que exista crisis debe haber una encrucijada y para que exista esa
encrucijada debe haber una alternativa socialmente constituida, con un programa
y un proyecto. En este momento existe una cierta conflictividad social, pero es
necesario que el descontento se articule en una alternativa política. Sin
alternativa puede haber decadencia, enojo, ruptura, desencanto, desgaste y
hasta desastres, pero no un camino de transformación social.
Tampoco está claro quiénes serán los sujetos
político-sociales determinantes de este periodo. Si hay al menos dos sectores
que representen una alternativa de poder, entonces alguien ganará y la crisis
se resolverá, pero en Chile todavía no existe el sujeto político capaz de
desatarla”.
¿El desencanto con la política es un fenómeno
local u obedece a una tendencia global?
“Hay en todo el mundo un distanciamiento de la
actividad política, que hoy se realiza de manera muy distinta a como fue en el
siglo XX. Ahora la constitución del ser político es otra, y no está muy claro
hacia dónde derivará. Los partidos no representan fuerzas sociales, se limitan
a constituir orgánicas electorales para intervenir en espacios de poder
institucionalizados. Un nuevo sujeto político difícilmente surgirá de ese tipo
de organizaciones. El camino para la nueva Constitución
pasa más bien por las fuerzas sociales. Es una construcción que se desarrolla
en la acción y el conflicto.
El movimiento estudiantil es claramente un
sujeto social que ha pasado de demandas corporativas a reivindicaciones
políticas que involucran a la totalidad de la sociedad, pero no es todavía un
sujeto político. Recuerdo en este sentido el ejemplo del movimiento de 1968, en
Francia, que se inició por la mala calidad de los alimentos en los casinos de
una universidad y fue desarrollándose hasta convertirse en una tremenda
movilización social y política que puso en jaque al gobierno de Francia e
influyó en todo el mundo, incluyendo Chile”.
LOS PARTIDOS PREFIEREN EL DINERO A LOS
MILITANTES
¿Qué sucede con los partidos?
“Existe en Chile un sistema de partidos no
controlado socialmente. A los partidos políticos de hoy les interesa muy poco
tener militantes. Prefieren tener dinero para financiar campañas electorales,
tal como ha quedado de manifiesto con los escándalos descubiertos
recientemente. Antes que se conocieran, ya existía un sentimiento de que estas
cosas ocurren desde hace tiempo. A cualquiera que uno le pregunte en la calle
va a decir que muchos políticos son unos ladrones; aunque una cosa son las
presunciones y otra que a uno le muestren las evidencias con nombre, apellido y
cantidades precisas, como ocurre actualmente.
En este modelo, los políticos piden plata a
los que la tienen, quienes a su vez están dispuestos a entregarla para
acrecentar su influencia política. El que tiene poder económico es el que
controla la política y si no puede hacerlo a través de coimas, buscará otra
manera de influir, porque así está constituido el sistema neoliberal”.
Algunos afirman que pese a sus limitaciones,
la Concertación es un proyecto exitoso.
“Antes los proyectos eran capitalismo o
socialismo, con variables en cada uno de ellos. Con el fin de la guerra fría
desaparecieron esas alternativas y en la actualidad el capitalismo es lo único
que hay. Ahora, lo que está en discusión es cómo administrar este capitalismo.
Se puede gestionar de una manera más o menos salvaje, con un poco más o menos
de equidad; pero no hay un cuestionamiento al sistema económico y social en su
conjunto.
Si hubo un proyecto alternativo de la
Concertación, este se agotó en la transición a la democracia, porque no
contenía una propuesta económica ni un proyecto social propio. Sólo buscaba que
funcionara la democracia con la garantía de ciertos derechos a la integridad
física, al libre desplazamiento y a la libre expresión de las personas; con
elecciones periódicas y respeto a los derechos humanos más elementales.
La Concertación se adaptó al modelo existente,
haciendo reformas en momentos en que se necesitan algunos cambios que permitan
suavizar la conflictividad y las tensiones que se refieren al ejercicio del
poder”.
Ahora existe la Nueva Mayoría …
“La Nueva Mayoría no tiene proyecto ni programa. Eso
se trasluce en las políticas que está tratando de implementar. Incorporó a los
comunistas, pero esa estrategia no aplacó el descontento y las JJ.CC. han
perdido posiciones dentro del movimiento estudiantil. Ahora están dentro, pero
su situación es muy incómoda. El PC es un partido sin colmillos y muy ansioso
de ganar posiciones de poder. Optó por entrar a la institucionalidad para
seguir subsistiendo, porque es difícil para una organización mantenerse fuera
del sistema político, cuando ha pasado largos años sin logros ni recursos.
Antes había vínculos estrechos entre los
partidos y los movimientos sociales y eso permitía que los conflictos se
resolvieran políticamente. Comunistas y socialistas tenían presencia en el
movimiento sindical, entre los pobladores y los estudiantes, ahora los partidos
solo trabajan para ellos y por ellos”.
¿Cuál es la situación de los trabajadores?
“Sigue existiendo la clase obrera, pero han
cambiado sus condiciones de trabajo y su peso es absolutamente menor. No es lo
mismo trabajar en condiciones de homogeneidad colectiva en una fábrica, que
individualmente en su casa. Esta nueva realidad cambia radicalmente las
posibilidades de vinculación política de las personas. Las organizaciones sólo
se pueden formar dónde hay grupos sociales en los que sus integrantes tomen
conciencia de que tienen intereses comunes. Esos son todavía los espacios en
los que existe una organización fuerte de los trabajadores. La minería es una
de las actividades económicas que posibilita esa organización, porque los
trabajadores conviven en lugares aislados y en un contexto en el que pueden
conversas sobre sus problemas, organizarse y pelear juntos.
Cuando el trabajo se realiza de manera
individual o en pequeñas y diversas unidades dispersas, disminuyen sus
posibilidades de actuar juntos. Es lo que sucede con los subcontratistas, que
ven al trabajador del lado como a su competidor. En las actuales condiciones es
mucho más difícil que los trabajadores adquieran conciencia de clase”.
También existe una creciente conflictividad
regionalista y medioambiental.
“Una cosa son los conflictos sociales con
objetivos políticos, que afectan a la sociedad en su conjunto, como la
educación, y otra los relacionados con reivindicaciones particularistas, como
los que tiene una comunidad que se opone a la instalación de un vertedero de
basura. Desplazan el vertedero y se termina el problema”.
¿Hay indicios de la conformación de un sujeto
histórico de largo plazo?
“No lo veo todavía, lo que no quiere decir que
no pueda aparecer. Estos procesos son poco predecibles y no estoy dispuesto a
arriesgar un pronóstico todavía. Lo que sí hay, son las condiciones de conflicto
donde puede emerger un sujeto político.
Han surgido pequeñas agrupaciones con una
presencia confusa en sus definiciones políticas. Todas estas organizaciones
funcionan en términos de una sumatoria de demandas parciales, pero no logran
articularse en torno a una columna vertebral. Estos colectivos son mapuchistas,
feministas, ambientalistas, partidarios de la educación igualitaria, veganos,
animalistas, etc. Suman demandas, pero falta un elemento común que articule
todas esas luchas. Encontrar solución a esta dispersión es parte del trabajo
político pendiente”.
¿También hay un rebrote anarquista?
“A este anarquismo no le atribuyo mucha
significación, porque no corresponde a una posibilidad de organización social
real y lo que plantea siempre son cosas muy vagas, a partir de propuestas que
ya se han ensayado antes, como la participación en un cierto asambleísmo, sin
liderazgos, autoridades, orgánicas o Estado. Lo que rescato del ideario
anarquista es un ethos más igualitarista, de control
social de las autoridades y de mayor participación colectiva. Una sociedad
democrática tiene que complementarse con liderazgos y estrategias de poder
fuertes. Logro concebir la utopía de un socialismo de Estado o de un socialismo
democrático, pero no de una sociedad anarquista”.
ALTERNATIVAS DEL CONFLICTO ACTUAL
¿Cuáles son las alternativas de salida al
actual conflicto?
“Una posibilidad es la recomposición del
sistema. Que se sacrifiquen algunos chivos expiatorios y se busquen en su
reemplazo hombres y mujeres buenos, para que reconstituyan el modelo. Si la
gente no quiere participar, no hay problema, porque existen múltiples ejemplos
de democracias de baja participación. Si participa un 30% de los electores, la
gente obedece igual. Otra salida posible es la autoritaria, de derecha, de
Izquierda o personalista. La opción de un populismo mesiánico podría prosperar
también dado el descrédito global de los partidos.
Una tercera posibilidad es la emergencia de
fuerzas políticas nuevas, como Amplitud desde la derecha, o que diversos grupos
pequeños de Izquierda pudieran agruparse en una fuerza más consistente, que
consiga una mayor adhesión popular.
Más allá de estas posibilidades, una real
alternativa de transformación social profunda no se vislumbra, a menos que haya
una crisis económica. Con los mall llenos de gente comprando, es
difícil de visualizarla”.
¿Qué opina del giro del gobierno?
“El cambio de gabinete no fue significativo,
aunque se nota ahora un peso mayor de los partidos. Bachelet partió gobernando
con su entorno personal. Peñailillo era uno de los suyos, sin duda, y ahora
Burgos claramente no lo es. Ella ha iniciado sus gobiernos intentando asumir un
liderazgo personal y termina entregándolo a los partidos cuando vienen los
problemas y no tiene cómo solucionarlos. El cambio de gabinete fue poco
relevante y hecho para suavizar el conflicto con el empresariado”.
¿Quiénes gobiernan entonces?
“Está claro que los que gobiernan son los
empresarios y se dan el lujo de hacerlo evidente. En los buenos tiempos de la
política no aparecen, pero ahora su presencia es explícita. Puesta la situación
en ese plano, la verdadera cuenta de la nación no se realiza ante el Congreso
Nacional sino ante los empresarios reunidos en el seminario de Icare. Todos los
poderes formales e informales lo tienen claro. Así funciona todo.
Lo más novedoso de la situación actual es lo
desembozado que es el dominio empresarial. Como si ya no fuera necesaria la
ideología para ejercer la
dominación. Si el poder se hace explícito, es porque
ocultarlo ya no tiene efecto social”.
¿Hay posibilidad de que los trabajadores
vuelvan a ser una clase social influyente?
“Es difícil pensar en la manera como los
trabajadores puedan organizarse para incidir dentro de la actual división del
trabajo. Uno debiera pensar quizá en una acción al revés de lo que fue el
desarrollo del movimiento de trabajadores en el siglo XX. Ellos partieron de
los sindicatos para llegar a los partidos, ahora habría que partir de los
partidos para llegar a los sindicatos. El punto es cómo construir un partido
sin que los trabajadores estén presentes en su origen.
Es difícil actuar contra un bombardeo
ideológico lleno de distractores y alteraciones. Cada colectivo surge a partir
de una infinidad de problemas, sin una articulación y una línea de acción
común”.
El movimiento estudiantil logró canalizar
conflictos aislados…
“Porque tocó un punto que vivencialmente
afecta al conjunto de los habitantes. Todos tenemos alguien cercano involucrado
en el conflicto de la educación.
Pese a estas consideraciones, la lucha por la
educación no es una lucha por la igualdad, porque la igualdad en la educación
no genera igualdad social. El movimiento estudiantil se ha planteado desde una
bandera liberal: la referida a la igualdad de oportunidades para una sociedad
desigual. Es el discurso que El
Mercurio ha logrado vender a
la población, que el hijo del más pobre tenga la posibilidad de llegar a ser
gerente general de una gran empresa y explote al que quedó pobre.
Por el contrario, la lucha por la igualdad
tiene como escenario el mundo del trabajo y está estrechamente motivada por la
demanda fundamental de los trabajadores de una mejor distribución del ingreso”.
Publicado en “Punto
Final”, edición Nº 831, 26 de junio, 2015
Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=200443
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