El coronavirus se controla, pero
el neoliberalismo se derrota
Por Oto Higuita (Rebelión)
No puede decirse lo mismo del neoliberalismo, la necropolítica que ha llevado a la tumba a millones de excluidos (pobres, desempleados, enfermos, gente sin seguridad social, campesinos, comunidades indígenas, adultos mayores, informales, mendigos, pensionados) cuando no le han sido rentables, como ocurre ahora.
De un sistema económico basado en la codicia, las ganancias y la mercantilización de la vida no se puede esperar nada distinto a la injusticia global. Un sistema que, además, ha destruido el Estado de bienestar, privatizado la salud, la educación, las pensiones y la seguridad social. Por lo tanto, la solución al estado de pobreza y exclusión que azota al mundo no está en los capitalistas, ni en los defensores de las privatizaciones, y mucho menos en los responsables de eliminar las instituciones desde las cuales se hubiera podido enfrentar la crisis actual en mejores condiciones.
Porque, ¿qué pueden esperar los excluidos de la élite capitalista? Nada distinto a cobrar una deuda histórica, por eso reclaman lo que les fue arrebatado, el derecho a una vida digna. No otra cosa son los estallidos sociales, la vieja cuenta de cobro de los condenados de la tierra a la élite económica que se ha apoderado de los bienes de todos.
Por eso es
absurdo creer que el llamado al confinamiento de quienes no cuentan con medios,
ni ingresos, ni empleo lo van a cumplir “quedándose en casa”. La solución
tampoco está en llevarlos al matadero de la fábrica o empresa a trabajar, con
el propósito de producir para salvar la “economía de mercado”, como recomiendan
los voceros del capitalismo. El confinamiento para millones que viven en la
pobreza, no ha hecho sino empeorar las desigualdades sociales y ya se sabe que
el hambre sino se sacia oportunamente adquiere comportamientos agresivos, no da
espera y en el peor de los escenarios, devuelve a los famélicos a la época del
hombre de cromañón o neandertal de hace 50 mil años. ¿Y quién desea esa
pesadilla?
Esta simple frase, el neoliberalismo es la
verdadera peste de la humanidad, tiene detrás un largo proceso histórico y un
significado profundo. Que alcanza su real dimensión si se piensa que esa
fábrica global de la muerte ha estado operando durante cuatro décadas
ininterrumpidas, desde que los gobiernos conservadores y anticomunistas de la
primer ministra del Reino Unido, Margara Thatcher y el presidente de los
EE.UU., Ronald Reagan, le aplicaron al mundo la doctrina neoliberal (asimilándola
con la democracia) basada en el “mercado libre” o economía de mercado, como la
fórmula triunfadora sobre la economía planificada y socialista, luego de las
negociaciones con el último presidente, un socialdemócrata y reformista, que
tuvo la Unión Soviética, Mijaíl
Gorbachov. Tras el triunfo político del capitalismo y la derecha mundial, una mayoría de gobiernos aplicó al pie de la letra el mismo programa económico ayudados por las instituciones hechas para propagar esa plaga social que hoy azota al mundo: el FMI, el BM, la ONU, la OCDE, etc. Pandemia global convertida en una bomba social a punto de estallar, sino se provee de alimentos y lo necesario para su subsistencia a millones de pobres, algo completamente irónico y absurdo en plena era de las tecnologías de la comunicación, la globalización, la producción masiva de alimentos y la inteligencia artificial.
De ahí que el
reto principal de la humanidad sea una radical reconstrucción económica,
política y cultural de la sociedad sobre bases nuevas. Ya que no es otro el
conflicto del mundo, como lo han demostrado claramente teóricos sociales,
intelectuales, activistas de movimientos sociales y algunos líderes políticos excepcionales.
Al mundo lo
gobierna un modelo depredador que amenaza la vida misma del planeta; es la New York pobre donde la tasa de mortandad se concentra con
saña en afros y latinos, sin seguridad social ni ayuda de ningún tipo; en un
momento en donde abunda la avaricia y escasea la solidaridad. Sin
embargo, la capital del mundo
no está sola, la acompañan Tulcán, Guayaquil, Guayas, Bogotá, Medellín en Latinoamérica, así como las grandes capitales
de África y Asia.
Como se ha visto, de la mezcla
neoliberalismo-coronavirus no se salvan las mismas naciones capitalistas
desarrolladas (Italia, España, Francia, Alemania, Escandinavia), ni los EE.UU.
Donde en un solo día se contaron 4.491 muertos, mientras que la cifra de desempleados
ascendió a 22 millones las últimas 4 semanas. Y no hay sociedad que
aguante un tsunami social de esa magnitud. Sin embargo, su presidente, Donald Trump (así mismo Bolsonaro en Brasil, en parte Boris Jonhson en el Reino Unido, y otros neoliberales adictos) insiste en “abrir” el país y ponerle fin al confinamiento, deseando hacer lo que todo fascista neoliberal sueña, salvar la economía a costa de la vida, es decir, volver al viejo darwinismo social para que haga una limpieza social de Los que sobran.
Es un hecho que al mundo lo gobierna el fascismo liberal que, en palabras del intelectual canadiense y crítico de
Y agrega que, “el coronavirus no afecta a todas las personas indiscriminadamente. En realidad, los pobres, los ancianos y las personas de color soportan la carga de los efectos de este virus como ningún otro grupo, especialmente en Estados Unidos.” Finalmente, apuesta por una sociedad socialista democrática construida desde un nuevo lenguaje, una nueva visión y movimientos sociales donde la justicia, la igualdad y la libertad constituyan su naturaleza.
No cabe duda, que la crisis actual ha revelado la fragilidad e incapacidad de los gobiernos neoliberales para enfrentarla, pero también ha roto el hechizo ideológico de más de 40 años de vigencia del modelo.
Sí, al coronavirus se le controlará, sin embargo, la postpandemia estará dominada por la disyuntiva entre totalitarismos/autoritarismos (duros o blandos) o sociedades globales empoderadas y solidarias. Dependiendo de la capacidad de respuesta de los condenados de la tierra al sistema económico que los excluye y elimina, será posible otro mundo, pero no antes sin la derrota de la necropolítica.
Fuente: https://rebelion.org/el-coronavirus-se-controla-pero-el-neoliberalismo-se-derrota/
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