jueves, 23 de abril de 2020

Destapemos que: "Los confinamientos cada vez más estrictos y el estado de emergencia imperante han puesto en suspenso derechos y libertades civiles, y ha dado paso a un período de formas extremas de biopoder, esto es,'una explosión de técnicas diversas y numerosas para lograr el sometimiento de los cuerpos y el control de las poblaciones'. La forma en que Israel aplica esas medidas son paradigmas represivos y los métodos de su industria militar se experimentan desde hace mucho tiempo en la población palestina".

Tres lecciones desde Palestina

para vencer la pandemia

23 de abril de 2020

 

Por Maren Mantovani

The Palestine Chronicle
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Cuando la pandemia de COVID-19 empezó a paralizar el mundo comenzó a circular por las redes sociales un sencillo meme que consistía en letras blancas sobre un fondo negro: “Querido mundo: ¿Qué tal el confinamiento? Gaza”.
Este meme suscita algunas preguntas fundamentales: ¿Serán el apartheid israelí y sus prácticas autoritarias un modelo para las respuestas globales a la pandemia? ¿Ahondaremos la división entre aquellas personas que se salvan y aquellas a las que se deja morir detrás de muros físicos o virtuales? ¿Se puede aprender algo de Palestina acerca de cómo elaborar una respuesta alternativa para crear un mundo más justo y sostenible después del COVID19?

Muros que no matarán al virus sino a las personas
La experiencia por la que están pasando la mayoría de las personas del Norte Global confinadas en sus casas tiene poco en común con los 13 años de inhumano asedio militar impuesto por Israel a la ocupada Franja de Gaza y tampoco con la población palestina encerrada en guetos y bajo el ataque constante del apartheid israelí. Con todo, las personas emigrantes que estaban en las fronteras de Europa y a las que, con la excusa de los cierres debidos al COVOD-19, se mató a tiros cuando trataban de cruzar la valla que militariza las fronteras evocan la imagen de los cientos de personas palestinas asesinadas por los disparos de los francotiradores durante las protestas junto a la valla que rodea y aísla a Gaza.
La realidad en Gaza o en las comunidades beduinas palestinas, donde Israel sigue demoliendo incluso las clínicas más básicas y corta sistemáticamente el acceso al agua para expulsar a sus habitantes, recuerda a la realidad de las personas que viven hacinadas en las favelas de Brasil, sin agua corriente o jabón. El pueblo palestino se identifica mucho con los millones de personas en India a las que las medidas contra el COVID-19 impuestas por el gobierno hindu-fascista han expulsado de las ciudades en las que trabajaban y obligado a caminar durante días, sin comida, para acabar bloqueadas en los puestos de control militarizados de las fronteras entre estados.
A medida que se propaga el virus están saliendo a la luz los muros ideológicos del nacionalismo y el racismo supremacista. El saludo desde Gaza nos recuerda que esa es exactamente la estructura ideológica en la que se basa el apartheid israelí.
Tanto en Palestina como en todo el planeta hoy se muestra en toda su crueldad un mundo en el que hay que salvar a algunas personas y otras son prescindibles en el mejor de los casos y no deseadas la mayoría de las veces, la necropolítica dominante, el ejercicio del poder según el cual se reduce a poblaciones enteras a ser “muertos vivientes”.
Estar “fuera del muro” significa que las medidas de prevención para el COVID-19 dejan de ser útiles o no te están destinadas. En el caso del apartheid israelí el resultado de ello es que se pide a la mayoría de las y los trabajadores israelíes que se queden en casa mientras se pide a las y los trabajadores palestinos que permanezcan fuera de sus casas durante semanas viviendo en unas condiciones inhumanas y sin equipos de protección para mantener a flote la economía de Israel. Cuando enferman se les arroja al otro lado del muro como si fueran basura. Incluso las personas que son ciudadanas palestinas de Israel han tenido que luchar duramente para conseguir un acceso adecuado a la información en árabe (al parecer, las normas no iban dirigidas a ellas).
En estos momentos se están cerrando fronteras y se están levantando muros, más altos y más militarizados que antes, no solo en Palestina sino en todo el mundo. Aunque matan a las personas excluidas no detienen al virus.

¿Atención sanitaria o guerra?
La pregunta que se hacía desde Gaza, “¿Qué tal el confinamiento?”, también es una pregunta para quienes están dentro de los muros.
Los confinamientos cada vez más estrictos y el estado de emergencia imperante han puesto en suspenso derechos y libertades civiles, y ha dado paso a un período de formas extremas de biopoder, esto es, “una explosión de técnicas diversas y numerosas para lograr el sometimiento de los cuerpos y el control de las poblaciones”, como afirmó Michel Foucault.
Aunque el autoaislamiento, la cuarentena y el rastreo de contactos son medidas importantes contra la propagación del coronavirus, son algo más que la mera preocupación por la salud pública.
La forma en que Israel aplica esas medidas son paradigmas represivos y los métodos de su industria militar se experimentan desde hace mucho tiempo en la población palestina.
Israel ha sido uno de los primeros países en promover a nivel mundial su operación de espionaje digital dirigida por su agencia de seguridad militar, el Shin Beit, como medida contra el COVID-19. Si pudo actuar tan rápidamente fue solo porque ya tenía en funcionamiento un sistema de vigilancia casi ilimitada a una escala que hasta ahora era inaceptable en Estados democráticos.
La corporación que fomentó la idea de la operación de espionaje contra el COVID-19 junto con el ministro de Defensa fue el Grupo NSO, la empresa israelí de cibertecnología estrechamente vinculada a la principal agencia militar de espionaje del país, la Unidad 8200 y más conocida por su malware Pegasus de piratería y espionaje que transforma los teléfonos en dispositivos de espionaje y ha sido utilizado por algunos de los gobiernos más represivos del mundo para atacar a personas defensoras de los derechos humanos y periodistas.
Ahora el Grupo NSO promueve su tecnología para luchar contra la pandemia de COVID-19. Al parecer, varios países ya están haciendo estudios experimentales. John Scott Railton, del organismo de control de la vida privada con sede en Toronto Citizen Lab, comentó que “lo último que necesitamos en una empresa hermética que afirme solucionar la pandemia mientras se niega a revelar quiénes son sus clientes”.
Actualmente se está probando con los y las palestinas que tienen permiso de residencia en Israel un nuevo marco de “consentimiento voluntario” para rastrear aplicaciones. Se les piden que se descarguen una nueva aplicación que sustituye a la cita en una oficina para controlar o renovar permisos. Esta aplicación rastrea la ubicación y tiene acceso a prácticamente toda la información del teléfono, incluida la cámara. Para poder instalar la aplicación se pide a las personas usuarias que se presten a proporcionar una información que se utilizará “para cualquier finalidad, incluida la de seguridad”.
Si estas operaciones pudieran salvar vidas de manera efectiva, habría un dilema moral. No lo hay. Privacy International demuestra que estos sistemas se han probado con brotes anteriores, como el MERS y el ébola, y no han demostrado ser eficaces.
A medida que se levanten gradualmente los confinamientos tenemos que asegurarnos de que lo que define las políticas no sean los paradigmas de vigilancia y las empresas militares y de seguridad nacional de Israel. En ese caso, no solo financiaríamos la ocupación militar de Palestina por parte de Israel sino que importaríamos algunas de sus características a nuestras propias vidas.
Extender la solidaridad
La pregunta de Gaza, “¿Qué tal el confinamiento?”, nos envía un tercer mensaje: cómo resistir y crear alternativas de solidaridad.
El coronavirus nos ha cargado una batalla a la espalda, una batalla que es mucho mayor que la crisis sanitaria que ha provocado. Están saliendo a la luz injusticias económicas, políticas y sociales.
Si queremos salir de esta crisis con más igualdad, más derechos, más solidaridad y cuidado no podemos confiar en los medios y métodos de represión, sino que tenemos que cortar los vínculos de complicidad que hay entre aquellos y que agrandan la curva de la injusticia sin una estrategia de salida. Debemos, en cambio, crear vínculos de solidaridad.
El pueblo palestino es un ejemplo de lucha y de determinación no solo por sobrevivir sino por vivir con dignidad. Demuestra al mundo que la gente tiene el poder colectivo para salir de esta situación en la dirección correcta.
Desde el primer día la población palestina empezó a organizarse contra la pandemia. Acostumbrados a confinamientos y catástrofes, y seguros de que no pueden contar con el poder del Estado para protegerlos, los comités populares de emergencia proporcionan en los pueblos, campos de refugiados y ciudades palestinos información, kits sanitarios y comida a las personas más vulnerables.
La gente está creando alternativas en todo el mundo. En las favelas de Brasil varios grupos de acción similares a los comités de Palestina conciencian a la población y le prestan apoyo. El estado de Kerala, situado en el sur de India y que cuenta con un gobierno de izquierda, ha tenido unos resultados excelentes a la hora de proteger a la población del virus y ha demostrado que, incluso a nivel institucional, la cooperación con los pacientes para trazar sus contactos es más eficaz que la vigilancia. La movilización popular y un sistema de atención sanitaria que funcione, además de las políticas sociales siguen siendo más eficaces que la represión para luchar contra la pandemia.
La cantidad cada vez mayor de seminarios, debates y conversaciones por internet nos ha acercado más que nunca. El confinamiento se ha abierto como un espacio de reflexión para repensar radicalmente la política. El impacto de la pandemia ha dado prioridad a la urgencia de la unidad y de una lucha conjunta. El internacionalismo no es un accesorio de la política local y nacional, sino la esencia misma de la capacidad de desafiar a un sistema que de un modo u otro nos está fallando.
La perspectiva desde Palestina nos puede enseñar que la salida es la cooperación y la solidaridad, y que tenemos que ganar esta batalla de ideas. Necesitamos atención sanitaria y políticas sociales, no seguridad nacional e industria armamentística, sistemas de vigilancia y militarización dispuestos a reprimir a los mismos movimientos que exigen esas políticas sociales.
“Querido mundo: ¿Qué tal el confinamiento? Gaza” nos recuerda que la libertad, la justicia y la igualdad para todas las personas es urgente, necesaria e indivisible.
Maren Mantovani es la coordinadora de relaciones internacionales de la Campaña “Stop the Wall” y de la Coalición Palestina de Defensa de la Tierra. Forma parte de la Secretaría Internacional del Comité Nacional Palestino de BDS (BNC). Ha escrito este artículo para The Palestine Chronicle.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

Fuente: https://rebelion.org/tres-lecciones-desde-palestina-para-vencer-la-pandemia/

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