Las fuerzas de choque de la ultraderecha cumplen
las órdenes del capital
La crisis capitalista es más mortal
que el coronavirus
29 de abril de 2020
Por William I. Robinson (Rebelión)El confinamiento decretado en Estados Unidos y en muchos países del mundo para hacer frente a la pandemia de COVID-
El hecho de que esta parálisis económica arroje a decenas de millones de trabajadores a una crisis de supervivencia es totalmente fortuito para la preocupación de la clase capitalista transnacional (CCT) de reanudar de inmediato la maquinaria lucrativa, ya que el capital no puede permanecer ocioso sin dejar de ser capital. El impulso de reavivar la acumulación explica que en muchas ciudades norteamericanas se hayan producido manifestaciones públicas de la ultraderecha para exigir el levantamiento de la cuarentena, al igual que los sectores más reaccionarios del capital promovieron el Tea Party a raíz del colapso financiero de 2008, movimiento que a su vez se movilizó en apoyo al trumpismo.
Si bien las protestas parecen espontáneas, de hecho han sido organizadas por las agrupaciones conservadoras estadounidenses, entre ellas
A pesar de su retórica populista, el trumpismo ha servido bien a los intereses de la CCT en implementar un programa de neoliberalismo en esteroides que va desde la reforma impositiva regresiva y la amplia desregulación y privatización hasta una expansión de los subsidios al capital, recortes al gasto social y represión sindical. Trump – él mismo miembro de la CCT – retomó donde dejó el Tea Party a raíz del colapso financiero de 2008 y forjó una base social entre aquellos sectores de la clase obrera mayoritariamente blancos que anteriormente habían gozado de ciertos privilegios, como empleo estable y bien remunerado, y que en años recientes han experimentado una aguda desestabilización socioeconómica y movilidad descendente frente a la globalización capitalista. Al igual que el Tea Party que le precedió, Trump ha sabido desviar la cada vez mayor ansiedad social que sienten estos sectores desde una critica radical al sistema capitalista hacia una movilización racista y jingoísta contra chivos expiatorios como los inmigrantes. Estas tácticas trumpistas han convertido dichos sectores en fuerzas de choque para la agenda capitalista ultraderechista que los ha llevado al borde de un proyecto verdaderamente fascista.
La cada vez
mayor crisis del capitalismo global ha acarreado una rápida polarización
política en la sociedad global entre una izquierda insurgente y fuerzas
ultraderechistas y neofascistas que han logrado adeptos en muchos países del
mundo. Ambas fuerzas recurren a la misma base social de los millones de
personas devastadas por la austeridad neoliberal, el empobrecimiento, el empleo
precario y relegación a las filas de la humanidad superflua. El nivel de
polarización social global y de desigualdad no tienen precedentes en estos
momentos. El 1 % más rico de la humanidad controla más de la mitad de la
riqueza del planeta mientras el 80 % más bajo tiene que conformarse con apenas
el 4.5 % de esa riqueza. Mientras se extiende el descontento popular contra
esta desigualdad, la movilización ultraderechista y neofascista juega un papel
crítico en el esfuerzo por parte de los grupos dominantes de canalizar dicho descontento
hacia el apoyo a la agenda de la CCT, la misma disfrazada en una retórica
populista.
Es en este contexto donde los grupos
conservadores en Estados Unidos se han empeñado en organizar una respuesta
ultraderechista a la emergencia sanitaria y la crisis económica, abarcando una
mayor dosis de subterfugio ideológico y también una renovada movilización de
sus fuerzas de choque que ahora exigen el levantamiento del confinamiento. La
movilización de masas desde abajo bien podría exigir que el Estado proporcione
ayuda a gran escala a los millones de trabajadores y familias pobres en vez de
insistir en la inmediata reapertura de Independientemente de las diferencias políticas en el seno de sus filas, la CCT se ha empeñado en trasladar la carga de la crisis y el sacrificio que impone la pandemia a las clases trabajadoras y populares. Para este fin ha podido contar con el poder del Estado capitalista. Los gobiernos del mundo han aprobado nuevos rescates masivos para el capital mientras se escurren de esta piñata unas migajas para las clases trabajadoras. El gobierno estadounidense inyectó una cantidad inicial de 1.5 mil millones de dólares a los bancos de Wall Street en tanto que
Los gobiernos
estadounidense y europeos prometieron al menos 8 mil millones de dólares en
préstamos y subsidios a las corporaciones privadas, aproximadamente el
equivalente a todas sus ganancias en los últimos dos años, lo que la revista The Economist
calificó del “rescate más grande de la empresa privada en la historia”. Se
trata de la lucha de clases desde arriba. Mientras estos mil millones de
dólares se acumulan en la parte superior del pirámide social, la crisis desatada
por la pandemia dejará a su paso más desigualdad, más tensión política, más
militarismo y más autoritarismo. La Organización
Internacional de Trabajo advirtió que centenares de millones
de personas podrían perder su empleo, en tanto la agencia internacional Oxfam
calculó que hasta 500 millones están en riesgo de caer en la pobreza. Aún más
ominoso, el Programa Mundial de Alimentos advirtió sobre “una hambruna de
proporciones bíblicas” y calculó que hasta 130 millones de personas podrían
morir de hambre por el posible colapso de las cadenas de abastecimiento de
alimentos, lo que la organización calificó de “la peor crisis humanitaria desde
la Segunda
Guerra Mundial ”.
Se avecinan
convulsiones sociales y políticas
El carácter
clasista de la pandemia queda al desnudo. Al virus no le importa la clase,
etnia o nacionalidad de sus portadores humanos pero son los pobres, los
marginados y las clases trabajadoras los que no gozan de las condiciones para
protegerse del contagio ni pueden asegurar la atención médica en caso de
contaminación. Pueden morir millones de personas, no tanto por la infección
viral sino por la falta de acceso a los servicios y recursos de soporte vital. La CCT intentará aprovechar el desempleo y empobrecimiento
masivo para reforzar su poder de clase mediante mayor disciplina y austeridad a
medida que pase lo peor de la pandemia y la economía global se hunda en depresión.
Las clases dominantes utilizarán la pandemia como cortina de humo para
consolidar un estado policial global. Por último, la crisis capitalista
desatada por el coronavirus será mas mortal para los trabajadores empobrecidos
que el mismo virus.
Aun cuando se mantienen el gasto
deficitario y el estimulo keynesiano mientras dure una depresión económica, la
experiencia de 2008 nos muestra que los gobiernos recuperaron los costos de los
rescates mediante una mayor austeridad, en tanto los bancos y las corporaciones
utilizaron los fondos de dichos rescates para volver a comprar acciones y
emprender una nueva ronda de actividades depredadoras. La
estrategia de la CCT parece ser una repetición de 2008, ahora a una escala
mucho mayor, dirigida a inyectar cantidades masivas de dinero al sistema
bancario privado. A cambio no se impone a los bancos ninguna obligación de
utilizar dicho dinero para reinvertir en la economía real o para algún bien
social. A raíz del colapso financiero de 2008 los bancos simplemente
convirtieron los miles de millones que recibieron en concepto de rescates en
especulación en el casino financiero global y para apropiarse de más activos y
recursos en todo el mundo.Además de la movilización de las fuerzas ultraderechistas y neofascistas también se han movilizado sectores populares y las clases trabajadoras. Aunque no sea posible tumbar el sistema, la única salida a la crisis del capitalismo global será revertir las cada vez mayores desigualdades mediante una redistribución de la riqueza y del poder hacia abajo. La lucha por dicha redistribución ya ha comenzado en medio de
Los grupos gobernantes no pueden sino sentirse asustados por el creciente descontento de las masas. La crisis erosiona la hegemonía capitalista y tiene el potencial de despertar a millones de personas de la apatía política. El proyecto neoliberal está agotado y a duras penas se podrá resucitar. Para bien o para mal, se reconstruirá el mundo. Hemos entrado en un periodo de cada vez mayor caos en el sistema capitalista mundial. Fuera de una revolución, hemos de luchar ahora para evitar que nuestros gobernantes conviertan la crisis en una oportunidad para resucitar y profundizar el orden neoliberal moribundo cuando pase la tormenta de
William I. Robinson es profesor de sociología en la Universidad de California, Santa Bárbara.
Fuente: https://rebelion.org/la-crisis-capitalista-es-mas-mortal-que-el-coronavirus/
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