domingo, 19 de abril de 2020

Alertémonos: “Cuando advertí sobre la captura reaccionaria de la cuarentena: me dijeron gorila. Ahora se discute el «cyber control». Por una única vez: ¿habré sido profeta en mi tierra? Lo decidirán los que se den cuenta que los buenos no son tan buenos y que los malos apenas eran los maldecidos por la cultura represora”.

La cuarentena de papel (I)
10 de abril de 2020
Por Alfredo Grande
(APe).- Hace demasiados años en realidad varias décadas, vi en Santiago de Chile, cuando era presidente constitucional Salvador Allende, una película cuyo título es: “Soldadito azul”. Traducido en forma bizarra como “cuando es preciso ser hombre”. Fue la primera vez que vi una película donde el ejército de los Estados Unidos era evidenciado como una máquina de asesinar. Y el amor, una de las situaciones de producción de verdad, entre el soldado y una mujer blanca secuestrada por los “pieles rojas”, invirtió la racionalidad oficial que colocaba a los buenos y a los malos en espacios fijos. Los malos no eran malos, apenas defendían sus territorios, su comida, sus comunidades. Los buenos no solamente no eran tan buenos, sino que eran invasores, depredadores, asesinos. Revisionismo histórico que le dicen. La cultura represora construye en forma constante un relato clasista para evadir su culpabilidad.
La teoría de los demonios, de la cual siempre dije que estaba de acuerdo en que había dos teorías: el terrorismo de estado y la propia teoría, tiene su saga. Un demonio es el enemigo invisible, el ejército de bichos inmundos. Esa bola con antenas cuya misión secreta es la extinción de la especie humana. Dentro de estos demonios, están los vectores del virus. La sopa de murciélago. La pregunta es cómo llegó el murciélago a ser sopa, pero una teoría no puede estar en todo.
El otro enemigo es el que viola la cuarentena. No importa demasiado si está vendiendo verduras, llevando medicamentos, o cubriendo su necesidad de compras mas allá de los negocios de cercanía que lo están ahorcando en precios descuidados. Yo sí creo en el demonio. El número de la bestia es 666 y yo la bauticé como cultura represora. En ese marco, del cual todavía no nos hemos hecho cargo en su profundidad y en sus cumbres, no es posible diferenciar entre cuidar y vigilar. Voy a intentar ser más claro, lo cual habitualmente no logro. La Ley Patriótica de los Estados Unidos, es la más estricta y contundente arma en contra del terrorismo y el crimen internacional organizado, fue la respuesta del Congreso Norteamericano, a los atentados del 11 de Septiembre del 2001. Esta Ley se basa fundamentalmente en la resoluciones de la quincuagésima asamblea general y de las resoluciones 1373 y 1390, de las Naciones Unidas en Nueva York, del acta de nacionalidad y de inmigración de los Estados Unidos y la de la ley de Seguridad Nacional Norteamericana. Esta ley, ha sido revisada y actualizada en diferentes ocasiones, aunque ha sido impugnada por grupos de los derechos civiles en los Estados Unidos por vulnerar los derechos de privacidad y confidencialidad de la información, sigue vigente y con más fuerza”.
Como en la película “Soldadito azul” es necesario invertir la racionalidad. El derrumbe de las torres gemelas era necesaria para que el acta patriótica fuera deseada por aquellos a los que potencialmente iba a perjudicar. Hoy en muchas ciudades de Estados Unidos la gente muere como efecto lejano de esa Acta Patriótica. La industria bélica consumió varias veces los recursos de la industria sanitaria. ¿Entonces? El autor de esta nota afirma que Bush realizó un auto atentado para justificar el acta patriótica. En realidad, lo afirman muchos. Lo que es indudable es que el derrumbe le vino como anillo al dedo para cuidar y vigilar.

La cuarentena en una mirada reduccionista es necesaria. En una mirada amplificada, también es necesaria, pero no es suficiente. En la cultura represora, cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía. Y prefiero desconfiar en la subordinación sin pensamiento crítico. Con 40% de población sin trabajo formal y más del 10% en indigencia, el aislamiento social, aunque sea obligatorio, forma parte del alucinatorio político social. A pesar de la endemia y epidemias estacionales del dengue, nunca hubo campañas serias para erradicar a otro enemigo: el maldito mosquito que se llama Aedes aegypti, nombre que revela sus oscuros designios. La lógica militar que inauguró Berni, que aunque sea médico es secretario de seguridad, no de salud pública, le ha ganado la pulseada a la lógica sanitaria.
La necesaria visita del presidente al Malbrán no debe ocultar que el discurso de la seguridad entendida como “cyber control” está legitimada no sólo desde el gobierno, lo que es grave, sino desde los controlados, lo que es el zaguán del suicidio colectivo.
Las políticas genocidas de un Trump o un Bolsonaro, están enmarcadas, como en toda guerra, como daños calculados. Es posible que sean más brutos que buenos administradores, pero nadie podrá convencerme de que a los fascistas del voto les importan las masacres propias y ajenas. Todo medicamento eficaz tiene efectos secundarios. La cuarentena, que no es vacuna, sino que se inscribe en lo que denomina “atención primaria en salud”, haciendo eje en la prevención, lo que es bueno, tiene efectos secundarios que no están en la superficie de los discursos, y no sólo de los oficiales. El aislamiento social, mucho más si es obligatorio, implica daño psicológico. Daño no es lo mismo que patología. Pero si no es atendido, empieza a parecerse.
Todo tipo de abstinencia implica sobrecarga mental y corporal. Las abstinencias amputan la trama vincular. Y los vínculos son uno de los registros de lo psíquico. Intento bajar a tierra: la abstinencia sexual, afectiva, de placeres libremente deseados, en el mediano y largo plazo explotará. Pero la crueldad de la cultura represora ya sabe que casi el 50% de la población ya sobrevivía en esa abstinencia. El dilema será cuando los clase medieros y los garcas y pitucos también empiecen a sufrir abstinencias. Por ejemplo: de ganancias. Poderoso caballero es don dinero, escribía el talento de Miguel Quevedo y Villegas. No se agota el tema con Paolo Rocca. ¿Por qué Alfredo Coto no va preso por romper la cuarentena?
Un funcionario expone a los piadosamente llamados adultos mayores a la crueldad de la amarga espera, se diluye en los laberintos de la burocracia. Un coimero serial es descubierto pagando sobreprecios por alimentos. Supongo que será detenido porque es otra forma de violar la cuarentena. Claudia Rafael lo retrata con palabras: “Y se multiplica el terror nunca mejor caracterizado como terror al otro, al que tiene la enfermedad en su cuerpo y al que se constituye como el espejo a destruir. Porque en ese espejo se representa aquella frase de Sartre en A puerta cerrada de que el infierno son los otros. Siempre el infierno serán los otros en una búsqueda de salida individual, que termina donde concluyen las cuatro paredes de nuestra propia mirada, en el limitado baldosón que pisamos a diario, en la cara que se voltea ante el padecimiento de la condición humana”.
La cuarentena planteada como vacuna del “quedate en tu casa”, tiene un fuerte acento en la salvación individual. Y el infierno serán los otros sin barbijo. Los daños culturales que la pandemia dejará por décadas, serán análogos a los del acta patriótica. En ese momento, que obviamente ya será tarde, algunos se darán cuenta que fue una cuarentena de papel. La inmensa mayoría cambiará “el silencio es salud” por “el aislamiento es salud”.
Los enemigos visibles e invisibles siempre llevaron el péndulo de la historia hacia el infrarrojo reaccionario. Por eso han definido al covid19 como ejército y le han declarado la guerra. La vinchuca ni siquiera se inquieta. Sabe que los ranchos son su mejor trinchera. Cuando advertí sobre la captura reaccionaria de la cuarentena: me dijeron gorila. Ahora se discute el "cyber control". Por una única vez: ¿habré sido profeta en mi tierra? Lo decidirán los que se den cuenta que los buenos no son tan buenos y que los malos apenas eran los maldecidos por la cultura represora.

Fuente: http://pelotadetrapo.org.ar/la-cuarentena-de-papel.html

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