Los que más sufren
con la pandemia
20 de abril de 2020
Por Juan Pablo Cárdenas
S.:
Los datos disponibles en
todo el mundo son muy reveladores. El virus de la actual pandemia no discrimina
entre pobres y ricos o entre los habitantes de los cinco continentes. La plaga
se extiende inexorable por el mundo y probablemente no vaya a existir algún
lugar de la tierra que se libre de ésta.
Sin embargo, como lo son
todas las pestes, las guerras y los cataclismos de distinta índole, las
soluciones siguen afectando a los pobres y excluidos más que a los más
pudientes o poderosos. En el estado de Lousiana, en Estados Unidos, el 70 por
ciento de los muertos son afroamericanos o latinos, cuando la población blanca
es muy mayoritaria. También ocurre lo mismo en Nueva York y otros estados del
país más afectado por la epidemia, pero que curiosamente tiene los mayores
recursos del mundo para enfrentarla.
En Chile se asume que el
mal fue importado por quienes volvieron del extranjero. Principalmente por
quienes regresaron de vacaciones o trabajo desde Europa, Norteamérica y Asia.
Así como se sabe que los barrios más infectados son los habitados por los más
ricos, esto es los sectores más altos de la Capital donde las autoridades han
debido imponer las más severas cuarentenas y acciones para mitigar los
contagios. Pero en su arrogancia, no son pocas las personas de estos barrios
las que justamente han evadido las medidas, al grado que varios de ellos
vulneraron la disposición de mantenerse en sus casas, recurriendo a aviones o
helicópteros para escapar a los balnearios y contaminar a los resistentes del
litoral donde se encuentran los principales lugares de descanso y esparcimiento
del país.
Todo el mundo celebra la
disciplina con que el pueblo chileno ha cumplido las estrictas medidas
impuestas para evitar la propagación del Covid 19, pero son los alcaldes de las
comunas más pudientes los que se quejan de la irresponsabilidad de sus vecinos,
instando a que a los infractores se los multe, encarcele y, sobre todo, se den
a conocer sus nombres a manera de escarnio público. En esos barrios viven, por
lo general, todas las principales autoridades de Gobierno, así como los
miembros del Parlamento Nacional incapaces en su amplia mayoría de comportarse
como corresponde ante una emergencia tan grave. Pero ya sabemos que, a ellos,
más temprano que tarde, el pueblo les pasará la cuenta en las elecciones, así
como el descrédito del jefe del Estado ya se le ha hecho irreparable.
En la observación de quienes
mueren en Estados Unidos y otras naciones ricas se concluye que el temor a ser
deportado del país ha ocasionado los decesos de miles de inmigrantes ilegales.
También se constata que son los indigentes los que se enferman y fallecen con
mucha frecuencia sin perjuicio de que se trate de persona más jóvenes o niños.
Quizás hasta se trate de un rasgo de justicia en toda esta situación el que,
hasta este momento, el virus se ha hecho mucho más letal entre los hombres que
en las mujeres, posiblemente por la mayor resistencia de todas ellas a superar
el hambre, la miseria y otras enfermedades. Al ganar mayor inmunidad que los
varones ante las injusticias de su cotidiana sobrevivencia.
Pero el número de
contagiados crece exponencialmente, por lo que mucho se teme que en algunos
meses ya no habrá hospitales, camas, medicinas y respiradores mecánicos
suficientes para encarar la
pandemia. Ello ha provocado la discusión mundial respecto de
quién atender cuando haya que discriminar en los tratamientos para los infectados.
Médicos, sociólogos,
filósofos y otros ya discurren qué hacer en tal caso. Si darles prioridad a los
más jóvenes que a los más ancianos, a los trabajadores o a los desocupados, la
las poblaciones nativas o a los que han venido a avecindarse del otros
continentes o países. Toda una disquisición que quiere soslayar que la primera
prioridad tendrá que dársele a los que tienen más recursos para financiar su
recuperación, versus la suerte de aquellos que, para colmo del mal, perdieron
sus empleos, tienen menos educación o aportan menos a la riqueza nacional.
En su aflicción, el
Pontífice Católico acaba de advertirnos en una interesante entrevista que él
teme por el resurgimiento de la vieja teoría maltusiana que advertía la
inconveniencia de que los pobres de multiplicaran mucho para afectar la
economía, el inminente escás de alimentos y bienes para todos. Al mismo tiempo
que nos ha recordado los discursos de Hitler y la necesidad de exterminar a los
seres inferiores (judíos, discapacitados y otros). Fustigando, nuevamente, la
hipocresía de ciertos políticos que hablan del hambre en el mundo mientras
sigue fabricando armas…
Todo un enorme desafío nos otorga la pandemia, la que sin duda está llamada a cambiar nuestras formas de
vida, la hegemonía de los mercados y las relaciones internacionales. A hacernos
recapacitar sobre las abusivas prácticas de consumo, la pavorosa desigualdad
social y los constantes y suicidas atentados contra la naturaleza. Ahora
que la ciudad de Nueva Delhi luce despejada de humo y varias especies animales
han atrevido a acercarse a sus dominios ancestrales, mientras una enorme
cantidad de pueblos se mantienen confinados.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
Fuente: https://barometrolatinoamericano.blogspot.com/2020/04/los-que-mas-sufren-con-la-pandemia.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario