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Reecuentro con la Madre Tierra : tarea
urgente para enfrentar las pandemias
18 de abril de 2020
Recuperar y construir relaciones de armonía con
la naturaleza es la gran tarea. Hay que parar su explotación desenfrenada; hay
que desmercantilizarla; tenemos que reencontrarnos con ella asegurando su
regeneración, desde el respeto, la responsabilidad y la reciprocidad, desde la
relacionalidad.
Alberto Acosta (*)
“Ojalá que
la pandemia del coronavirus, como la peste en la Antigua Grecia ,
resulte un acontecimiento histórico que alcance a instaurar en la conciencia
humana la inteligencia de la vida; que logre recodificar el silogismo
aristotélico ‘todos los hombres son mortales’, para recomponer la vida de Gaia,
de la Pachamama. Para
instaurar en el pensamiento a un nuevo silogismo: la vida es naturaleza/Soy un
ser vivo/soy naturaleza.”
Enrique Lef
La
Humanidad, con la pandemia del coronavirus, parece vivir una película de
terror, que nos confronta de forma brutal y global con la posibilidad cierta
del fin de su existencia en el planeta. Sin ser una película, siendo una dura
realidad, se trata de una mega producción que está en marcha desde hace tiempo
atrás. Esta pandemia no surge de la nada, no es el producto de un simple
complot. La pandemia del covid-19 nos confronta con una realidad que se ha
venido deteriorando aceleradamente desde hace unas siete décadas por lo menos,
pero aún con más brutalidad en el último tiempo. Aceptemos también que la
recesión económica nos es un producto del coronavirus, pues ya empezó a
golpearnos desde el año anterior.
Esta difícil
hora nos convoca a memorizar, reflexionar y actuar.
Vivimos una
crisis múltiple, generalizada, multifacética e interrelacionada, además de
sistémica, con claras muestras de debacle civilizatoria. Nunca afloraron tantos
problemas simultáneamente, que rebasan lo sanitario, mostrando efectos en lo
político, económico, ético, energético, alimentario y, por supuesto, cultural.
Pero los graves problemas no se quedan en esas dimensiones, pues también hay
efectos ambientales inocultables.
Para
empezar, reconozcamos la realidad como es, por más dura que sea. Ya no hablemos
más de cambio climático. Seamos precisos en los términos. Estamos en medio de
un colapso climático: No podemos olvidar que los cambios en el clima han sido
parte consustancial en la historia de la Tierra. Y este colapso lo hemos fraguado los
seres humanos en el marco de lo que se conoce superficialmente como el
“antropoceno”; en términos correctos corresponde al “capitaloceno”.
LA CRISIS DEL
CORONAVIRUS Y SUS RIESGOS
A partir de
esa rápida introducción cabe hacer una lectura en clave de crisis. Los dos
kanjis de la palabra crisis en chino nos plantean la cuestión: problemas y
oportunidades.
Los orígenes profundos de esta crisis multifacética
son fáciles de avizorar. Mencionemos algunos. Consumismo y productivismo que
arrasan con los recursos del planeta y que liquidan los equilibrios
ambientales. Tecnologías que, en lugar de alivianar la vida de los seres
humanos, aceleran la acumulación del capital afectando cada vez más la psiquis
de las sociedades, al tiempo que permiten consolidar un Estado cada vez más
autoritario, como en China. Ambición y egoísmo que conducen a la destrucción de
tejidos comunitarios y a la profundización de un individualismo transformado en
una enfermedad social. Hambre de millones de personas, no por falta de alimentos,
que sobran, sino porque mucha gente no tiene capacidad para adquirirlos (o
producirlos) o simplemente porque se los desperdicia; se especula con ellos; se
alimenta automóviles: biocombustibles; se depreda la biodiversidad; mientras en
otros segmentos golpea la obesidad.
Extractivismos
desbocados que destrozan las bases de la vida y consolidan un sistema económico
inequitativo y depredador. Flexibilización laboral para ser competitivos
aumentando la explotación del trabajo. Predominio de las finanzas, sobre todo
en su fase especulativa, sobre las actividades de producción de bienes y
servicios, que, a su vez, superan en mucho la capacidad de resilencia de la Tierra. Culto a la
religión del crecimiento económico permanente que desborda los límites biofísicos
del planeta. Y todo para asegurar la acumulación del capital, que impulsa una
imparable mercantilización de la vida, un verdadero “virus mutante”. Todo esto
sintetiza el libreto de esta gran mega producción de la destrucción, que está
en cartelera desde hace mucho tiempo atrás.
Ahora, los
voceros del poder, ignorando esas constataciones inocultables, claman para que
nos preparemos a recuperar el tiempo perdido. En este punto, sin ampliar más en
las amenazas y riesgos avancemos avizorando las oportunidades, pues lo concreto
es que no podemos volver a la normalidad porque la normalidad es el problema.
En realidad, se trata de una a-normalidad producida por el capitalismo.
RECONSTRUYENDO
Y CONSTRUYENDO VACUNAS PARA LAS PANDEMIAS
En este
momento cobran renovada fuerza las alternativas existentes en diversos rincones
del planeta. Hay una variedad de nociones y visiones diferentes y
complementarias de cómo imaginar y lograr una transformación socio-ecológica
vital, imposible de conseguir con los enfoques de la Modernidad. Son
visiones que incluso nos permiten leer de otra manera la realidad con el fin de
comprender de mejor manera el mundo en que vivimos, al tiempo que nos invitan a
revisar nuestras tradicionales categorías de análisis.
Algunas de estas nociones emergentes son una suerte
de renacimiento de las cosmovisiones de los pueblos indígenas; otras han
surgido de los movimientos sociales y ecologistas relacionados con viejas
tradiciones y filosofías; y, muchas más son respuestas de diferentes grupos compuestos
por diversas personas que enfrentan la dura y frustrante cotidianidad con
acciones que comienzan a configurar alternativas incluso con capacidad de
transformación civilizatoria. Esta ebullición de alternativas se vive en medio
de la pandemia a través de la construcción de una multiplicidad de respuestas
emanadas desde la creatividad y el trabajo de las comunidades.
A diferencia
del desarrollo, que es un concepto basado en un falso consenso, estas visiones
alternativas no pueden ser reducidas a una única visión y, por lo tanto, no
representan un mandato global indiscutible. Tampoco pueden aspirar a ser
adoptadas como una meta común por organizaciones internacionales para recién
entonces hacerse realidad. Muchas de estas ideas nacen como propuestas radicales
de cambio especialmente desde ámbitos locales, especialmente comunitarios, pero
las hay también de alcance nacional e inclusive global.
Esta
deconstrucción del desarrollo abre con fuerza la puerta del Buen Vivir, una
cultura de la vida con denominaciones y variedades diferentes en distintas
regiones de Sudamérica: sumak kawsay o suma qamaña; ubuntu, con su énfasis en
la reciprocidad humana en Sudáfrica y varios equivalentes en otras partes de
África; swaraj con su énfasis en la autosuficiencia y el autogobierno, en
India; y muchas otras.
Los
postulados ecofeministas y el paradigma del cuidado representan otro aspecto
muy potente dentro de este arcoiris post-desarrollista, que necesariamente debe
ser también post-extractivista. La necesidad de liberar a la salud y a la
educación del ámbito mercantil resulta indispensable. Y por cierto hay que
incorporar todo el aporte decolonial.
El Buen Vivir representa, en suma, una clara alternativa al
desarrollo, más allá de los vaciamientos conceptuales que ha sufrido por parte
de los gobiernos progresistas de Bolivia y Ecuador. Ese Buen Vivir indígena
—pensemos lo que sucede en la Amazonía, por ejemplo— es el que muchas veces ha
permitido proteger los bosques y las selvas, los páramos, las fuentes de agua y
la misma diversidad biológica y cultural, como acción concreta para enfrentar
el colapso climático. Y el principio que le inspira —pensado en plural: buenos
convivires— es la armonía o, si se prefiere, el equilibrio en la vida del ser
humano consigo mismo, de los individuos viviendo en comunidad, entre
comunidades, pueblos y naciones. Y todos, individuos y comunidades, conviviendo
en armonía con la
Naturaleza. En definitiva, los humanos somos Naturaleza.
UNA CURA
PARA LAS PANDEMIAS…
Recuperar y
construir relaciones de armonía con la Naturaleza es la gran tarea. Hay que
parar su explotación desenfrenada; hay que desmercantilizarla; tenemos que
reencontrarnos con ella asegurando su regeneración, desde el respeto, la
responsabilidad y la reciprocidad, desde la relacionalidad.
Para lograrlo tenemos que cambiar la historia de la
Humanidad, esa historia de dominio del hombre —sí, en masculino— sobre la Naturaleza. Por
siglos, la relación sociedades-medio ambiente ha estado marcada por el
utilitarismo y la explotación de recursos. Esta realidad da cuenta de la
separación entre Humanidad y Naturaleza. Y eso condujo a una relación de
subordinación de la Naturaleza —reforzada por las ideas de “progreso” y
“desarrollo”—, que es lo que a la postre ha generado todo tipo de pandemias
—recordemos los recientes incendios en la Amazonía— que apuntan hacia una
terrible catástrofe socioambiental.
Pero a la
vez, sobre todo en medio de esta mega crisis, asoman con fuerza las
posibilidades de reencuentro de la Humanidad con la Madre Tierra , a
partir de visiones como las mencionadas del Buen Vivir. Este será un proceso,
largo y complejo, reforzado por las luchas de resistencia y re-existencia desde
diversos grupos populares, en especial indígenas.
Aunque los indígenas
no tienen un concepto de Naturaleza como el que existe en occidente, su aporte
es clave. Ellos comprenden perfectamente que la Pachamama es su Madre, no una
mera metáfora. En este sentido todo esfuerzo por plasmar los Derechos de la
Naturaleza se inscribe en una reiteración de un mestizaje emancipador
provocando un ¨híbrido jurídico”, donde se recuperan elementos de todas
aquellas culturas occidentales e indígenas emparentadas por la vida. Y que encuentran en
la Pachamama el ámbito de interpretación de la Naturaleza, un espacio
territorial, cultural y espiritual, que no puede ser motivo de mercantilización
ni de exclusión.
Sin llegar a
romantizarlas, las comunidades indígenas —portadoras de una larga memoria— han
demostrado que el ser humano puede organizar formas de vida sustentable. Tal
relación armoniosa con la Naturaleza —presente en muchos recintos del mundo
indígena, no en todos— se sintoniza con la “sustentabilidad”; concepto que, por
cierto, se lo ha pervertido y trivializado en extremo, incluso cuando con él se
quiere maquillar el desarrollo presentándolo como sustentable.
Los Derechos
de la Naturaleza centran su atención en la Naturaleza, que obviamente incluye
al ser humano. La Naturaleza vale por sí misma, sin importar los usos que le
den las personas, implicando una visión biocéntrica. Estos derechos no
defienden una Naturaleza intocada. Estos derechos propugan mantener los
sistemas y conjuntos de vida. Su atención se fija en los ecosistemas, en las
colectividades.
Pero hay que
ir más allá. No se trata de buscar un equilibrio entre economía, sociedad y
ecología; menos aún usando como eje articulador abierto o encubierto al
capital. El ser humano y sus necesidades deben primar siempre sobre el capital,
pero jamás oponiéndose a la armonía de la Naturaleza, base fundamental para
cualquier existencia.Esta combinación de aproximaciones es clave.
HACIA EL
PLURIVERSO, UN MUNDO SIN PANDEMIAS…
En una época
en la que el neoliberalismo y el extractivismo desenfrenado brutalizan la vida
diaria de los ciudadanos y las ciudadanas de todo el mundo, en particular de
los habitantes del Sur global, es primordial que voces contestatarias y
movimientos populares se comprometan en un esfuerzo concentrado de
investigación, participación, diálogo y acción, inspirado en los movimientos de
base y a los cuales, a su vez, les rindan cuentas.
Necesitamos nuestras propias narrativas. Los actos de
resistencia y re-existencia dan esperanza aquí y ahora. Y por eso hablamos de
que ya se puede escuchar la respiración de un futuro diferente en el marco del
Pluriverso: un mundo donde quepan todos los mundos, garantizando la vida digna
a todos sus seres humanos y no humanos.
Es la hora de las estrategias y las luchas en todos los niveles
escalares de acción. Un punto de diferencia, que necesitamos explorar, es la
dirección de nuestros esfuerzos. No se puede esperar mucho de los niveles de
los estados nación o los ámbitos globales, pero hay que intentar incidir
incluso en ellos, aunque sea para negociar algunas conquistas. El campo de
acción aparece en dónde y desde dónde actuar propiciando vidas mancomunadas, en
espacios comunes cohabitados por lo plural y la diversidad, con igualdad y
justicia, con horizontes colectivos, para resistir el creciente autoritarismo y
construir simultáneamente los buenos convivires.
(*) Alberto Acosta (Quito, 1948) fue ministro
de Energía y Minas y presidente de la Asamblea Nacional
Constituyente durante el primer gobierno de Rafael Correa.
Artículo publicado originalmente en la Revista Novamerica /Nuevamerica
n. 166 abril-junho 2020(^)
reeditado en:
https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/reecuentro-con-la-madre-tierra-tarea-urgente-para-enfrentar-las-pandemias
Fuente: https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2020/04/18/reecuentro-con-la-madre-tierra-tarea-urgente-para-enfrentar-las-pandemias/
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