Camilo Torres y el tiempo latinoamericano del amor
eficaz
21 de diciembre
de 2018
Hernán Ouviña
Los textos que presentamos a
continuación integran el libro “Camilo Torres Restrepo Polifonías del Amor
Eficaz” que forma parte de la colección “Aportes del pensamiento crítico
latinoamericano” del IEALC(Instituto de Estudios de América Latina
y el Caribe, Facultad de Ciencias Sociales, UBA), coordinado por Luz Ángela
Rojas Barragán (Comisión Internacional del Congreso de los pueblos, Colombia) y
Nicolás Armando Herrera Farfán (Colectivo Frente Unido-Investigación
Independiente, Argentina). El libro también es el producto de una apuesta
editorial conjunta entre Editorial El Colectivo (Argentina),Editorial
Caminos (Cuba), Fundación Editorial y Escuela
El perro y la rana (Venezuela) y Editorial Quimantú (Chile).
I
Hace exactamente 50
años atrás, se congregaban en Montevideo militantes de diversos países de la
región para participar del Encuentro Latinoamericano Camilo Torres, en el mismo
momento que en Medellín se daban cita numerosos obispos para dar inicio a la Segunda Conferencia
del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). En la Cuba revolucionaria, Fidel
Castro instaba al diálogo con la Iglesia y saludaba de manera auspiciosa
documentos como las resoluciones del Concilio Vaticano II. En Argentina la
resistencia peronista, la irrupción de la nueva izquierda al calor de la politización
de la juventud y de sectores importantes de la clase trabajadora, abonaban a un
clima de ebullición y descontento cada vez mayor, mientras el país se sumía en
un régimen dictatorial cuyo presidente de facto, Juan Carlos Onganía, hacía
alarde de su exacerbado catolicismo.
En esta coyuntura tan particular –muy
bien reconstruida por Gustavo
Morello en su pormenorizado estudio acerca de la radicalización política de
sectores católicos en Argentina– mayo de 1968 resultaba un parteaguas no
solamente en múltiples territorios del mundo, sino también en nuestro país. El
cura villero Carlos Mugica –quien desde hacía algunos años tendía puentes entre
cristianos y marxistas e impulsaba
un compromiso ético con los pobres– vivenciaba en París la revuelta obrera y
estudiantil que hacía germinar cientos de barricadas en las calles y exigía
conquistar lo imposible. Durante ese mes, la ciudad de Córdoba ofició de
terreno fértil para la realización del Primer Encuentro Nacional del Movimiento
de Sacerdotes del Tercer Mundo, como una interpretación herética y plebeya del cristianismo, que hacía de la solidaridad con las y
los oprimidos un precepto cristiano
fundamental, en contraposición a la lectura autoritaria y conservadora
ejercitada desde el poder estatal y eclesiástico.
En el plano intelectual y de
renovación cultural, revistas como Cristianismo y Revolución invitaban en sus
páginas a “realizar los cielos nuevos en nuestra tierra” y reivindicaban la
figura del padre Camilo Torres –caído en combate en las montañas colombianas de
Santander en febrero de 1966, como integrante del recién creado Ejército de
Liberación Nacional (ELN)–. Las Universidades eran un hervidero y, a pesar de
la represión sufrida por la
llamada Noche de los Bastones Largos, ocurrida el mismo año
de la muerte de Camilo, ejercitaban la búsqueda de un pensamiento no imitativo
y descolonizador, dando lugar a experiencias como la de las Cátedras Nacionales
y Marxistas, sin dejar de estrechar lazos con el pueblo trabajador para
producir conocimiento enraizado y transformador de la realidad.
Rememoramos este caleidoscopio de acontecimientos, proyectos y
cruces de caminos no es con un ánimo de mera exégesis historiográfica, sino
para enmarcar el contexto inmediato en el que la figura de Camilo Torres emergió
como referencia descollante para buena parte de la región en un momento bisagra
excepcional. En efecto, si bien las décadas del ‘60 y ‘70 cuentan con una
frondosa cantidad de referencias políticas, en tanto momento histórico preñado
de futuro, estuvieron marcadas por dos personajes caídos en la lucha, que
lograron sintetizar los anhelos de liberación de los pueblos de Nuestra
América. Por un lado, Ernesto “Che” Guevara quien, además de resultar uno de
los protagonistas principales de la revolución cubana, produjo textos de una
enorme hondura teórica y política, y denunció la actitud imperialista en el
continente y las formas neocolonialistas que asumía la realidad del Tercer
Mundo en ese entonces. Por el otro, Camilo Torres, un cura y sociólogo que decidió
dejarlo todo, ejercitar un “suicidio de clase” y sumarse al trabajo militante
con los sectores más postergados de Colombia para, más tarde, incorporarse a
las filas de la guerrilla, en pos de ejercitar hasta las últimas consecuencias
el amor al prójimo.
Ambas figuras devienen mito movilizador para las nuevas
generaciones, que ansían revolucionarlo todo. “En este tiempo latinoamericano
–sentencia Juan García Elorrio en uno de los editoriales escrito en 1968 para
Cristianismo y Revolución– desesperadamente ansioso de realidades más que de
signos, el gesto redentor de Camilo junto al de tantos otros que ‘dan la vida
por los amigos’ en montes (…) constituyen ya un nuevo estilo de celebración
eucarística y presagian (…) el encuentro de todos los pueblos liberados del
mundo que sin proclamar tanto el nombre de Cristo y su Eucaristía, harán
realidad con su historia lo que ella significa y produce: la igualdad de todos
los hombres, compañeros de la tierra”.
En aquel tiempo latinoamericano sumamente original y de
politización extrema, la presencia e influencia de Camilo Torres en Argentina
fue por demás significativa, aunque hoy aparezca para muchos como desconocida.
Resta aún desandar el impacto que tuvieron sus ideas y el ejemplo de su lucha
como cristiano, pero también como
precursor de la sociología crítica latinoamericana y de los proyectos
político-militares que surgieron en el cono sur tras el triunfo de la
revolución cubana.
Incluso pocas personas recuerdan sus huellas en vida por estas
tierras, a partir de su presencia física y la entusiasta participación en la Primera
Conferencia Latinoamericana de Escuelas y Departamentos de
Sociología, realizada en Buenos Aires en septiembre de 1961, en la que presentó
una ponencia con el sugerente título de “El problema de la estructuración de
una auténtica sociología latinoamericana”. En ella, se lamentaba por la
tendencia recurrente en nuestra región a la copia, más que al esfuerzo por
gestar un pensamiento original que, sin perder severidad, no eluda una sincera
actitud de autocrítica a la luz de las problemáticas y los desafíos
contemporáneos. Luego de este evento, Camilo regresó a nuestro país en agosto
de 1962, para asistir a un encuentro de obispos y sacerdotes latinoamericanos
donde, entre los concurrentes, estaba el joven Gustavo
Gutiérrez, quien pocos años más tarde sería uno de los principales exponentes
de la teología de la liberación.
A pesar de tener previsto retornar a la Argentina en 1964 a un encuentro de
Sociología, finalmente desistió por la abultada agenda de actividades que
imposibilitó concretar su viaje. Los meses sucesivos lo encontraron recorriendo
la Colombia profunda impulsando la propuesta del Frente Unido, una plataforma
de articulación inédita por su carácter plural y por su osadía política, que
concitó un enorme entusiasmo en los sectores más postergados y también en el
activismo de la izquierda popular. Sin embargo, las desavenencias internas en
este espacio embrionario y el cierre definitivo de los pocos canales de
participación legal que aún se mantenían en pie en el país, radicalizaron su
posición y lo llevaron a tomar la decisión de pasar a la clandestinidad e
incursionar en la guerrilla del ELN, cayendo en combate en su primera
confrontación armada. Su cuerpo, al igual que el de miles de compatriotas, aún
hoy se encuentra desaparecido.
II
Este nuevo volumen de los Aportes del Pensamiento Crítico
Latinoamericano sale a la luz en una coyuntura tan delicada como adversa en
Colombia y en la región, pero también preñada de expectativas y añoranzas. Si
bien el país parece transitar actualmente un proceso de paz signado por
esperanzas y apuestas políticas venturosas, continúan predominando los
sinsabores de una creciente criminalización de la protesta y el incesante
asesinato de militantes populares, sobre todo en las zonas rurales, que nos
hace priorizar el pesimismo de la inteligencia por sobre el optimismo de la
voluntad, asentado en un prolongado historial de antecedentes e intentos de
superar la guerra que ha dejado un tendal de víctimas y millones de
desplazados. La tierra del realismo mágico, retratada de manera magistral por
Gabriel García Márquez, ha vivido durante décadas una guerra sin tregua.
Basta recordar las frustradas apuestas civiles de la Unión Patriótica,
A Luchar y el Frente Popular, que padecieron un casi total exterminio producto
del terrorismo estatal y paramilitar en los años ochenta. En aquel entonces,
las negociaciones de paz se vieron clausuradas por el crimen, el exilio y la
desaparición forzada de quienes aspiraron a transitar hacia una vida
democrática con plena participación civil, en un sistema político que ha
resultado refractario a las opciones por fuera del binomio impuesto, a sangre y
fuego, por conservadores y liberales desde los tiempos de la llamada
“Violencia”, década que dejó como saldo decenas de miles de muertos y
desplazados, y que tuvo como hito catalizador al magnicidio del líder popular
Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948.
En el monumental libro La violencia en Colombia, Orlando Fals
Borda –sociólogo excepcional y amigo personal de Camilo Torres– caracterizó la
historia reciente de su país en los términos de “una tragedia del pueblo
colombiano desgarrado por una política nociva de carácter nacional y regional y
diseñado por una oligarquía que se ha perpetuado en el poder a toda costa,
desatando el terror y la
violencia. Esta guerra insensata ha sido prolífica al
destruir lo mejor que tenemos: el pueblo humilde”.
A juzgar por su derrotero, la historia de Colombia parece refutar
a Marx: la tragedia se repite como tragedia, aunque la democracia de la que
presumen las élites dominantes y la politología norteamericana siempre tenga
algo de farsa.
La posibilidad concreta que se ha abierto con las mesas de paz
entre el gobierno y las insurgencias de las FARC y el ELN, es un primer paso
para conjurar más de 50 años de conflicto armado en Colombia. Sin embargo, en
un país donde 14 millones de campesinos viven en la pobreza y más de un millón
de familias rurales carecen de tierras, donde 6 millones de personas han
sufrido desplazamientos forzados de sus territorios, la represión contra las
luchas populares continúa y los presos políticos se cuentan de a miles, resulta
iluso hablar de “posconflicto”, como pretenden hacer desde el gobierno y los
medios hegemónicos de comunicación. Sin erradicar las bases estructurales que
han dado lugar durante décadas a una violencia social y política endémica, sin
la garantía de no repetición –uno de los puntos centrales impulsado por las
insurgencias de las FARC y el ELN en las mesas de diálogo– y sin el desmonte
definitivo y la condena efectiva del paramilitarismo –que aún se mantiene
activo en gran parte del país y cuenta con un considerable apoyo de sectores
desestabilizadores de ultraderecha–, no cabe pensar en que las negociaciones
lleguen a buen puerto y la paz será más un anhelo que una realidad.
Teniendo como trasfondo a este delicado contexto, desde el IEALC
nos enorgullece poder rescatar la figura de Camilo Torres, por sus aportes al
campo del pensamiento crítico colombiano y latinoamericano, como precursor de
una sociología comprometida y en franca ruptura con el eurocentrismo, impulsor
de un proyecto emancipatorio al que Fals Borda bautizó con el nombre de
socialismo raizal, pero también porque con su ejemplo de vida nos muestra un
itinerario que va a contramano de lo que dicta por lo general la academia. Lejos de
postular una posición neutral y distante con respecto a los padecimientos y
anhelos de los pueblos, Camilo nos incita a ejercitar una pedagogía de la
dialoguicidad y la convicción ética, que se enlaza con la rigurosidad
intelectual e investigativa de raigambre latinoamericanista. “Debemos saber que
cuando vamos a la base de nuestro pueblo es mucho más para aprender que para
enseñar”, llegó a advertir en una de sus últimas conferencias públicas.
Revitalizar a Camilo Torres desde sus múltiples aristas, y a
partir de un crisol de miradas complementarias y lecturas senti-pensantes que,
de manera tozuda y ejemplar, han enhebrado Luz Ángela Rojas Barragán y Nicolás
Amando Herrera Farfán en esta hermosa polifonía y tapiz de voces, evita
reducirlo a una única faceta –ya sea la de mártir guerrillero de las luchas
campesinas e indígenas, sociólogo comprometido, investigador militante,
educador popular, animador socio-cultural o cura tercermundista prefigurador de
la teología de la liberación–, y nos permite conocer de primera mano sus
aportes y originalidades en el cruce de caminos e identidades, desde una
amalgama de interpretaciones, afectos y mixturas que hacen de Camilo un
personaje inigualable dentro de la tradición del pensamiento y la praxis
crítico-transformadora en Nuestra América.
Para adquirir el libro, se puede consultar en
el facebook del Colectivo Frente Unido (https://www.facebook.com/cfu.ii/) o en
su e-mail: colectivofrenteunido@gmail.com
Fuente: http://contrahegemoniaweb.com.ar/camilo-torres-y-el-tiempo-latinoamericano-del-amor-eficaz/
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