Luces y
sombras de los Panama Papers
5 de abril de 2016
Por Fernando Rosso
Una espectacular
denuncia con llamativas ausencias. El perfeccionamiento de la industria del
secreto, tan vieja como el capitalismo.
El Consorcio
Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ por sus siglas en inglés)
con sede en Washington y el periódico alemán ’Süddeutsche Zeitung’, junto a un
equipo de 376 periodistas de 76 países trabajaron sobre los documentos que ayer
vieron la luz pública con el nombre de ‘Panamá Papers’.
Según el anuncio, la información contenida es gigantesca:
unos 11,5 millones de documentos internos del poderoso bufete de abogados
Mossack Fonseca, la mayor empresa creadora de sociedades fantasma en paraísos
fiscales de todo el mundo. Mossak Fonseca tiene base en Panamá, pero posee
sucursales en Hong Kong, Miami, Zurich y más de 35 otros puntos alrededor del
globo. Según informaron algunos de los periodistas que participaron de la
pesquisa, los documentos equivalen a 46 veces el material disponible en
Wikileaks.
La firma de abogados panameña es una de las principales
creadoras de sociedades pantalla en el mundo, estructuras fantasmas que pueden
ser usadas para esconder a los reales propietarios. Los archivos internos
filtrados contienen información sobre 214.488 estructuras offshore relacionadas
con empresarios, celebrities y políticos en más de 200 países. ICIJ publicará a
principios de mayo la lista completa de compañías y personas vinculadas a
ellas.
Mossack Fonseca ha
dejado sus huellas en operaciones y negocios que van desde el tráfico de
diamantes en África, hasta el mercado internacional del arte y otros
emprendimientos que se benefician del secretismo. El bufete prestó servicios a
miembros de la realeza del Medio Oriente como los reyes Mohammed VI de
Marruecos y el rey Salman de Arabia Saudí.
Los archivos
muestran, por ejemplo, cómo el primer ministro de Islandia, Sigmundur David
Gunnlaugsson, y su esposa eran los controladores secretos de una compañía
offshore que tenía millones de dólares en bonos bancarios islandeses durante la
recordada crisis financiera de ese país.
Dejan al desnudo
las sociedades de alrededor de treinta de las 500 personalidades más adineradas
del mundo que figuran en el ranking de la revista Forbes. Están
incluidos capos de la droga, evasores de impuestos y hasta un criminal sexual
condenado.
Lionel Messi,
jugador del Barcelona y de la selección argentina también aparece en los
documentos, así como -para variar-, miembros de la Federación Internacional
de Fútbol Asociado.
Aparecen en los
archivos, multimillonarios amigos de la infancia del presidente ruso Vladimir
Putin, socios del presidente mexicano Enrique Peña Nieto, familiares del Rey
Juan Carlos de España, de los presidentes o expresidentes de Siria, Egipto,
Pakistán, Ghana, Malasia, Costa de Marfil, Sudáfrica, Guinea y hasta de la República Popular China.
Hay infinidad de funcionarios de menor rango (diputados, presidentes de bancos
centrales u organismos estatales), de muchos países, en la mayoría de los casos
semicoloniales o dependientes.
El presidente
Mauricio Macri, su padre Franco y su hermano Mariano aparecen como
administradores y directores de Fleg Trading Ltd., constituida en Bahamas en
1998 y disuelta en enero de 2009. Siendo jefe de gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires, Macri no dio a conocer su vinculación con Fleg Trading en sus
declaraciones patrimoniales de 2007 y 2008.
También dicen
presente en los archivos, el intendente de la localidad de Lanús, el macrista
Néstor Grindetti y un ex secretario de Néstor Kirchner.
Ausencias sin aviso
El mérito de los
Panamá Papers es que ponen en evidencia los mecanismos ‘legales’ e ‘ilegales’
con los que operan los empresarios y la casta política que gobiernos para sus intereses,
con el objetivo de ocultar escandalosas ganancias, evadir impuestos, fugar
capitales o lavar dinero.
Lo que extraña de
los documentos que hasta ahora se dieron a conocer es que no incluyen a
personalidades o líderes políticos relevantes de potencias imperialistas como
los EE.UU. o Alemania. De Inglaterra sólo aparece el padre del primer ministro
David Cameron y algunas figuras legislativas menores, también varias
personalidades secundarias de Francia.
Sobre estas
llamativas ausencias pueden establecerse algunas hipótesis. Una de ellas es que
la ‘investigación’ impulsada por un consorcio periodístico con sede en EE.UU. y
un diario alemán, tienen motores geopolíticos non sanctos. En Argentina, cobró
relevancia la aparición del presidente Macri, pero en el mundo, Vladimir Putin
y los dirigentes chinos están en el ‘ojo de la tormenta’.
La otra
posibilidad es que los dirigentes de esos países tengan mucho más avanzado el
desarrollo de las técnicas del secretismo para ocultar sus negocios.
Lo que se descarta
por completo es que estén libres de culpa y cargo como para tirar la primera
piedra.
Estas ausencias
ponen un manto de duda sobre los intereses y objetivos de los documentos
panameños.
La industria del secreto
El sistema offshore depende de una amplia ‘industria’ global
de banqueros, contadores, abogados y otros intermediarios que trabajan para
proteger los secretos de sus clientes. Estos expertos en secretismo utilizan
firmas anónimas, fondos y otras entidades ‘de papel’ para crear estructuras complejas
que pueden ser usadas para disfrazar los orígenes del dinero.
Desde su base en Panamá, una de las principales zonas de
secreto financiero muncial, Mossack Fonseca funda compañías anónimas en ese
país, en las Islas Vírgenes Británicas y otros paraísos fiscales.
El análisis que hizo el equipo del ICIJ de los archivos
filtrados arrojó que más de 500 bancos, sus subsidiarias y sucursales han
trabajado con Mossack Fonseca desde los ’70 para asesorar a sus clientes en el
manejo de compañías offshore. UBS estableció más de 1.100 compañías offshore a
través de Mossack Fonseca. HSBC y sus filiales crearon más de 2.300.
Las operaciones que destapan los Panamá Papers no hacen más
que llevar hasta niveles insospechados un modus operandi inherente al
capitalismo y que tiene un pilar ‘legal’ tan fundamental como el derecho a la
propiedad privada: el secreto en general y bancario-comercial en particular.
Terminar con ese infame secreto siempre fue un reclamo de
los socialistas. Mientras toda la sociedad discute públicamente cuánto debe
valer el salario de los trabajadores moneda por moneda, a los capitalistas los
asiste el derecho sagrado al secreto de sus multimillonarias ganancias. Pero
este reclamo elemental para terminar con el secreto comercial va íntimamente relacionado
a la necesaria nacionalización de la banca y la creación de una banca estatal
única controlada por los trabajadores.
Hace casi cien años, el revolucionario ruso Vladimir Lenin
ya explicaba el mecanismo que hoy descubre el último grito del periodismo
internacional. Pero no lo describía solamente para denunciar las
‘inmoralidades’ de funcionarios y empresarios corruptos y elevar al cielo un
reclamo ruidoso en nombre del ‘honestismo’ impotente, sino para terminar
efectivamente con esas estafas ‘legales’, mediante la nacionalización de la banca. Porque “es
imposible ejercer un efectivo control de cualquier tipo sobre los bancos por
separado y sus operaciones (aun suponiendo que se suprima el secreto comercial,
etc.) porque no se puede seguir las complicadísimos confusas y astutas
maniobras a qué se recurre al hacer los balances, al fundar empresas o
sucursales ficticias, al emplear los servicios de testaferros etc. etc.” (“La
catástrofe que nos amenaza y cómo luchar contra ella”. Obras Selectas. IPS pág.
228.).
Un siglo después, lo que demuestran los Panamá Papers es que
los capitalistas son una banda de conspiradores que, junto a su personal
político, han utilizado el novísimo desarrollo tecnológico de las últimas
décadas para el perfeccionamiento de los métodos de una ‘industria’ tan vieja
como la burguesía misma: la ‘industria del secreto’. Una contradicción y un
hecho bochornoso que deja en evidencia su propia descomposición social y moral.
Publicado en
Izquierda Diario
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