Aire fresco agita la
sociedad francesa
6 de abril de 2016
Por Olivier Besancenot y François Sabado (Publico.es)
Un millón de personas se echó a la calle el 31
de marzo para expresar su rechazo a la
“Ley del trabajo” del gobierno Hollande. Ya el 9 de marzo,
cerca de 500.000 personas habían marchado por las calles de más de 250
ciudades. Se trata de una movilización popular nacional, en proceso de
construcción y ampliación, de la juventud, de las personas mayores, de la gente
asalariada, de los estudiantes de bachiller, de los universitarios y de las
paradas y parados. Pero sobre todo, y es lo más importante, se ve como emerge
una nueva generación, no sólo en las huelgas y manifestaciones de la escuela
secundaria y universitaria sino también en los cortejos de los asalariados y
asalariadas y de los sindicatos. Aunque en cada país el movimiento tiene sus
propias características, ¿cómo no acordarse de esos miles de jóvenes que
ocuparon las plazas de las grandes ciudades en el Estado español, de los
“indignados, sin los que no se puede explicar el surgimiento de Podemos, o de
esas luchas de la juventud de “Occupy Wall Street” en EE UU? Esta nueva ola de
radicalización de la juventud ya se había expresado también con anterioridad en
la manifestación del pasado diciembre, durante la COP21 organizada por la ONU,
exigiendo soluciones a los gobiernos ante los efectos y amenazas del cambio
climático.
Lo que unifica y lo que hace converger a todos
estos sectores, y hay motivos para ello, es de entrada el rechazo a la “Ley del trabajo” del
gobierno, una “bomba atómica” contra los derechos y las conquistas sociales. La
izquierda gubernamental ha osado hacer lo que la derecha más reaccionaria no
había hecho. Se trata, de hecho, de la destrucción del Código laboral (leyes,
decretos, reglamentos) que han sido conquistados a lo largo de décadas de
luchas y conflictos sociales y que protegen los derechos de los trabajadores y
trabajadoras contra la explotación capitalista.
Si hasta ahora las disposiciones del Código
laboral tenían un rango superior a los acuerdos de empresa, los contratos de
trabajo particulares y sus derogaciones, la “Ley del trabajo” o “Ley El Khomri” -nombre de la
ministra francesa actual de Trabajo, el Empleo, la Formación Profesional
y el Diálogo social- invierte la jerarquía de la normativa social: subordina
los derechos sociales al “buen funcionamiento de la empresa”. De ese modo, y a
voluntad de la patronal, que siempre tiene a su disposición el chantaje del
empleo, se podrá llegar a acuerdos en cada empresa sobre la jornada laboral, el
salario y la posibilidad de despedir, sin estar sujetos a determinadas
disposiciones reglamentarias. Se acabaron las 35 horas, se podrá trabajar más
cobrando menos y si los beneficios se reducen, el empleador podrá revisar al
alza la jornada y a la baja la remuneración anual. Es la precarización de por
vida de todas las condiciones de trabajo. Se comprende bien la reacción
enérgica que ha provocado en el mundo del trabajo y en la juventud.
El gobierno podría haber sido más precavido, a
la vista de que las encuestas indicaban que el 70 % de la gente se oponía al
proyecto de ley y de que un manifiesto en favor de su retirada, publicado en
redes en redes sociales, había logrado reunir más de 1. 200. 000 firmas, pero
no lo fue y, a partir de ahí, el movimiento echó a andar. Ya no se trata sólo
de opiniones o de firmas, sino de reuniones, de asambleas generales y de
manifestaciones. Miles de jóvenes se comprometen, se politizan. Porque ahora ya
no se trata sólo de exigir la retirada de la “Ley del trabajo”, sino de rebelarse contra los
efectos de la crisis capitalista de estos últimos años, la explosión de las
desigualdades, las injusticias sociales, las políticas de austeridad, la forma
de organización de la economía en función de la rentabilidad capitalista, la
competencia y el productivismo destructor del medio ambiente. Esos resortes
socio-económicos se combinan con exigencias democráticas contra una reforma
constitucional que, instaurando la pérdida de nacionalidad para los
binacionales, iba a estigmatizar a toda una parte de la población de origen
extranjero. Endurecimiento de las políticas de austeridad, discriminación y
racismo:… trop est trop (demasiado es demasiado); “la gota
desbordó el vaso” y la gente ¡se echó a la calle!
Este hartazgo se expresa en nuevas formas de
lucha, como la ocupación de las plazas o de lugares emblemáticos tras las
manifestaciones. Miles de jóvenes han participado en la iniciativa #nuitdebout en la Plaza de la República en Paris.
Una buena expresión de sus intenciones: noches en pie, noches en vela… para
luchar y debatir. Secundando el llamamiento de un colectivo, periodistas,
intelectuales, activistas sociales y miles de personas sin adscripción sindical
ni política han debatido e intercambiado opiniones durante varias horas tras
las manifestaciones. Estos miles de jóvenes decidieron continuar citándose en
los días siguientes.
Por último, este movimiento puede adquirir una
nueva dimensión, porque se inscribe en una coyuntura marcada por la combinación
de una crisis social y de una crisis política. La juventud y el mundo del
trabajo se manifiestan en un momento en el que el presidente de la República y
el Gobierno se encuentran debilitados. Nunca han estado tan débiles. Hollande
se ha visto obligado a retroceder y a cancelar su reforma constitucional. De
sopetón, miles de jóvenes y de asalariados pueden entender esa cancelación como
el primer retroceso de los planes gubernamentales y como el primer avance
popular, que puede hacer posibles otros posteriores.
Efectivamente, se trata de un pulso que ahora
mismo enfrenta al gobierno con la juventud, con las personas asalariadas y con
los sindicatos que rechazan el proyecto de ley. El gobierno ha logrado dividir
el frente sindical porque ha obtenido el apoyo de la CFDT, pero la mayoría de
las organizaciones sindicales (CGT, FO, FSU, Solidaires) apoyados en una amplia
mayoría de la gente asalariada, continúan exigiendo la retirada del proyecto de
ley. El debate parlamentario del proyecto durará hasta el mes de junio. No se
puede excluir que se produzca un “accidente” parlamentario que haga que el
gobierno no logre suficientes apoyos para aprobar su proyecto y se abra
entonces una crisis política nacional.
Hay previstas nuevas movilizaciones para los
días 5 y 9 de abril de esta semana. Este movimiento va a extenderse, echará
raíces se endurecerá. Asistimos a una prueba de fuerza contra el gobierno.
¿Cómo articular la preparación de una movilización de conjunto, que movilice a
la mayoría de la población, con nuevas formas de lucha, como la ocupación de
plazas o los bloqueos de determinadas zonas? ¿Cómo combinar la unidad de acción
sindical y las formas de autoorganización de la juventud y de los trabajadores?
¿Cómo restaurar la fuerza y la credibilidad de la huelga nacional, no sólo de
una jornada sino en la perspectiva de huelgas prolongadas, si el gobierno no
retira el proyecto? Estas son las cuestiones que ahora mismo están sobre la
mesa para las gentes movilizadas y las fuerzas políticas y sindicales de
izquierda.
Olivier Besancenot y François Sabado son
militantes del NPA (Nouveau Parti Anticapitaliste) - Francia
No hay comentarios:
Publicar un comentario