viernes, 15 de abril de 2016

Asumamos que “en las comisarías y cárceles se tortura habitual y sistemáticamente, desde antes del 10 de diciembre de 2015, con el silencio cómplice de jueces, legisladores, ministros y también presidentes. Y así sigue en lo que va de 2016”.

Tortura en Argentina, cinismo y silencio

15 de abril de 2016

Por Rolando Astarita
Días atrás tuve una discusión con un colega profesor, kirchnerista y sociólogo, quien me argumentaba que a partir de la asunción de Macri a la presidencia de la Nación se ha producido un cambio cualitativo en lo que hace al tratamiento de los presos. “Se aplican torturas y malos tratos como nunca se había conocido desde los tiempos de la dictadura. Esto demuestra que estamos ante un gobierno de corte semi-fascista”. Mucha gente comparte esta idea.
Sin embargo, los informes sobre torturas y malos tratos en las cárceles y comisarías no parecen respaldar la idea de mi colega. Concretamente, todo indica que, en lo que atañe a torturas y malos tratos, hay más continuidad que cambio entre el kirchnerismo y Cambiemos. Es que en las comisarías y cárceles se tortura habitual y sistemáticamente, desde antes del 10 de diciembre de 2015, con el silencio cómplice de jueces, legisladores, ministros y también presidentes. Y así sigue en lo que va de 2016. “Hay que ocuparse de los derechos humanos del siglo XXI, de lo que está pasando hoy”, declaró Macri en la campaña electoral. Pero “lo que está pasando hoy” en materia de derechos humanos son torturas y vejaciones sistemáticas de detenidos, sobre las cuales el ingeniero no dice palabra. Y los Kirchner tampoco mencionaron el tema en los 12 años en que estuvieron en el poder. Así, sean “nacionales y populares”, o “neoliberales ajustadores”, todos confluyen en ocultar la tortura. Aunque con un tranquilo cinismo, también todos se dicen defensores de los derechos humanos. Sin embargo, los hechos son de una gravedad inocultable. 

Informe sobre tortura
El 14 de abril pasado el Boletín Informativo de Red Eco Alternativo trae la nota “En 2015 se registraron 775 casos de torturas y malos tratos en penitenciarías”, de los que extraigo los siguientes pasajes:
La Procuración Penitenciaria de la Nación presentó un informe que recopila los principales resultados del protocolo de actuación aplicado por su Área de Investigación y Documentación Eficaces de Casos de Tortura y/o Malos Tratos, con el objetivo principal de conocer, aclarar y documentar hechos de tortura y establecer las responsabilidades de las personas e instituciones implicadas. (…)
Durante 2015, se registraron 775 casos de tortura y malos tratos, de los cuales solo el 35% de las víctimas prestó consentimiento para denunciar lo sucedido. El resto de los detenidos prefirió no iniciar acciones legales ante el temor de sufrir represalias por parte de sus victimarios; en cambio sí autorizaron a la Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN) a la realización de un informe con reserva de identidad o simplemente a dejar registro estadístico de lo sucedido.
De los 775 casos de tortura, las personas victimizadas suman 588, ya que algunas de ellas sufrieron las agresiones de manera reiterada. 716 fueron varones (92%), 47 mujeres (6,5%) y 12 LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgeneristas e Intersexuales) (1,5%). (…) En cuanto a la distribución de casos según otros rangos etarios, el informe registra: 18 a 24 años: 200 (27%); 35 a 44 años: 139 (18%); 45 a 54 años: 21 (3%); 55 a 64 años: 5 (0,5%).
Si se toma en cuenta el lugar de las penitenciarías donde se sucedieron los hechos de violencia, la mitad ocurrió en las celdas o pabellones (350 casos, el 51%). Otras zonas fueron: leonera (170, 25%), pasillos (130, 19%), celda de aislamiento (76, 11%), centro médico/hospital penitenciario (73, 11%), oficinas administrativas (52, 7,5%), camión de traslados (32, 5%). (…)
En relación a la modalidad de la violencia ejercida sobre los detenidos, el 89% fue a través de golpes de puño (582 casos), el 68% patadas (445), el 41% cachetadas (268), el 14% golpes en oídos con palmas (93), 12% asfixia (75), el 6% golpes en los pies (37), entre otros. Estos sometimientos se concretaron en 416 casos en el piso (72%), 368 de espaldas (64%), 359 con la víctima esposada o atada (62%), 98 desnudo (17%), en 69 se produjo arrastre de los pelos (12%), 27 con los ojos vendados  (4,7%) y 25 a través de escupitajos (4%).
El 24% de estos episodios se desencadenó como represalia a las víctimas por reclamos formales o denuncias por agresiones físicas presentadas contra autoridades penitenciarias. En el 47% de los casos, los agredidos se vieron obligados a firmar partes de sanción y sufrieron aislamientos posteriores (23%) que obstaculizaron la denuncia de estos hechos. Otras estrategias de encubrimiento utilizadas con más frecuencia por los agresores fueron las amenazas (43%), que incluyeron de muerte o de futuras agresiones hasta la pérdida u obtención de beneficios.
En el 25% de los casos, las personas agredidas fueron obligadas a firmar un acta que dejaba constancia que no registraban lesiones, dejando sin responsabilidad por lo sucedido a los agentes con la complicidad y el silencio de los médicos del Servicio Penitenciario Federal”.(http://www.redeco.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=18477:en-2015-se-registraron-775-casos-de-tortura-y-malos-tratos-en-penitenciarias&catid=18:ddhh&Itemid=504; también puede consultarse http://www.ppn.gov.ar/?q=node/2539).

Torturas a menores de edad
“Los tormentos se dan tanto en las instituciones dependientes de la Subsecretaría de Niñez y Adolescencia como en las comisarías y en otras situaciones de detención [se refiere a la provincia de Buenos Aires]. Se ha comprobado la inexistencia de espacios de encierro eximidos del uso de la violencia (en cualquiera de sus tipos), ya que todos ellos despliegan prácticas de sometimiento, asimetría, degradación y administración de suplementos punitivos (aun cuando estos se hallen naturalizados o justificados en el habitus de los jóvenes y del personal). Sin embargo, no se conoce en la provincia existencia de acción gubernamental alguna sobre la aplicación o al menos diseño de planes de prevención y eliminación de la violencia institucional. Tampoco existe ningún modo para que los adolescentes puedan denunciar situaciones de golpes o malos tratos, ya que encuentran severamente cercenado su acceso al teléfono u otros medios de comunicación, así como la privacidad para sus conversaciones” (Comité contra la Tortura, Comisión Provincial por la Memoria,  http://www.comisionporlamemoria.org/comite/index.php?id=adolescencia1).

Malos tratos lindantes con la tortura
No siempre está clara la frontera entre tortura y tratos crueles, inhumanos o degradantes. Formalmente, para que determinados actos entren bajo la categoría de tortura deben causar un dolor y un sufrimiento graves. Lo cual supone evaluar su intensidad. Pero “es difícil proceder a dicha evaluación, pues se trata de nociones muy subjetivas que dependen de una variedad de factores, como la edad, el sexo, el estado de salud, la educación, el contexto cultural o las convicciones religiosas de la víctima. ¿Cómo establecer una distinción entre un dolor leve, moderado, importante, grave, intenso, extremado, insoportable, intolerable, extremadamente grave, atroz?” (Hernán Reyes, “Las peores cicatrices no siempre son físicas: la tortura psicológica”, septiembre 2007,International Review of the Red Cross, https://www.icrc.org/spa/assets/files/other/irrc-867-reyes.pdf). El gobierno de EEUU, por ejemplo, ha sostenido que “el submarino” (hundir la cabeza de la víctima en un balde con agua, generalmente sucia, hasta un punto cercano a la asfixia; o colocarle una bolsa plástica en la cabeza), que emplea la CIA, no es tortura. Sin embargo, los testimonios de quienes han sufrido el submarino no dejan lugar a dudas acerca de su carácter extremadamente cruel (un compañero con el que estuve secuestrado en 1976 y sufrió el submarino, nos decía en la celda que había sido peor que la picana).
Pero además, malos tratos tales como permanecer de pie, negar abrigo cuando hay temperaturas invernales, aislamiento prolongado, simulacros de fusilamiento, privación de comida, hacinamiento, impedir el sueño,lindan con la tortura lisa y llana. Cuando se tienen en cuenta todas estas formas de daño a las personas, la lista en Argentina se amplía.

Torturas y/o malos tratos en Argentina
El 17 de diciembre de 2015 la Procuración Penitenciaria de la Nación, la Comisión Provincial por la Memoria y el Grupo de Estudios sobre el Sistema Penal y Derechos Humanos (GESPy DH) del Instituto Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA presentaron el cuarto informe del Registro Nacional de Casos de Tortura. En el mismo se consigna que “en  más de 50 instituciones de encierro relevadas, 2074 víctimas describieron 6843 casos de torturas y/o malos tratos que incluyen malas condiciones de detención, aislamiento, falta o deficiente alimentación, agresiones físicas, falta o deficiente asistencia de la salud, impedimentos de vinculación familiar y social, traslados constantes, amenazas, robos de pertenencia, traslados gravosos y requisas personales vejatorias” (http://www.8300.com.ar/2015/12/17/mse-producen-19-casos-de-tortura-por-dia-en-argentina/). En el encuentro Alicia Daroqui, directora del GESPyDH, habló de la necesidad de “resistir la tendencia a minimizar y naturalizar la violencia contra los más desposeídos y los más pobres, que son los que están en la cárcel, que son los que las fuerzas de seguridad hostigan, intimidan, marcan, torturan y matan. La tortura es una práctica histórica que el Estado, y sobre todo el Estado moderno, ejecuta para gobernar a determinados sectores”. Además: “Si existe la tortura no es sólo porque hay alguien que tortura, sino porque hay una justicia que lo avala, legitima, encubre y naturaliza. Son entonces partícipes necesarios de la tortura; son entonces torturadores” (ídem).
También Amnistía Internacional: “En al menos 81 países en todo el mundo se siguen practicando la tortura y los malos tratos. Argentina es uno de ellos. (…). Bajo el pretexto de querer combatir la ‘inseguridad’ o la ‘guerra contra el terror’ se violan los derechos humanos y se ha intentado justificar lo injustificable: el uso de la tortura y los malos tratos”.
Consecuencias de la tortura
Sobre las consecuencias de la tortura dice Manfred Nowak, ex relator Especial sobre la Tortura de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU: “La tortura constituye un ataque directo a lo más íntimo de la personalidad humana, que reduce a las víctimas al más absoluto desamparo, las convierte en simples objetos y destruye su dignidad como seres humanos. La tortura hiere el cuerpo y es un ataque directo al alma. La tortura inflige lesiones que pueden no curarse. … las consecuencias de la tortura con frecuencia traumatizan a las víctimas por el resto de sus vidas. … es bien sabido que tiene efectos perjudiciales duraderos sobre los esposos, las esposas y los hijos de las víctimas”.
Acerca de las consecuencias sociales, escribe Octavio Márquez Mendoza: “La tortura siembra el terror en la víctima y en este sentido cumple con la intención de intimidarla o amedrentarla. Adicionalmente la tortura entra en el ámbito social en el momento en que la población teme ser una futura víctima de la tortura. Por lo que puede constituirse en una estructura social basada en el miedo, al anular la personalidad de la víctima. (…) El hecho de que muchos de estos métodos sean utilizados en diferentes países a nivel mundial nos hacen constatar que la tortura se ha institucionalizado y que la formación de elementos de la fuerza pública para la aplicación de la tortura como forma del control social se encuentra sumamente extendida en la mayor parte de los países del mundo” (“Tortura, dolor psíquico y salud mental”, Comisión de Derechos  Humanos del Estado de México, http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/derhum/cont/37/pr/pr25.pdf).

A la vista de estos elementos, parece inconcebible que intelectuales que se precian de defender libertades democráticas (sean K o macristas) y militantes que se consideran progresistas, y hasta de izquierda, colaboren en la invisibilización de la tortura y los tratos inhumanos a detenidos. Tiene toda la razón Alicia Daroqui cuando habla contra la naturalización de la tortura. Hay que animarse a mirar la realidad de frente, y sacar las conclusiones necesarias.


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