A propósito de negociados y corrupción,
un texto de Marx
14 de abril de 2016
Por Rolando Astarita
La
corrupción está de nuevo, en Argentina, en los primeros planos del debate. En
una nota anterior (aquí y aquí), la hemos tratado
a partir de su relación con la acumulación de riqueza y el Estado. Escribíamos:
“Los mecanismos de la corrupción posibilitan que fracciones del capital mejoren
sus posiciones frente a sus competidores, y también que personajes carentes de
recursos se conviertan, casi de la noche a la mañana, en grandes capitalistas.
Es una historia repetida, que reconoce tres pasos característicos: el saqueo
originario, el blanqueo del dinero… y la puesta en marcha del negocio
legalizado”.
Dado
que los fraudes desde el Estado –la obra pública es una vía tan tradicional
como privilegiada- representan desvíos de flujos de plusvalía, alimentan constantemente la
deuda pública. Esta, a su vez, da lugar a nuevos negociados y
enriquecimientos; lo que a su vez incrementa la deuda, en una
espiral creciente. Por eso, periódicamente estos estropicios pueden llevar, en
países atrasados, a defaults, con los que se liquidan valores insostenibles y
se descarga la crisis en el pueblo… para volver a empezar con la ronda de
fraudes, negociados y más deuda pública. Aunque no se trata solo de negociados
con la obra pública; también está el Estado haciendo la vista gorda en el
tráfico de drogas, de personas, de armas y otros “bienes y servicios”. Y la
evasión o elusión de impuestos, vía paraísos fiscales (ver aquí) u otras maniobras. A lo que hay que
sumar los negociados financieros y cambiarios. En este último respecto, el caso
reciente más brutal fue la venta de dólares a futuro, en los últimos meses del
gobierno K, por el Banco Central, a un precio mucho más bajo que el que regía
en el mercado. Una operación que da lugar a que más de 70.000 millones de pesos
(equivalentes a casi 5000 millones de dólares) estén siendo transferidos desde
el sector público a los bolsillos de inversores privados “avisados”.
Por lo tanto, un enfoque
que parta del carácter de clase del gasto y la deuda pública, y de los
intereses de clase que se juegan en esos fraudes y maniobras especulativas,
debería ayudar a entender por qué no existe diferencia cualitativa entre lo que
roba y coimea el “capital-estatista” puesto a funcionario nacional y popular; y
lo que roba y coimea el “neoliberal-agente de los yanquis y del capital
financiero”, puesto a funcionario del Estado “serio y responsable”. Y que
tampoco hay diferencia entre el enriquecimiento súbito de los “inversores
avisados” que posibilita el primero, y el que posibilita el segundo.
A los
fines de sumar elementos de juicio que ayuden a ese necesario abordaje
materialista, en lo que sigue presento un resumen de la crítica de Marx –en Las
luchas de clases en Francia– a las políticas asociadas a las deudas
del Estado y el déficit público en Francia. El lector podrá advertir que, por
debajo de las adaptaciones de época lógicas y necesarias, la esencia permanece.
En Argentina siglo XXI se trata de “la
misma prostitución, el mismo engaño desvergonzado, la misma sed de riquezas, no
por la producción, sino por el escamoteo de la riqueza ya existente de otros”
de las que hablaba el autor de El Capital al describir los gobiernos franceses
de mediados del siglo XIX.
El reinado
de los banqueros y la deuda pública
En Las
luchas de clases en Francia Marx
analiza el régimen de Luis Felipe, la revolución de 1848, y los gobiernos y
conflictos posteriores que llevaron al triunfo de Luis Bonaparte. Comienza
señalando que con Luis Felipe no había reinado la burguesía francesa, sino una
fracción de ella, los banqueros, los grandes inversores de la Bolsa, los
magnates de los ferrocarriles, de las minas de carbón y hierro, y de la gran
propiedad rural; lo que se conocía como la “aristocracia financiera”. Esta
aristocracia dominaba el Estado, al que utilizaba como palanca para el
enriquecimiento: “Instalada en el trono, dictaba leyes a las Cámaras,
distribuía cargos públicos, desde los ministerios hasta las ventas de tabaco”.
Encontramos
aquí un análisis de clase del manejo del Estado,
a partir del cual se comprende la deuda pública. Esta no surge del aire, ya que
es funcional a las maniobras de enriquecimiento de la aristocracia financiera:
“Desde el comienzo, la penuria financiera puso a la monarquía de julio bajo la
dependencia de la alta burguesía”. Una dependencia que sería “fuente inagotable
de un creciente malestar financiero”. Y aquí Marx hace una observación
fundamental: “Es imposible
subordinar la gestión del Estado al interés de la producción nacional, sin
establecer el equilibrio del presupuesto, es decir, el equilibrio
entre los gastos y los ingresos del Estado” (énfasis añadido). Por este motivo,
la burguesía industrial, la clase obrera y los pequeños propietarios, pedirán
el “gobierno barato”.
Sin
embargo, era imposible lograr el equilibrio sin herir los intereses de los que
eran “sostenes del sistema dominante y sin reorganizar la distribución de
impuestos”, esto es, sin descargar el costo fiscal sobre
la misma gran burguesía. Pero la alta burguesía tenía un interés
directo en el endeudamiento, ya que “el déficit del Estado era el objeto mismo
de [las] especulaciones [financieras] y el puesto principal de su
enriquecimiento”. Es que cada nuevo empréstito –que se renovaba cada cuatro o
cinco años- daba lugar a nuevas oportunidades para esquilmar al Estado, al que
se mantenía siempre al borde de la bancarrota: “Cada nuevo empréstito daba una
nueva oportunidad para desvalijar al público que colocaba sus capitales en
rentas sobre el Estado, por medio de operaciones bursátiles, en el secreto de
las cuales estaban iniciados el Gobierno y la mayoría de las Cámaras”.
De
esta manera los especuladores se aprovechaban de las fluctuaciones violentas de
los precios de los títulos, y el déficit se mantenía elevado. “Siendo el
déficit presupuestario de interés directo de la fracción de la burguesía en el
poder, se explica el hecho de que el presupuesto extraordinario, en los últimos
años del gobierno de Luis Felipe, haya sobrepasado en mucho al doble de su
monto bajo Napoleón…”. De manera que el déficit es funcional a los intereses
“de la fracción de la burguesía en el poder”. La idea se refuerza enseguida:
“Además, pasando de esa manera enormes sumas entre las manos del Estado, daban
lugar a fraudulentos contratos de entrega, a corrupciones, a malversaciones y
estafas de todo tipo”. Un saqueo de los fondos públicos que “se renovaba en
detalle en los trabajos públicos”. De ahí que la obra pública, las construcciones
de líneas ferroviarias, los gastos públicos en general, se constituyeran en otras
tantas fuentes de enriquecimiento. “Las Cámaras [legislativas]
arrojaban sobre el Estado las cargas principales y aseguraban el maná dorado a
la aristocracia financiera especuladora”. No existe, por parte de Marx, la
menor concesión a los empresarios, fueran contratistas de obra pública o
inversores en ferrocarriles, que se enriquecían gracias a sus vínculos con el
Estado.
La
situación de conjunto es descrita en los siguientes términos:
“En
tanto que la aristocracia financiera dictaba leyes, dirigía las gestiones del
Estado, disponía de todos los poderes públicos constituidos, dominaba la
opinión pública por la fuerza de los hechos y por la prensa en todas las
esferas, desde la Corte hasta el café borgne [lugar de reunión de gente de
negocios] se reproducía la misma prostitución, el mismo engaño desvergonzado,
la misma sed de riquezas, no por la producción, sino por el escamoteo de la
riqueza ya existente de otros”. En otros términos, no había generación de valor
y riqueza por incremento de la base productiva, sino saqueo, traspaso de
riqueza de unas manos a otras (puede enriquecerse este análisis con los
conceptos de trabajo productivo e improductivo que Marx desarrollaría luego en El
Capital). Sigue el texto:
“Especialmente
en la cúspide de la sociedad burguesa es donde la hartura de las
concupiscencias más malsanas y más desordenadas se desencadenaba y entraba a
cada instante en conflicto con las leyes burguesas mismas, pues allí es donde
la fruición del goce se hace crapuleuse, donde el oro,
el lodo y la sangre se mezclan con toda naturalidad. La aristocracia
financiera, en su modo de ganancias como en sus goces, no es otra cosa que la
resurrección del proletariado del hampa en las cimas de la sociedad
burguesa”. “Proletariado del hampa” puede leerse como el lumpen; es
posible que este pasaje haya inspirado a autores muy posteriores (Baran, Gunder
Frank) a hablar de la “lumpen burguesía” para referirse a formas parasitarias
de enriquecimiento de fracciones de la clase dominante.
El
gobierno surgido de la Revolución de Febrero
El análisis de Marx sobre la política del Gobierno “de unidad
nacional” surgido del triunfo de febrero de 1848, con respecto a la deuda,
conserva el mismo sesgo crítico, a pesar de que “la revolución era dirigida
ante todo contra la aristocracia financiera”. Después de señalar que el crédito
público descansa sobre la creencia de que el Estado se deja explotar por los
prestamistas, y que la lucha de la clase obrera pone en cuestión esa
credibilidad, Marx apunta que a fin de eliminar toda sospecha sobre la voluntad
de cumplir con las deudas dejadas por el régimen anterior, el Gobierno pagó a
los acreedores antes de que vencieran los plazos legales de reembolso. Es el
argumento que se repetiría una y otra vez, asegurar a los capitalistas que se
cumplen los contratos. “El aplomo burgués, la seguridad de los capitalistas, se
despertaron bruscamente cuando vieron la presurosa ansiedad con la cual se
trataba de comprar su confianza”.
Pero esto agravó la situación financiera del Gobierno
provisorio. Y como el déficit de algún lado hay que cubrirlo, el Gobierno
descargó el peso sobre los pequeños burgueses, los empleados y los obreros. Los
depósitos en caja de ahorro que superaban los 100 francos fueron declarados no reembolsables
en dinero, y se entregaron bonos del Tesoro en su lugar. Bonos que los
ahorristas se vieron obligados a vender a los financieros contra los que se
había hecho la Revolución de Febrero. El Gobierno también transformó los bancos
provinciales en sucursales del Banco de Francia, al que concedió un empréstito
garantizado con una hipoteca sobre los bosques fiscales. Y por último, aumentó
el impuesto a los campesinos. “Los campesinos son los que tuvieron que pagar
los gastos de la Revolución de Febrero y entre ellos la contrarrevolución tomó
su principal contingente”.
En
conclusión, en este análisis el déficit y la deuda pública no caen del cielo.
Son explicados en un contexto social preciso, el modo de producción
capitalista, y responden a lógicas de clase
definidas. La corrupción, asociada al gasto público y la deuda,
debería abordarse desde la misma perspectiva.
Fuente:
https://rolandoastarita.wordpress.com/2016/04/14/a-proposito-de-negociados-y-corrupcion-un-texto-de-marx/#more-6610
No hay comentarios:
Publicar un comentario