Los jueces negaron
patentes de
transgénicos a Monsanto
8 de abril de 2016
Argentina. Fallo inédito. Una Cámara Federal
comparó el ADN con el lenguaje y advirtió que ningún escritor patentaría el
idioma (la semilla) por haber escrito una novela. La disputa frena la
apropiación de especies.
Por Tirso Fiorotto / de la Redacción de UNO / Resumen Latinoamericano
Monsanto suma problemas en la Argentina. A la
contundente resistencia civil a la instalación de una planta de transgénicos en
la provincia de Córdoba se sumaron denuncias de organizaciones de campesinos
por presunta posición dominante en el mercado, debido al cobro de un canon por
granos de soja comercializados que contengan tecnología patentada por la
multinacional.
Ahora se agregó otro obstáculo, que amenaza a la multinacional con
dejarla sin títulos de propiedad sobre semillas que creía propias.
Patentar las semillas es una avanzada del capitalismo imperialista
ya sobre la vida.
Si es importante conocer al pretendido propietario, más lo es la invasión misma de la condición genética de las especies para hacerlas a gusto del humano, o mejor, para poner la vida al servicio del interés particular.
Si es importante conocer al pretendido propietario, más lo es la invasión misma de la condición genética de las especies para hacerlas a gusto del humano, o mejor, para poner la vida al servicio del interés particular.
Este asunto no está abordado debidamente aún. Pero en materia de
patentes el tema quedó sobre la mesa.
El mundo de los transgénicos tiene muchas aristas y a cuál más delicada para el estudio y el debate.
El mundo de los transgénicos tiene muchas aristas y a cuál más delicada para el estudio y el debate.
No hay que olvidar que en maíz, por caso, las más de 200 razas de
este continente se reducen a un puñado de cultivares modificados genéticamente,
en el negocio a escala. A la vez el régimen ataca una diversidad de otras
especies, como plagas.
El caso es que algunos jueces decidieron tomar el toro por una de
sus astas: la extensión del derecho a la patente. Así le
pegaron a Monsanto una frenada que pondría nervioso al empresario más mentado.
La firma
estadounidense busca reponerse de esta puñalada judicial con una apelación a la
Corte, pero la tabla de salvación que busca no está garantizada.
El resultado de
este pleito interesa a la Argentina muy particularmente, porque la mayor parte
del espacio agrícola depende en alguna medida de este sistema de transgénicos
con sustancias químicas, en la economía de escala implantada en los años 90 y
fortalecida en las últimas dos décadas. Decenas de asambleas
ambientales florecieron en el país para esclarecerse, tomar conciencia y
resistir este régimen.
Pinchar el globo
El dictamen nos hizo acordar de un pasaje de la obra de
Shakespeare, El Mercader de Venecia, donde un avaro pretende cobrarse una deuda
con el corazón del deudor, y el juez lo habilita pero le niega el derecho a
derramar una gota de sangre…
Para hacer más accesible su razonamiento contra las pretensiones
del obtentor de los transgénicos, los jueces se valieron de una comparación del
código genético con el lenguaje, y mostraron como ejemplo que el autor de una
obra literaria no es propietario del lenguaje.
La cosa se pone turbia para la multinacional amiga de gobernantes
y pooles, y elegida como enemiga emblemática de los ecologistas.
Monsanto pedía que fuera declarada inconstitucional una norma que
saca de la órbita de las patentes a las plantas y los animales. Y la Cámara le
dio la espalda.
Es que la Ley de Patentes Nº 24.481 dice en su artículo 6 que no
se consideran invenciones“toda clase de materia viva y sustancias preexistentes
en la naturaleza”, y en su artículo 7 establece que no son patentables “la
totalidad del material biológico y genético existente en la naturaleza o su
réplica, en los procesos biológicos implícitos en la reproducción animal,
vegetal y humana, incluidos los procesos genéticos relativos al material capaz
de conducir su propia duplicación en condiciones normales y libres tal como
ocurre en la naturaleza”.
Ajenas al innovador
En una palabra, las leyes dificultan el patentamiento de la vida,
que es lo que acostumbran hacer Monsanto y otras firmas similares por el mundo.
“No está en pleito el principio de patentabilidad, sino su extensión”, dijeron
los magistrados.
Para la Cámara, el material usado por Monsanto proviene de la
naturaleza, y posee“propiedades y funciones ajenas a la labor del
innovador”. ¿Entonces? La
multinacional se las verá en figurillas para hacerse dueña de las semillas.
Claro, los jueces no le dijeron a Monsanto que no puede realizar
esas manipulaciones, lo que le aclararon es que no será dueña del resultado, lo
que equivale a pincharle el globo.
Tres mil millones
Sin embargo, hay otros asuntos más importantes aún que no están
presentes en el fallo.
Para analizarlos, conversamos con el investigador Rafael
Lajmanovich, y en vez de detenerse en los párrafos del fallo prefirió señalar
aspectos más profundos, a raíz de los organismos genéticamente modificados
–OGM-.
“Cuando estamos ante un ser vivo, por insignificante que nos
parezca, estamos ante 3.000 millones de años de historia”, remarcó el científico de Paraná, un puntal
en la investigación de los efectos dañinos del riego de herbicidas e
insecticidas sobre la
biodiversidad. Hay que decirlo, porque los transgénicos están
preparados, precisamente, para que ciertos cultivos resistan a los embates de
esas sustancias rociadas en el campo, y puedan emerger sin la competencia de
otros vegetales.
Rafael Lajmanovich
es investigador independiente del Conicet, profesor titular de la Cátedra de
Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la UNL. Consultado
sobre el fallo, apuntó que los enfoques pueden ser tan diversos “como la naturaleza misma de la
complejidad de la vida que se pretende modificar”, y prefirió una respuesta “desde un punto de vista
ecológico-evolutivo y no mecanicista. Por esto me gustaría recordar aquellos
viejos tiempos –dijo- que como estudiante de Biología me fascinaba la evolución
de los peces sarcopterigios (poseían aletas musculosas con estructura ósea en
su interior). Estos primitivos animales hace unos 380 millones de años
originaron a los primeros tetrápodos y a los anfibios que finalmente
conquistaron la Tierra y que aún hoy vemos”, aclaró.
El investigador
señalaba así su intención de analizar los toqueteos genéticos desde la
complejidad de la vida, que lleva millones de años en desarrollar
modificaciones e interacciones en gran medida ignoradas por el humano. Y
contrastar esa complejidad con la soberbia del humano que interfiere en ese
cofre de tesoros.
“Esos millones de
años son solo una pequeña parte, el código genético al que actualmente la
ciencia tiene la capacidad de modificar (y querer patentar) empezó muchísimo
antes, en el origen de la vida sobre la Tierra, en una ‘sopa’ de compuestos
orgánicos constituidos por procesos inorgánicos”, recordó Lajmanovich.
Luego dijo que al observar el pleito en la Justicia por unos
organismos genéticamente modificados y sus patentes le vinieron a la memoria
también “los famosos
experimentos de Miller sobre las condiciones existentes en el planeta hace
alrededor de 3.000 millones de años. Fueron tales –agregó-, que pudieron haber
dado lugar a la formación espontánea de macromoléculas orgánicas. Estas simples
moléculas inorgánicas que Miller puso en su aparato (más la radiación), dieron
lugar a la formación de una variedad de moléculas complejas en las células
vivas (actuales por supuesto). El ARN (ácido ribonucleico) fue la primera forma
de vida en la Tierra, desarrollando posteriormente una membrana celular a su
alrededor y convirtiéndose así en la primera célula procariota. La información
genética (genes) está contenida en el ADN (ácido desoxirribonucleico), el cual
transcribe su mensaje por medio del ARN que a su vez traduce esta información
en una secuencia adecuada de aminoácidos que se ensamblan en proteínas que son
las encargadas de casi todas las funciones celulares”, detalló, para
abundar en la delicada fuente de la vida.
No al reduccionismo
“No puedo dejar de nombrar el pensamiento reduccionista y la
teoría dogmática central de Watson y Crick que había hecho hincapié en que los
genes, por sí solos, nos hacen lo que somos, y la ‘teoría del gen egoísta’ que
afirmaba que los cuerpos son solo un vehículo para los genes y que intentaba
explicar porqué los leones machos matan a los cachorros de otros padres (para
que continúen sus genes)”.
“Por otra parte, la Biología de Sistemas se levantó en respuesta a
este reduccionismo extremo y centró la atención no solo en una parte, como el
genoma, sino en la ‘interacción compleja de los sistemas biológicos y
ecológicos a través de los genes, las proteínas y las vías moleculares
complejas, que están influenciados por una capa epigenética, afectada por ambos
sistemas endógenos y exógenos como la nutrición, el medio ambiente, y tal vez,
incluso los pensamientos’. Y por supuesto no hay que olvidarse –añadió- de las
comunidades naturales (grupo de organismos, generalmente de distintas especies)
y sus propiedades emergentes (tamaño, densidad, patrones de distribución,
etc.); que no son el resultado de la suma de sus componentes, y que están
sujetas a fuerzas selectivas”.
Andrés Carrasco
Para Rafael Lajmanovich, la decisión de la Cámara debe entenderse
como un “notición”, porque desde una perspectiva judicial está atendiendo un
proceso de miles de millones de años que una intervención selectiva urgente
pretende modificar sin más, para atribuirse con ello la creación.
Una intervención, claro, desde multinacionales cuyos fines se
resumen en la palabra ganancia, es decir, sin relación con propósitos
humanitarios, alimentarios o sanitarios.
“No puedo dejar de recordar el pensamiento del Dr. Andrés
Carrasco: ‘la transgénesis altera directa o indirectamente el estado funcional
de todo el genoma como lo demuestra la labilidad de la respuesta fenotípica de
un mismo genotipo frente al medio ambiente’”.
“En esta negación de la complejidad biológica –insistió
Lajmanovich- se percibe la presencia de un insumo esencial: la dimensión
ontológica del gen. Y vuelve sobre expresiones de Carrasco: ‘No reconsiderar
este concepto clásico del gen como unidad fundamental del genoma rígido
concebido como un ‘mecano’, una máquina predecible a partir de la secuencia
(clasificación) de los genes y sus productos que pueden ser manipulados sin
consecuencias, expresa el fracaso y la crisis teórica del pensamiento reduccionista
de 200 años’”.
“Del mismo modo, otros científicos de todo el mundo (sobre todo
genetistas) cuestionan la manipulación genética de los organismos y su
posterior liberación en la
naturaleza. Estas dudas no son solo dogmáticas, son reales,
en especial por la muy discutida (y negada) transferencia horizontal de genes.
Por ejemplo, la contaminación genética de maíces criollos en México, por la
presencia de toxinas provenientes de OMG (organismos genéticamente modificados)
en leche materna humana o por la adquisición de ADN extraño que conduce a
nuevas cepas de patógenos bacterianos, entre otros ejemplos”.
“No solo nos enfrentamos a un problema técnico jurídico. El querer
patentar las plantas y los animales es también un dilema ético. En esa realidad
compleja, plagada de ‘ejecutivos en jefe’ y ‘posibilidades de negocios’, no nos
olvidemos de que cuando estamos ante un ser vivo, por insignificante que nos
parezca, estamos ante 3.000 millones de años de historia”, remató el investigador de Paraná.
Desde el litoral
En diciembre de 2012, media docena de agrupaciones sociales del
litoral divulgaron un documento de 20 puntos titulado “En defensa del maíz y la
vida”.
Veamos los tres primeros. 1-Declarar al maíz (zea mays) semilla
venerable e inviolable de Abya Yala y el planeta, alimento sustancial de la
especie humana. 2-Desconocer toda patente privada o propiedad intelectual sobre
la semilla o la planta del maíz. 3-Luchar contra toda norma o proyecto que
condicione la libertad individual, familiar y colectiva en la siembra del maíz,
que ponga en riesgo sus extraordinarias condiciones alimenticias o atente
contra las variedades.
En los fundamentos se lee: “Que
se conocen trazas del maíz como alimento humano cultivado desde hace más de
6.000 años en el Abya Yala. Que hay pruebas del aporte humano en distintas
épocas para que el maíz sirva a la alimentación de animales y humanos. Que
ninguna nación del Abya Yala, ningún pueblo, ninguna familia, ninguna persona,
de las muchas que cultivaron el maíz e hicieron esfuerzos para que el maíz nos
siga acompañando en la actualidad han pedido recompensa, o han patentado la
semilla, sino que, por el contrario, todos, durante miles de años, colaboraron
en forma colectiva y compartieron la semilla, los conocimientos en torno de
este vegetal y los ofrecieron al planeta entero sin pedir a cambio ningún
derecho especial y menos arrogarse la propiedad excluyente de la semilla. Que esto de
la apropiación es un efecto del capitalismo, que en el caso de las patentes
sobre los genes ya muestra una de sus peores armas destructivas”.
Luego dice la declaración de 2012: “No puede atribuirse a ningún ser
humano, a ninguna corporación, a ningún Estado remoto o contemporáneo la
creación del maíz y por lo tanto es inconcebible reconocer título de propiedad
sobre la genética del maíz, en cualquiera de sus variedades. La introducción de
un gen en miles, para quedarse con todos, es un caso claro de usura que debe
ser repudiado y condenado. Que el maíz forma parte también de la cultura en
general de Abya Yala, el arte y las creencias de nuestros pueblos y que de una
u otra manera las culturas y los pueblos del Abya Yala y del mundo expresan su
agradecimiento y su amor por este maravilloso vegetal”.
El documento está publicado en el libro Fibras del periodista de
Gualeguaychú Julio Majul. La mirada sobre el maíz está extendida allí a todas
las semillas, y no es difícil hallar cierta afinidad con el fallo judicial,
aunque los manifestantes del litoral repudian tanto la apropiación genética
como la manipulación.
Algunas de esas mismas organizaciones publicaron en enero de 2016
un Manifiesto por la emancipación, a cinco siglos del desembarco de Solís. En
un capítulo titulado Pachamama, dice: “La
Pachamama no se compra ni se vende. Nuestra conciencia no está en venta. Como
consecuencia de esta conciencia, pensaremos en 2016 como el año de la bisagra
para iniciar el proceso de jubileo. Entonces el suelo y la vida escaparán de
los títulos de propiedad y de las patentes para retornar al seno de la
Pachamama, y de allí al sumak kawsay, la alimentación sana y la biodiversidad a
pleno”.
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article11765
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