¿Por qué es tan
difícil entender la resistencia palestina?
16 de octubre de 2015
Por María Landi*.
Un profundo análisis sobre la actual rebelión en Palestina contra
la represión y ocupación de Israel que ya lleva siete décadas.
“Somos el único pueblo en el mundo al que se le exige garantizar
la seguridad de su ocupante, mientras Israel es el único país que pretende
defenderse de sus víctimas”.
(Hanan Ashrawi, legisladora palestina y miembro de la OLP).
(Hanan Ashrawi, legisladora palestina y miembro de la OLP).
“Los jóvenes palestinos no salen a asesinar judíos por el hecho de
ser judíos, sino porque somos sus ocupantes, sus torturadores, sus carceleros,
los ladrones de su tierra y de su agua, los que destruyen sus hogares, los que
los expulsan al exilio, los que obstruyen su horizonte”. (Amira Hass, periodista
israelí).
Que la causa
palestina tiene mala prensa no es novedad. Por acción o por omisión, los
palestinos siempre pierden frente al relato dominante sionista que los presenta
como los malos de la
película. Cuando su resistencia es paciente y pacífica, se
los ignora y olvida, ocultando deliberadamente la violencia de que son objeto
por parte del poder ocupante. Cuando la opresión intolerable estalla en reacciones
violentas, se presenta esa violencia palestina como la causa de la nueva
crisis. Así, en lugar de hablar de la ocupación colonial que la genera, los
medios se deleitan en describir la violencia de los oprimidos, como si se
tratara de una compulsión atávica propia del ser árabe o musulmán.
Para los medios occidentales la historia empieza siempre con el
primer israelí agredido. La noticia inmediatamente da vuelta al orbe y los
adjetivos sobre el terrorismo palestino –nunca el israelí– se multiplican profusamente.
Antecedentes, causas y contexto brillan por su ausencia, y se difunde el relato
israelí en lugar de los hechos y su contexto histórico.
Esa lógica perversa
tiene su origen en la habilidad del discurso sionista para presentar a Israel
como la víctima, y llega al paroxismo surrealista en coyunturas como la del año
pasado en Gaza, donde aun después de que Israel bombardeó y asesinó a 2200
personas (550 de ellas menores de edad), los medios occidentales seguían
culpando de la masacre a los inofensivos cohetes de Hamas.
Quienes conocemos de cerca la intolerable realidad cotidiana de un
pueblo que vive sin absolutamente ningún derecho, a merced de la violencia
impune –física y estructural– del poder ocupante, sabemos, como dijo el
periodista Gideon Levy: “Hasta Mahatma Gandhi comprendería las razones de este
estallido de violencia palestina. (…) La pregunta es por qué no estalla con
mayor frecuencia”.
Jugando con fuego
Razones para la actual ola de violencia que recorre Cisjordania
sobran. En particular en Jerusalén, donde las políticas brutales de limpieza
étnica intensificadas por el gobierno de Netanyahu dejan a la población
palestina más vulnerable a las expulsiones y demoliciones. Sin embargo, la
principal causa del estallido es un poderoso factor subjetivo: las reiteradas
incursiones y ataques vandálicos de colonos y policías israelíes a la mezquita
de Al Aqsa, que se suceden casi sin interrupción desde hace un año. Al Aqsa es
el principal sitio sagrado en Palestina (y el tercero para el Islam en el
mundo), y es parte esencial de la identidad nacional palestina, incluso para la
población no musulmana (recordemos que allí se inició en 2000 la anterior Intifada ).
Las autoridades israelíes, en lugar de cuidar el delicado equilibrio de ese
lugar tan sensible, han estado permitiendo las agresiones de colonos y
políticos judíos, al tiempo que prohíben a la población musulmana acceder a su
lugar santo –sin que esto sea noticia. Una se pregunta qué harían los medios
occidentales si en cualquier país las autoridades prohibieran a la población
judía entrar a su principal sinagoga mientras dejaban que hordas musulmanas
cometieran en ella actos de vandalismo.
El activista
palestino Jamal Juma (coordinador de la campaña contra el Muro) señaló que la
diferencia más visible con las anteriores Intifadas es el papel que ahora están
jugando los colonos israelíes en los ataques: “La población colonial se ha
convertido en una milicia bien armada y organizada e ideológicamente motivada.
Merodean por los pueblos palestinos y atacan a sus habitantes en las calles e
incluso en sus hogares. Desde la horrenda acción de quemar vivo al joven
Mohammed Abu Jdeir en Jerusalén, hasta el reciente ataque incendiario en
el hogar de los Dawabsha (donde murieron tres integrantes), los colonos han
perpetrado ataques terroristas contra los palestinos. Israel apoya a esta
milicia fanática para que lleve a cabo la parte más sucia de la agresión y
represión en Cisjordania”.
Los medios occidentales son igualmente sordos a la constante
incitación a la violencia y al odio racial que practican los dirigentes
políticos israelíes. “La única democracia de Medio Oriente” es un país donde
los ministros exhortan a la población judía a salir a la calle armada y matar a
los árabes; donde el primer ministro pide al Procurador General que se autorice
el uso de rifles de francotirador contra los árabes que tiran piedras, y el
Parlamento vota leyes para penar ese delito con 20 años de prisión (siempre y
cuando sean palestinos; los colonos judíos pueden tirar piedras con total
impunidad); o el Ejecutivo anuncia que los árabes con ciudadanía israelí
detenidos por “actos terroristas” no tendrán derecho a defensoría pública y
serán despojados de dicha ciudadanía.
Un país donde el Estado reduce a escombros la vivienda de los
palestinos acusados de actos “terroristas”, castigando colectivamente a una
familia entera (siempre numerosa y llena de niños), pero deja impunes los
crímenes cometidos por los colonos judíos (por ejemplo, hasta hoy “no se ha
encontrado” a los culpables de quemar viva a la familia Dawabsha
en julio pasado).
¿La Intifada de los cuchillos?
En palabras de la analista palestina Diana Buttu: “Después de
décadas de ocupación israelí y negación de su libertad, los palestinos y
palestinas, como cualquier pueblo oprimido en el mundo, han alcanzado un punto
de quiebre. La receta diaria de demoliciones, confiscación de tierras,
construcción de colonias, arrestos, abusos y torturas de prisioneros
(incluyendo niños), invasiones de pueblos, campos de refugiados y hogares,
ataques militares salvajes y un bloqueo cruel e ilegal, ha empujado a la
población palestina a la calle una vez más para exigir su libertad. La mayoría
de las y los jóvenes palestinos que están enfrentando valientemente al ejército
de ocupación han vivido toda su vida bajo un régimen militar racista y
represivo, y han dicho basta”.
La actual revuelta está protagonizada por adolescentes y jóvenes,
y no tiene dirección organizada (al margen incluso de los dos grandes partidos
Fatah y Hamas). La juventud se ha levantado por encima de divisiones políticas
y geográficas (a ambos lados de la Línea Verde ), sin esperar el acuerdo de unidad
que los partidos fracasaron en alcanzar. Además de la lluvia de piedras, el
arma “novedosa” que algunos solitarios están empleando es el apuñalamiento. Los
jóvenes atacan sabiendo que serán inmediatamente ejecutados por la policía.
Quienes salen a apuñalar no son inadaptados sociales, sino jóvenes
bien integrados a su familia y respetados en su comunidad. Su conducta suicida
es el acto individual y desesperado de quien ha perdido toda esperanza, no
tiene a quién recurrir para reclamar el más elemental de sus derechos, siente
que no hay horizonte ni líderes a quienes seguir en la lucha de liberación, y
que el mundo les ha abandonado a su suerte. Es la generación que creció a la
luz de la farsa de Oslo y su proceso de paz, viendo cómo cada día los israelíes
avanzaban en el despojo sistemático, mientras los dirigentes corruptos se
construían mansiones cerca de donde brotaban nuevas colonias en tierras
robadas. Lo resumió la parlamentaria palestina Hanin Zoabi: “Los apuñalamientos
que vemos todos los días son expresión individual del sentimiento de
frustración y desesperanza. Los ataques cesarán cuando los jóvenes encuentren
colectivamente una forma mejor de resistir”.
Los cuchillos son
reales, pero también imaginarios. En la demencia que se ha apoderado de la
sociedad israelí, cualquier persona palestina puede ser abatida simplemente
porque a alguien le pareció que portaba un arma o representaba una amenaza, o
por puro odio racista (choferes, periodistas y comerciantes han sido agredidos
por ser árabes). Incluso dos israelíes fueron apuñalados en distintas
circunstancias porque sus compatriotas los confundieron con árabes. La
ejecución extrajudicial se ha vuelto el modus operandi para “neutralizar” el
peligro árabe, mientras los israelíes que cometen actos similares son
eficazmente desarmados y arrestados por las fuerzas del orden.
En contraste con la
hipérbole mediática sobre la violencia palestina, los videos que circulan por
las redes sociales muestran la otra cara de lo que está pasando en las calles:
soldados que ametrallan a una palestina de 18 años en un checkpoint de Hebrón
después de gritarle órdenes en hebreo que ella no entendía; policías que matan
a un joven desarmado de 19 años cuando huía de una horda enardecida, sólo porque
los perseguidores gritan que intentó apuñalar a alguien y piden que lo maten;
una mujer palestina que es abatida en una estación de buses de Israel mientras
levanta los brazos mostrando que no está armada; un chico de 12 años
desangrándose en una calle céntrica de Jerusalén, muerto de terror, mientras
los transeúntes le gritan “¡Muere, hijo de puta!” (el día después que su primo
fue asesinado por un conductor israelí que deliberadamente le pasó por arriba);
otra joven que es asesinada en la Ciudad Vieja porque reaccionó con violencia
cuando un colono judío quiso arrancarle la hijab.
El fin de un ciclo
En la primera quincena de octubre ya van 7 personas israelíes y 33
palestinas asesinadas, y miles heridas, algunas de gravedad. De esas 30, 11
cometieron hechos de violencia y 9 fueron muertas en Gaza: 7 por
francotiradores cuando protestaban pacíficamente cerca de la valla de
seguridad, y una mujer embarazada y su hijita de 2 años murieron cuando un
misil israelí destruyó su casa lindera a un local de Hamas.
No se sabe aún el alcance, duración u orientación que tendrá el
alzamiento espontáneo que recorre Cisjordania. Si bien las protestas están
creciendo en tamaño y envergadura, la lucha palestina carece hoy de un
liderazgo que apoye esa resistencia popular para que sea coordinada y efectiva.
Parece claro, no obstante, que marca el final de un ciclo tras 20
años de fracasos: el del proceso de paz iniciado con los Acuerdos de Oslo y
llevado adelante por la deslegitimada ANP. Esta Intifada parece ser
también contra ella, que nunca ha dejado de cooperar con Israel para quebrar
cualquier atisbo de resistencia armada, empleando para ese fin las fuerzas de
seguridad palestinas (las únicas que hoy constituyen en Cisjordania una fuerza
armada organizada y jamás se han enfrentado a las israelíes).
La sociedad palestina hoy está más fragmentada, oprimida y
asfixiada que nunca por el gobierno más fascista que ha tenido Israel en toda
su historia, y traicionada por dirigentes que hicieron de colaborar con el
ocupante su modus vivendi. Si hay una esperanza, está en el creciente
movimiento nacional y global de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), al que
adhieren casi 200 organizaciones de la sociedad civil palestina.
Estos días el BDS ha lanzado un llamado a la acción para que la
solidaridad con la causa palestina se exprese a través de medidas efectivas que
contribuyan al aislamiento internacional de Israel.
Por otro lado, el pueblo
palestino tiene un arma poderosa que todavía no ha empleado: una campaña masiva
de boicot dentro del territorio palestino –que tendría sin duda un alto costo
para una población que depende totalmente de los productos y la moneda
israelíes– podría tener un efecto devastador para la economía israelí,
considerando que el palestino es su segundo mercado. El tiempo dirá si la
sociedad palestina es capaz de asumir el desafío.
Jamal Juma afirma: “Todo el contexto político,
social y económico está preparando a la población palestina para este
levantamiento. (…) Los jóvenes son los protagonistas en esta rebelión. Con cada
oleada de protestas, están construyendo nuevas estructuras de base de la
resistencia.(…) La pregunta correcta no es si se producirá una tercera
Intifada, sino si será lo suficientemente fuerte para que dure. El factor
decisivo es el proyecto colonial de asentamientos de Israel. Incluso en
ausencia de un liderazgo palestino eficaz, si los colonos y su Estado continúan
atacando al pueblo palestino, más temprano que tarde veremos el surgimiento de
una intifada total construida sobre la organización popular”.
*María Landi es activista de derechos humanos latinoamericana,
comprometida con la causa palestina y se ha desempeñado en varias ocasiones
como voluntaria en programas de observación y acompañamiento
internacional en Cisjordania. Edita el blog
https://mariaenpalestina.wordpress.com Artículo publicado en el semanario
Brecha de Uruguay el 16 de octubre de 2015.
Fuente:
http://www.marcha.org.ar/por-que-es-tan-dificil-entender-la-resistencia-palestina/
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