Dos modelos agotados
22 de octubre de 2015
Por Editorial de Correio
da Cidadanía (Rebelión)
Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa
Cortes draconianos en derechos como seguro-desempleo, jubilación,
salud, educación; un presupuesto comprometido con el pago de los intereses y
amortizaciones de la deuda pública; un gobierno frágil, sin base social después
de promover un grosero fraude electoral y entregar cada día un anillo al
capital financiero y el PMDB, con el fin de apartar las amenazas de
impeachment; un congreso Nacional cada vez más distante de los anhelos de la
mayoría de la población, manipulado por un maestro de la pequeña y corrupta
política, conductor de la
bancada BBB (Buey, Bala y Biblia), para dar un el tono de un
fundamentalismo conservador inédito desde la redemocratización.
Pero esta crisis, que tiene nombres como Dilma Rousseff y Eduardo
Cunha entre sus protagonistas, no es un episodio coyuntural. Estamos delante de
una crisis de naturaleza estructural, producto de una suma o incluso
convergencia de crisis.
En líneas generales, presenciamos el agotamiento de dos “modelos”.
El primero se refiere al padrón de
“desarrollo” del lulismo, esto es, la conducción de políticas públicas con
moderada intervención del Estado y valorización del salario mínimo. Anclado en
una coyuntura comercial externa favorable a los commodities, ese modelo permitió
a los sucesivos gobiernos petistas dinamizar el mercado interno y contener o
retardar por esa vía los efectos más devastadores de la crisis
económico-financiera internacional.
El “problema” de este modelo es que nunca, en momento alguno,
rompió con la dependencia y subordinación del presupuesto del país al capital
financiero. Religiosamente, los intereses fueron pagados en nombre de la
impagable “deuda pública”. A lo largo de la era lulo-petista, ni siquiera se
intentó realizar una auditoría de la deuda. La fecha de viabilidad de este modelo un
día llegaría.
Bastaron la desaceleración de este escenario externo antes muy
favorable, la debacle económico-financiera en el sur de Europa, la presión del
capital financiero y de la especulación por los intereses más altos y el
compromiso con ajustes y cortes sociales y laborales, para hacer crujir el
llamado “neodesarrollismo”.
Tal fragilidad cargada por el modelo queda evidente con el hecho
de que, de la noche al día, la decantada estabilidad económica del lulismo dio
lugar al trípode achique salarial-inflación-desempelo, que vuelve a ensombrecer
el cotidiano de la clase trabajadora brasilera.
La segunda de las crisis es el modelo
institucional de representaciones políticas. El agotamiento de las
instituciones de la
Nueva República , heridas por el modus operandi de la
corrupción, desde el financiamiento de las campañas electorales hasta los
grandes negocios en la cadena de relaciones promiscuas entre grandes
conglomerados capitalistas y el Estado, gobiernos y partidos de ese orden.
La superación de tales crisis y la superación de los dos “modelos”
mencionados, con una ruptura de paradigmas. Brasil precisa de otro proyecto de
país, que parta de bases democráticas e igualitarias, política y socialmente.
Al contrario de la lógica del ajuste neoliberal, a la cual el
gobierno Dilma amarra al país como remedio para la crisis, precisamos de un modelo
de desarrollo soberano, que, para comenzar, establezca líneas de ruptura con la
dominación del capital financiero, haga girar el presupuesto estatal en torno
de lo social, establezca una reforma tributaria progresiva, capaz de tasar la
fortuna del Capital, y amplíe la oferta y la garantía de los derechos del
pueblo.
Al contrario de la lógica de restricción de derechos
democráticos y civiles -propuesta cínicamente por la derecha “social”, que sale
a las calles a pedir el impeachment de Dilma, así como por el corrupto
presidente de la Cámara de Diputados y sus agresivas bancadas, en relación a
las mujeres, LGTB, negros-, Brasil precisa de más derechos y más democracia. Pero, una
democracia verdadera, no manipulada, otra institucionalidad, con amplia y
plural participación popular y poder decisorio sobre los grandes temas del
país.
No será por producto de la casualidad pasar a
pensar en otro proyecto, asentado en tales bases, para empezar la caminata. Se trata de
un
largo trayecto, que dependerá fundamentalmente
de la recomposición de un bloque histórico de las clases explotadas y
oprimidas, de una pluralidad de actores sociales combativos y progresistas,
juntando movimientos sociales independientes (que no sean cooptados, ni correa
de transmisión de gobiernos y Estado), al lado de los partidos de una renovada
izquierda.
Es un desafío de largos años, que demandará
luchas sociales independientes, mucho diálogo entre los actores del mismo campo
político de oposición al orden y mucha formulación estratégica.
En tiempos que se presentan hostiles, dada la
ofensiva económica conservadora contraria a los derechos democráticos, se
profundiza, por otro lado, una tremenda crisis estructural. Es exactamente en
esta crisis que podrá reflorecer la esperanza y el espacio para la construcción
de un proyecto igualitario.
http://www.correiocidadania.com.br/
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Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=204770
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