viernes, 16 de octubre de 2015

"Nos niegan el derecho al alimento sano, en cantidad suficiente y accesible para todas las personas como un derecho humano esencial y ponen en crisis nuestra soberanía alimentaria".

El próximo 15, 16 y 17 de Octubre se realizará el 3 º Congreso Nacional de Médicos de Pueblos Fumigados en el Aula Magna de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. El Congreso estará destinado a médicos, estudiantes y público en general con acceso libre y gratuito.
Armar la Trama conversó con el Dr. Nicolás Layacono, Coordinador de la Red Universitaria de Ambiente y Salud de Médicos de Pueblo Fumigados, cuya especialidad es la pediatría y los transtornos del espectro autista. Expondrá en este espacio de intercambio -por primera vez abierto a los miembros de la sociedad civil- sobre el neuro desarrollo de los niños expuestos a los químicos del ambiente y presentará un trabajo realizado en la región del Amanozas, en el Ecuador, donde añalizó la repercusión de la actividad petrolera en el proceso de crecimiento de la niños de la comunidad.
Dr. Nicolás Layacono 
Breve historia
Desde hace casi 10 años los pobladores de las zonas rurales y periurbanas, donde se desarrollan actividades agropecuarias basadas en el actual modelo de producción agroindustrial, vienen reclamando, ante las autoridades políticas, ante la justicia y manifestándose ante la opinión pública, por que sienten que la salud de sus comunidades está siendo afectada ambientalmente, principalmente por las fumigaciones con agroquímicos que se utilizan en las diferentes producciones agrarias, pero también por la manipulación y depósito de estos químicos en zonas pobladas, el deshecho de envases, el acopio de granos impregnados de químicos dentro de los pueblos.
Poco a poco médicos de estos pueblos y barrios se suman a la denuncia y expresan que sus pacientes se enferman de cáncer, trastornos endocrinos, inmunológicos y reproductivos de una manera nueva y que antes de que se empezara a fumigar como se hace ahora, en los cultivos transgénicos, esto no pasaba.
En Agosto de 2010 se convoca a un Encuentro Nacional de Médicos de pueblos Fumigados, en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba, para tratar de conocer y analizar lo que observaban estos médicos, ya que para la academia, como para los ministerios de salud, no existían un problema vinculado a la exposición a plaguicidas. Concurren más de 300 profesionales de 12 provincias y muchos científicos del CONICET muestran sus investigaciones que reafirmaban el vínculo entre agroquímicos y daño a la salud. Se elabora una Carta a la Presidente de la Nación, otra a la Mesa de Enlace de Entidades agrarias y se elabora un Informe del Encuentro. También se crea la Red de Médicos de Pueblos Fumigados, para difundir la información científica independiente que se reúna sobre el tema y para apoyar a los pequeños equipos de salud que defienden el derecho a la salud de sus vecinos.
En 2010, la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba, publicó el  Informe 1 º del Encuentro Nacional de Médicos de pueblos fumigados, coordinado por los doctores Medardo Ávila Vazquez y Carlos Nota. Compartimos el enlace de su contenido:
En Junio de 2011, se realiza el 2º Encuentro de Médicos de Pueblos Fumigados en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario; en el marco del 1º Congreso de Salud Socio-ambiental. En este Encuentro se reafirman los conocimientos y experiencias acumuladas y se elabora una declaración dirigida a los partidos políticos que disputan elecciones presidenciales.
 Contexto actual
En 2015, la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido lo que muchos médicos, afectados y vecinos sabíamos desde hace años: los pesticidas que más se utilizan en Argentina producen cáncer. Glifosato y 2.4 D, los herbicidas más consumidos son cancerígenos humanos. A pesar de ello, 200 millones de litros-kilos de glifosato se consumen por año en la Argentina, generando una dosis potencial de exposición de 5 l-k por argentino por año. En las zonas agrícolas el monocultivo de soja (y en menor medida de maíz) se extiende en 25 millones de hectáreas en donde viven 12 millones de personas, los niveles de exposición (ya no potencial) se elevan a 30 – 60 l-k por persona, por año.
Los estudios realizados en más de 25 pueblos, de menos de 15.000 habitantes, en provincia de Santa Fé, Córdoba y Entre Ríos muestran que la primera causa de muerte es el cáncer (30% o más) desplazando por mucho a los problemas cardiorespiratorios (en Argentina la primera causa de muerte es cardiovascular con el 26% y la segunda el cáncer con el 20%); que las incidencias y prevalencias de cáncer en general triplican a las que se reconocen en la ciudades, que los enfermos oncológicos son más jóvenes que lo esperable, que los problemas respiratorios y endocrinos duplican las prevalencias esperadas y que el impacto en salud reproductiva es inocultable. La pérdida de embarazos deseados a través de abortos espontáneos e inexplicables tiene una tasa que va del 10% al 22% en mujeres de edad reproductiva en 5 años y las tasas de niños que nacen con malformaciones son el doble y a veces el triple de las tasas esperables o que se ven en todo el resto del país.
Sin embargo, los gobiernos provinciales de las provincias sojeras y de las que pretenden serlo también (Santiago del Estero, Chaco, Tucumán, Salta y Formosa), y el gobierno nacional parecen no escuchar el dolor de las familias rurales, pero aprovechan la apropiación de parte de las rentas agrarias a través de retenciones e impuestos como fuente de financiamiento a los gastos del estado. Pero desgraciadamente el negocio de la soja en un negocio toxico, que destruye el ambiente, desplaza poblaciones y enferma a las personas, además de producir granos y alimentos contaminados con venenos que producen cáncer y demás patologías.
El sistema se sostiene sobre la base de negar y ocultar el impacto en la salud agraria repitiendo afirmaciones publicitarias de las empresas multinacionales (que proveen pesticidas y semillas transgénicas), acerca del carácter atóxico de sus agrovenenos (como que se puede beber Round Up sin peligro y que el glifosato es como agua con sal).
En los últimos 20 años se naturalizó producir alimentos o sus insumos básicos utilizando cantidades crecientes de venenos, como una práctica normal o habitual, como si los herbicidas o las insecticidas no actuaran sobre los humanos, como si nuestros sistemas biológicos fueran totalmente distintos o procedieran de un camino evolutivo totalmente diferente al del resto de los seres vivos de nuestro planeta. Producimos y consumimos alimentos cargados de residuos de venenos que generan enfermedad y nos alejan de la seguridad alimentaria.

Los intereses comerciales del mercado del alimento nos niegan el derecho al alimento sano, en cantidad suficiente y accesible para todas las personas como un derecho humano esencial y ponen en crisis nuestra soberanía alimentaria.
(…)


Fuente: http://atesociosanitario.com.ar/3-o-congreso-nacional-de-medicos-de-pueblos-fumigados/

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