Compartimos el último documento
GRR sobre OGM-estatales en dos formatos con igual contenido.
El archivo Word es el texto
plano para que lo acomoden al formato de difusión que necesiten.
El archivo PDF es el formato
tipo artículo-revista, el cual es más familiar para ámbitos académicos.
El documento transita las
principales reflexiones del grupo sobre el Estado Empresarial (asociadas a la
promocionada producción de transgénicos desde el Estado) y cuyas ideas
principales expusiera Guillermo Folguera en el Congreso de Salud
Socio-Ambiental en la Facultad de Medicina de Rosario (Junio 2015) <adjuntamos
las diapositivas de la mencionada presentación>.
Pongamos en marcha su lectura y
difusión colectiva para promover así el debate en ámbitos diversos. En
breve, acompañaremos el documento con un video corto asociado a éste, que
resuma los temas que se desarrollan y que constituya un canal
alternativo.
La idea es que, a partir de un tema en particular sobre
el cual el grupo discute y genera pensamiento, podamos construir
elementos difusivos variados (video, documento, placas informativas, ponencias,
otros) donde ese pensamiento sea expresado y nos permita alcanzar un
espectro más amplio. Abiertos desde ya a las sugerencias e ideas para ir
construyendo la cosa.
Producción de OGM estatales
Claves para comprender el carácter empresarial del
Estado Argentino
Mientras
el discurso oficial instala la idea de soberanía en términos de independencia
de las multinacionales, el Estado Argentino garantiza
la continuidad del modelo extractivo para exportación de commodities. El
perfil de la política científica emerge como pilar fundamental de este modelo
de Estado empresarial. La quirúrgica utilización de los medios de comunicación,
la pluma fina en materia legislativa y la operación realizada sobre
organizaciones civiles y movimientos sociales, conforman el núcleo a partir del
cual se despliega esta estrategia.
Introducción
Asistimos a una época en la que el discurso
que promueve y justifica el desarrollo tecnológico para usos diversos, no
encuentra prácticamente resistencia en los movimientos sociales, académicos e
intelectuales. Impera una suerte de ruido de fondo en expansión, aprehendido
socialmente a través de la clara suspensión del pensamiento crítico y del no
ejercicio de una ética colectiva. Algunas voces irreverentes vienen a remover
esta suerte de aval tácito, pero tal disonancia es difícil de apreciar: sus
ecos parecen diluirse en medio de un ensordecedor contexto progresista.
Durante los
últimos meses, y desde diversos sectores sociales, medios de comunicación
estatales y privados, altos cargos de la comunidad científica, divulgadores
científicos, funcionarios actuales y candidatos electorales, se está impulsando
fuertemente la consigna de que los organismos genéticamente
modificados (OGM) sean también desarrollados desde el Estado Argentino. A modo de ejemplo, dos nuevas variedades de vegetales que
han sido elaboradas desde ámbitos estatales: una
soja que se promociona como resistente a sequía y una papa señalada con
capacidad de enfrentar la infección de un virus, están en pleno proceso de
aprobación[i].
Esta situación constituye una potencial ruptura cualitativa en relación
al escenario actual, donde los OGM son desarrollados exclusivamente
por medio de capitales y recursos humanos provenientes del ámbito de las
empresas multinacionales, o bien mediante una colaboración entre tales empresas
y el estado nacional, a través de los institutos de investigación
biotecnológica.
Para constatar si efectivamente se trata de una ruptura, nos
proponemos indagar en aquellas diferencias significativas (si las hubiera) que
otorguen entidad a este potencial cambio de escenario. A continuación
rastrearemos aquellas justificaciones o modos de validación que se esgrimen
como sostén argumental (y sus supuestos asociados) del proyecto OGM-estatales,
para luego analizar el grado de consistencia de tales argumentos. Se trata de
explicitar los para qué de tal apuesta tecnológica en manos del Estado.
Si bien el
presente texto plantea una discusión acerca del escenario en el que se promueve
la instalación de los OGM-estatales, no pretende problematizar los OGM como
tecnología. Esta omisión voluntaria, que responde al fin específico que aquí se
persigue, no debe tomarse en absoluto como actitud de legitimación hacia las
prácticas biotecnológicas. Varios de los
cuestionamientos al desarrollo de OGM se plantean en la dimensión sagrada de la
vida y en relación a una visión antropocéntrica del mundo, que incorpora la
naturaleza no-humana a la lista de bienes disponibles y susceptibles de
manipulación, esquema que el Grupo de Reflexión Rural continúa tratando
críticamente mediante diversas manifestaciones y documentos públicos. Puesto
que el presente trabajo se centra en el caso de la Argentina, será inevitable
transitar algunas particularidades, siendo posible advertir similitudes
cualitativas con otros Estados de la región. Además, entendemos como
imprescindible la instalación de este debate en diversos ámbitos de nuestra
sociedad, de modo de problematizar el rol de la ciencia y la tecnología,
evitando dar por sentados beneficios per se. Para ello exigimos la
consistencia multidimensional de cada uno de los argumentos que pretenden
legitimar dicha propuesta.
Justificaciones o
modos de validación para OGM estatales
En
cada espacio abierto en medios audiovisuales, redes sociales, foros, seminarios
y eventos asociados al modelo productivo agro-biotecnológico, se impulsa la
incorporación de tecnología a las actividades productivas del país. En la
actualidad, la intensidad de uso de los canales mencionados está siendo
dirigida a la puesta en relevancia de una consigna clara: el desarrollo de OGM desde el Estado Nacional
es una oportunidad histórica que la Argentina está preparada para afrontar, en
un contexto global favorable.
Mientras tanto, se ahoga toda discusión profunda en relación a la biotecnología
aplicada a la agroindustria. En ese torbellino mediático, con oradores
verborrágicos que aluden a una Nación condenada al éxito, es posible detectar
una serie de elementos a modo de justificación de por qué el Estado debe
alistarse en la carrera de producción de transgénicos. Toda búsqueda de
consistencia argumental está ligada a un contexto en el cual los discursos
adquieren sentido. Desmenuzar los argumentos esgrimidos es al mismo tiempo
develar el marco de legitimación en el que éstos se sustentan,
independientemente de su validez. A continuación son presentados y analizados
los elementos más relevantes de este potente aparato de propaganda.
-El
primero de los argumentos propugna que a través del desarrollo de
OGM-estatales, el Estado Nacional obtendrá una
mayor cantidad de divisas. La consigna se fundamenta en uno de los ejes centrales de la actividad
económica en países como la Argentina: el cultivo y exportación de OGM
ha permitido considerables ingresos económicos. En nuestro país, los OGM han
vertebrado una estructura productora de commodities que no es reciente,
pero que ha incrementado sus alcances y dependencias en los últimos años,
extendiendo los cultivos a las regiones centro y noreste del país. En el caso
de los transgénicos de producción estatal, además de los ingresos propios por
las denominadas “retenciones”, aparece una acumulación adicional de capital por
el llamado “derecho de obtentor”. En efecto, si el objetivo es generar mayor cantidad de
divisas, los OGM de origen estatal en apariencia podrían ser una adecuada
respuesta, al menos a corto plazo. Sin embargo, puesto que es el aparato
legal del Estado el que entra en el juego, vale una advertencia sobre el rol
que éste está desempeñando, sea como regulador de los ingresos o como agente de
control ético y político asociado a todo desarrollo tecnológico.
En este marco es también
necesario revisar las discusiones que se han dado en los últimos años en torno
a la Ley de Semillas. La consideración de los elementos señalados permite
advertir lo incorrecto (y contraproducente respecto de las luchas) de entender
esta norma como “Ley Monsanto”, puesto que el Estado es ahora un actor
fundamental en esta problemática y con múltiples funciones.
-El segundo de los argumentos
apuntados es que el Estado, en tanto capaz de direccionar los ingresos por
OGM-estatales, podrá apoyar y promover la actividad científico-tecnológica.
Este punto asume que los ingresos por derechos de obtentor analizados
anteriormente derivarían en un flujo de capitales hacia la actividad
científico-tecnológica. Sin embargo, es importante recuperar la historia de los
efectos que ha producido (al menos en la Argentina) este modo de inversión y
prioridad.
Más allá de esta Versión 2.0 de la “Teoría del
Derrame” al resto de la comunidad académica (supuesto del que hay motivos para
dudar de su veracidad, tomando una perspectiva histórica), cabe el interrogante
acerca de qué tipo de actividad científica es la que
está siendo incentivada en la actualidad (y, en este sentido, probablemente
exacerbada en el futuro). Frente a los diferentes modelos de ciencia y
tecnología que pueden reconocerse, se advierte en este novedoso escenario, un
fuerte impulso hacia una ciencia empresarial de base tecnológica para el
mercado como prioritaria.
-Que el desarrollo de OGM desde
el Estado permitirá incrementar la diversidad de cultivos, es el
tercero de los argumentos utilizados como propaganda. Sin lugar a dudas, una de
las principales características asociadas al modelo agroindustrial que
incorporó los OGM como elemento clave fue una marcada tendencia de disminución
en las variedades de cultivos involucrados: es el dominio de los monocultivos
el que fue imponiéndose a velocidad creciente en unos pocos años. En el caso de
la Argentina, este carácter tuvo como principal protagonista a la Soja RR[ii].
¿Qué aspectos de este escenario cambiarían a partir de la irrupción de los OGM
estatales?
En principio, es claro reconocer que dado el casi exclusivo carácter exportador del Estado, la elección de los
cultivos en nuestro país continuaría siendo determinada
por nuestro(s) comprador(es), por lo que sería poco probable un cambio en este
sentido. A su vez, si acaso decide sostenerse la promesa de una diversificación de cultivos (aún sin
fundamentos muy claros) aparece un elemento no menor a ser explicitado: el
supuesto de que la biotecnología es la que puede y debe ayudar a producir dicha
diversificación y, más aún, que sólo es la biotecnología la que puede
lograrlo. Siendo el mercado global el que determina qué
y cuánto producimos, se hace lugar a la siguiente pregunta: ¿qué es lo que
entenderá esta lógica tecnocrática por soberanía alimentaria?
-El cuarto
elemento argumental analizado gira en torno a que un Estado productor de OGM
es un estado fortalecido frente a empresas
multinacionales. Se trata de un modo
de fortalecimiento ligado desde el discurso al poder del conocimiento; al
conocimiento en términos de dominio situacional. Un know-how tecnológico
que supone un posicionamiento privilegiado en relación al control de acciones y
estrategias en el teatro del capital.
Frente a este constructo de claro perfil tecnocrático,
entendemos como ineludible una reflexión en relación a qué características
tendría dicho Estado o bien, cuáles son las características del Estado
actual en nuestros países, exacerbadas por este tipo de emprendimiento
tecnocientífico. En términos generales, parece tratarse de un tipo de Estado de perfil empresarial, cuyos fines son similares a los
de las entidades privadas, fuertemente ligado a nociones de eficiencia y
comercio; realidad que genera y promueve una brecha significativa entre lo
denominado estatal y lo propiamente público, términos
habitualmente utilizados y que resulta imperioso diferenciar.
-Un Estado que produce OGM
puede orientarlos a minimizar los perniciosos efectos socio-ambientales, es la última de las estrategias principales de
legitimación, reconocidas y abordadas en este texto. El modelo económico,
social y tecnocientífico que incorporó a los OGM producidos por empresas
multinacionales (implementado y desarrollado en la Argentina desde el año
1996), ha sido duramente señalado por los numerosos y diversos efectos dañinos
asociados, tanto en términos sociales como ambientales.
Entre los más resonantes, y sin pretensiones de exhaustividad, aparecen
elementos tales como la intensa migración
desde zonas rurales hacia zonas urbanas (de cierto carácter global, pero sin
dudas intensificado en países como la Argentina), el aumento en la
concentración tanto en la propiedad como en el uso de las tierras, el
incremento en las cantidades de herbicidas
utilizados (pese a la promesa de reducción progresiva que fuera inicialmente
realizada), los sostenidos procesos de deforestación, la desertificación
creciente de los suelos, entre otros. Tales efectos son constitutivos de este
modelo productivo basado en cultivos OGM y por ello no dependen de quién sea
su productor.
Un Estado que no ha registrado compromiso con el cuidado de
la Naturaleza, al avalar y facilitar el abastecimiento de semillas transgénicas
originadas en los laboratorios de las transnacionales, ¿por qué cambiaría
cuando sea éste quien promueve el diseño genético de los cultivos que
implementa en su territorio y/o difunde hacia otras latitudes?
Consistencias,
continuidades y discontinuidades en el desarrollo y producción de OGM
Los argumentos presentados,
extraídos del discurso de los sectores sociales que están promocionando los OGM
de origen estatal y construyendo su legitimación social, nos permiten comprender
y problematizar el grado de ruptura (o continuidad) entre la situación actual,
con transgénicos desarrollados por empresas
multinacionales, y el nuevo escenario con OGM
desarrollados desde el Estado. Es esta revisión crítica, frente a la
pregunta acerca de la pertinencia y necesidad de impulsar OGM estatales, la que
recupera algunas de las claves que caracterizan este nuevo escenario. Mientras los argumentos relativos a la salud
socio-ambiental, con relación al cuidado de la población y la Naturaleza en su
conjunto, como el de modificar los
efectos perniciosos y aquel de la
restauración de una diversidad de cultivos, carecen de un fundamento sólido, los elementos de legitimación que
manifiestan algún grado de consistencia argumental son aquellos relativos a mayores
ingresos de divisas a nuestros Estados y a sus instituciones
científico-tecnológicas. La cuestión que se plantea a partir de lo expuesto es
¿qué tipo de escenario es el que se está promoviendo?
Dado el contexto de legitimación o espacio de
consistencia donde se fundamentan estos últimos argumentos de producción de
transgénicos estatales, aparecen claramente las figuras de un Estado y de una tecnociencia con fuerte
carácter empresarial, que pretenden garantizar el ingreso de divisas a corto
plazo. Y donde reconocemos la presencia dominante de mecanismos de legitimación
originados en una lógica pragmática de eficiencia mercantilista, con una base
tecnocientífica que la sustenta.
Este Estado
empresarial en el que advertimos falta de prioridad en la decisión política
para los cuestionamientos de los efectos negativos sociales y ambientales,
lleva a cabo una delicada estrategia jugando un doble papel: el de protector, al asumirse como resguardo legal de la
condición ética de las prácticas tecnológicas sobre su territorio y de forma
simultánea siendo quien dirige el flujo del esfuerzo hacia el desarrollo de una
industria tecnocientífica que pone en riesgo la vida de la población. En ningún
caso compromete la continuidad del modelo productivo,
ocultando formas de daño social generadas por el mismo, tales como migraciones,
desarraigo, pérdida de biodiversidad, entre otras. Aquel que regula la
ética, maneja el negocio biotecnológico. Situación que lleva a pensar en qué
medida debe dejarse lo ético en manos de lo legal-estatal. Tales atribuciones
son avaladas e incluso requeridas por el campo empresarial, ya que le
proporcionan un terreno fértil donde dar continuidad al negocio: toda demanda o
compromiso queda así confinada al lenguaje de los derechos.
Finalmente proponemos una reflexión metodológica: analizar
los argumentos en clave de modos de validación para la consigna
OGM-estatales, supone la búsqueda de conexiones en el campo racional. Sin
embargo, los elementos que la razón aporta no resultan suficientes para quienes
intentan asegurar un escenario de legitimación plena para sus prácticas. El diseño
de la recepción social de toda acción propuesta desde el Estado precisa de una
sustentación complementaria en la dimensión no-racional. Podemos pensar que
mientras que la racionalidad trabaja (entre otros campos) en el justificar,
la no-racionalidad permite operar (entre otros campos) en el conmover. Esta última adquiere un valor primordial por la capacidad
para construir una adhesión anclada en la emotividad. De allí que la consigna
acerca de la necesidad de los OGM-estatales opera en el campo de los
simulacros, a partir de un discurso con marcado carácter nacionalista.
En esa
intencionada confusión entre lo nacional y lo estatal, emerge una
especie de respaldo tácito hacia todo emprendimiento argentino,
cualquiera sea su particularidad y que responde más a un sentir que a un
pensar. Luego de la experiencia
ultra-privatizadora de los años noventa, todo lo estatal adquiere el
rótulo de indiscutible: irradia consenso y excelente prensa, a la vez que
esconde, suspende o al menos debilita la pregunta cabal sobre qué es el
Estado. Parte del trabajo necesario para solidificar este discurso incluye
una re-elaboración (tergiversación) del concepto de soberanía, que pasa
de ser una reflexión sobre la identidad y su expresión práctica, a la
reivindicación de una posición nacional líder en el teatro mundial, en términos
de la lógica de la Modernidad global.
A modo de
conclusión
Hemos intentado una
reflexión acerca del modelo productivo basado en OGM y su evolución hacia un
escenario de producción estatal. El contexto de legitimación hace pie en el
deslumbramiento de lo tecnológico, mientras es fortalecido por un aparato
propagandístico en clave supuestamente nacionalista. El trabajo refinado del
Estado en el ámbito legislativo amortigua y direcciona las demandas de las
organizaciones civiles al tiempo que prepara el terreno para dar sustento
normativo a las prácticas que promueve. El análisis de los argumentos con que
se pretende motorizar e instalar la consigna OGM-estatales, nos advierte sobre
el carácter empresarial que asume el Estado en relación a la lógica
tecnocientífica con la que opera.
El texto retoma
además la discusión sobre el para qué de algunas actividades científicas
y tecnológicas. Un para qué, que desde nuestra posición debe considerar al bien
social y la calidad de vida en un lugar particular, donde la tecnología esté
supeditada a la cultura. Donde la cultura sea lo prioritario: es el guante el que
debe ajustarse a la mano y no al revés. Cada comunidad
debe reflexionar sobre cómo desea vivir y ese vivir es el que tiene que ser
discutido. En
palabras de Kusch[iii]:
“La Cultura tiene en su esencia, su razón de ser en algo que es muy profundo
y que consiste en una estrategia para vivir, que un pueblo esgrime con los
signos de su cultura... si la Cultura es estrategia para vivir en un lugar y en
un tiempo, entonces también es política… todo lo que se da en torno a la
Cultura, incluso la tecnología o la ciencia tienen que responder a esa
estrategia para vivir aquí y ahora. Ahí no valen las universalidades. Es el
mundo de lo particular”.
La revisión crítica del
imperativo tecnológico actual “todo lo que se puede hacer, se debe
hacer”, permitirá que lo científico y lo tecnológico emerjan como estrategias
útiles o no, en relación a las necesidades que afrontamos. Pero esto sucederá
sólo a partir de pensarnos y dejar de ser pensados. Se trata de una
nueva forma de plantear nuestras preguntas, las verdaderas preguntas,
aquéllas que nos han guiado siempre, aunque hayamos sido históricamente
entrenados para no escucharlas.
GRR Grupo de Reflexión Rural
28 de Septiembre 2015
[iii] Kusch, Rodolfo: Tecnología
y cultura, en “Geocultura del hombre americano”, Ed. Fernando García Cambeiro
(1976).
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