El país que nos venden
8 de junio de 2015
Por Jesús González Pazos (Rebelión)
"Pero no deberíamos desdeñar la acción política, mientras aguardamos el cambio gradual en la opinión pública que debe lograrse a través de la educación y la
información. El mundo de los negocios debe aprender la
lección (...). La lección de que el poder político es necesario; que este poder
debe de ser asiduamente cultivado, y que, cuando convenga, debe utilizarse
agresivamente y con determinación".
Las anteriores palabras son de Louis Powell, miembro del Tribunal Supremo de los Estados Unidos en 1971, y resumen el programa político e ideológico que las élites económicas dictaminaron a partir de esos años y que hoy aún sufrimos. Desde esos momentos esta clase social iniciará su batalla por copar y controlar el poder político en todo el planeta. Irán asumiendo y poniendo en práctica su programa, primero en los EE.UU. y Gran Bretaña, para después ir extendiéndolo a lo largo del mundo y llegar en la última década a su plenitud en
Teniendo en cuenta esos postulados es como se
puede entender mejor el mensaje que tras las recientes elecciones realizadas en
el estado español, el presidente de los empresarios españoles lanza a la clase
política y a la sociedad en general. Dice Juan Rosell que se acabó el tiempo
"de las campañas y los eslóganes" y que ahora los partidos deben
olvidarse de la aplicación de los programas electorales. Y podrían resumirse
estas palabras (o traducirse, aunque son bastante claras) que "se acabó el
cuento de las promesas para ganar votos y ahora hay que volver a la
realidad" y en ésta quien manda es la élite económica.
Pero retomando nuevamente las primeras
palabras de este texto, se comprenderá también perfectamente cómo ese programa
político enunciado por Powell, aunque no muy conocido, recogía la esencia de la
acción que emprende la clase económica dominante para abordar el desmontaje del
estado del bienestar, la limitación del papel del estado en el control de la
economía y la liberalización absoluta de los mercados, quienes se erigirán en
verdaderos autócratas de la vida social, económica y política de los estados.
Cierto es que en la vieja
Europa este proceso tardó en su implantación unos años más
gracias a la alta conciencia social y a la fuerza de los sindicatos. Sin
embargo, una vez domesticados la mayoría de éstos últimos, la crisis que
estalla a partir del 2008 se convierte en la gran oportunidad para instaurar
definitivamente la nueva sociedad (aunque vieja, pues en cierta forma supone
una refeudalización de las relaciones sociales y laborales) a que aspiran los
poderes económicos en el neoliberalismo.
Hoy, en este mismo proceso nos "venden" la salida de la
crisis y nos "venden" un nuevo país. Ya hablemos de Euskal Herria, ya
sea del estado español, de Grecia, o de... Se pretende que asumamos, que
interioricemos y aceptemos plenamente, que no hay alternativa al modelo a
imponernos; modelo en el que las relaciones laborales, pero también las
sociales, las de género y las políticas han cambiado radicalmente.
Definitivamente quedan atrás los tiempos de los derechos y de lo humano, y
avanzan los tiempos de los recortes, de la sumisión y del "sálvese quien
pueda".
En torno a la salida de la crisis, ésta la
argumentan y sostienen sólo en datos macroeconómicos (crecimiento del PIB,
aumento de las exportaciones, etc.) que únicamente afectan a los de arriba. Sin embargo, nos
ocultan la otra realidad existente: el país social que nos invisibilizan y en
el que realmente vivimos los de abajo, la mayoría de las personas. A ese país
no llegan, ni llegarán, los beneficios de ese crecimiento de no se sabe cuantos
puntos, aunque nos prometen que si somos dóciles, algún día también podremos
percibir la mejoría. Nos
ocultan los millones de parados o el aumento continuo y constante de los
índices de pobreza. Por supuesto, no nos hablan de la brutal brecha de
desigualdad que sigue creciendo entre una minoría cada vez más rica y las
grandes mayorías empobrecidas, y nos tratan de confundir con discursos
populistas y xenófobos que pretenden que la pelea sea entre pobres o que
nuestro enfado lo dirijamos hacia la población emigrante. De esto último
tenemos ejemplos demasiado cercanos y debería ser una determinación de la clase
política consecuente acabar con ellos y no seguir alimentándolos aunque sea
indirectamente manteniendo a sus protagonistas en el poder del nivel que sea.
Pero aquí también nos venderán que "la democracia es así" y ellos no
pueden hacer sino respetarla a costa de quien sea.
Al tiempo de todo lo anterior, lo que se
pretende instalar es el nuevo modelo de sociedad y éste hay que subrayar que se
busca sea estructural; es decir, no es puntual, no es coyuntural, para el
tiempo que la crisis siga durando, sino que se pretende duradero como nuevo
sistema dominante. Y se quiere así por el hecho de que afecta directamente a
las bases rectoras de la propia sociedad y tanto a sus ámbitos sociales, como
económicos, políticos e ideológicos.
Pero como señalamos el país que se nos oculta,
pretende venir para quedarse por mucho tiempo, si no somos capaces de
impedirlo. El paro se sitúa en estos momentos en torno al 16% en Euskal Herria
y al 24% en el estado español y ya se empieza a hablar, a informar, a hacernos
entender que, aunque bajen dichos índices, el desempleo estructural siempre
será alto; mucho más de aquel que se consideraba antes de la crisis, que se
fijaba en torno al 5%. Así, a pesar de que el crecimiento del PIB ya lo colocan
por encima del 2%, acto seguido nos dicen bajito que esto no supondrá sino la
creación unos pocos, muy pocos, miles de empleos.
Pero parejo con esos datos anteriores, incluso
aunque creyéramos en esa salida inmediata de la crisis y el futuro de un país
mejor, hay más preguntas que los poderes económicos y gran parte de los
políticos, no quieren ni tan siquiera plantear. ¿En qué condiciones salimos?,
¿todos salimos?, ¿las mujeres también y en las mismas condiciones que los
hombres?, ¿se avanzará en niveles de igualdad o seguirán creciendo a pesar de
esa salida los niveles de desigualdad entre las personas? Los datos más
recientes nos dicen, por ejemplo, que el nivel de renta de la mayoría de las
personas sigue cayendo año a año, pero además, que las mujeres ganan como media
unos 10.000 euros menos al año que los hombres. Nos dicen que el riesgo de
pobreza afecta en Euskal Herria a más del 10% de la población, y en el estado
español ya supera el 22%, pero ese mismo riesgo y el de exclusión social en
menores de 16 años, en el conjunto del estado español ya afecta a más del 35%.
Nuevas generaciones sin futuro.
A todo lo anterior le puede acompañar una evidente explicación,
que también se oculta, pero que define el actual modelo de sociedad a implantar
por el neoliberalismo. Además de al desempleo y al ya mencionado brutal aumento
de la desigualdad, reflejo palmario de la no redistribución de la riqueza por
mínima que ésta pudiera ser, se une la precariedad estructural. Instalada ésta
no como consecuencia de la crisis, sino como razón de ser del sistema para
mantener el dominio de las élites económicas sobre la mayoría de la población. Empleo
temporal, precario y mal pagado explica el aumento de la pobreza incluso entre
aquellos/as que se nos dice abandonan las listas del desempleo; no permiten el
desarrollo de una vida digna. Y al mismo tiempo procura personas dóciles a los
requerimientos del sistema dominante.
Y la precarización del trabajo es, por lo tanto,
razón básica de la precarización de la vida. Porque ya no solo hablamos de no tener trabajo, sino también de
no tener los suficientes recursos para vivir con dignidad, incluso teniendo
oficialmente uno o varios puestos de trabajo. Y a todo ello unimos por último
también las medidas políticas de recortes de derechos, de la capacidad
instalada para el cuestionamiento del sistema, de las posibilidades reales de
la democracia restringida que vivimos para generar alternativas verdaderas de
transformación a fin de construir sociedades más justas y equitativas. Ya
tendremos así el cóctel de mentiras, manipulaciones y, sobre todo, de control
político por parte de lo que Powell definía en las palabras iniciales de este
texto como "el mundo de los negocios". Control del poder político
para poder utilizarlo "agresivamente y con determinación", por
supuesto en función de sus intereses y beneficios y no para la mejora de las
condiciones de vida de la sociedad en su conjunto. Esta es la salida de la
crisis, este es el país que nos venden: ¿compramos?
Jesus González Pazos es miembro de Mugarik
Gabe.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=199732
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