Movilización popular
permanente
1 de junio de 2015
Por Luís Britto García(Aporrea)
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Movilización, sumatoria de decisiones que
culmina en acción. El acto de una persona o de un colectivo tiene por objeto
progresar de una situación indeseable a otra deseable. Por ejemplo, de la
miseria al bienestar. Ambas se califican en gran medida a través de valores,
que son construcciones culturales. Digamos que el detonante de la rebelión
popular venezolana del 27 de febrero de 1989 fue la abrupta desaparición de los
valores con los cuales pretendía legitimarse el sistema. El detonante de toda
movilización es un juicio cultural.
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No aniquilamos una situación indeseable sin
una imagen de lo que queremos conquistar. Movilización sin proyecto es
dispersión de esfuerzos. La ausencia de un plan disipó temporalmente el
formidable poder del Caracazo. La articulación de un proyecto es una operación
cultural.
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La movilización individual es acción, la
acción colectiva es movilización. Un colectivo es un conjunto de personas que
comparten creencias, valores, actitudes, conductas y proyectos. Su constitución
requiere una compleja trama de comunicaciones que entretejen relaciones. El
Caracazo a la postre devino bandera simbólica que aglutinó a la mayoría de los
venezolanos, hasta entonces dispersos en la persecución de objetivos
particulares. La agregación de individuos sueltos a fin de que se sientan
integrantes conscientes de comunidades, comunas, sociedades, naciones, géneros,
clases, partidos, es una labor cultural. La rebelión puede ser una pedagogía.
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Resumamos. La movilización popular requiere
conciencia de un estado de carencia que se quiere sobrepasar; representación de
un bien o estado positivo al cual se desea acceder; sistemas de comunicación
para difundir el proyecto; conocimiento de que estas percepciones son
compartidas por uno o varios colectivos, sean grupos, movimientos, clases sociales,
comunidades de género, etarias, laborales o de otra índole; un plan articulado
sobre las acciones a cumplir para el logro del objetivo; el consenso para la
participación en dichas acciones y un acuerdo sobre la complementariedad y la
sucesión o sincronía de ellas ¿Arriesgaremos la redundancia al recalcar que
estas iniciativas son elaboraciones culturales? El Bolivarianismo en parte
realiza el proyecto de la intelectualidad de izquierda de los años sesenta, que
fue reducido a sangre y fuego tras un cuarto de siglo de lucha. La Revolución
es una cultura.
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¿Hay que esperar la milagrosa conjunción
espontánea de los mencionados elementos para que se produzca un cambio? La
civilización humana se establece y avanza gracias a la consciente y premeditada
preparación, planificación y agregación de ellos. El animal o el homínido
desean que el azar los guarezca de la lluvia. El ser humano construye albergues o
sistemas civilizatorios que erigen ciudades. Cada modo de producción se
instaura gracias a una planificada concatenación de movilizaciones dirigidas a
hacerlo funcionar y perdurar, y es sustituido por otro nuevo gracias a otra
novedosa coordinación de actos planificados. Pongamos por caso, el capitalismo
y el socialismo. La génesis de civilizaciones es un procedimiento cultural.
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Toma la palabra el simplismo para proponer que
los modos de producción crean superestructuras culturales que son algo así como
su pasiva decoración. Una visión más amplia discierne que cada modo de
producción germina a partir de una embrionaria superestructura cultural que
inspira y coordina las acciones tendientes a destruir y suplantar el modelo
caduco, e imponer uno nuevo que perdura gracias a ella. Los intelectuales son
los trabajadores de las superestructuras; los aparatos ideológicos sus
empresas; la comunicación, las ideologías y las prácticas simbólicas su
producción. Así como hay intelectuales orgánicos que trabajan para asegurar la
inmovilidad de los sistemas, los hay libertadores que prefiguran y proponen los
saltos de un modo de producción a otro.
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Entonces, la movilización popular puede excepcionalmente ser un
fenómeno espontáneo, pero también puede y debe ser planeada, provocada y
dirigida para una finalidad concreta, vale decir, para la Revolución. Pero
Revolución no es saciedad, sino eterna renovación y
resurrección del Objeto del Deseo. En tal sentido, la movilización no puede ni
debe ser un fenómeno espasmódico, una erupción que revienta para dar paso a
períodos de estancamiento hasta que la insoportabilidad de éstos haga
inevitable el próximo estallido. Todo organismo viviente subsiste gracias al
incesante desecho de sus componentes corruptos y la regeneración de sus
estructuras vitales. Lo único que puede mantener viva a una Revolución es la Movilización Social
Permanente , que a través de una dinámica cultural infatigable
progrese de lo indeseable a lo deseable, de la corrupción a la pulcritud, de la
dispersión a la coherencia, de la crítica al acto, de lo indeseable a lo deseable, de la corrupción a la pulcritud, de la
dispersión a la coherencia, de la crítica al acto, de la
Política Real a la Utopía.
Fuente original: http://www.aporrea.org/actualidad/a208495.html
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=199456
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