En la década pasada,
los intercambios comerciales entre China y Latinoamérica se multiplicaron por
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La Ruta de la Seda en
América Latina
6 de junio de 2015
6 de junio de 2015
Por Luís Nieto Pereira (OMAL/ La Marea)
A lo largo de estos últimos años se ha ido produciendo un contacto
creciente entre China y América Latina, en todos los ámbitos. En la década
pasada, por ejemplo, los intercambios comerciales entre ambas regiones se han
multiplicado por 21. El desembarco de China en territorio latinoamericano se ha
caracterizado por el desplazamiento y la absorción de firmas privadas
occidentales por gigantescas inversiones de compañías o consorcios estatales
chinos. Todo ello impulsado por un sistema de flujos financieros de la banca
pública china, que le permite a sus empresas desembolsar grandes sumas y a los
gobiernos de la región, financiar inversiones sociales e infraestructuras.
Entre 2005 y 2013, según el Instituto de Gobernanza Económica Global de la
Universidad de Boston, China otorgó 102.000
millones de dólares en préstamos a
América Latina.
A pesar de que China está comprometida con el
desarrollo de un nuevo orden asiático a través de iniciativas como el Banco
Asiático de Inversión en Infraestructuras, no parece que esté descuidando la cooperación Sur-Sur. Y
es que China se ha consolidado como el segundo socio comercial de América
Latina, sólo por detrás de Estados Unidos, amenazando con restar al país
norteamericano su clásico protagonismo en la región.
China, la segunda mayor economía del mundo, ha
encontrado en América Latina un excelente proveedor
de las materias primas y los recursos energéticos que necesita para alimentar su voraz desarrollo.
Así, a las importaciones del petróleo de Venezuela se le suman las del cobre de
Perú y Chile y la soja de Brasil y Argentina. Además, tanto Chile como Perú han
firmado tratados comerciales con China, mientras Colombia avanza en las
negociaciones y Brasil ha mostrado interés en sumarse a estos acuerdos de
“libre comercio”.
En el período 1990-2013, la inversión total de
China en los diferentes países de América Latina ascendió a 51.000 millones de
dólares. Estas inversiones se han concentrado especialmente en sectores como la
minería, los hidrocarburos y la agricultura: entre 2010 y 2013 el 90% de la Inversión Extranjera
Directa (IED) china tuvo que ver con los recursos naturales,
cuando en términos totales de IED mundial en la región tan solo se dedicó el
25% a este sector. Hay que destacar, además, que las inversiones en petróleo y gas se realizan a través de cuatro
empresas estatales, que han canalizado un flujo de inversión de 30.000 millones
de dólares. También están en alza las industrias minera —con unas inversiones
de cerca de 10.000 millones— y manufacturera —rondando los 2.000 millones—, un
sector que va en aumento y produce la destrucción de la pequeña industria
local.
El comercio entre ambas regiones se produce de
la siguiente manera: América Latina exporta materias primas a China —por un
valor de 112.000 millones de dólares en 2013— e importa del país asiático
manufacturas de baja, media y alta tecnología. En 2014, el volumen comercial
chino-latinoamericano llegó a ser de 263.600 millones de dólares; el valor del
comercio bilateral se multiplicó 22 veces entre 2000 y 2014. Con todo ello, China
ha desplazado a la Unión
Europea como
el origen de buena parte de las importaciones y el destino de las
exportaciones, quedando solo por detrás de Estados Unidos. Hasta la fecha, los
líderes latinoamericanos han apostado por esta relación económica porque
estaban cosechando superávits comerciales con el aumento de los precios de las commodities; está por ver cómo
va a evolucionar dicha relación ahora que el escenario ha cambiado y países
como Perú, Argentina y Colombia registran déficit.
Introducción del yuan
Cuatro meses después de que Pekín reuniera a
los presidentes de América Latina en el primer Foro de Cooperación China-CELAC,
y prometiera 250.000 millones de dólares en inversiones durante los próximos
diez años, el viaje del primer ministro chino a la región intentó concretar
importantes proyectos en diferentes sectores. Durante su visita a Brasil,
Colombia, Perú y Chile —estos cuatro países representaron el año pasado el 57%
del volumen de comercio bilateral entre China y América Latina—, Li Keqiang
abonó la influencia china en la región a través del cumplimiento de dos metas
fundamentales: la transformación del mapa económico latinoamericano para apuntalar
el protagonismo de la
región Asia-Pacífico y el impulso del yuan en territorio
sudamericano a través de
Santiago de Chile como plataforma.
El primer objetivo se alcanzó con los
gobiernos de Brasil y Perú: se pondrá en marcha la construcción de una red
ferroviaria de más de 5.000
kilómetros para conectar los océanos Atlántico y
Pacífico, con el fin de aumentar los montos y la velocidad de los intercambios
comerciales con China. El segundo, por su parte, se impulsará con el
lanzamiento de la primera plaza financiera del yuan en América Latina. De este
modo, en medio de las urgencias que imponen unos precios de las materias primas
a la baja, el gigante asiático se presta a aumentar su influencia en la región
gracias a su demanda de commodities,
su oferta de infraestructuras y su músculo financiero.
El proceso de desaceleración de la economía
china, la crisis financiera global y las discusiones sobre el modelo de
desarrollo en varios países de América Latina han llevado a la exploración de
otras formas de relación y a plantear nuevos campos de cooperación entre ambas
partes, que tienen que ver con su aplicación en el desarrollo productivo y la creación de nuevos proyectos
conjuntos (joint-ventures)
para producir en terceros países y para los mercados globales. Además, fuentes
diplomáticas chinas sugieren que “China y América Latina deben incrementar su
diálogo político sobre el devenir del mundo y el reordenamiento internacional,
especialmente sobre los llamados bienes públicos globales, como el cambio climático,
las transferencias de conocimiento, la preservación de la riqueza marina, entre
otros”.
¿Nueva potencia colonial?
En los últimos años ha arreciado el debate
sobre el papel de la presencia de China en América Latina. Los análisis tienden
a polarizarse entre la mayoría de los gobiernos y los grandes grupos
económicos, que lo ven como una oportunidad, y muchos movimientos sociales,
colectivos ambientalistas, pueblos indígenas y pequeños empresarios, que ven en
todo ello la repetición de la actuación de EE.UU. y la Unión Europea en el
continente.
Los primeros se fijan, sobre todo, en el
crecimiento económico registrado gracias a las materias primas, la llegada de capitales para
infraestructuras y la reducción de su dependencia con respecto al mercado norteamericano,
así como en que China no
parece tener interés en subvertir el orden político de los países de la región. A su vez, las
organizaciones que mantienen una postura crítica fijan su atención en el
deterioro de la pequeña industria local debido a la competencia de la mano de
obra china y la invasión de sus productos a bajo precio, que acelera procesos
de desindustrialización; la excesiva especialización de la región en productos de exportación; el gran coste ambiental en deforestación, gases de efecto invernadero
y uso de grandes cantidades de agua que representan muchos de estos proyectos;
la conversión de sus países en altamente endeudados del crédito chino y el
aumento del cultivo de productos transgénicos, entre otros.
No debemos olvidar, por otra parte, que la
presencia de China en América Latina va acompañada de un aumento considerable de la
represión que ejercen los gobiernos sobre aquellos que osan cuestionar y
movilizarse en contra de esta situación, llegando a ser acusados de “enemigos
de la patria” y de estar en contra del bienestar general del país. Los casos de
represión contra las poblaciones peruanas que se levantaron contra proyectos
mineros y en Nicaragua contra la pretensión de un nuevo canal interoceánico así
lo ejemplifican.
Para estas organizaciones, América Latina
corre el riesgo, además, de quedarse anclada en una especialización tradicional
en bienes primarios, con pocas posibilidades de adquirir nueva tecnología y
diversificar su producción exportadora, y con un alto coste en impactos
sociales y ambientales que repercuten intensamente en la cultura propia de los
países latinoamericanos. Así, una vez más, se plantea la necesidad de cuestionar el modelo de desarrollo que se quiere implementar, y cómo
hacer compatibles los niveles de consumo e infraestructuras con la lucha contra
la pobreza y la protección social y ambiental. Porque, vale la pena
preguntarse, ¿es la relación de América Latina con China un nuevo modelo a
seguir o es más de lo mismo?
Luis Nieto Pereira (@NietoLua)
es coordinador de Paz con
Dignidad.
Fuente original: http://www.lamarea.com/2015/06/05/la-ruta-de-la-seda-en-america-latina/ Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=199691
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