La violencia contra las mujeres es un problema político
25 de noviembre de 2011
Por Lily Muñoz
Casi siempre que se habla de la violencia
contra las mujeres, en la opinión pública predomina la idea de un problema
doméstico, intrafamiliar, del ámbito privado. Por eso, pareciera que la
solución es tan sencilla como sensibilizar a los hombres para que no sean tan
machistas y violentos y trabajar con las mujeres para que conozcan sus
derechos.
Pero esa ha sido una concepción
muy reduccionista del problema que no llega a examinar su raíz. Encerrar el
problema de la violencia contra las mujeres entre las cuatro paredes de la casa
es no sólo un error, sino que es también una trampa. Porque esa es sólo una
parte del problema, que en realidad está presente en las vidas de las mujeres
en la casa, en los lugares de trabajo, en la calle, en las veredas y caminos,
en los centros de estudio, en las fincas, en las iglesias, en la organización y
en todos los sitios donde las mujeres nos movemos en nuestro día a día.
Y es que la violencia contra
las mujeres tiene muchas caras. La violencia física, la violencia psicológica,
la violencia verbal, el incesto, la violación sexual, el acoso sexual, la
pornografía infantil, la explotación sexual y/o laboral de las niñas y las
mujeres, la heterosexualidad obligatoria, el embarazo forzado, el aborto
forzado, las relaciones sexuales obligadas, la trata y el tráfico de mujeres
con fines de explotación sexual o laboral, la expropiación de bienes, el no
acceso a la propiedad, los femicidios, las violaciones y abusos sexuales
cometidos por los militares y paramilitares durante la época del genocidio, la
violencia sexual cometida por las fuerzas de seguridad en el marco de las
luchas por la defensa del territorio y los recursos naturales, son las caras
más visibles de la violencia patriarcal contra las mujeres en nuestra sociedad.
Pero invisibilizar, negar o
rechazar la participación de las mujeres en la historia, en la política, en la
ciencia, en la filosofía, en la cultura, en la economía y en todos los ámbitos
de la vida social, también es ejercer violencia contra ellas. La utilización de
imágenes o discursos que denigran a las mujeres en los medios
de comunicación, en las vallas y demás medios
publicitarios, es violencia simbólica contra ellas, al igual que el uso
generalizado del acoso disfrazado de “piropos”, los insultos, los chistes, las
bromas y las canciones que ofenden la dignidad de las mujeres o reproducen los
estereotipos y prejuicios que refuerzan y justifican la opresión y la
discriminación de las mujeres en la sociedad.
Si la violencia contra las
mujeres tiene tantas caras, tantos victimarios y tantos lugares comunes, es
porque no se trata de un problema de los individuos sino de un problema social.
Por eso he dicho antes que entender el problema de la violencia contra las
mujeres como un problema privado es una trampa. Porque en realidad, es un
problema estructural, un problema del sistema patriarcal en el que vivimos, un
sistema que construye relaciones desiguales de poder entre las mujeres y los
hombres, permitiendo que las mujeres vivamos en situaciones de opresión y
discriminación, y los hombres, independientemente de la clase social y de la
etnia a la que pertenezcan, siempre tengan el poder sobre las mujeres. Aun
entre los grupos sociales más empobrecidos, es evidente que a las mujeres
siempre les toca la peor parte, sufriendo hasta triple opresión, como en el
caso de las mujeres indígenas empobrecidas. Es por eso que la autora mexicana
Adriana Carmona afirma que la
estructura patriarcal es una estructura de violencia que se aprende en la
familia, se refuerza en la sociedad civil y se legitima en el Estado [1]. Eso significa que todas las personas
participamos en la reproducción social del patriarcado en los distintos
espacios sociales.
Significa también que la
violencia patriarcal contra las mujeres es también un problema político. La
filósofa alemana Hannah Arendt escribió que el
poder nunca es propiedad de un individuo, [pues] pertenece a un grupo y sigue
existiendo mientras que el grupo se mantenga unido [2]. El sistema patriarcal se ha mantenido
por largos siglos, gracias a la forma en que ha sido estructurado y a una serie
de estrategias que ha utilizado para perpetuarse, entre ellas, la violencia
patriarcal contra las mujeres.
Por eso, para erradicar la
violencia patriarcal contra las mujeres, es necesario avanzar hacia el
desmantelamiento del sistema patriarcal y en la construcción de una nueva
organización social, política, económica y cultural, con justicia e igualdad
para todas y todos.
- Lily Muñoz es
Investigadora Asociada de la Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales
en Guatemala -AVANCSO-.
[1] La discriminación de género en la
impartición de justicia en Ciudad Juárez, Chihuahua (UNAM, 2004).
[2] Sobre la violencia (Alianza Editorial,
2006).
http://www.alainet.org/es/active/51146
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