Entre el espectáculo político,
las
prácticas corruptas y la mortífera represión estatal
8 de junio de 2015
8 de junio de 2015
Por Leopoldao Lavín Mujica (Rebelión)
La política como género mediático de lo espectacular se alimenta
de escándalos superficiales, tensiones inocuas, misterios intrascendentes,
encuestas reiterativas, entrevistas triviales, cuñas verbales asesinas,
cuchillazos por la espalda entre personalidades y, por supuesto, de los pauteos
disimulados en confidencias de “un piso de La Moneda”, o del comentario de un
comensal de un “almuerzo retiro” de la Alianza ultraderechista y sus satélites.
De todo eso que hace que la política sea para
consumo rápido, con sensaciones fuertes y condimentada de curiosidad. Y es con
ese lote de datos cruzados que los políticos, periodistas y especialistas en
“comunicación estratégica” construyen la agenda político-informativa en un
campo mediático de relaciones de fuerzas (Bourdieu). De ahí salen los
escenarios de distracción. Aunque nunca es seguro que lo logren; distraer de lo
importante a un pueblo que ha desarrollado un cierto sentido crítico.
Al político de Estado siempre le queda la
carta de la agenda propia vía la represión a los movimientos sociales para,
además de hacer noticia, enviar mensajes apaciguadores a las clases
propietarias y a los medios adictos
al orden. Junto con intentar restaurar las confianzas agrietadas entre los
beneficiarios del modelo neoliberal. Y de paso hacer todo lo posible para poner
en sordina el crujido de las instituciones del régimen político postdictadura;
intentando al mismo tiempo tender un manto de camuflaje sobre los flujos de
corrupción.
En sendas entrevistas mercuriales, los
concertacionistas-NM Viera-Gallo y Juan P. Letelier ya comenzaron a banalizar la corrupción. Ambos ,
se afanan en bajarle el perfil a la corrupción estructural que producen el
modelo económico capitalista y su Estado neoliberal.
Saber distinguir la paja del grano entonces.
No obstante, detrás de esos hechos novedosos y coyunturales con toques de
tragedias humanas dantescas, como la caída sacrificial de un joven ministro de
Estado representante de la “meritocracia” transgresora emergente; audaz, con
sentido de la organización y amante del poder —y de esto no hay dudas— al
servicio del proyecto neoliberal “modernizador” que adoptaron como suyo sus
antiguos protectores del PPD (y el inefable Enrique Correa), se encuentran
codificados los elementos para entender la manera repetitiva de hacer política
de las clases dominantes desde su Estado.
Repetitiva, permanente y excluyente, es decir,
con las mismas consecuencias políticas para un pueblo que quiere participar en
la elaboración de su destino, pero la vez amenazadoras y mortíferas para sus
sectores más activos, cuando éstos se movilizan.
En las buenas democracias —que se dan de vez
en cuando porque el pueblo decidió intervenir abruptamente y romper con la
apatía funcional hacia la política de los poderes dominantes— tales actos
excesivos de las fuerzas policiales les cuestan la caída a un Ministro y a su
Subsecretario. Pues son los impugnados directos.
Fue así como, para compensar el clima
desestabilizador que genera un cambio de Gabinete y la falta de convicción en
reformas necesarias como la laboral, la educativa y la constitucional, se
requiere un mensaje fuerte de puesta en orden. Así lo consideraron los
flamantes ministros del gabinete político. Ahí ya estaba el subsecretario del
Interior Mahmud Aleuy, socialista-escalonista, “experto” en orden público y
aficionado a la retórica represiva, quien con el nuevo Ministro del Interior DC
decidieron que para mostrar que, aún en medio de la profunda crisis de
legitimidad institucional, el Estado debe dar claras muestras de mano dura,
como signo distintivo de la política al servicio de los poderosos. Para
reiterar que están ahí para recrear una y otra vez el escenario represivo.
Resultado de la profesión de fe de José Burgos
y de Mahmud Aleuy: dos jóvenes vidas fueron sesgadas durante las
manifestaciones estudiantiles en un clima de violencia azuzado por la presencia
policial. Además del ataque criminal de carabineros contra el estudiante
Rodrigo Avilés, militante de la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), que se
debate entre la vida y la muerte.
Nada puede borrar el hecho que si Jorge Burgos
está en el ministerio del Interior es porque Peñailillo debió renunciar por
actos asociados a la corrupción política que además corroen al partido del
mismo Burgos. Y lo que aquí ha quedado en evidencia es, no sólo las “afinidades
electivas” (Max Weber) entre empresarios y políticos, sino que el grado de
corrupción de la casta política empresarial que se ha beneficiado con el
ejercicio del poder durante toda la transición pactada.
Ahora bien, a punta de represión o de
relativizar el alcance de las prácticas políticas-empresariales corruptas
tampoco se podrá imponer el olvido sobre el tema de la “precampaña” de Bachelet
que viola la ley electoral que la misma casta político-empresarial se ha dado.
Estamos ante una figura presidencial que se
sigue hundiendo en el descrédito (26% de aprobación según encuesta Cadem), al
punto que su portavoz (Ana Lya Uriarte, la última condottieri) dice que las cosas
son así porque lo dice la
Primera Mandataria , su empleadora. Se subió de grado. Ya no
se argumenta. Es la palabra de la autoridad presidencial frente a los porfiados
hechos que generan irreductibles sospechas.
A las derechas pinochetistas y a las que se
las dan de modernas a la Ossandón (aconsejado por el el ex me-oísta Patricio
Navia) ya las conocemos. Son ultra neoliberales, manipuladoras, golpistas
cuando les conviene, antipopulares y demagógicas. Por el otro lado del duopolio
ampliado, como no hay al interior de la oficialista NM
ningún partido que haga una lectura clara, distinta y creíble de la realidad
nacional y de las tareas urgentes, hay que concluir que no hay tensiones reales
al interior de la coalición gobernante de cuño también neoliberal. Pero que
prometió cambios estructurales con las garantías del Partido Comunista que se
agita de vez en cuando para probar que existe. Hay conatos de desacato, mucho
apaleo de nubes, para maquillar el desinfle, no hay duda, pero eso no hace
política. A lo sumo, discrepancias funcionales por la derecha, al estilo del
Senador Navarro, que dice que habrá que esperar las próximas elecciones
parlamentarias para tener una nueva constitución: “Hay que instalar este tema en
el programa para 2017” .
El Senador del MAS pregona la espera y no la movilización popular para exigir y
obtener una AC.
Es obvio que hay que eliminar el régimen presidencial, así como el
Senado y elegir una sola asamblea nacional (o parlamento) con delegados
revocables y con dietas equivalentes al salario medio. Ante el fracaso del
régimen político presidencial que Bachelet ha llevado al paroxismo, se imponen
medidas democráticas mayores.
Lo que falta, y que los sectores conscientes piden a gritos, pues,
es una auténtica alternativa política nacida de las luchas sociales y desde
abajo; popular y multiforme, pero con un programa común de buen gobierno y de
lucha contra la corrupción que podría irse construyendo en un frente amplio por
¡ AC ahora!
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=199623
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