El sueño de la razón:
Los hacendados de la pandemia
26 de marzo de 2020
Por Silvia Ribeiro
La declaración de pandemia por el
Covid-19 ha
puesto todo de cabeza. Pero no tanto como para que los gobiernos cuestionen las
causas reales por las que surgió este virus y el hecho de que mientras
supuestamente se trabaja para contenerlo, otros virus y pandemias se siguen
formando.
Hay
tres causas concomitantes y complementarias que han producido todos los virus
infecciosos que se han extendido globalmente en las últimas décadas, como la
gripe aviar, la gripe porcina, las cepas infecciosas de coronavirus y otras. La
principal es la cría industrial y masiva de animales, especialmente pollos,
pavos, cerdos y vacas. A ésta se le suma el contexto general de la agricultura
industrial y química, en la que 75 por ciento de la tierra agrícola de todo el
planeta se usa para la cría masiva de animales, principalmente para sembrar
forrajes con ese destino. La tercera es el crecimiento descontrolado de la
mancha urbana y las industrias que la alimentan y por ella subsisten.
Las
tres juntas son causa de la deforestación y destrucción de hábitats naturales
en todo el planeta, que también implica desplazar comunidades indígenas y
campesinas en esas áreas. Según la FAO, a nivel mundial, la expansión de la
frontera agropecuaria es responsable de 70 por ciento de la deforestación, pero
en países como Brasil, la expansión de la frontera agropecuaria es culpable de
80 por ciento de la deforestación.
En
México vimos como se originó la gripe porcina en 2009, a la cual le pusieron
el aséptico nombre de Gripe A H1N1, para desvincularla de su puerco origen.
Originó en la fábrica de cerdos llamada Granjas Carroll, en Veracruz, entonces
co-propiedad de Smithfield, la mayor productora de carne a nivel global.
Smithfield fue comprada en 2013 por una subsidiaria de la mega empresa china WH
Group, actualmente la mayor productora de carne porcina del mundo, ocupando el
primer lugar en ese rubro en China, Estados Unidos y varios países europeos.
Aunque
el virus de la gripe porcina no es un coronavirus, la mecánica de cómo llega a
convertirse en epidemia/pandemia es similar a las otras enfermedades zoonóticas
(es decir que tienen origen animal). Enormes cantidades de animales de cría
confinados, hacinados e inmunodeprimidos, alientan que el virus mute
rápidamente. A esos animales se les da continuamente antibióticos y
antivirales, además de estar expuestos en ambiente y alimentación a diversos
pesticidas desde que nacen hasta el matadero. Tanto para que engorden más
rápido como para tratar de que no se enfermen, en condiciones absolutamente
insalubres para cualquier ser vivo.
Tal como explica Rob Wallace,
biólogo evolutivo y filogeógrafo, del Instituto de Estudios Globales de la
Universidad de Minnesota, que ha estudiado por más de 25 años el tema de las
epidemias del último siglo, los centros de cría animal son el lugar perfecto
para la mutación y reproducción de los virus. Los virus pueden saltar entre
especies, y si bien pueden originar en especies silvestres de aves, murciélagos
y otras, es la destrucción de los hábitats naturales lo que los empuja fuera de
sus áreas, donde las cepas infecciosas estaban controladas dentro de su propia
población. De allí, pasan a las áreas rurales y luego a las ciudades. Pero es
en los inmensos centros de cría animal donde hay mayores chances de que se
produzca la mutación que luego afectará a los seres humanos, por la continua
interacción entre miles o millones de animales, muchas diferentes cepas de
virus y el contacto con humanos que entran y salen de las instalaciones. El
aumento de la interconexión de los transportes globales, tanto de personas como
de mercancías -incluyendo animales- hace que los virus mutantes se desplacen
rápidamente a muchos puntos del planeta.
Un aspecto complementario: como mostró
Grain, el sistema alimentario agroindustrial es responsable de cerca de la mitad de
los gases de efecto invernadero que producen el cambio
climático, cambio que también hace que migren las especies, incluso mosquitos
que también pueden trasmitir algunos virus. Especialmente la cría intensiva de
animales es responsable de la mayor parte de esas emisiones. (Grain, 2017)
Claro
que aunque conozcamos lo que lo produjo, no cambia que este virus existe y
tiene consecuencias ahora, y es importante cuidarnos y sobre todo a los más
vulnerables por diversos factores. Aún así, no está de más recordarnos que
según informa la
Organización Mundial de la Salud, el 72 por ciento de las
muertes en el mundo son por enfermedades no trasmisibles, varias de las cuales
están ligadas directamente al sistema alimentario agroindustrial, como
enfermedades cardíacas, hipertensión, diabetes, obesidad, cánceres digestivos,
malnutrición.
Pero el enfoque de acción en emergencia
y la búsqueda de supuestas vacunas implicando que la pandemia se podría
controlar por medios técnicos, oculta las causas y promueve la perpetuidad del
problema, porque vendrán otras epidemias o pandemias mientras las causas sigan
sin tocarse. En algunos países, las industrias agroalimentarias, principales
productoras de los virus, se ven incluso beneficiadas por las epidemias, al ser
consideradas por los gobiernos como “industrias básicas” para la sobrevivencia. Lo
cual es una falaz mentira, ya que es la producción campesina, indígena y de
pequeña escala, incluso urbana, la que alimenta a 70 por ciento de la humanidad. Son los
agronegocios los que nos dan comida basura y llena de agrotóxicos, que nos
enferman y debilitan ante las pandemias, al tiempo que siguen acaparando
tierras campesinas y áreas naturales. ( ETC, 2017)
En
la emergencia, surgen otros jugosos negocios para algunos, tanto empresas como
bancos. Algunas, como las farmacéuticas, las productoras de insumos para la
protección sanitaria, las empresas de ventas en línea y de producción de
entretenimiento, se enriquecen ridículamente con la declaración de pandemia.
Otras empresas tienen pérdidas – que trasladan a las y los trabajadores y a la
sociedad de muchas maneras, incluso en aumento de precios– pero serán las
primeras en beneficiarse de subsidios gubernamentales, que bajo el discurso de
que hay que rescatar “la economía”, la mayoría de los gobiernos no duda en
favorecerlas antes que a los sistemas de salud pública devastados por
neoliberalismo o a los millones de personas que sufren la pandemia no sólo por
el virus, sino porque no tienen casa, o agua, o alimentos, o perdieron su
empleo, o trabajan a destajo y sin ninguna seguridad social, no tienen acceso a
diagnósticos, ni médicos, o están en caravanas de migrantes, o refugiados en
algún campamento, hacinados en albergues o en la calle.
En
este contexto, también surgen formas de solidaridad desde abajo. Junto a ellas
es necesario enraízar un cuestionamiento profundo a todo el sistema alimentario
agro-industrial, y una valoración profunda y solidaria de todas y todos los que
desde sus milpas, huertas y comunidades nos alimentan y previenen las
epidemias.
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Recomendamos/El-sueno-de-la-razon-Los-hacendados-de-la-pandemia
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