«Debemos repensar
cómo estamos produciendo»
6 noviembre de 2019
Lucas Alonso, científico de la Universidad Nacional
de La Plata, encabezó un trabajo inédito para Latinoamérica. Develó la
existencia de antibióticos para animales potencialmente contaminantes en ríos y
arroyos de la Cuenca del Plata, una de las más extensas del mundo. En diálogo
con Pulso Noticias, explica los riesgos que esto conlleva para la salud
humana y propone alternativas que hagan foco en la salud ambiental.
Por Lautaro Castro, para Pulso
Noticias.
En 2015, después de haber obtenido
la Licenciatura en Química y Técnica Ambiental, a Lucas Alonso le llegó el
momento de iniciar su tesis doctoral. Hacía algunos años venía desempeñándose
en el Centro de
Investigaciones del Medioambiente que, dependiente de la
Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional
de La Plata, fue el espacio elegido para continuar con su formación
profesional.
Hasta entonces, la mayoría de los
trabajos del CIM se habían centrado en el impacto ambiental que generan los
residuos de agrotóxicos habitualmente utilizados en la industria agrícola.
Lucas, no obstante, buscó diferenciarse: “La producción animal era una deuda
pendiente porque no sabíamos qué estaba pasando. De esa inquietud nace mi
trabajo”.
Tras años de mediciones y estudios,
un equipo encabezado por Alonso logró comprobar la existencia de antibióticos
denominados ionóforos en la Cuenca del Plata, segunda cuenca hidrológica más
extensa de Sudamérica y la quinta del mundo. Estos contaminantes emergentes,
que llegan al ambiente a través de las heces de vacas y aves criados en feed
lots (corrales de engorde), representan una amenaza sistemática y en ascenso.
Las tareas de monitoreo abarcaron
unos 45 ríos y arroyos cercanos a zonas productivas de las provincias de Buenos
Aires y Entre Ríos. Los resultados fueron claros y contundentes: en 26 de estos
afluentes se detectaron importantes dosis de monensina y la salinomicina, dos
medicamentos comunes en la industria avícola y vacuna.
De acuerdo a la investigación, el uso
de estos antibióticos tiene dos propósitos: acelerar el proceso de crecimiento
del animal y prevenir algunas enfermedades que se derivan
de las condiciones de hacinamiento en que se lo cría. Ambas acciones, destaca
el especialista, no serían necesarias si se adoptase un modelo de producción
realmente sustentable: “Hay que repensar cómo estamos produciendo. Existen
otros mecanismos que no solo generan commodities sino también salud ambiental.
Es necesario respetar la naturaleza”.
—¿Cómo se explica que el productor adopte este sistema basado en
feed lots?
—La producción animal está muy
vinculada a la vegetal, porque dedicar los campos a monocultivos que rinden
mucho en lo económico, como la soja, hace que en Argentina hoy tengamos este
tipo de producción concentrada en pequeños espacios. Si debemos recurrir al uso
de antibióticos para que una enfermedad no se propague rápidamente entre los
animales, es porque los tenemos a todos apretados en una jaula. Existen otras
alternativas, como el pastoreo, que hasta hace 20 años atrás era la que más se
utilizaba.
Alonso encuentra en la agroecología
un modelo a seguir. Este sistema, basado en la incorporación de animales para
la producción agrícola, desalienta el uso de agentes químicos. Pudo comprobar
su efectividad en “La Aurora”, un establecimiento de 650 hectáreas ubicado
en el partido bonaerense de Benito Juárez. “Los productores van cambiando de
lugar los bebederos. Eso hace que las vacas no solo caminen y vayan comiéndose
las malezas, sino que, además -al ir de un lugar a otro en busca de agua-
bostean todo el camino. Por un lado, estás nutriendo y fertilizando
naturalmente el campo y, por otro, la vaca no se enferma por estar hacinada.
Son sistemas que respetan al ser vivo que uno está criando”, explica.
Un potencial riesgo para las
personas
Si bien aún no están claros los
perjuicios que conlleva la presencia de ionóforos a la salud de los seres
humanos, Alonso alerta sobre un escenario que, si bien se piensa a largo plazo,
está muy encaminado: “El principal problema es que pueden generar que las
bacterias del ambiente se empiecen a hacer resistentes. Muchas moléculas de
antibióticos que se usan en la industria animal están muy emparentadas con los
que consumimos nosotros. Entonces, si las bacterias que nos enferman se
acostumbran a vivir y a crecer en presencia de estos antibióticos, el día que
queramos recurrir a uno no va a hacer efecto”.
Hay un dato que preocupa: en las
excretas puede aparecer hasta el 90 % de la dosis de antibióticos incorporados
con el alimento, es decir, el porcentaje que el animal no necesitaba y en
consecuencia eliminó. El investigador no culpa a los productores por este
exceso y argumenta que simplemente siguen las indicaciones especificadas en
estos medicamentos acerca de su uso. En otras palabras, son solo un eslabón más
en el sistema.
Sin embargo, recomienda hacer un
tratamiento eficiente de estos residuos para mitigar su efecto en el ambiente:
“Si vos haces un buen manejo, quizás se puede reducir. De hecho, existen
algunos sistemas bastante avanzados. En general, lo que suele ocurrir es que la
caca se apila y queda al aire libre para que vaya descomponiéndose. Si viene
una lluvia y lava eso, esa misma lluvia arrastra todas las partículas incluidas
en los antibióticos”.
—¿Existen control del Estado o
normativas vigentes en torno a estos contaminantes en agua?
—Faltan controles y regulación. La
legislación o niveles de guía vienen bastante atrasados. Imaginate que éste
recién es el primer trabajo sobre estos compuestos en Latinoamérica…creo que ni
se sospechaba su existencia. Nuestro trabajo lo hacemos desde CONICET y, como
parte del Estado, generamos información suficiente para que, cuando se tengan
que tomar decisiones, se haga con responsabilidad. Buscamos generar los cambios
que ameriten que esto no siga sucediendo.
Además de tratarse de un trabajo
inédito para la región, que sienta las bases para que científicos de otros
países alcanzados por la Cuenca del Plata (Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay)
realicen investigaciones similares, el mismo fue publicado recientemente en la
revista Environmet International,
una de las publicaciones especializadas en investigación ambiental más
prestigiosas del mundo y con mayor impacto en la comunidad científica
internacional. La Argentina no aportaba artículos a este espacio de divulgación
científica desde la década del 90.
Lucas no se marea con los
reconocimientos. Sabe que este camino recién comienza y el próximo paso será
averiguar cuál es el comportamiento de los contaminantes emergentes. Como le
ocurre a todo científico, una certeza invita a hacerse nuevas preguntas: “Ahora
estamos estudiando cómo se movilizan ¿qué pasa una vez que están en el
agua? ¿Van al barro? ¿Pueden afectar a algún bicho? ¿Se degradan
rápidamente? ¿Persisten en el tiempo?”.
Fuente: https://www.anred.org/2019/11/06/debemos-repensar-como-estamos-produciendo/
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