Hay que alimentar al
monstruo
27 de octubre de 2019
Por Antonio Lorca Siero (Rebelión)
Dice el dogma
capitalista que hay que alimentar al monstruo del capital. No obstante existe el
riesgo de que crezca tanto que acabe por devorar a todos. El nuevo Leviatán ya
no es aquel imaginario hobbesiano, hoy simple siervo del poder del dinero, sino
el capital que crece vertiginosamente y exige permanentemente nuevas víctimas
para satisfacer su insaciable apetito. Estas no son otras que los
irresponsables consumistas que, comulgando con la doctrina dominante en casi
todo el mundo, se entregan al culto oficialmente establecido para crear más
capital —en interés del Capital— y nuevos ricos —en interés de la riqueza
material—.
Las masas, ese filón que no entraña
competencia para los capitalistas, que da la vida a sus mercados y, de otro
lado, permite conservarles en su puesto elitista, engañadas con la etiqueta del
consumo —que viene a decir que consumiendo se encuentra ese bienestar natural
al que todos aspiran—, creen en la verdad del dogma, sin caer en la cuenta de
que tiene trampa. Por decirlo de forma sintética, se trata de trabajar para
consumir, pensando en el bienestar, y entregarse al débito para que el capital
y la riqueza empresarial crezcan sin control. Es decir, ganar dos —eso es lo
que, en el mejor de los casos, le dan sus empresas, por un lado, para hacerle
su servidor—para gastar cuatro —como consumidor, por el otro— y ahogarse en el
crédito que generosamente ofrecen los prestamistas. De esta manera ya no hay
competencia porque no hay competidores, sino sumisos seguidores.Se ha dado orden, a los gobernantes capitalistas confesos y a quienes rigen oficialmente los destinos económicos, de que se colabore con las empresas en el proceso de desarmar el ahorro de las masas , porque el monstruonecesita más comida. Decisivo mandato, porque las elites ya no tendrán competidores y las tajadas se las repartirán entre sus afiliados. Como complemento del consumismo dominante y cumpliendo con la superior directiva capitalista, los gobernantes gastan sin mesura —siempre mirando de reojo a la parte que les corresponde en concepto de comisión por la mediación en el negocio—, se dice que lo hacen en interés de la democracia y para regocijo de las masas incautas que esperan la limosna del reparto. Propaganda aparte, el beneficiario último del despilfarro siempre es el empresariado. El problema viene cuando hay que pagar lo que se debe. Entonces ya se sabe que la solución no es otra que más impuestos y mayor pobreza. Los directamente afectados son los de siempre.
No hay remedio, porque quienes creen escurrirse del cerco, guardando sus bienes a buen recaudo, pensando que han burlado al sistema, tampoco tienen escapatoria. Por ejemplo, los inmuebles refugio son un bocado siempre apetecido por las haciendas locales. En cuanto al efectivo, los bancos que antes pagaban intereses ya no pagan y van más allá destruyendo cualquier posibilidad de ahorro, expropian los depósitos a cuenta gotas. Si se acude a la inversión en la bolsa de por aquí, baste decir que camina errática a base de maquillaje, mirando cada día al gran oráculo norteamericano para bajar, aprovechando cualquier eventualidad, y cuando dice que hay que subir, se sube, pero bajando. Los expertos, que operan desde la ciencia inversora, asesoran, recomiendan y elucubran para animar a los crédulos a entrar en la trampa, para caer ellos mismos en otra de más alto nivel. En todo caso, la víctima sigue siendo la misma, el que trata de escapar de la bolsa y se pierde en los fondos, para satisfacción de quienes se quedan con los beneficios de la información de pago. Queda el torpe consuelo de que en todo esto el dinero se pierde, si bien con cierta angustia, sin trabajar en exceso. Lo fundamental es que se hace en beneficio de los intereses dominantes.
El proceso parece que viene funcionando, pero si resultara que, a fuerza de explotar a las masas, se agotara el negocio, el capitalismo se encontraría con un problema. Además, cuando el monstruo ya no tuviera nada que llevarse a la boca, acabaría por devorar hasta a sus más fieles servidores.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=261831
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