¿Somos plurinacionales?
21
de octubre de 2019
“La
ocupación pacífica del Ministerio (del Interior) duró once días, durante los
cuales el ninguneo mediático y político fue constante, no solo por parte del
oficialismo, sino también por diversos sectores autodenominados progresistas
y/o feministas. Defienden la vida, la suya pero también la nuestra; su historia
y nuestro futuro. Acuerpan la valentía propia de quienes saben que no tienen
nada por perder. Las están matando y no es metáfora”.
Por
Valentina Avelluto y Yona Sandoval Ramos
De
nuevo octubre y con él, el Encuentro. Este año, intensamente sacudido por un
debate en torno al nombre. Miles de mujeres, lesbianas, travestis, trans,
intersex y no binaries se manifestaron a través de talleres, marchas,
asambleas, carteles, paredes, cuerpos, calles y actos a favor del
reconocimiento de una plurinacionalidad histórica.
El
feminismo nos enseñó que nombrar es visibilizar y que, en ese juego de
etiquetas, se esconde una pieza importante de la lucha por el reconocimiento. A
través de sus lentes, identificamos la interseccionalidad que constituye aquel
cruce -y no mera sumatoria- de opresiones en razón de la clase social, etnia,
raza, nación, sexualidad, identidad de género, cultura, capacidades,
corporalidades, etc. Por lo que no es menor la pregunta en torno a cómo nos
nombramos: ¿qué incluimos y excluimos en ese gesto? ¿Qué pedazo de historia
borramos y cuál recuperamos? Sin embargo, la cómoda satisfacción de encontrar
en un nombre la respuesta a una intersección de opresiones debe alertarnos.
Mientras
la pulseada por el nombre encendía los debates en territorio Querandí, en 25 de
mayo al 101 se llevaba a cabo una histórica ocupación pacífica del Ministerio
del Interior, protagonizada por el Comité de Mujeres Indígenas de territorios
en conflicto autoconvocadas de las naciones Mapuche Lof Pillan Mahuiza,
Mapuche-tehuelche Lof Newen Tuaiñ Inchin, Mapuche Lof Cañio Cerro León, Qom
barrio NanQom, Mogoit Tostado, Mbya Guaranía Mbokajity 2, Tapiete, Qom Rosario,
Qom Paraje el Canal, Qom Saenz Peña y Qom Nainec.
La
“rebelión de las flores nativas”, como la decretaron, irrumpe en un escenario
político porteñocéntrico, blanco, machirulo y circunscripto a la disputa
electoral, donde las expectativas sociales se recortan a futuro en pos de
garantizar una garantía de gobernabilidad con “g” de ganancia para el capital.
A contramano de las falométricas lógicas tradicionales de mezquindad,
especulación y verticalidad, mujeres pertenecientes a diversas naciones
indigenas preestatales tejen una poderosa red de resistencia. En una unidad
histórica, gritan BASTA al sistema capitalista, racista y patriarcal que pone
en riesgo la vida del planeta. Denuncian feminicidios, terricidio, asesinatos,
violaciones, desapariciones, persecución, criminalización y violación de
derechos humanos, ambientales, laborales, sanitarios y educativos. Son una
piedra en el zapato al anunciar que la vida no se negocia: no hay pacto social
posible si el genocidio sobre pueblos y territorios continúa.
La
ocupación pacífica del Ministerio del Interior duró once días, durante los
cuales el ninguneo mediático y político fue constante, no solo por parte del
oficialismo, sino también por diversos sectores autodenominados progresistas
y/o feministas. Los resultados, aunque satisfactorios respecto a los reclamos
más urgentes y concretos, fueron claramente insuficientes en relación a la
magnitud de las demandas enunciadas, cuya implicancia en términos estructurales
auguran una larga marcha. Defienden la vida, la suya pero también la nuestra;
su historia y nuestro futuro. Acuerpan la valentía propia de quienes saben que
no tienen nada por perder. Las están matando y no es metáfora.
Gracias a la ocupación, fueron arrancadas reuniones
con funcionaries del Ministerio de Justicia, de Ambiente y del Instituto
Nacional de las Mujeres, quienes se comprometieron a tapar los pozos en las
cercanías de la ciudad de San Ignacio en Misiones, que son muy peligrosos para
les niñes de la
comunidad Mbya Guarani que allí habita, y a garantizar agua
potable para esta y otras comunidades de la zona, que actualmente se encuentran
tomando agua contaminada. A su vez, lograron respuestas en torno al seguimiento
de las causas cajoneadas por la desaparición de Marcelino Olaire, ocurrida el
8/11/16; el asesinato por la policía chaqueña de Ismael Ramírez, de 13 años; y
el hostigamiento que sufre la hermana Qom María Mendoza a partir de la injusta
detención de su hijo luego de ser brutalmente golpeado por la policía
formoseña.
Sin
embargo, su objetivo manifiesto, más allá de obtener respuestas para las
problemáticas más concretas, fue sembrar conciencia social respecto de la
agenda de los pueblos originarios y de la tierra, buscando establecerla no solo
en los discursos sino “en nuestros cuerpos y corazones”. La ocupación pacífica
finalizó pero la lucha continúa: el sábado, en el acto de cierre, se lanzó una
campaña por un 1º de mayo plurinacional y la convocatoria al Campamento Climático
de los pueblos contra el terricidio, del 7 al 10 de febrero del 2020 en el Lof
Mapuche Pillan Mahuiza.
Una ocupación incómoda
Las
compañeras indígenas que protagonizaron la ocupación pacífica del Ministerio
denunciaron la falta de respuestas, no solo de las instituciones, sino también
del propio feminismo, -que, en simultáneo y de forma rimbombante, se proclamaba
plurinacional-; al igual que de las principales organizaciones y referentes del
campo popular. Fueron hostigadas por haber elegido un “pésimo momento” para la
ocupación y evidencian que “nunca parece ser un buen momento para escucharlas”.
Sus demandas incomodan porque, pese a no ser indiferentes a ella, implican un
nivel de cambio estructural que trasciende cualquier gestión gubernamental: “No
es contra los gobiernos sino contra el estado racista”.
Esta
invisibilización a través del silencio, vieja estrategia de disciplinamiento
patriarcal y acorde a una larga historia colonial, da cuenta de la amenaza que
expresa su lucha al identificar con claridad enemigos y soluciones,
despersonalizando los conflictos -sin por ello desrresponsabilizar- para ir
hacia su raíz, trazando necesarios horizontes, en un contexto militante signado
por la resignación y la desorientación estratégica.
A
diferencia del derecho el aborto, como reclamo aglutinante -e imprescindible-
de los feminismos, que puede ser condensado en una ley, negociada y absorbida
por la lógica estatal, llegando a ser enunciando incluso en términos del
derecho liberal, las demandas indígenas interpelan directamente las reglas del
juego: no hay margen de negociación posible. Al respecto, son contundentes: “no
podemos negociar la tierra, porque sería negociar con nuestros cuerpos”. Saben
que enfrentan límites macizos también del otro lado: “el tema territorio nadie
lo quiere charlar porque ya está todo vendido”.
La rebelión de las flores nativas nos interpela a
les feministas, en particular a las mujeres cis blancas de clase media que
habitamos el Encuentro como si fuese el living de nuestra casa. A las
superheroínas del feminismo urbano nos resulta sumamente funcional jerarquizar
determinados clivajes por sobre otros, en particular el género por sobre la
clase, la raza, la etnia, la nación, la corporalidad, etc, y reducir el problema
de la interseccionalidad de opresiones aceptada en el plano teórico a una
cuestión meramente nominal. La fantasía de homogeneidad entre las oprimidas
legitima nuestra voz. ¿Cuáles son las consecuencias de dicha jerarquización? La
invisibilización de nuestros privilegios de enunciación.
El
feminismo avanza y, a su paso, se multiplican las tensiones. Las celebramos
porque dan cuenta de un movimiento vivo. La sintonía colectiva post encuentro
fue de extrañeza; la luna de miel llegó a su fin y aparece ese momento, propio
de toda relación, donde el rosa inicial muta hacia una compleja paleta de
grises, más profunda pero también más interesante. Sin
embargo, asusta la pulsión hacia la institucionalización del feminismo, a
través de una domesticación de sus demandas, que se combina con una formulación
individualista e individualizante tanto de las perversiones del patriarcado
como de nuestras respuestas. Más allá de la necesidad material o importancia
táctica que sin dudas tienen muchas veces estas operaciones, su naturalización
resulta problemática en ausencia de un proyecto político enmarcador. En caso
contrario, estos procesos amenazan con licuar nuestras demandas para volverlas
digeribles al paladar neoliberal, llevándonos a enunciarlas en términos de
derechos de propiedad y libertad individual. Se impide así la comprensión
interseccional del entramado de violencias que nos atraviesa, pero también –y
urge hacernos cargo- nos constituye. En esa puja, las flores nativas nos
convocan a habitar y habilitar discursos basados en el registro genuino de le
otre, pensando en clave de libertades colectivas y resignificando la relación
con nuestro entorno. Una apuesta profundamente disruptiva que sacude nuestras
nociones occidentales de cuerpo, comunidad y territorio.
El feminismo hegemónico viene a ser desestabilizado
por estas flores rebeldes, hartas del racismo y el antroprocentrismo que le es
intrínseco. Se escucha en el hall del Ministerio: “nosotras (las mapuche) no
somos feministas, somos antipatriarcales. El feminismo no tiene el
monopolio de la lucha, que para ser antipatriarcal debe ser anticolonial. El
feminismo sigue siendo antropocéntrico: para nosotras el sujeto protagónico es
la tierra, no la humanidad”.
Mientras
las herramientas de organización más clásicas parecen agotarse, emerge con
fuerza ancestral una trama subterránea de autogestión y resistencia. Desde
distintos rincones del territorio llegan mujeres indígenas para denunciar,
incomodar y descentralizar, pero también para proponer otras formas de vida y
coexistencia posibles, sembrando alternativa frente a la crisis social,
climática y ambiental orquestada por el capital.
Las
palabras no alcanzan sin compromiso de lucha y escucha. La comodidad de
encontrar la victoria en un nombre debe alertarnos de los riesgos de una
batalla meramente nominal, donde poner el cuerpo deviene accesorio y
secundario, supeditado a las prioridades de una agenda electoral. Llegó la hora
de dejarnos interpelar para preguntarnos: ¿qué significa y cómo nos atraviesa
-política, material, corporal, epistemológica y afectivamente- tirar abajo las
fronteras, no solo en nuestros discursos? ¿Qué potencias, incomodidades y
desafíos emergen? ¿Cómo asumimos y elaboramos colectivamente las tensiones
propias de la masividad y diversidad de nuestro movimiento? Y, finalmente,
sincerarnos respecto a las implicancias profundas de apostar por la
construcción de genuino feminismo plurinacional.
http://www.agenciapacourondo.com.ar/relampagos/somos-plurinacionales-por-valentina-avelluto-y-yona-sandoval-ramos
Fuente: https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2019/10/24/argentina-somos-plurinacionales/
No hay comentarios:
Publicar un comentario