Llamamiento a participar en la Cumbre Social por el
Clima de la COP 25 en Madrid
22 noviembre 2019
Por Cumbre Social por el Clima
Las decisiones unilaterales del
gobierno chileno de Sebastián Piñera de cancelar la celebración de la COP 25 en
Chile –ignorando a los movimientos sociales chilenos y del resto de América
Latina y su trabajo previo de meses– y del gobierno de Pedro Sánchez de acoger
el evento, obligan a los movimientos sociales del Estado español a tomar un
relevo sobre el que no han sido consultados, en un marco temporal casi
inasumible para garantizar una participación y contestación social adecuadas.
Más allá de la COP25: los pueblos por el
clima
Siendo
conscientes del claro eurocentrismo que implica la celebración de una COP en un
país europeo por tercer año consecutivo, aceptamos el reto de articular
protestas y críticas contra estas políticas como una enorme responsabilidad. Lo
hacemos desde la rabia e impotencia ante las injusticias y atrocidades que se
están cometiendo contra el pueblo chileno, desde la solidaridad y apoyo frente
a la decisión de continuar con la celebración de la Cumbre de los Pueblos y de la Cumbre Social por la Acción Climática
en Chile, y desde la determinación de intentar generar un espacio donde su voz
también pueda ser escuchada.
Condenamos
de forma tajante y sin tapujos la violación de derechos humanos en Chile y
exigimos su cese. La declaración de guerra contra el pueblo chileno por parte
de su gobierno es un ataque a la democracia y a la lucha por la justicia
social. Demandamos que los responsables de esta represión sean sancionados.
Queremos poner bajo el foco que la protesta social en Chile y en otros lugares
del mundo es también la expresión de la crisis ecológica. El paradigma del
crecimiento económico ilimitado está estrellando a la humanidad contra unos
límites planetarios que desde el sistema económico se insiste en invisibilizar.
Vivimos tiempos convulsos de auténtica
emergencia ecológica, climática y social. El diagnóstico científico es diáfano
respecto a la gravedad y la urgencia del momento. El crecimiento económico se
produce a costa de las personas más vulnerables: las personas racializadas, las
personas indígenas, el campesinado, las personas empobrecidas, las personas
migrantes, las personas LGBTI y queer, las comunidades de
vanguardia en resistencia… Y se produce también a costa de nuestro entorno, las
demás especies y los ecosistemas. Las mujeres, que forman parte de todos estos
colectivos, se ven afectadas diferencialmente y son víctimas de las peores
consecuencias del modelo capitalista cisheteropatriarcal.
Como
activistas con base en el Estado español y la Unión Europea ,
queremos asumir la responsabilidad de denunciar el papel explotador de las
regiones enriquecidas del mundo y su protagonismo en la generación de “zonas de
sacrificio” en países empobrecidos, a través del extractivismo energético,
material y cultural, que destruye comunidades y bienes comunes. Estamos
viviendo en países que impulsan el consumo y la destrucción de la humanidad y
la naturaleza, imponiendo nuestros modelos y visiones del mundo en otras partes
del planeta.
Desde
estos mismos países, que poseen una gran capacidad militar (especialmente
armamento nuclear), se impulsa un nuevo concepto de securitización climática
para proteger sus intereses por medio de la ocupación de importantes nichos de
poder y dejando el control de tecnologías clave para la transición energética
en manos grandes empresas de seguridad, mientras se incrementa la
militarización de las fronteras y se acaparan tierras por todo el planeta. El
cambio climático continuará alimentando conflictos armados y guerras a gran
escala y violencia entre comunidades.
Desde
esta posición privilegiada, nos comprometemos a asumir la responsabilidad de
nuestro pasado común, presente y futuro. Nos rebelamos para cambiar este
sistema letal.
Es
necesario desenmascarar la hipocresía de gobiernos que llevan décadas
fracasando en las negociaciones climáticas, al tiempo que blindan tratados
comerciales y de inversiones como herramientas de dominación del capital,
dirigidos a perpetuar el desequilibrio de poder que permiten el lujo de unas
pocas personas a costa del sufrimiento de la mayoría, acaparando, privatizando
y financiarizando cada vez mayores esferas de la vida. Esos mismos
gobiernos alimentan la industria fósil con subsidios millonarios y protegen y
rescatan bancos fósiles que se lucran con la crisis climática y la devastación
ambiental y social.
El
papel de las empresas transnacionales españolas y europeas en regiones como
América Latina han supuesto una prolongación de la larga noche de los 500 años
de colonialismo, acrecentando la crisis ecológica, y minando las posibilidades
de soberanía de los pueblos. Chile, hoy, es la expresión del cansancio de las
políticas neoliberales y extractivistas en todo el continente. América Latina
es Chile y Chile es América Latina.
Creemos
en la justicia climática como el eje vertebrador de la lucha social de nuestro
tiempo: porque la sostenibilidad es imposible sin justicia social, y la
justicia no existe sin un respeto a todos los seres que viven en el planeta. La
justicia climática es el paraguas más amplio que existe para proteger bajo su
esfera toda la diversidad de luchas por otro mundo posible: ecologismo,
activismo climático, feminismo, LGBTIQ+, sindicalismo, antirracismo,
antifascismo, antimilitarismo, movimientos decoloniales, movimiento indígena,
movimiento campesino, movimiento rural… Promovemos la justicia climática como
un movimiento de movimientos en el que quepan muchos mundos diversos.
Nos
comprometemos a trabajar para dar visibilidad a las demandas que garanticen una
transición justa realizada con la rapidez suficiente, para evitar nuevas
catástrofes, como un calentamiento por encima de los 1.5°C o el colapso de los
ecosistemas y la
sociedad. Es necesario tomar decisiones basadas en la
ciencia; la comunidad científica ya ha indicado con claridad la necesidad de
dejar la mayor parte de los combustibles fósiles en el subsuelo, sin extraer,
para lograr una reducciones de emisiones de gases de efecto invernadero que
estén a la altura del reto climático.
Por
ello nos rebelamos contra los modelos extractivistas relacionados con la
producción y consumo de energía fósil en todo el mundo, así como rechazamos
también con especial énfasis el uso civil y militar de la energía nuclear.
Instamos
a un cambio radical en el modelo de movilidad que conduzca a la reducción del
transporte masivo de mercancías y personas, causantes entre otros problemas de
la turistificación y gentrificación exacerbadas en las ciudades, donde generan
graves desigualdades sociales. El modelo de transporte debe paliar al mismo
tiempo el creciente aislamiento del medio rural, una de las causas de su
progresivo despoblamiento.
Denunciamos los intentos de promover
falsas soluciones como aquellas basadas en la geoingeniería, que pretenden
mantener el statu quo del actual sistema productivo, aleja el
foco de las verdaderas soluciones y amenaza, además, con desiguales impactos a
escala planetaria que nuevamente sacrificará primero a las comunidades más
desfavorecidas.
Denunciamos
también la imposición de un modelo de producción y consumo que no reconoce la
alimentación como un derecho y que es corresponsable de la crisis climática y
de biodiversidad y condena al hambre a más de 800 millones de personas.
Exigimos una transición agroecológica que impulse sistemas justos y sostenibles,
que respeten la soberanía alimentaria de los pueblos.
De
igual forma, denunciamos la imposición de un modelo de producción y consumo
basado en el “usar y tirar” que afecta una vez más a las personas más
empobrecidas. Las cantidades ingentes de residuos producidos por los países
enriquecidos son trasladados en su mayor parte a países del Sur obligando a
vivir en una espiral de pobreza, violencia y condiciones insalubres a las
comunidades y colectivos más vulnerables que habitan esos lugares.
Por
otra parte la explosión social chilena y su brutal represión nos muestra que la
crisis civilizatoria que vivimos es también una crisis democrática. Necesitamos
avanzar hacia la construcción de modelos más democráticos de sociedad, que
garanticen la toma de decisiones colectivas poniendo el bien común en el
centro. En este sentido, la decisión de trasladar la COP 25 a Madrid supone también una
merma democrática al comprometer los trabajos de meses de numerosas redes,
colectivos y organizaciones de todo el mundo que no podrán ahora participar de
la forma que habrían deseado.
Nos
solidarizamos con quienes más sufren, con las personas trabajadoras y con las
comunidades que están en primera línea de resistencia en todos los continentes.
También nos solidarizamos con quienes menos han participado en alimentar la
crisis climática y más acusan sus impactos. Apoyamos a todas las personas de
cualquier género, origen, lengua, raza, etnia, capacidad física, orientación
sexual, experiencia, edad y creencia.
Hacemos
un llamamiento a personas y colectivos a rebelarse frente a un sistema
capitalista opresor que expulsa cada vez a más personas –muchas de las cuales
se ven obligadas a migrar de sus territorios– y esquilma de forma creciente las
bases que sostienen la
vida. Hacemos un llamamiento a participar en la respuesta
social a la COP25 y a tejer red y construir comunidad frente a una crisis
climática que es solo el síntoma más visible de un sistema profundamente
injusto.
Invitamos
a todas las personas y colectivos que se sientan interpelados por estas
demandas a participar en la construcción de la Cumbre Social por el
Clima, para rebelarse, proponer y tejer comunidad. Frente a la creciente
represión y las estrategias para dividir y desmovilizar a los movimientos,
mostraremos más unidad que nunca en la lucha común por la justicia.
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Campanas-y-Acciones/Llamamiento-a-participar-en-la-Cumbre-Social-por-el-Clima-de-la-COP-25-en-Madrid
La
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