Entrevista a Plínio de
Arruda Sampaio Júnior, economista y profesor de la Unicamp
“Es hora de organizar
el partido de las luchas reales”
30 de diciembre de 2015
30 de diciembre de 2015
Por Alexandre Haubrich (Correio de Ciudadania)
El cierre de un año turbulento, marcado por una infinidad de
crisis, exige el análisis del cuadro general y una reflexión sobre sus causas y
consecuencias. A continuación, editamos los pasajes más destacados de la
entrevista que el periodista Alexandre Haubrich le realizara a Plínio de Arruda
Sampaio Júnior, economista y profesor da Unicamp (Universidad Estadual de
Campinas). En ella, Plinio analiza la coyuntura política económica de 2015,
debate la actual crisis de la izquierda recurrente del quiebre del pacto
lulista, y propone la unidad en torno del “partido de las luchas reales”.
(Redacción de Correspondencia de Prensa)
- ¿Cuáles las diferencias más importantes
entre el inicio del segundo gobierno Dilma y los tres primeros gobiernos del
PT?
El segundo gobierno Dilma sufre las
consecuencias de las graves contradicciones acumuladas en los tres gobiernos
anteriores. Los problemas de agravaron por la metástasis de la crisis económica
y por la absoluta falta de liderazgo y creatividad de la presidente. El
agotamiento del ciclo de crecimiento impulsado por la bola especulativa
internacional destruyó las bases del llamado neodesarrollismo, dejando como
legado una crisis económica de gran envergadura y difícil solución.
El fin de la “paz social”, cuyo marco puede
ser asociado a las revueltas urbanas que paralizaron el país en 2013, solapó el
apoyo del llamado lulismo, desatando una monumental crisis política
institucional, cuya esencia radica en el quiebre espectacular del sistema de
representación que sustentaba la Nueva República. Las
falsas soluciones del modo petista de gobernar explotaron en las manos de
Dilma, probando que es imposible resolver problemas fundamentales de la
sociedad sin enfrentar sus causas estructurales, la segregación social y la
dependencia externa. La fantasía construida por Lula se deshizo en las manos de
Dilma.
- ¿El segundo gobierno de Dilma te sorprende?
Para quien observa la realidad desde una
perspectiva crítica, era previsible que, para la clase trabajadora, el segundo
gobierno Dilma sería más desastroso que el primero. La campaña de 2014 fue una
disputa cerrada entre candidatos comprometidos con el status quo, donde cada uno buscaba calificarse
delante de la burguesía nacional e internacional como el mejor apto para hacer
el “ajuste” de la economía y de la sociedad bajo las exigencias del capital en
tiempos de crisis económica mundial.
Cuando la Dilma candidata decía que no haría
el “ajuste” contra los trabajadores ni que la vaca tosiese, camuflaba sus
compromisos con los dueños del poder. Su programa electoral se encuadraba integralmente
en la agenda liberal. Las grandes constructoras, mineras, empresas de
agronegocios e instituciones financieras sabían de eso y no ahorraban recursos
para financiar su elección. Tampoco le faltó apoyo de la comunidad
internacional (eufemismo para designar el imperialismo). Por tanto, era
previsible que Dilma estaba comprometida hasta el pescuezo con el “ajuste
neoliberal”. Reconozco, sin embargo, que no esperaba una rendición tan rápida a
la pauta reaccionaria, su patente cobardía y su total falta de sensibilidad
para con el sufrimiento de los trabajadores.
- ¿Cuál es el momento de inflexión que llevó a
la ofensiva conservadora que hemos visto en la sociedad brasileña?
La giñada conservadora fue doblemente
condicionada. Por un lado, la sociedad brasilera recibió los eventos del
“régimen de austeridad” que se impuso sobre el mundo capitalista a partir de
2010. La “solución norteamericana” para la crisis económica supone una brutal
ofensiva sobre el trabajo con los retrocesos democráticos correspondientes. El
deterioro del nivel tradicional de vida de los trabajadores requiere de un
padrón de dominación más duro y autoritario. No por casualidad, las
calificadoras internacionales de riesgo incluyen en su análisis la presencia o
no de leyes antiterroristas que criminalizan la lucha social. Por otro lado, el
giro conservador responde a la necesidad de contener los vientos de cambios
provocados por las revueltas urbanas de 2013.
La polarización de la lucha de clases, provocada por el
agotamiento del ciclo de crecimiento y por la quiebra del lulismo, queda
patente cuando se observa el contenido de la lucha de clases. Para los de
abajo, el “mejorismo” de los años Lula fue poco. La juventud fue a la calles
para exigir políticas sociales y reformas democráticas. Para los de arriba, el
“mejorismo” petista fue mucho. Sintiendo que sus privilegios seculares pueden
ser amenazados, la plutocracia brasilera muestra los dientes y afilas sus uñas.
La clase dominante sabe que el ajuste
ortodoxo implica grandes sacrificios para la población y ve con miedo la
emergencia del pueblo en la historia. Juventud luchando por la movilidad urbana, estudiantes ocupando
aulas para exigir enseñanza pública, trabajadores haciendo huelgas por salarios
y derechos, indios luchando por su tierra y sus ríos, protestas contra la falta
de agua, sin techos ocupando terrenos, etc. Todo eso es altamente subversivo y
aterroriza a las clases dominantes.
- ¿Cuáles las raíces de las crisis económica y
política? ¿Alguna vino antes de la otra?
Las crisis económicas y políticas se
condicionan recíprocamente, pero poseen dinámicas propias no pueden ser
reducidas una a la otra. La
crisis económica es determinada en última instancia por la necesidad de
“ajustar” la economía brasilera a una posición todavía más subalterna en la
división internacional del trabajo. La crisis política, evidencia la quiebra
del sistema de representación y es determinada por el fin de la “paz social”.
La primera queda patente con el fiasco del
llamado neodesarrollismo. Donde una nueva rodada de modernización de los
padrones de consumo, profundizó el carácter subdesarrollado y dependiente de la
economía brasileña. La segunda es caracterizada el agotamiento del “mejorismo”
lulista, cuya esencia consistía en aprovechas el pequeño aire generado por el
crecimiento económico para reforzar las políticas asistencialistas y mitigar
(no revertir) el proceso de concentración de ingreso característico del modelo
económico brasilero.
La crisis política extrapola el problema de la
crisis insoluble del gobierno Dilma. Es el régimen instaurado en la Nueva República
que ya no agrada a los de abajo, que exigen que las promesas de la Constitución Ciudadana
sean cumplidas; ni a los de arriba, que precisan erradicar lo que resta de
contenido democrático de la Carta de 1988 para tener condiciones de profundizar
la reversión neocolonial exigida por el ajuste liberal.
- ¿Cuál es la mejor forma de que los
trabajadores y la izquierda se organicen para enfrentar tanto el avance
conservador como en general el ajuste fiscal?
La lucha de clases se polariza entre dos
partidos: el partido del “ajuste” y el partido “contra el ajuste”, el polo
conservador y el polo de la transformación democrática. Las formas más eficaces
de frenar la ofensiva del capital serán definidas concretamente en el proceso
de la propia lucha. Algunas directrices generales, no obstante, pueden ayudar a
la tarea de la reorganización de la clase trabajadora.
Para vencer al partido del “ajuste” es preciso, en primer lugar,
salir de la trampa que reduce la política a las opciones binarias, dejando a la
sociedad brasilera entre la cruz y la calderita, la opción del ajuste duro y
franco y la opción del ajuste un poco menos duro y disimulado. En tanto el
horizonte político siga monopolizado por las propuestas del orden liberal, el
radio de maniobra de los trabajadores es mínimo. Para salir de ese antro
estrecho, es preciso dejar de lado cualquier ilusión de una vida mejor sin
romper con los parámetros del orden global.
Esto coloca la necesidad de radicalizar la crítica y crear
instrumentos políticos necesarios para el cambio. Es el proceso de lucha y
aprendizaje que hace avanzar la constitución de un sujeto histórico capaz de
abrir nuevos horizontes para la
sociedad. En términos prácticos, los trabajadores precisan
comprender que para derrotar el ajuste, precisan derrotar la política
económica, precisan derrotar el modelo económico, precisan cambiar las bases
del Estado brasilero y crear alternativas económicas concretas. No es una tarea
fácil, pero es la tarea histórica que se coloca (…)
- ¿Cómo ves la formación de los frentes como
el Pueblo Sin Miedo y el Brasil Popular, en la actual coyuntura ?
La iniciativa del Pueblo Sin Miedo de
organizar a la población para enfrentar el ajuste neoliberal es positiva, pero
insuficiente. El ajuste no es una política del ministro Levy que puede
eventualmente ser derrotada con su sustitución (1) por un nombre más potable.
Es un engaño imaginar que el gobierno Dilma esté en disputa. Dilma está totalmente
sometida al gran capital y actúa de acuerdo con los dictámenes del ajuste
neoliberal.
Por tanto, es imposible ser contra el ajuste
y apoyar veladamente al gobierno. El hecho de que Dilma sea un “mal menor”
comparada a Aécio (Neves) y Temer no cambia en nada la situación. Si los que combaten el ajuste quedan presos de la disyuntiva
del “mal menor”, el partido “contra el ajuste” -el partido de las víctimas del
capitalismo- no tiene como afirmarse como una referencia capaz de abrir nuevos
horizontes para la sociedad brasileña. Los que luchan contra el ajuste no
pueden quedar rehenes del Estado.
El Frente Brasil Popular es una iniciativa
desesperada de los petistas para intentar salvar a Dilma. Compuesto de
movimientos sociales y sindicatos enroscados al Estado, el Frente no dio ninguna
señal de vigor para liderar grandes movilizaciones de masas. El agravamiento de
la crisis económica y del desempleo debe disminuir todavía más su capacidad de
convocatoria. No creo que consigan ir más allá de un amague.
- ¿Qué alternativas ofrecer hoy a los partidos
de izquierda y movimientos sociales? ¿Están prontos para hacer ese
enfrentamiento?
La izquierda precisa organizar a los
trabajadores para resistir la nueva ofensiva del capital y crear una
alternativa al capitalismo. Sin lucha, el costo de la crisis será volcado en
las espaldas de los trabajadores. Sin grandes transformaciones sociales, no hay
como evitar el avance de la
barbarie. Lo fundamental es crear una fuerza política para
que la economía y la sociedad sean organizadas en función de las necesidades
efectivas del conjunto de la población.
El punto de partida es superar cualquier ilusión de que los
problemas graves de la población brasileña pueden ser resueltos con crecimiento
y “mejorismo”. El crecimiento y el “mejorismo” mitigan los problemas del
pueblo, pero son funcionales a la reproducción del subdesarrollo y de la dependencia. El
compromiso de la izquierda es con la “revolución brasilera”.
- ¿La socialdemocracia en Brasil llegó a su
límite?
La socialdemocracia no llegó al límite porque
ella en verdad nunca existió en Brasil. No hay bases objetivas y subjetivas
para una política reformista en Brasil. De un lado, el capitalismo brasilero
depende de un padrón de acumulación que se sustenta en la superexplotación del
trabajo y en la presencia dominante del capital internacional. En esas
condiciones, no hay espacio para políticas que pretendan enfrentar la
segregación social y la dependencia externa, las dos causas fundamentales de
los males del pueblo. De otro lado, la sobrevivencia del capitalismo
dependiente requiere de un padrón de acumulación que funciona como una
democracia restringida, herméticamente cerrada a las demandas de las clases
populares.
En tales circunstancias, no hay espacio real
para que la lucha política institucional avance al punto de poner en riesgo las
estructuras del capitalismo dependiente: la segregación social y la dominación
imperialista. La intolerancia en relación a la movilización del conflicto
social como forma de conquista de los derechos colectivos -la esencia de un
régimen político democrático- cierra las puertas a cualquier tipo de
experiencia reformista.
En Brasil, el compromiso de la burguesía con la democracia acaba
en el momento en que ella pone en riesgo sus privilegios. El “mejorismo” de
Lula pasó muy lejos de cualquier propuesta socialdemócrata. Lula no reformó
nada. Su gobierno profundizó el subdesarrollo. El PT representa la “izquierda”
del orden, el orden comprometido con la reproducción del capitalismo
dependiente.
- ¿Cuáles son los elementos que ya tenemos
para desencadenar la
Revolución Brasilera y cuáles nos faltan?
La revolución brasilera está en curso. Ella
es impulsada por las luchas reales de todos los que se baten con intransigencia
contra la intolerancia de los ricos en relación a cualquier cambio que amenace
sus privilegios. En perspectiva histórica, ella debe ser entendida como el
desenlace de un largo proceso histórico, impulsado por la necesidad de concluir
la larga transición del Brasil-Colonia de ayer al Brasil-Nación de mañana. Su
punto culminante es la superación definitiva de las estructuras económicas,
sociales, políticas y culturales responsables por los dolores del pueblo (…)
Las condiciones objetivas que determinan la revolución brasilera
ya están maduras hace algún tiempo y quedan patentes en la relación perversa
entre desarrollo capitalista y reversión colonial. En otras palabras, es la
absoluta incapacidad de la burguesía brasilera en defender los intereses
nacionales y resolver los problemas fundamentales de la población lo que pone a
la revolución brasilera en el orden del día. La revolución social es el único
medio de evitar la barbarie.
Las condiciones subjetivas de la revolución brasilera todavía
faltan construirse. El sujeto de la revolución está ahí para quien lo quiera
ver. Son los trabajadores sin tierra que luchan por un lugar al Sol, son los
sin techos que luchan por vivienda, son los estudiantes y los profesores que
defienden la escuela pública, y la juventud que exige movilidad urbana, son los
indios que luchan por su sobrevivencia, son las mujeres que batallan contra la
doble explotación, son los trabajadores que no aceptan el quite de derechos
sociales. En fin, es el pueblo brasilero que lucha por una vida digna.
Las formas de la revolución también ya fueron esbozadas en la
Jornadas de Junio de 2013. La fuerza propulsora de la transformación social es
la revuelta avasalladora del pueblo contra sus opresores. Eso ya existe de
manera difusa y fragmentada. Falta unificar los sujetos dispersos en torno de
un programa revolucionario. Falta crear instrumentos políticos que permitan
transformar la energía difusa de las masas inconformes en fuerza política
condensada. Falta organizar el partido de las luchas reales. Esto está siendo
construido lentamente por todos los que luchan con intransigencia en defensa de
los intereses estratégicos de los trabajadores. Es imposible prever cuando tal
construcción sufrirá un salto de calidad. Si demora mucho, Brasil se hundirá en
un dantesco mar de barro.
* Alexandre Haubrich es periodista de los
sitios Jornalismo B y Jornal del Sintrajufe.
Traducción de Ernesto Herrera –
Correspondencia de Prensa
Nota de Correspondencia de Prensa
1) La entrevista fue realizada el 8 de diciembre de 2015 para el
Jornal del Sintrajufe, unos días antes de que Joaquim Levy fuera remplazado por
Nelson Barbosa como ministro de economía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario