La última generación que puede hacer algo
6 de diciembre de 2015
6 de diciembre de 2015
París es el escenario de una nueva Conferencia de la Partes (COP21). El objetivo es el más ambicioso de los proclamados hasta ahora en las anteriores cumbres. Los riesgos civilizatorios en curso exigen definiciones claras y concretas porque se proclama “Es la última oportunidad para hacer algo serio por el planeta”. Sin embargo las expectativas no son muy alentadoras.
Por Eduardo Lucita.
Este mismo lunes 30 cuando, en
un Paris aún conmocionado por los atentados terroristas, se inauguraba la
COP21, la capital y otras ciudades de China aparecieron cubiertas por un smog
tóxico que superaba en más de 20 veces el nivel de micropartículas en el aire
recomendado por la OMS. La
coincidencia pareció confirmar los varios lemas que precedieron la apertura:
“En el cambio climático se juega el destino de la humanidad”, “París 2015 es
una fecha casi fatal”, “Somos la primera generación en sentir el impacto
climático y la última que puede hacer algo”…
Es que el cambio climático es ya una realidad inocultable y no
queda más tiempo. El aumento en la temperatura promedio de la superficie
terrestre ha alcanzado niveles sin precedentes y este aumento está fuertemente
relacionado con otro: el incremento de carbono en la atmósfera, bajo la forma
de gas carbónico y gas metano, cuya importancia en el efecto invernadero está
científicamente comprobada. Los informes dan cuenta que en el Siglo XX la
temperatura promedio de la superficie de la tierra aumentó 0,6 grados
centígrados, el nivel del mar subió entre diez y veinte centímetros y los
glaciares muestran un pronunciado retroceso.
Se estimaba que más de 50.000 personas se congregarían estos días en París para presionar por soluciones concretas en la 21ª Conferencia de las Partes (COP21). Que una multitud tal estuviera dispuesta a juntarse en una ciudad bajo Estado de Excepción y prácticamente militarizada, habla de la valentía y decisión de los asistentes y del rechazo al terrorismo fundamentalista de estos días. La represión y el encarcelamiento de cientos de activistas ecologistas dejó en claro que el Estado francés aprovechaba la situación para evitar la gran movilización que se esperaba.
Se estimaba que más de 50.000 personas se congregarían estos días en París para presionar por soluciones concretas en la 21ª Conferencia de las Partes (COP21). Que una multitud tal estuviera dispuesta a juntarse en una ciudad bajo Estado de Excepción y prácticamente militarizada, habla de la valentía y decisión de los asistentes y del rechazo al terrorismo fundamentalista de estos días. La represión y el encarcelamiento de cientos de activistas ecologistas dejó en claro que el Estado francés aprovechaba la situación para evitar la gran movilización que se esperaba.
Antecedentes
Las primeras alertas datan de más de 50 años atrás, cuando comenzó
a hablarse de los problemas climáticos y el calentamiento global. En 1988 la
ONU creó el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima
(GIEC), todos los informes elaborados desde entonces dan cuenta que la
actividad de los seres humanos y su emanación de gases de efecto invernadero
(emisiones antrópicas) son las responsables del aumento de la temperatura media
de la superficie terrestre. Desde entonces las cumbres climáticas se han sucedido
una tras otra sin que se lograran mayores avances.
Cumbres
y más Cumbres
Cuatro años después de la creación del GIEC tuvo lugar en Rio de
Janeiro la llamada
Cumbre de la Tierra 1992. Es recordada porque fue el inicio
de las negociaciones entre los estados, grupos de científicos y ecologistas, y
también por el memorable discurso de Fidel Castro que, contrariando lo que se
suponía, habló menos de cinco minutos y describió los problemas y sus
consecuencias en forma impecable. Aquella Cumbre aprobó una Convención Marco
que señalaba que no todos los países tenían las mismas responsabilidades y
tampoco la misma capacidad para enfrentar “las peligrosas perturbaciones” del
sistema climático. Conviene recordar que EEUU, China, India, Rusia y Brasil son
los principales emisores de gases de efecto invernadero.
En 1997 se acordó el Protocolo de Kioto (Japón) por el cual las 35
naciones más desarrolladas se comprometían a reducir las emisiones, entre el
año 2008 y el 2012, en un 5.2 por ciento, en relación al año 1990. EEUU se negó
a ratificar ese protocolo en tanto que Canadá que sí lo había hecho, luego se
retiró del acuerdo para poder explotar el gas no convencional. La realidad es
que desde 1992 a
la actualidad la emisión de gases efecto invernadero se ha incrementado en un
60 por ciento.
La COP de Copenhague, en 2009 debía haber aprobado un acuerdo
climático mundial, pero fue un fracaso absoluto. Los países del Sur denunciaron
a los del norte por su falta de compromiso y propuestas concretas: EEUU no
quiso comprometerse con una reducción sustancial de sus emisiones mientras que
China no aceptó que las reducciones que se acordaran fueran obligatorias y
controladas por un organismo internacional. La asamblea final confirmó el
fracaso y solo resonaron con fuerza las voces de Evo Morales (Bolivia) y Hugo
Chávez (Venezuela), allí se acuñó el lema “Cambiar el sistema no el clima”.
La
COP21
El tema de esta nueva Cumbre no es otro que el calentamiento
global y los riesgos civilizatorios que encierra. Se trata de alcanzar un
acuerdo de extensión planetaria que reemplace al Protocolo de Kioto y que sea
obligatorio para reducir en un 5 por ciento las emisiones con respecto a 1990.
Sin embargo este nuevo protocolo entraría en vigencia recién en… 2020, como el
anterior venció en 2012 quedaron 8 años sin ningún compromiso. Un tiempo
perdido cuando en realidad no hay tiempo que perder. El imperativo es eliminar
los combustibles fósiles y alcanzar el 100 por cien de energías renovables para
el 2050. No falta tanto.
En los acuerdos de Kioto cada país debía reducir sus emisiones
según sus responsabilidades y recursos, ahora esta diferenciación no se tiene
en cuenta. Por el contrario cada país ha elevado lo que está dispuesto a
reducir voluntariamente sin tener en cuenta si la ponderación final arroja el
porcentual necesario de reducción de las emisiones para lograr que el
calentamiento global no supere los 2° C a fin de siglo. Para peor está la duda
si los compromisos de cada país serán vinculantes. Esto es obligatorios.
La Secretaría de la Cumbre informó recientemente que sumando todas
las contribuciones presentadas las emisiones serían un 35 por ciento mayores a
los necesario para que a fin de siglo la temperatura media no supere los 2° C.
Puede comprenderse porque no hay demasiadas esperanzas.
Salvemos
el Clima
Para los científicos el fenómeno que estamos atravesando es un
cambio estructural provocado por un fuerte desequilibrio global del sistema
climático. Pero ya el tiempo de las alertas y de los informes ha concluido se
trata de buscar soluciones de fondo. El problema radica en el modelo
industrial, en el agro negocio, en la exacerbación del consumo, en el tipo de
transporte.
Según el reconocido especialista Daniel Tanuro: “...hay que
producir globalmente menos, al tiempo que se atienden las demandas legítimas de
tres mil millones de seres humanos que tienen muchas necesidades fundamentales
insatisfechas”. Se trata de salvar el planeta y también la vida. Esto requeriría
una baja significativa de la producción material, con lo que se lograría una
reducción estructural de las emisiones, que debiera complementarse con la
protección de los bosques existentes, ya que la deforestación es la segunda
causa de emisión de gas de efecto invernadero. Adicionalmente las fuentes
renovables disponibles permitirían satisfacer las necesidades futuras de la humanidad. Se
lograría así una importante disminución del consumo de energía (50 por ciento o
más en los países desarrollados).
Cambiemos
el sistema
Pero el sistema del capital no puede reducir la producción
material global y al mismo tiempo producir más para atender las necesidades
humanas insatisfechas. Es una incapacidad estructural que radica en la razón
misma del sistema. Si no se acaba con el capitalismo será difícil salvar al
planeta y a quienes habitamos en él.
Se trata de encontrar una fórmula que contemple los derechos
(legítimos) al desarrollo humano con un sistema productivo basado
exclusivamente en energías renovables. Es lo que se conoce bajo el nuevo
concepto de eco socialismo. “Expresión concentrada del combate común contra la
explotación del trabajo humano y contra la destrucción de los recursos
naturales por el capitalismo”
Contribución Nacional
Argentina está en el puesto 25 de los países más contaminantes
aunque nuestro aporte al cúmulo global de gases de efecto invernadero es bajo
respecto del total. Sin embargo como nuestra matriz energética es en un 90 por
ciento alimentada por combustibles fósiles, si se miden las emisiones por
habitante o por unidad de producto es más alta que la media. En este marco la
contribución presentada a esta COP21 por la delegación argentina contiene en
realidad un incremento de las emisiones actuales.
Eduardo Lucita, integrante del colectivo EDI – Economistas de
Izquierda
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article11169
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