Brasil, genocidio
indígena
1 de diciembre de 2015
1 de diciembre de 2015
Por Juan Luís Berterretche (Rebelión)
Como era previsible, el nombramiento por la presidente Dilma Rousseff
de Katia Abreu, líder en el Senado de la bancada del agro-negocio, como
ministra de agricultura, solo podría alentar más violencia criminal de los
ruralistas contra la población indígena del país. Ya la presidente petista
tenía el triste mérito de ser la gobernante que detuvo el reconocimiento y la
demarcación de tierras indígenas en su primer ejercicio (2011-2014). El Consejo
Indigenista Misionario (CIMI) denunció que en 2014 se registraron 118 casos de
omisión y morosidad en la reglamentación de tierras indígenas ya reconocidas.
Como complemento hubo en el mismo año 138 asesinatos de indígenas. Entre los
decesos indígenas debemos contar también 135 casos de suicidios de jóvenes, por
la angustia e inseguridad en la que sobreviven.
En octubre de este año organizaciones de la
sociedad civil que defienden los derechos indígenas sobre sus tierras ancestrales,
denunciaron la responsabilidad del Estado brasileño respecto al genocidio de
pueblos originarios que se está realizando, durante una audiencia de la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos de la OEA (CIDH). Para Eliseu Lopes, líder Guaraní Kaiowá: “Mi pueblo está sufriendo genocidio
en Brasil. La demarcación de nuestras tierras continúa paralizada por el Estado
brasileño. Terratenientes atacan nuestras comunidades con milicias fuertemente
armadas. Nuestra sobrevivencia en cuanto pueblo y nuestro buen vivir está
amenazado”...”Imploramos que los comisionados presionen al estado brasileño a
demarcar nuestras tierras”. Recordemos
que sólo contra los Guaraní Kaiowá se constataron 15 ataques paramilitares en
los últimos dos meses.
Lindomar Terena, líder del pueblo Terena
explica que la opción política gubernamental de incentivar el agro-negocio en
el país, alienta la expansión de los latifundistas sobre nuestros territorios
tradicionales. “En este momento también sufren fuertes ataques los Pataxó de
Bahía y pueblos deMaranhão, que ven sus tierras quemadas y devastadas por
madereras”...“mientras no vemos iniciativas del gobierno en investigar y punir
esas milicias de los hacendados”. Los
abogados que acompañaron los indígenas declararon que “la paralización en los procesos de
demarcación de tierras indígenas es un elemento crucial que alienta los ataques
contra la vida y la integridad física y sicológica de los pueblos indígenas y
el Estado brasileño debe ser responsabilizado”.
Diez años después del asesinato de la hermana Dorothy Stang, en la misma Gleba -terrenos
públicos- Bacajá, en Anapu, en el estado de Pará la persecución a las familias
alcanza índices alarmantes, con asesinatos, amenazas, agresiones y destrucción
de bienes. Allí entre julio y noviembre de este año hubo 7 asesinatos. En el
sur de Rondonia, el 17 de octubre hubo una matanza de cinco personas, aun no
esclarecida.
Del genocidio indígena y la agresión a
pobladores rurales, se ocupan con preferencia los terratenientes a través de
sus cuadrillas o milicias armadas parapoliciales, cabiéndole al Estado el rol
de “desentendido” y sin iniciativa para indagar o penalizar las agresiones
criminales a los pueblos indígenas y demás moradores rurales. Es un reparto de
tareas que en el fondo significa decir: “¿Quieren
más tierras para el agro-negocio? Conquístenlas a tiros que nosotros miramos
para otro lado”.
Se trata de una variante del Terrorismo de
Estado, que “privatiza” las acciones terroristas adjudicándolas a los sicarios
de los terratenientes, a la vez que les garantiza la impunidad de sus crímenes.
Como complemento a esta situación el estado
favorece el agro-negocio con créditos baratos, devaluando la moneda para
abaratar los costos y favorecer las exportaciones, y todo tipo de medidas que
privilegian el sistema productivo de “commodities”.
A la vez hay una ofensiva de los poderes
estatales contra la causa indígena. El sistema judicial en recientes decisiones
del Supremo Tribunal Federal anuló actos administrativos del poder ejecutivo
sobre demarcación de tierras indígenas Guyrarokpá -del pueblo Gauaraní-Kaiowá-
y Limão Verde -de los Terena- en Mato Grosso do Sul y Porquinhos -de los
pueblos Canela- Apãniekra- en Maranhão.
Y en el Legislativo se continúa con proyectos
como la propuesta de enmienda a la Constitución (Pec) 215/00 que transfiere del
ejecutivo para el legislativo -hoy con mayoría de diputados ruralistas- la
prerrogativa de marcar tierras indígenas, titular territorios quilombolas, y
crear unidades de conservación ambiental, para poner en manos de los
terratenientes estas decisiones. La Pec 215 es la Pec del genocidio indígena.
Instala a la “zorra cuidando el gallinero”.
Además de un proyecto de ley 1610/96 que
permitiría la explotación mineral en tierras indígenas. Momento oportuno para
recordar el penúltimo desastre minero en el continente. El 13 de setiembre
pasado en la provincia de San Juan en Argentina, la minera Veladero de
Barrick Gold (canadiense) envenenó los ríos de una cuenca que incluye las
provincias de Mendoza, San Juan, San Luis y La Pampa con un millón de litros de
agua contaminada con cianuro.
Penúltimo, porque el último lo sufrimos sin
salir de Brasil. Nos referimos al crimen ambiental provocado el 5 de noviembre
reciente por la minera
Samarco en Minas Gerais, que es considerado la mayor
catástrofe provocada por una corporación en la historia del País. Ya afecta 500
mil personas en la región por la imposibilidad de captar agua del Rio Doce.
Samarco es propiedad de las transnacionales Vale y BHP Billiton (anglo-australiana)
dueñas cada una del 50% de las acciones. Con la ruptura de dos diques - Fundão
y Santarém- se vertieron 62 millones de metros cúbicos de agua, barro, residuos
de minería de hierro y minerales pesados. Dos poblaciones ubicadas entre los
municipios de Mariana y Ouro Preto fueron arrasadas. El distrito de Bento
Rodrigues fue el más afectado. Se calcula que aún los pobladores de la región
están amenazados por nuevo aluvión de residuos mineros del tercer dique
-Germano- con una grieta de tres metros de ancho en su muro. El 27/11 ya se
contaban 9 muertos, diez desaparecidos y cuatro cuerpos aún no identificados. Y
los que aún pueden estar soterrados. En muestras tomadas del agua además de
hierro se encontró aluminio, manganeso, arsénico y altos niveles de mercurio.
La marea de lodo que contaminó toda la cuenca del rio Doce y en su camino mató
como mínimo nueve toneladas de peces, ya atravesó el estado de Espírito Santo y
alcanzó las aguas oceánicas destruyendo una playa de reproducción de tortugas
marinas y amenazando el Parque Nacional de Abrolhos, un archipiélago que
contiene la mayor biodiversidad marina de todo el Atlántico Sur.
Ese es el inevitable futuro inmediato si se
aprueba el proyecto de ley mencionado. Se trata del “progreso industrial” que
las corporaciones mineras prometen llevar a los territorios indígenas.
Minerales para el lucro de las empresas y tierra, aire y agua envenenados para,
los pueblos indígenas y las poblaciones en general de Brasil.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=206293
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