Propuestas de salida a
la crisis sistémica
Cinco argumentos a
favor del decrecimiento
12 de diciembre de 2015
Por Giorgos Kallis (Diagonal)
El decrecimiento es un “concepto misil” que abre el debate
silenciado debido al irrefutable consenso que existe en torno al desarrollo
sostenible.
El desarrollo
sostenible y su reencarnación más reciente, el crecimiento verde, prometen la
imposible hazaña de continuar el crecimiento económico sin dañar el
medioambiente. Los defensores del decrecimiento, a diferencia, no pretenden
apostar por un desarrollo mejor ni más verde, sino idear y aplicar una visión alternativa al
desarrollo moderno basada en
el límite al crecimiento.El decrecimiento hace vacilar la mirada de sentido común que ve al crecimiento como algo bueno. Como decía la autora estadounidense de ciencia ficción, Úrsula K. le Guin, se trata de “obstaculizar con un cerdo la vía del tren que nos lleva a un futuro de una única dirección, el crecimiento.” O, dicho de otra forma, el decrecimiento es un “concepto misil” que abre el debate silenciado debido al irrefutable consenso que existe en torno al desarrollo sostenible.
1. El decrecimiento es subversivo
La primera
crítica común contra el decrecimiento es que este representa un punto de vista
pesimista y limitado –más una pesadilla que un sueño–. Pero esto depende de la
perspectiva personal. Para los 3 500 participantes que asistieron a la última
conferencia sobre el decrecimiento, el crecimiento es una pesadilla, el
decrecimiento, un sueño. El crecimiento tiene más coste social que beneficios,
como documentó Herman Daly, y es actualmente anti-económico. Nos acerca al desastre climático como muestran Kevin Anderson y Naomi Klein. Siendo así, ¿por qué tendríamos que
proteger las ideas de crecimiento como si se tratara de una visión optimista?Principalmente por dos razones. La primera que el decrecimiento asusta a mucha gente que aún cree que el crecimiento es beneficioso. La segunda porque el decrecimiento es políticamente ‘imposible’. Muchos dicen que no se puede hablar de decrecimiento en medio de una crisis.
Si nuestro papel como científicos y educadores fuera complacer a la opinión pública y satisfacer a aquellos que están en el poder, la tierra seguiría siendo plana. El decrecimiento, tal y como lo plantea Serge Latouche, es una afirmación secular contra el dios del Crecimiento. El crecimiento ha sustituido a la religión en las sociedades modernas, dando así sentido a todos los esfuerzos colectivos. El decrecimiento está pensado para ser subversivo. El decrecimiento modifica la percepción de lo bueno y la percepción de lo malo. En un principio, puede que el término “decrecimiento” no suene bien en una u otra lengua. Entonces, el objetivo es hacer que suene bien. A juzgar por un artículo reciente en The Guardian, que sostiene que el decrecimiento es una “palabra preciosa”, los defensores del decrecimiento lo están consiguiendo.
El decrecimiento no es un objetivo final. La “economía solidaria”, los “bienes comunales” o la “conviencialidad” son visiones optimistas impulsadas por la comunidad defensora del decrecimiento. Aun así, si este futuro llega, vendrá acompañado de una reducción drástica en la extracción de materiales y energía, junto con una “forma de vida” que se simplificará de forma radical. El obstáculo principal en el camino hacia una Gran Transición de este tipo es la obsesión por el crecimiento. Vencer el miedo al decrecimiento y revertir la aprensión a vivir con menos en alegría, es un primer paso.
2. Menos de lo malo + más de lo bueno = Decrecimiento
La segunda
crítica contra el decrecimiento afirma que lo malo no es el crecimiento en sí,
sino el mal crecimiento económico actual. El cuidado medioambiental, las
energías renovables y los alimentos orgánicos necesitarán crecer en una Gran
Transición; “necesitamos menos de lo ‘malo’… y más de lo ‘bueno’, como
argumentó cierto comentarista.
¿Y quién no estaría de acuerdo? Los problemas empiezan cuando lo
que nosotros vemos como bueno, otros lo ven como malo. El liberalismo, agrupado
en nociones generalmente aceptadas como la “sostenibilidad”, aboga por una neutralidad apolítica cuando se trata de intereses
conflictivos. Por el contrario, el decrecimiento apuesta por una parcialidad
transparente. Aquello que normalmente se considera “Crecimiento” (autopistas,
puentes, ejércitos, presas) es malo para “nosotros” los defensores del
decrecimiento. Por lo contrario, algunas realidades que se consideran
anacronismos en el escalafón del progreso (instituciones comunales, comida
local fresca, pequeñas cooperativas, o molinos de viento), son buenas. Quizá
decrecimiento es un término imperfecto para denominar este fenómeno. Aun así,
es mejor que términos neutrales como “sostenibilidad” o “transición” sin más
detalle de las implicaciones a futuro.
Otro problema con este argumento es que “lo bueno” se calcula en
términos de crecimiento. Un 2 % anual duplica “algo bueno” cada 35 años. Si
Egipto empezase a contar sus bienes con un metro cuadrado, y los multiplicara
cada año hasta un 4,5 %, para finales del año 3000, su población necesitaría
2,5 mil millones de sistemas solares para guardar sus trastos. El crecimiento
perpetuo, incluido el de comida orgánica, es absurdo. Ya es hora de dejar atrás
la idea de expansión perpetua y el término crecimiento. Debemos centrarnos en
cosas beneficiosas que florezcan en una cantidad y calidad suficientes para
satisfacer las necesidades básicas de las personas.
En primer lugar, una economía renovable produciría menos exceso de energía (tasa de retorno energético) que la economía del petróleo. Una economía con un nivel de superávit menor tendría más intensidad de trabajo y sería por lo tanto más pequeña.
En segundo lugar, en teoría, podría parecer que lograr incrementar el PIB en las energías renovables, educación y salud, y reducirlo en asuntos militares, haría crecer el PIB y reducir el consumo de recursos. Esto se llama la desmaterialización de la economía hacia la dirección de una economía inmaterial. Pero esto es una fantasía. Los paneles solares, los hospitales, los laboratorios universitarios, entre otros, no son inmateriales, sino más bien productos finales en cadenas largas que utilizan material intermedio y primario, y que utilizan la energía y los recursos intensamente. Aun arriesgándome a llevar mi ejemplo demasiado lejos, el emblemático servicio de salud nacional británico fue subvencionado por el petróleo que está protegido con armas en todo el Suez.
En tercer lugar, la transición de lo que llamamos una economía de todoterrenos, que explota las fuentes intensivamente, a una economía sin peso, de coches eléctricos o de libros electrónicos, reduciría la producción pero sólo momentáneamente. Una vez se complete la transición, un mayor crecimiento de la economía de coches eléctricos y libros electrónicos, por muy pocos recursos que se utilicen, seguirá aumentando la producción.
Por supuesto que todo esto es muy complicado. En teoría, no podemos descartar la posibilidad de un crecimiento verde y desmaterializado, especialmente si redefinimos qué entendemos como crecimiento. Me gustaría ser aún más incrédulo: estoy de acuerdo en que simplemente deberíamos ignorar el PIB y hacer más de lo bueno, independientemente del efecto que esto pudiera tener en el crecimiento.
El problema, sin embargo, es que el sistema actual no es incrédulo. Sin el crecimiento del PIB, el sistema se colapsaría (véase Grecia). Los intereses establecidos que controlan el sistema no tienen ninguna voluntad de dejar caer el PIB (véase la reacción ante la regulación del clima por parte de los lobistas y los foros conservadores, como el club del crecimiento en EE UU). Ser incrédulo no es una opción.
En otras palabras, no podemos permitirnos ser incrédulos en un sistema que sí depende del crecimiento del PIB: tenemos que actuar para cambiar los fundamentos del sistema, de modo que no dependa más del crecimiento del PIB. Necesitamos más instituciones para hacer sostenible y socialmente estable el inevitable decrecimiento.
3. Superar el PIB equivale a superar el crecimiento
La tercera
crítica al decrecimiento es que el problema no es el crecimiento sino el PIB.
Si pudiéramos medir solo los bienes que ofrece una economía, como los masajes,
y descontar los perjudiciales, como los vertidos de aceite, entonces no habría
razón para no querer crecer.En primer lugar, el crecimiento continuo de cualquier bien, incluso el del PIB perfeccionado, es un objetivo absurdo. Yo no quiero una tierra donde la gente dé suficientes masajes para satisfacer a 2,5 billones de sistemas solares. Medir el éxito según una serie de indicadores fiables es una cosa, pero pedir que sigan creciendo de manera continuada va a ser siempre una postura sin sentido.
En segundo lugar, el Producto Interno Bruto cuenta lo que vale
para el sistema económico actual: la
circulación de capital, sea
cual fuese su fuente. La decisión de la UE de incluir las drogas y la
prostitución en el PIB, pero excluir los servicios de asistencia social no
remunerados, es ilustrativo. El PIB cuenta el valor total monetizado. Esto es
lo que produce beneficios corporativos y fondos públicos y esto es lo que los
gobiernos quieren asegurar y estabilizar. La medición es un epifenómeno; es el
resultado del sistema social, no su causa. Es por esto que el PIB persiste a
pesar de las críticas de economistas prominentes.
4. Tenemos que disminuir “nuestro” crecimiento, pero no para que “ellos”
A menudo se argumenta
que el decrecimiento es irrelevante, incluso insultante, para la mayor parte
del mundo que permanece en 4. Tenemos que disminuir “nuestro” crecimiento, pero no para que “ellos”
Todos nosotros, hasta cierto punto o durante algunas épocas, nos sentimos como ‘los del Sur’. Mis compatriotas griegos me dicen que el decrecimiento no es para nosotros, ya que ahora somos pobres y estamos en crisis. El 99 % de la población de EE. UU. tiene buenas razones para creer que es el 1 % el que debe decrecer para que ellos puedan crecer. Incluso cuando se encuesta a los millonarios sobre cuánto dinero necesitarían para sentirse económicamente seguros, normalmente aseguran que el doble de lo que ya tienen, independientemente de su salario en ese momento.
Las comparaciones de posición llevan a perseguir y perpetuar el crecimiento. La inseguridad económica, en todos los niveles de salario, hace que todos corran cada vez más rápido para no caerse. Y las crisis económicas, cuando los estándares de vida decaen repentinamente y la inseguridad se intensifica, son los momentos en los que la búsqueda de crecimiento resurge con más fuerza, y por lo tanto, como una causa progresiva en estos momentos. Nunca será un buen momento para decrecer.
La mayoría de los habitantes de este planeta no cuentan con acceso
a los bienes básicos, como agua o salud pública, pero lo merecen, y esto puede
llevar a un mayor uso de la energía y los recursos. No obstante, esto no se
necesita formular en los términos absurdos del crecimiento perpetuo. Es una cuestión de distribución y
suficiencia. En el Norte
necesitamos decrecer para que las cosmologías y las políticas alternativas más
cercanas al espíritu de suficiencia del sur (como Sumak Kawsay o Ubuntu) puedan
florecer. Las alternativas del sur han sido colonizadas intelectualmente por el
desarrollismo, y materialmente a través de industrias extractivas que en nombre
del crecimiento traen destrucción y pobreza. Esta colonización tiene que
acabar.
Desconfío de aquellos que hablan en nombre de otros, recordándome que, a diferencia de lo que yo, un intelectual elitista, creo, ‘la gente pobre’ sueña con televisiones de plasma y Ferraris, y no podemos negarles esos sueños. La mayoría de la gente que conozco, incluyéndome a mí mismo, sí que tienen sueños materialistas: nuestra sociedad de clases fuerza estas ideas en nosotros si queremos permanecer como miembros seguros y dignos de ella. Afortunadamente, también tenemos el anhelo de llevar una vida más sencilla, de vivir en comunidad, de contar con amistades, y muchas otras necesidades que van con el imaginario del decrecimiento. La pregunta es cómo cambiar las estructuras sociales y los contextos institucionales de forma que satisfagamos estas últimas aspiraciones y no nuestros peores deseos materialistas.
En conclusión
En este
apartado sería apropiado citar a Tim Jackson: “El crecimiento no es compatible
con un medioambiente sostenible, pero el decrecimiento es socialmente
inestable”. Curiosamente, esta afirmación a menudo se menciona en contra del
decrecimiento, de manera que se insiste en plantear un futuro único en el que
tenemos que hacer sostenible el crecimiento y esperar un milagro tecnológico o
social. Los adeptos a este paraíso tecnológico a menudo hacen referencia a
innovaciones como casas inteligentes, hidroponía, robótica, la energía de
fusión y los superordenadores. Yo me excluyo. A lo que voy es a que este futuro
es insostenible, innecesario e indeseable (al menos para aquellos que nos
consideramos partidarios del decrecimiento). Las soluciones tecnológicas
suponen un coste para otros, para el medioambiente y para las generaciones
futuras, a una escala aún mayor. El cambio climático es el legado de nuestros
logros tecnológicos pasados.Yo leo a Tim Jackson desde otra perspectiva. Dado que continuar creciendo es insostenible, tenemos que poner en marcha los cambios institucionales y sistemáticos que estabilizarán el decrecimiento.
Giorgos Kallis es un economista ecológico,
ecologista político y profesor en el Instituto de Ciencia y Tecnología
Medioambientales de Barcelona. Es el coordinador de la red europea de ecología
política y editor del libro ‘Decrecimiento: un vocabulario para una nueva era’
(Ediciones Icaria).
Artículo publicado originalmente en Uneven Earth.
Traducción del Inglés: Santiago
Forés-Barrachina | Revisión editorial: Diana Vela-Almeida
Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=206695
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