La derecha que intenta ser
nueva...
La Caldera,organización política
Como
venimos analizando en anteriores Hojas de Coyuntura, la situación mundial está
marcada por una persistencia e irresolución de la crisis mundial. El capital
más concentrado impulsa la formación de una Nueva Derecha, con una renovación
estratégica y dirigencial, expresada con claridad en Argentina en la victoria
de Macri. Los llamados gobiernos progresistas y el chavismo están en franca
crisis. La producción y el comercio se mantienen estancados en los países
centrales, mientras pierden dinamismo en los países que traccionan el
crecimiento mundial, como China.
En este marco la forma tradicional de la globalización
“noventista”, que quedó muy pegada al imperialismo yanqui, intenta reformularse
como una expresión del interés general-universal en un formato de capitalismo
inclusivo, multicultural, que integre (y subsuma) los distintos pueblos y
culturas, tanto a las burguesías de las distintas regiones como a sus
trabajadorxs.
El actual
(y estructural) conflicto en Medio Oriente encuentra a la OTAN asociada a los
regímenes más autoritarios y patriarcales de esa región, que están a su vez
asociados al ISIS o Estado Islámico. El capital occidental negoció una
"descolonización" a condición de que el poder de estos países
petroleros esté en manos de las burguesías asociadas subordinadamente a él.
El eje
que no se les subordina (Irán, Siria, parte de Irak y el Hezbollah libanés)
intenta ser desmembrado a través del ISIS. De triunfar la coalición militar que
formó Rusia con ese segundo eje, los países de la OTAN verían dificultada su
capacidad para controlar tanto el flujo energético como financiero a escala
mundial. Y en cambio, ese eje podría negociar ese flujo energético hacia
Occidente o hacia Oriente.
Por supuesto, esta no deja de ser una disputa
interimperialista, ya que frente al neoliberalismo otanista se erige una
coalición de regímenes autoritarios en los que sus pueblos tienen muy poco
poder. Y en ese marco lo más previsible es que tras una dura prueba de fuerzas,
ambos bloques intenten concretar un entendimiento, tal como esboza el pacto del
G5+1 con Irán, la intervención vaticana con Al Assad, etc.
Una
derecha renovada, en el mundo y en Argentina
Como
decíamos más arriba, la derecha neoliberal simbolizada en los noventa en Bush a
nivel mundial y en Menem en nuestro país, es una derecha que hace rato perdió
legitimidad y eficacia en su acción. Esa derecha no es hoy la misma que
entonces, ni ha desaparecido. Más bien se ha dado un proceso de renovación.
Pensemos que este proceso de renovación política es parte de una revisión
estratégica que viene impulsando la fracción del capital mundial más
concentrado e históricamente ligado a los Estados de los países centrales.
Notemos que existen centros reconocidos de elaboración
estratégica de este sector, en distintos planos, como ciertas universidades
privadas, periódicos, organizaciones específicas llamadas thinks thanks
(o tanques de pensamiento), además de ámbitos permanentes en los núcleos del
estado burgués y organismos internacionales. En el caso de los thinks thanks,
en general aparecen directamente financiados y dirigidos por fracciones
particulares del capital (por ejemplo en Argentina la Fundación Mediterránea
fue creada por el dueño de Arcor). Esta renovación viene avanzando pero no está
para nada acabada a nivel mundial ni en nuestro país. Tienen muchos recursos
pero también muchas dificultades. Y la primera de sus dificultades es la
persistencia y profundidad de la crisis mundial, sin una claridad estratégica
de cómo superarla. Se vislumbra un nuevo intento de continuidad neoliberal,
aunque sosteniendo en parte el perfil de inclusión y asistencia social, así
como un nivel de desempleo mediano, no tan alto como el de los noventa, para lo
cual se liberalizarán los mercados pero se mantendrá algún nivel de protección
a algunas industrias, presionando para que bajen sus costos laborales e
intensifiquen el trabajo. También se prevé una nueva ola de modernización estatal
con un aumento de la productividad/explotación laboral.
Esto
remite al modelo alemán: un fuerte Pacto Social entre las cámaras empresariales
y representantes gremiales de lxs trabajadorxs (apuntalado por los dos grandes
partidos), con el objetivo de garantizar un cierto nivel de empleo y salarios
(moderados) a cambio de aceptar la precariedad laboral, intensificar los ritmos
de trabajo y comprometerse a cero conflictividad gremial. En el caso argentino
este pacto puede estar lubricado por un moderado apoyo estatal a la industria
basadado en el sostenimiento de las retenciones a la soja (en el caso alemán la
competitividad industrial es garantizada por la alta productividad del trabajo
en ese país).
La defección de Syriza en el gobierno y de Podemos aún antes
de llegar al mismo, le dan aire a esta Nueva Derecha. Lo mismo ocurre con la
notoria debilidad del bloque ALBA en Latinoamérica. A su vez, sus competidores
interimperialistas chinos y rusos asumen un mayor peso del estado pero sin un
contenido democrático popular, lo cual hace que no sean tan atractivos como vía
alternativa a aquel “neoliberalismo social” para las masas populares. Por
último, la movida vaticana, por la ambigüedad de su mensaje, le da un punto de
apoyo a esa Nueva Derecha para moderar su neoliberalismo y relegitimarse. Pero,
al mismo tiempo, de no seguir este rumbo “moderado”, las organizaciones
populares y la subjetividad popular pueden seguir un rumbo de radicalización
que rompa con las instituciones del sistema.
Debemos
remarcar que la persistencia y profundidad de la crisis mundial parece indicar
que difícilmente será superada sin una nueva revolución tecnológica extendida
globalmente que aumente la productividad, permitiendo así un aumento de la tasa
de ganancia y del salario real al mismo tiempo, es decir, siguiendo el método
de la plusvalía relativa en escala global. En este caso ese salto tecnológico
requiere un aumento del trabajo intelectual en “investigación y desarrollo”, en
organización del maquinismo extendido y en su uso social, todo lo cual requiere
justamente una elevación de la calificación laboral y la inclusión social.
De
seguirse este camino, podría haber un inicio de recomposición hegemónica de la
mano de esta Nueva Derecha a nivel mundial. Pero hay que destacar que el rumbo
actual es más bien una insistencia en las políticas de ajuste y austeridad en
países con una productividad laboral inferior a la alemana y costos superiores
a los del este asiático. Es decir una renovación a mitad de camino: una derecha
más joven con discurso eficiente y hasta “social”, pero que en esencia
reincidirá en buscar competitividad “ajustando costos” (en salarios y en
políticas públicas). De aquí que lo más probable es que la hegemonía
capitalista siga sin consolidarse en una forma concreta, ante la crisis tanto
del neoliberalismo como del tibio reformismo neodesarrollista.
Esta
vez sí, por los votos
El hilo
rojo que une al PRO (que es quien dirige la alianza Cambiemos )
con las expresiones políticas de la clase dominante argentina es visible
incluso en los apellidos familiares de muchos de sus integrantes. Los
antepasados de muchos de ellos fueron parte del Partido Conservador y de sus
sucedáneos, en particular el “Partido Militar”, así como finalmente del
liberalismo post-1983. Todo ello no debe impedirnos reconocer la fuerza que
adquirió esta derecha a partir de su renovación post-2001, aprendiendo tanto de
sus propias falencias como de las lecciones de la derecha mundial en otros
países. Asume además con la experiencia de gestión estatal en un distrito
grande como lo es la CABA.
Llega al
gobierno en un momento en que el modelo kirchnerista (neodesarrollista y
extractivista, “multilateralista”) llegó a un límite. La percepción popular
indicaba que Scioli no ofrecía nada cualitativo que superara aquellas
limitaciones, expresadas en la escasez de dólares, un fuerte déficit fiscal, el
agotamiento del superávit comercial, la baja competitividad industrial, el
estancamiento productivo, del empleo y salarial, entre otras, en un contexto de
crisis mundial y caída del precio de las materias primas.
En la
campaña electoral, Cambiemos transmitió a a un sector del pueblo la idea de un
cambio en paz y en alegría, con diálogo, en equipo y “todos juntos”, a pesar de
no mostrar un plan concreto de cómo hacerlo y en qué sentido. Cabe decir que
buena parte de los sectores populares no compraron ese discurso, lo que se
expresa en que el ballotage haya salido casi empatado y que en la mayoría de
las zonas populares Macri haya perdido ante el voto a Scioli.
A su vez debemos señalar que el voto en blanco o nulo no
fue significativo en ningún lugar. La mayor parte de lxs votantes con
predisposición combativa o tendencia política a la izquierda se inclinaron por
la lógica del mal menor en las urnas. Asociado a esto, ha emergido un fenómeno
de “sabattellización” tardía en sectores de esta fracción de la población, que
implicó una revalorización del kirchnerismo (sea como mal menor o en sí mismo).
El kirchnerismo muestra así, incluso en la derrota, una
impresionante capacidad de renovar su atractivo en sectores de masas. Una parte
de la izquierda, encabezada por Patria Grande, pero que aúna a otros grupos
menores y parte de la desvencijada “izquierda del kirchnerismo” intenta darle
expresión a este giro de opinión, que habrá que ver si es coyuntural o
permanente. Eso no quita que muchos de lxs votantes de este sector son críticos
y con seguridad serán interpeladxs por la izquierda en el próximo período.
Perspectivas
de la Nueva Derecha
en el gobierno
El nuevo gobierno contará con algunas ventajas: respaldo de lo más
granado del capital “occidental” y sus diversas formas de organización de la
sociedad civil, estatal y supraestatal; apoyo activo del capital local, sus
cuadros orgánicos, los principales medios
de comunicación, el llamado partido judicial, entre otros. Sobre esa base
tendrá un envión inicial para cooptar a importantes sectores peronistas del PJ
y la burocracia sindical.
No sería la primera vez que importantes fracciones peronistas “desensillan
hasta que aclare” o bien que se suman alegremente a la onda liberal.
La
discusión fundamental en este marco es sobre la gradualidad o forma de shock
del ajuste. La posibilidad de liberalizar la economía con ajuste gradual y
moderado dependerá en buena medida de un sustancial incremento de la inversión
privada, como del arreglo con los buitres y la posterior deuda externa que
logren tomar. Esto les permitiría ganar tiempo para que gane espacio la cultura
de la Nueva Derecha
y consolidar una nueva institucionalidad que les de firmeza y gobernabilidad.
Esta nueva institucionalidad tendría patas en un Pacto Social, la modernización
estatal y un recambio de lxs funcionarixs kirchneristas que llegaron a ocupar
cargos en principio permanentes dentro del estado. No obstante, estos elementos
de posible gradualidad quedan eclipsados por la perspectiva de una temprana
devaluación, y las dificultades de la situación mundial.
En este
sentido estamos en una situación abierta, donde la derecha ha recuperado
plenamente la iniciativa y cuenta ahora con una ventaja ciertamente
estratégica, que pone a lxs trabajadorxs objetivamente a la defensiva. Sin
embargo la alianza entre fracciones débiles de la burguesía local e importantes
capas de trabajadorxs no se ha disuelto, como muestra el caudal electoral
conseguido por el kirchnerismo.
Estas dos fuerzas sociales no antagónicas (que buscan ambas conservar el capitalismo, aún bajo distinto modelo) seguirán enfrentadas estos cuatro años. Lo que no sabemos aún es en qué magnitud y con qué fuerza relativa se enfrentarán una y otra fuerza social, si primarán las tendencias a la “resistencia”, poniéndole trabas al nuevo gobierno, o a la “responsabilidad” y la cooptación.
En todo caso Cristina sale del gobierno como referencia
ineludible de quienes apuesten a esa alianza “popular” entre fracciones débiles
de la burguesía, capas medias y lxs trabajadorxs, con una perspectiva
moderadamente latinoamericanista y multilateralista. Difícilmente el resto del
peronismo tenga más opción que alinearse con esta fuerza o con el gobierno del
PRO.
Un
camino distinto
Como
izquierda antisistémica ocupamos en nuestro país -y en el mundo- una presencia,
una inserción relativamente extendida en las luchas, pero una escasa proyección
política.
En doce años de kirchnerismo no logramos gestar una
alternativa por izquierda al neodesarrollismo extractivista. Muchos vimos y
marcamos tanto los límites de este modelo de capitalismo dependiente, como su
estructura esencialmente injusta y alienante. Y luchamos contra este modelo y
sus efectos en la medida en que mejor nos salió.
Pero la
mayor parte de lxs trabajadorxs optaron por acompañar el modelo K en tanto
veían el crecimiento del empleo y la tendencia a la recomposición del salario y
el consumo, hasta el 2007 y ante la ausencia de una alternativa superadora
cuando el modelo se fue estancando. Quedó claro en este año electoral que el
kirchnerismo/sciolismo no tuvo ni tiene ninguna propuesta cualitativa para
superar este estancamiento.
Como
izquierda tenemos que ser autocríticos de por qué no representamos esa otra
opción de poder. Pero esta no es una tarea simplemente “de la izquierda”. La
cuestión estratégica de conformar una fuerza social revolucionaria es algo que
tiene como sujeto a lxs trabajadorxs y en ello la izquierda está llamada a ser
“la fracción de lxs trabajadorxs que apunte siempre a conquistar sobre todo el
interés del conjunto”. Siendo sólo una parte de lxs trabajadorxs, nuestro
principal aporte al conjunto es el de nuestras ideas y nuestra capacidad organizativa.
La
unidad de clase como política
Dentro de la izquierda la unidad es percibida cada vez más como un
valor y una tarea inmediata. El FIT ha sido un paso en ese sentido en el plano
electoral, pero no lo ha superado. Hay otros frentes en donde se han dado pasos
importantes, por ejemplo el espacio Memoria, Verdad y Justicia en
el terreno de los derechos humanos y espacios como la Campaña por el derecho al
aborto y la Campaña contra las violencias hacia las mujeres en las luchas de
género o el espacio de la RNMA en medios
alternativos. En cambio en el terreno sindical, estudiantil y ambiental los
espacios de unidad han retrocedido. Ni hablar el retraso en construir una
alternativa en el plano político general.
Pero
notemos que estas deficiencias en la construcción de unidad se refieren al
ámbito en que tendrían que ser casi un punto de partida, el ámbito
específicamente de izquierda, anticapitalista.
La unidad
de clase es, no obstante, como ya dijimos, una tarea que excede a la izquierda
y que debe hacer al conjunto de la clase o al menos su mayor parte.
Es claro que el kirchnerismo arrastró a buena parte de las
organizaciones populares y el activismo popular a una estrategia de capitalismo
nacional, con una conducción a la que le debían (y deben) lealtad. Estos
principios inquebrantables, inherentes al kirchnerismo, nos hacen señalar que del kirchnerismo como tal no puede surgir ya no digamos
ningún tipo de camino al socialismo (al cual niega explícitamente su
conducción) sino siquiera un empoderamiento genuino de masas. Hemos
visto cómo muchxs compañerxs honestxs con lxs que compartimos las asambleas
populares e infinidad de luchas han pasado de un apoyo crítico a medidas en
coyunturas particulares a integrarse orgánicamente a esa fuerza política.
Más aún, en este ciclo el kirchnerismo reflotó esa vieja idea de que
son el pueblo y que a su izquierda está la pared (a veces agregando que la
izquierda le hace el juego o es funcional al imperialismo y a la oligarquía,
etc.). Esto refleja una diferencia estratégica: el kirchnerismo es
estructuralmente contrario a la independencia de clase, como es natural en
quien promueve un capitalismo de conciliación de clases.
Pero como izquierda debemos ser capaces de promover luchas
unitarias de la clase en estas condiciones existentes. Por un lado si queremos
ser un agente activo de las luchas populares debemos tener mayor unidad como
izquierda (y sobre todo como Nueva Izquierda Anticapitalista). Al mismo tiempo
debemos promover luchas desde abajo de conjunto, sosteniendo los Frentes Únicos
más amplios posibles en la medida que encontremos disposición efectiva a
luchar.
Discusiones
en la
Nueva Izquierda Anticapitalista
De
nuestra parte creemos que la Nueva Izquierda
Anticapitalista (NIA) tiene un sentido específico que
cumplir: ser la tendencia más consecuente en el impulso de prácticas y formas
organizativas democráticas de base en los sectores populares, lo cual requiere
que la independencia de clase sea desarrollada por lxs propixs trabajadorxs. La dictadura genocida no sólo atacó a nuestros mejores
cuadros, sino que atacó esas prácticas y formas organizativas, esas relaciones
autónomas de la clase incubadas a lo largo del siglo veinte en nuestro país.
Como NIA empezamos a renacer en la resistencia de los noventa, en la cual
resistimos en unidad con todos los sectores populares en lucha (mayormente sólo
antineoliberales) y a la vez construimos prácticas embrionariamente
anticapitalistas en ese marco.
Y si bien hicimos importantes aportes en el ciclo
ascendente del 2001, nuestras fuerzas limitadamente locales y límites
autonomistas impidieron la emergencia de una alternativa política
anticapitalista. Los partidos trotskistas, partiendo de una mayor
centralización, dieron un salto con el FIT, mostrándose como la alternativa
política de izquierda y atrayendo a sus partidos respectivos a muchos de lxs
trabajadorxs que no aceptaban la lógica del mal menor neodesarrollista
precarizadora, extractivista, etc. Al mismo tiempo diversas corrientes de Nueva
Izquierda fueron virando a una creciente adaptación al kirchnerismo.
De todos
modos como NIA mantenemos un importante trabajo y arraigo en todos los ámbitos
de base, a la vez que persistimos en el intento de cuajar un espacio que
permite coordinar y referenciar lo común de nuestras múltiples tendencias
internas. El pasado 5 de diciembre tuvo lugar un “Foro
por una alternativa política de lxs de abajo” donde se dio continuidad a un
intenso debate estratégico, reforzado por el cambio en la situación ante el
nuevo gobierno. En este espacio se avanzó en diversos puntos en común por
frentes y también en la lectura de la coyuntura, pero siguió abierto un debate
en torno a la forma en que puede avanzar la autonomía de clase en este nuevo
período. Un debate permeado por la caracterización acerca de nuestra capacidad
de desarrollar
la “unidad para luchar” sin quedar subordinados a quienes apenas quieran
legitimar un antineoliberalismo pro retorno de Cristina 2019.
Este
debate se agudiza ante la situación de división creada por la expulsión del
SEOM (sindicato municipales jujeños) del delegado de base Vilca (militante del
PTS) por parte de la conducción de la confluencia Katari /La
dignidad, es decir el Perro Santillán. Esta nueva
situación se caracteriza por una tendencia a una nueva división en la NIA, ya
que hay quienes empiezan a apuntar a construir con un marco más nacional y
popular en desmedro de la unidad con el resto de la izquierda partidaria. El
limitado pero valioso aporte del FIT en lo electoral y del Encuentro Sindical
Combativo en lo sindical entran en un cono de sombras a favor de un repentino
viraje hacia organizaciones encuadradas en el capitalismo nacional.
Seguiremos discutiendo y elaborando desde la base y con
otras organizaciones políticas el camino para alumbrar un anticapitalismo de
masas en nuestro país, lo cual implica como un momento necesario la unidad para
luchar con los más amplios sectores populares contra el ajuste y la represión
que en mayor o menor medida es inminente. Sólo en la fraternidad de la lucha
desde abajo nuestras ideas echarán raíces más sólidas y se nutrirán del diálogo
entre compañerxs en lucha.
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