Juventud Rebelde:
Nuevo actor político
23 de diciembre de 2015
23 de diciembre de 2015
Por Rubén Andino M. (Punto Final)
Irrumpe una nueva generación de dirigentes en
la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech) forjada en la intensa
actividad desplegada por el movimiento de estudiantes secundarios en 2011.
Gabriel Iturra, uno de sus exponentes más representativos, dice que ha llegado
el momento de proyectar la lucha estudiantil hacia el conjunto de la sociedad,
y anuncia que la fuerza política que representa no participará en las próximas
elecciones ni en el proceso constituyente, porque no ve condiciones para una
nueva Constitución Política que termine con el modelo neoliberal imperante.
A sus 23 años, el actual presidente de la
Federación de Estudiantes de la Universidad Central , Gabriel Iturra Castillo,
tiene larga experiencia como dirigente estudiantil. Fue presidente del Centro
de Estudiantes del Liceo Amunátegui en 2010, vocero de la Asamblea Coordinadora
de Estudiantes Secundarios (Aces) en 2011 y viajó ese mismo año a Francia a
explicar la lucha de los estudiantes movilizados. Cursa el tercer año de la
carrera de derecho en esa universidad.
“Un conjunto de compañeras y compañeros que
veníamos de la Aces y que ingresamos a la universidad, vimos que las fuerzas
políticas existentes no nos representaban. Así fundamos Juventud Rebelde (JR),
una organización revolucionaria de nuevo tipo, para disputar la conducción y
vocería del movimiento estudiantil universitario. JR nació en Santiago y se ha
extendido a Temuco, Valparaíso, La Serena y el Maule”.
¿Qué significa ser una organización
revolucionaria de nuevo tipo en el siglo XXI?
“La labor de los revolucionarios hoy sigue
siendo la misma que tenía el MIR en su tiempo. Pero claramente cambiaron las
condiciones de cómo se ejerce la política. Hoy existe un rechazo profundo a los
partidos tradicionales, hay desconfianza hacia la clase política y las
instituciones. En este contexto, la labor de las organizaciones políticas de
nuevo tipo es entender que se debe gestar un trabajo directo a nivel
estudiantil y también con los pobladores y trabajadores, porque todos estamos
en una misma lucha y tenemos un enemigo común: el modelo neoliberal. La imagen de una
Izquierda revolucionaria violenta debe desaparecer si queremos sacarnos el mote
de ‘ultras’. Porque nosotros no somos la ultraizquierda, sino la Izquierda
revolucionaria. Nuestra crítica a la sociedad viene acompañada de propuestas y
nos caracterizamos por tener planteamientos coherentes. Si decimos que estamos
contra la propuesta educacional del gobierno, es porque estamos por el cambio
del sistema educativo en su conjunto y sin parches.
Recogemos los principios del MIR y de otras
organizaciones, pero también entendemos que su estética, maneras de plantearse
y formas de organización están desfasadas; porque el perfil de los jóvenes
cambió, aunque persiste el objetivo trascendente de organizar a la juventud que
está en rebeldía”.
La Izquierda revolucionaria clásica asignaba a la violencia la
función de instrumento de cambio. ¿Qué opinan ustedes?
“Violencia es la que vivimos día a día como consecuencia del
sistema social que nos han impuesto. Plantear la lucha armada es inviable en
este momento. Repudiamos además el terrorismo como arma política. Entendemos que
en algún momento puede haber una confrontación de clase con el empresariado,
pero hoy lo más importante es acumular fuerzas que más adelante nos permitan
realmente disputar el poder”.
EL ESCENARIO POLITICO
¿Cómo asumen el rechazo generalizado a la política?
“Hoy más que ciudadanos o ciudadanas
empoderados de sus decisiones, existen clientes que alegan ante un problema en
educación, salud, despojo de recursos naturales, acciones de colusión, como las
farmacias, o situaciones de corrupción como los casos Penta y SQM. Esa indignación
masiva hay que transformarla ahora en organización social y política.
El movimiento estudiantil ya cumplió una fase, que fue denunciar
las lógicas mercantiles que vivíamos en la educación. Ahora
viene un segundo momento de construcción de movimiento popular entre los
sectores más desprotegidos de la sociedad. En conjunto con pobladores y
trabajadores, debemos levantar una alternativa política que se exprese en un
partido revolucionario capaz de representarnos a todos.
La derecha y la Concertación (Nueva Mayoría)
no aparecen como alternativas válidas. Hoy carecen de legitimidad social y
política. Por otra parte, la esperanza que tenían muchos chilenos y chilenas de
que surgiera una opción hacia la izquierda de la Concertación, representada por
Marco Enríquez-Ominami, hoy se ve como parte de lo mismo, porque su líder está
vinculado a la corrupción.
Más del 50% por ciento de las personas se
declara independiente o dice que no cree a los partidos. Un 60% de abstención
en las últimas elecciones da cuenta de esa realidad. Nuestra labor en este
sentido es constituir una alternativa política que de verdad le haga sentido a
la gente y que no sea meramente electoral”.
¿Qué relación existe entre Juventud Rebelde y
Aces?
“Aces es una asamblea de estudiantes y
Juventud Rebelde es una organización política. Pero existe entre nosotros un
vínculo emocional estrecho, porque los de JR también fuimos de la Aces y
esperamos trabajar en conjunto con ellos.
En marzo se votarán las nuevas vocerías de la
Aces y veremos entonces cómo trabajaremos juntos en favor del movimiento
estudiantil en 2016. Nuestro sector tiene presencia en universidades; Juventud
Rebelde dirige las federaciones estudiantiles de la Universidad Alberto
Hurtado , la Utem y la Universidad Central.
Ganamos además el centro de estudiantes del Liceo Lastarria
con una organización ‘rojinegra’ que se llama Ofensiva Secundaria, y hace unos
días esta misma fuerza triunfó en el centro de estudiantes del Internado
Nacional Barros Arana”.
¿En qué se diferencian ustedes del llamado
bloque de conducción?
“Al igual que Izquierda Autónoma o Izquierda
Libertaria, hacemos una crítica al sistema neoliberal. Pero la principal
diferencia tiene que ver con que ellos proponen fortalecer el Estado, para transitar
del actual Estado subsidiario a otro garante o de bienestar. Nosotros decimos
que en este momento el Estado seguirá siendo un instrumento de dominación del
sistema neoliberal, tal como ha sido establecido por la Constitución de la
dictadura, con elecciones que no permiten participar ni menos ganar a las
mayorías sociales. Nosotros no estamos por fortalecer el Estado neoliberal ni
por participar en las elecciones que se realicen dentro de sus marcos.
Tampoco vamos a ocupar nuestros cargos en el
movimiento estudiantil para utilizarlos de trampolín en una eventual
participación electoral, ni estamos disponibles para repetir experiencias
fracasadas como fueron las candidaturas presidenciales de Marcel Claude y
Roxana Miranda.
Nuestros oponentes tienen financiamiento
millonario, tienen una Constitución hecha por Pinochet, y a partir de esos medios , ellos fijan las condiciones. No somos por
principio contrarios a las elecciones, pero entendemos que en este momento las
reglas del juego no nos permiten todavía constituir una alternativa
competitiva”.
RECHAZO AL PROCESO CONSTITUYENTE
¿Cuál es la táctica de la JR para terminar con
el Estado neoliberal?
“Estamos realizando continuamente ejercicios de soberanía popular
y local e impulsando la idea del control social comunitario de las
instituciones. En experiencias como las de Freirina o Huasco, vimos cómo la
ciudadanía se empoderaba de una crítica profunda a los empresarios por su
responsabilidad en la contaminación ambiental; pero también esa crítica se
extendió hacia el Estado, representado por municipios o parlamentarios, que no
ofrecen soluciones concretas a sus problemas. Estas comunidades aprendieron que
lo que les ocurra en casos como estos dependerá de lo que consiga el pueblo
organizado y no de la buena voluntad del Estado o de los empresarios privados”.
¿Van a participar en el proceso constituyente?
“Estamos de acuerdo con el cambio de la
Constitución, pero diferimos en cuanto a la forma de llegar a ese objetivo.
Antes de hablar de la Constitución o de elecciones, debemos dar un salto
cualitativo para la construcción de un movimiento popular potente, que sea
capaz de movilizar al país desde los sindicatos, las poblaciones, las empresas
o los centros de estudio, para buscar el cambio de la institucionalidad en su
conjunto.
Lo que el gobierno llama proceso constituyente
es una cortina de humo. Se nos dice, participa; pero sin plazos ni incidencia
real. Es una burla, ya que por esa vía serán los mismos de siempre quienes
decidirán el futuro de todo Chile. Por otra parte está lo que otros sectores de
Izquierda han denominado Asamblea Constituyente, que tendría un contenido más
popular. Nosotros también escapamos de esa posición, porque hablar hoy de
Asamblea Constituyente es un volador de luces. Para nosotros es más real y
concreto organizarnos y pelear una nueva institucionalidad desde los conflictos
de la sociedad, que pensar ilusamente que el sistema nos va a dejar que
modifiquemos la Constitución actual”.
Muchos jóvenes son muy radicales mientras dura
su paso por la universidad, pero cuando entran a la vida laboral comienzan a
pensar y actuar distinto.
“Eso sucede porque algunos grupos políticos
entienden el movimiento estudiantil centrado en sí mismo. Nosotros, por el
contrario, lo asumimos desde una perspectiva de clase y vinculado a otros
actores sociales. Mientras no se constituya un movimiento popular articulado,
siempre estaremos en este círculo vicioso de lo meramente reivindicativo. A los
estudiantes no nos sirve movilizarnos todos los años si no logramos
articularnos con otros actores de la sociedad para producir una crisis de
legitimidad importante del sistema en su conjunto”.
BUSCANDO ACUERDOS
¿Ven ustedes urgencia para construir ahora una
alternativa política al sistema?
“La urgencia de una alternativa de Izquierda
en Chile deriva de la indignación de la gente ante la desigualdad y los abusos.
Se está acumulando un gran descontento que en algún momento va a estallar. Lo
importante para nosotros es prepararnos para ese momento. Para ello es fundamental
un acuerdo programático de la Izquierda en cuatro o cinco puntos, para
construir una alianza que nos permita movernos con flexibilidad y pragmatismo
en las distintas coyunturas”.
¿Cómo debe enfrentarse la despolitización
existente?
“En 2011 hubo un antes y un después, y desde
ahí se han instalado acciones más ofensivas de estudiantes, pobladores y
trabajadores en la lucha por sus derechos. Los grupos sociales entienden mejor
ahora que cuando tienes un problema, no te lo va a resolver el Estado ni las empresas
privadas, y que la única opción efectiva para conseguir transformaciones es
movilizarse.
Hay otras formas de entender la política, que pasan por reencantar
a un pueblo que no se ve reflejado en los partidos actualmente existentes.
Claramente hay un cambio de estado de ánimo y los chilenos ya no estamos
dispuestos a aguantar los abusos. Ante la colusión del papel confort, la gente
dejó de comprar a los coludidos y el hecho demuestra la decisión de no dejarse
embaucar. Si la gente entendiera que esa misma colusión existe en el sistema de
pensiones, en la salud y en la política, la situación podría ser distinta”.
¿Cómo se relacionan ustedes con anteriores
generaciones de revolucionarios?
“La dictadura produjo un quiebre generacional
entre las organizaciones revolucionarias de los años setenta y las actuales.
Cuando hablamos de la construcción de una alternativa de poder, consideramos el
aporte de todas las generaciones. Las anteriores deben entender los nuevos
métodos de movilización y las nuevas maneras de vivir la política. Hoy no
sirve sólo imprimir un panfleto, también hay nuevas opciones para comunicar
nuestras ideas a la sociedad, como las redes sociales.
Tenemos mucho que aprender de aquellos que
vivieron la Unidad
Popular o la dictadura, pero hay que analizar también los
errores cometidos y aprender de esos fracasos para la construcción de una
exitosa alternativa socialista en el futuro”.
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 843, 18
de diciembre, 2015
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=207052
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