De
los derechos humanos a la dignidad de nuestra Madre Tierra
16 de diciembre de 2015
La actual entropía existencial que como
humanidad nos embarga, es fruto de la errada autoconciencia de
superioridad/centralidad humana en relación al resto de la comunidad cósmica.
Por Ollantay Itzamná
Embriagados por nuestro antropocentrismo, y
obnubilados por el espejismo de la modernidad ilusoria, naufragamos en el mar
del sin sentido, destruyendo las cadenas de todos los ciclos de la vida, hasta
llegar casi al punto de no retorno.
El argumento para esta locura siempre fue: el
bienestar humano (de algunos humanos) a costa de los derechos del resto de la
comunidad cósmica.
El monoteísmo y el antropocentrismo hicieron
que fracasaran los derechos humanos
El humano monoteísta (cristian o,
judío y musulmán), durante el primer milenio, por su falsa conciencia (casi
supersticiosa) de sentirse “la única imagen y semejanza” de su único Dios del
lejano cielo (imago Dei), afianzó su desligamiento de la trama vital de la Madre Tierra. Por
voluntad divina “revelada” se auto proclamó como el centro y culmen de la Creación. El
antropocentrismo y el individualismo modernos hunden sus raíces en esa falsa
conciencia monoteísta del primer milenio.
En el segundo milenio, el antropocentrismo
monoteísta se trasvasó en el pensamiento ilustrado que reemplazó al supuesto
único Dios verdadero con la supuesta razón única occidental (científica y
verdadera), y continuó afianzando el antropocentrismo y la superioridad de los
privilegiados individuos europeos sobre el resto de la comunidad humana.
Si en el primer milenio se rompieron las ligaduras
del humano monoteísta con el resto de la comunidad cósmica, en el segundo
milenio (con la individuación) se quebraron las tramas sociales que religaban a
los humanos con el resto de humanos.
En este transcurrir histórico es que debemos
comprender la lógica y contenidos de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, progresiva y retóricamente reconocidos.
En el primer milenio, e incluso en el segundo,
el bienestar y la dignidad humana era una cualidad que asistía única y
exclusivamente a los predilectos creyentes en el único Dios verdadero (aunque
en el monoteísmo judío esto es de más larga data). En el segundo milenio, la
razón ilustrada amplió discursivamente la cualidad de la “dignidad y derechos”
a toda la humanidad (aunque en los hechos esto jamás se ocurrió). En ambos
casos, el sujeto de derechos y de dignidad fue y es únicamente el humano. El
humano individuo (varón, blanco, ilustrado, propietario, libre). No el humano
comunal poli cromático. Tampoco la humana (mujer).
El obsesivo antropocentrismo eurocristian o fustigó y castigó con la muerte toda
manifestación de reconocimiento o reverencia de derechos o dignidad de la Madre Tierra. Todo
aquel que no creyera en el único (individuo) Dios verdadero era quemado vivo. Y
quien dudase del antropocentrismo, y que no confesase que el ser humano es el
único sujeto de derechos, era vigilado y castigado como desequilibrado.
Ahora, en el presente siglo, la humanidad
entera estamos pagando el costo del antropocentrismo individualista/monoteísta
y la negación de la dignidad y derechos de nuestra Madre Tierra.
El resto de la comunidad cósmica se ha de reír
de nosotros (autoproclamados como únicos seres auto conscientes e inteligentes
en el pluriverso) al ver de cómo luchamos por nuestros derechos (desarrollo,
bienestar, etc.) destruyendo los derechos de la Madre Tierra y de los
demás seres de cuyo bienestar depende nuestros derechos. Somos como fetos que
se comen el cordón umbilical de la madre en búsqueda de su bienestar. Y este
bienestar suicida se constituye en nuestro actual malestar terminal.
Sin el reconocimiento de los derechos de
nuestra Madre Tierra los derechos humanos son insostenibles
Los humanos jamás disfrutaremos de “derechos
humanos” si simultáneamente no reconocemos y respetamos los derechos de nuestra
Madre Tierra. Los árboles, el agua, el aire, las montañas, todos/as tienen
derechos y dignidad. Los derechos humanos dependen de la satisfacción de los
derechos de nuestra Madre Tierra. Jamás habrá bienestar humano sin el bienestar
de la Madre Tierra.
Occidente, con sus dos mil años de monoteísmo
y antropocentrismo individualista, llevó a la humanidad y al planeta a un punto
de difícil retorno. En los hechos, ni todos los humanos gozamos de derechos, ni
todos los derechos humanos reconocidos garantizan el bienestar de la humanidad
porque las hebras del tejido de ciclos de vida están destrozadas por el
antropocentrismo individualista de unos pocos.
Así como se ha comprendido y reconocido los
derechos humanos, hasta ahora, no llevan, ni llevarán a la humanidad a un final
feliz. Necesitamos reconocer y asumir nuestra identidad y filiación de la Madre Tierra.
Somos Tierra que sueña, que ama, que sufre,
que piensa, que siente. Necesitamos de nuestra Madre Tierra, y ello implica re
encantarnos con Ella, reconocer y respetar su dignidad y sus derechos. Esto, en
sencillo y cotidiano, significa austeridad y consumo responsable/sobriedad como
estilo de vida.
En vísperas de energívoras y consumopáticas
fiestas navideñas y de fin de año, con medio planeta ensangrentado por guerras
en nombre de “derechos humanos”, es casi una hipocresía suicida “celebrar”
aniversarios de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.
—
*Ollantay Itzamná es indígena quechua.
Acompaña a las organizaciones indígenas y sociales en la zona maya. Conoció el
castellano a los diez años, cuando conoció la escuela, la carretera, la rueda,
etc. Escribe desde hace 10 años no por dinero, sino a cambio de que sus
reflexiones que son los aportes de muchos y muchas sin derecho a escribir se conozcan.
Servindi Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/De_los_derechos_humanos_a_la_dignidad_de_nuestra_Madr
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