Feminicidios & fracking
Las vidas perforadas de Vaca
Muerta:
territorios masculinizados y fracking
16 de diciembre de 2019
Por Andrea Ana Gávez (Rebelión)
https://ctxt.es
La
provincia donde se ubica la explotación petrolífera lidera el índice de
feminicidios de toda Argentina.
Más al sur de
las planicies de una pampa inconclusa, en la ribera del río Neuquén, en
Argentina, se encuentra la segunda reserva de gas no convencional y la tercera
de petróleo del mundo. Durante la primera década de este siglo, comenzaron las
exploraciones de este tipo de recursos no convencionales bajo el suelo, a
cientos o a veces miles de metros.
Por eso las
extensiones empezaron a perforarse a través del fracking o fractura hidráulica,
que ha sido señalada por varios colectivos sociales e investigadores como
extremadamente agresiva para el medioambiente: la tierra, el agua, los cultivos
y los territorios. Pero también para la salud.
Numerosos
estudios señalan sus efectos nocivos: cáncer, asma y defectos de nacimiento. El
fracking entró fuerte en Argentina y lo que sucedió es que hubo pérdidas
masivas de sectores que se dedicaban a la producción de frutas y verduras, las
poblaciones crecieron intensamente en el boom de Vaca Muerta por la anunciada
“promesa” de beneficios y suculentas ganancias para los trabajadores del petróleo.
Miles de
familias emigraron desde varios puntos de Argentina para encontrar un empleo en
el megaproyecto hidrocarburífero. Las localidades, que antes eran tan sólo
pueblos perdidos en el mapa, fueron haciéndose populosas y esta situación tuvo
importantes efectos en los habitantes de la zona, especialmente en los cuerpos
feminizados.
Las
presencias
Ayelén es el
seudónimo de una mujer que tiene miedo de perder su trabajo y prefirió
preservar el anonimato. Es mapuche y trabaja de limpiadora en Añelo, uno de los
pueblos más cercanos a los pozos de extracción. Para ella el fracking trajo
todo un paisaje de presencias intermitentes que en ocasiones se mueven con
impunidad porque no permanecen en la ciudad. “La mayoría de la población que
trabaja en el fracking son hombres que van y vienen. Tenemos que convivir con
piropos y acosos, personas que vienen de paso y pueden cometer delitos y luego
irse.
El fracking
trae toda esta cara oscura para el género femenino, sobre todo a la hora de
laburar porque está totalmente expuesta a que le pudiera pasar cualquiera de
estas situaciones”, afirma. Según datos del censo de 2010,
Añelo tenía
una 2.000 personas; en 2017 aumentó en 4.000 más y se estima que más de 20.000
personas transitan diariamente por la población. Para
ella es una de las consecuencias que trae el megaproyecto de Vaca Muerta,
además de la contaminación, el crecimiento desmedido de la ciudad, la
precariedad de los servicios públicos y el encarecimiento sin control del coste
de la vida.
En Allen,
otras de las poblaciones cercanas a Vaca Muerta, una de las vecinas nos cuenta
los malestares y los ruidos constantes que tienen día y noche. “En nuestro
barrio, antes lo único que había era un camión que transportaba fruta de vez en
cuando, ahora el ruido de las grandes maquinarias y el movimiento de camionetas
pesadas, que trabajan las 24 horas del día, cambió mucho nuestra vida”.
Entrevistamos
a uno de los colectivos feministas de la zona: La Revuelta. Rut , una
de sus integrantes, nos contó cómo fueron pensando la “nueva conformación
político y social” que se dio a partir del desarrollo de Vaca Muerta. Uno de
los elementos que señala es que las ciudades se han transformado muy rápido y
esto ha traído una serie de mobiliario urbano que ha tenido consecuencias
simbólicas para los habitantes de la zona y especialmente para las mujeres. “Si
miramos el paisaje geopolíticamente construido, la ciudad se ha ido modificando
de manera vertiginosa, con la presencia por ejemplo de las camionetas del
petróleo.
Lo que
representan socialmente las camionetas es una masculinidad que también exige
constantemente ciertos modos de feminidad”, afirman desde La Revuelta. Unido a
este paisaje, lo que resaltan desde el colectivo es que el desarrollo del
proyecto extractivo también modificó las construcciones de masculinidad y
feminidad. “El desarrollo de Vaca Muerta vuelve a poner en escena una
masculinidad hegemónica exacerbada.
Hay una
presencia y una adoración a esa masculinidad que presume y se constituye como
la masculinidad proveedora, perforadora. Y claro, esa masculinidad, esa
presencia, también arma tipos de relaciones y determinadas exigencias”,
continúa Rut. Además, esta exacerbación de la masculinidad también trae consigo
mayor disciplinamiento y control hacia la comunidad LGTBIQ +.
Según Rut, “los modos de control se exacerban a partir de estas presencias con
estas características de masculinidad hegemónica”.
Los
impactos
Gran parte de
la población cercana a Vaca Muerta vivía sobre todo de los árboles frutales y
de las cosechas. Eran familias que tenían huertas y cultivaban sus tierras
tanto para el autoconsumo como para la comercialización. Cuando
las empresas extractivas empezaron a instalarse, muchas de las familias no
pudieron seguir con la actividad y otras aún siguen intentándolo. Normalmente
son las mujeres las que se echan a la espalda el trabajo del campo. Belén
Álvaro, socióloga y docente de la Universidad de Comahue, lleva tiempo
investigando las consecuencias que tuvo el fracking para la vida de estas
mujeres campesinas.
La mayor parte
de estas trabajadoras rurales vive en barrios con carencias y cercanos a la explotación. En la
mayoría de los casos la familia no tiene la tenencia de la tierra. Belén y su
equipo, a través de una investigación basada en testimonios, entrevistas y un
acompañamiento por años, concluyeron que estas mujeres tuvieron importantes
transformaciones en la vida cotidiana: en el modo de trabajar, en la forma de
circular por la ciudad, en el acceso a los espacios, y también la calidad de
los recursos básicos como el agua, la tierra o el aire.
Todo ello
trajo afecciones de distinto tipo en el cuerpo de las mujeres, subieron los
diagnósticos en las afecciones en la piel, disfunciones en el aparato digestivo
y respiratorio y aumento de los problemas neurológicos.
Roxana vive en
el barrio más cercano a los pozos de extracción a las afueras de la localidad
de Allen. Trabaja y vive de la tierra, tiene seis hijos y tres nietos. Hace
seis años, cuando llegaron las plantas petroleras empezaron a sentir problemas
en la salud. “Éramos 15 familias y con el pasar del tiempo se fueron yendo
porque se fueron enfermando. El olor nauseabundo, olor a azufre, humo, pérdidas
de gas todo el tiempo. Ardores en la garganta, en la nariz y en la boca, problemas
respiratorios, enfermedades del estómago, una de mis hijas llegó a tener
pancreatitis supuestamente por la contaminación del agua”, cuenta a este medio
Roxana.
La producción
en las “chacras” de frutas y hortalizas también se vio perjudicada; algunos
vecinos se fueron y otros vendieron su tierra. “Antes nuestro barrio vivía de
la producción de frutas. Hoy es un desierto, muchas las han abandonado y otras
se han vendido para los pozos de petróleo y gas”, añade. Según la investigadora Belén
Álvaro, al ser más difícil producir y al aumentar las enfermedades y las
molestias en los cuerpos de las mujeres y de las personas a su cargo, se han
intensificado los trabajos de cuidado y esto a su vez ha hecho que empeore la
soberanía alimentaria de la familia.
“La
intensificación de los trabajos de cuidado les lleva a abandonar otras tareas
para destinar mucho más tiempo al cuidado de los cuerpos y a la recuperación de
las enfermedades. Aquellos intentos que se realizan en las huertas y con los
animales son fallidos, sobre todo, por la calidad del agua, esto hace que no
puedan sostenerse en el tiempo”. Esta intensificación de los tiempos de cuidado
hace que las mujeres vuelvan a quedar relegadas en el espacio doméstico.
“El fracking
hizo disminuir la potencia de sí, la disposición de sí de estas mujeres porque
intensifica los trabajos de cuidado, las mujeres han sido reducidas de vuelta
al ámbito doméstico, estas tareas de cuidados son feminizadas, invisibilizadas
y privatizadas en los hogares.” explica Belén.
Según la
investigadora la irrupción del fracking en Vaca Muerta “es sexista y profundiza
las relaciones patriarcales” al excluir a las mujeres de la posibilidad de
decidir y debatir qué van a hacer en los territorios. “Las deja en lugares de
estrategias defensivas para hacer posible la vida con las mínimas
posibilidades, porque las condiciones de existencia son cada vez más difíciles.
La violencia
sexista se apropia de los recursos naturales que se encuentran bajo el suelo y
también expropia la capacidad de producir lo común que se da en entramados
comunitarios: la soberanía alimentaria, la participación política en la vida
comunitaria, los lazos sociales, las tramas de solidaridad, todo eso es
expropiado por una lógica que arrasa con los territorios y con la potencialidad
de lo que hay para producir en ellos en términos de comunidad”.
Las
violencias
Carolina
Espinosa forma parte de la agrupación nacional MuMalá. En 2015 empezaron a
desarrollar un Observatorio de feminicidios. Lo que advierten es que en 2018 la
provincia de Neuquén, donde se encuentra Vaca Muerta, lideró el ranking de
feminicidios de toda Argentina. Ese año, fueron asesinadas 28 mujeres en toda la provincia. De los 23
casos que pudieron obtener datos, la mitad fueron en las ciudades petroleras o
cercanas a la
explotación. En dos de los casos la mujer era trabajadora
sexual.
En el
Observatorio encuentran una vinculación entre el aumento de las violencias
machistas y los feminicidios con la explotación de Vaca Muerta y piden que la provincia
declare la emergencia de género y que esto se traduzca en mayores presupuestos
para la protección, sobre todo, de las mujeres del interior, las localidades
más cercanas a Vaca Muerta, donde dicen que hay más vulnerabilidad. Otro
escenario que siguen con preocupación estas agrupaciones es la posibilidad de
redes de trata “blanda”, que operan en el territorio de Vaca Muerta.
Paula
Ovadilla, historiadora y docente, investigó sobre la tercera actividad más
lucrativa del mundo y lo que encontró fue que la mayoría de trabajadoras
sexuales que lo hacen para otros, habitan en las zonas limítrofes al
megaproyecto, son de Centroamérica y sobre todo de República Dominicana. Según
ella, normalmente las mujeres migran por una promesa laboral y, cuando llegan al
lugar, se dan cuenta de que han sido engañadas. “Normalmente buscan mujeres
migrantes que provengan de otros países.
Estando acá
les cuesta empezar de cero, no conocen a nadie, no tienen familia, se
encuentran en una situación de clara vulnerabilidad y desprotección” explica
Paula. Según ella y algunas organizaciones feministas consultadas, existirían
vinculaciones entre el megaproyecto y las redes de trata.
La
concentración y el tránsito de hombres, la repatriarcalización del territorio,
sumas de dinero que vienen y van, los negocios millonarios, la falta de
recursos y laxas normativas de control hacia las grandes empresas que operan en
Vaca Muerta parecen aumentar la desprotección y la vulnerabilización de las
mujeres y disidencias sexuales.
Esto podría
estar provocando el aumento de las violencias machistas, las agresiones y las
redes de explotación sexual que se dan por el continente y que parecen indicar
a Vaca Muerta como uno de sus lugares favoritos de Sudamérica.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=263528
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