Mejor sería un pacto "ecosocial"
6 de diciembre de 2019
Aunque
los ojos del mundo estén puestos en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático, nada parece tener efecto en los planes de la dirigencia
política nacional.
La simple
búsqueda en internet permite dar cuenta que la idea del pacto social propuesta
por Alberto Fernández ha hecho un fuerte eco en los principales medios del
país. Allí, en múltiples notas, se menciona que este posible pacto estará
centrado en salarios, impuestos, tarifas, tasas de interés, precios de los
alimentos, entre otras variables que buscan recomponer la economía. Entre
los actores que suelen mencionarse como integrantes del pacto aparecen el
gobierno nacional, gobernadores provinciales, sindicalistas, cámaras
empresariales, entre otros, dando cuenta de la magnitud y la potencia del
acuerdo que pretende alcanzarse. Sin embargo, la alusión a la crisis
socioecológica que atraviesa la humanidad y que en Argentina se presenta a
través de los grandes pasivos sociales y ambientales de algunas de sus
principales actividades, como, por ejemplo, el modelo agropecuario, la
megaminería, o el proyecto Vaca Muerta, brilla por su ausencia, lo cual
demuestra la enorme oportunidad perdida. “Los efectos del cambio climático
serán cada vez más importantes” Y es una oportunidad perdida porque la magnitud
de la dimensión económica de la crisis que atraviesa el país es tal, que, un
acuerdo tan ambicioso que se pretende con la potencia de reactivar la economía,
generar empleo de calidad, y sacar de la pobreza a 16 millones de argentinos,
podría tranquilamente sentar las bases para el inicio de una transición que nos
permita salir del modelo extractivista depredador que hemos profundizado
durante nuestra historia, para avanzar hacia una extracción de lo necesario y
una alternativa al desarrollo ecológica y socialmente viable. Aunque
actualmente los ojos del mundo estén puestos en la COP 25, la Conferencia de
Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, nada parece tener efecto en los
planes de la dirigencia política nacional. Tampoco lo sucedido en la Amazonía
durante el mes de agosto, o el efecto Greta Thunberg, que provocó en 2019 la
aparición de numerosos grupos de jóvenes ecologistas en la Argentina con
masivas movilizaciones al Congreso de la Nación, logra penetrar el posible
pacto social. Resumidamente, las consecuencias de la crisis ecológica son las
alteraciones en las temperaturas, en el nivel de precipitaciones, en los
caudales de ríos y disponibilidad de agua, la profundización del retroceso de
los glaciares, el aumento del nivel del mar, el deterioro de las zonas
costeras, la aceleración a nivel global de la extinción masiva de especies, y
la generación de disfuncionalidades ecológicas a escala planetaria, como el
cambio climático. Ya somos testigos de gran parte de los efectos negativos de
esta crisis que continuarán profundizándose a lo largo del tiempo, como lo son
las inundaciones urbanas, el colapso de los servicios públicos de agua,
saneamiento, electricidad, de transporte; la falta de seguridad alimentaria, la
propagación de enfermedades mortales como la malaria, el paludismo, el dengue,
el zika, el chikungunya, los muertos por los climas extremos, etc. Los papeles
sobre los que se arma el posible pacto social de Alberto Fernández Si tomamos
el informe Estado del Ambiente que produce la Secretaría de Ambiente de la
Nación, podemos verificar que la situación en Argentina no dista de ser tan
alarmante como en el resto del mundo. Es decir, acá también se requiere poner
políticas a la obra, pero no políticas aisladas, como suele hacerse, sino un
plan integral. ¿Por qué no un pacto ecosocial? La Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (CEPAL) sostiene que la causa de la crisis
socioecológica es el modelo de desarrollo vigente, y que este, en la región, se
basa en la extracción a gran escala y de forma predatoria de los recursos
naturales. Es decir, no es un grupo de ambientalistas radicalizados quienes
hacen esta afirmación sino directamenteun organismo de Naciones Unidas. Por
mencionar un ejemplo de gran importancia para nuestra estructura económica, el
modelo agropecuario vigente tiene efectos negativos en el ambiente, ya que es
la principal causa de la deforestación y consecuente pérdida de biodiversidad,
tiene efectos negativos en la salud de la población, a raíz del uso intensivo
de químicos prohibidos en gran parte del mundo, como el glifosato, y tiene
efectos negativos sobre la pobreza, ya que expulsa comunidades de sus
territorios que terminan trasladándose hacia las periferias de las metrópolis o
asentamientos informales. Sobre estos tres puntos mencionados, los datos son
muy elocuentes:
Una consulta a datos
agroindustriales, información pública del Estado, demuestra como desde la
campaña 1969/1970 hasta la campaña 2017/2018, pasamos de un área sembrada con
29 cultivos de 22 millones de hectáreas a casi 39 millones de hectáreas con
solo 18 cultivos. Lo que demuestra la agresiva expansión de la frontera
agrícola, arrasando con bosque nativo y toda la biodiversidad existente a su
paso. Viviendas sustentables, lo que los consumidores piden Por otro lado, la
incidencia, prevalencia y mortalidad por cáncer en los pueblos fumigados es
entre dos y tres veces más alta que en el resto del territorio nacional, como
se puede derivar dela publicación de la revista International
Journal of Clinical Medicine, autoría de Medardo Avila
Vazquez, y un grupo de investigadores mayormente radicados en la Universidad Nacional
de Córdoba. Por último, el 45% de los asentamientos informales en todo el
territorio nacional, según el Registro Nacional de Barrios Populares (RENABAP),
fueron creados durante el siglo XXI. Como país necesitamos avanzar hacia un
modelo agropecuario que sea sostenible en términos sociales y ambientales, y
para eso se requiere una transición hacia formas diferentes de producir. En un
país como en la Argentina, donde la producción agropecuaria, y por citar un
ejemplo, la de soja, representa entre un cuarto y un tercio de las
exportaciones totales, según el año analizado, y es por lejos, el principal
sector con saldos superavitarios, la idea de un pacto ecosocial que inicie una
transición a este modelo no debería ser desaprovechada. Alternativas existen,
por ejemplo, Argentina es el segundo país productor de orgánicos con 3,6
millones de hectáreas certificadas, con un mercado nacional e internacional que
se encuentra en crecimiento. Ejemplos de experiencias agroecológicas también
sobran, e incluso, sin salir de la producción de monocultivos, también hay
formas de reducir el uso de insumos químicos y profundizar la intensificación
ecológica.
La activista sueca Greta Thunberg llegó a Lisboa rumbo a la Cumbre
del Clima en Madrid Argentina cuenta con grandes especialistas, premiados a
nivel internacional, como es el caso del Dr. Lucas Garibaldi, que, en un
estudio realizado sobre 334 campos, con 33 sistemas de cultivo diferente, ha
demostrado como se puede mejorar el rendimiento de los cultivos a través de la
utilización de polen con un sistema de aproximación de colmenas, dando como
resultado un aumento de la productividad promedio del 24%. En sus estudios, el
demuestra que se puede producir más y mejor, promoviendo la mejora de la
biodiversidad y reduciendo la dependencia (y también los costos) de los
insumos. En conclusión, la dimensión ecológica de la crisis civilizatoria que
está atravesando la humanidad, y que requiere de transformaciones en la forma
de producir, consumir, habitar, trabajar, etc. requiere de grandes acuerdos y
proyectos integrales. La única forma de avanzar de forma pacífica y organizada
es a través de un gran acuerdo nacional. Por el contrario, un pacto social que
implique la profundización de este modelo productivo no hará otra cosa que
postergar la inminente transición hacia formas de vida sostenibles.
La
diferencia radica en lo doloroso de este proceso, ya que, en la medida que
postergamos estas transformaciones, la situación se agrava. Reformulando a la
afamada ecologista española Yayo Herrero, toda agenda, plan de desarrollo, o en
este caso, pacto “ecosocial”,debe tener, un suelo social conformado por los
derechos humanos universales a garantizar y un techo configurado por los límites
ecológicos del planeta, donde los extractivismos depredatorios no están
incluidos. Para avanzar sobre esto primero hay que poner las cartas sobre la
mesa, y reconocer la gravedad de la crisis socioecológica. Solo así es posible
entender los esfuerzos a realizar. La no mención de esto por parte de la
dirigencia política es un grave error.
*Lic. En Comercio
Internacional y candidato a Doctor en Desarrollo Económico Juan Carlos Travela
Fuente: https://www.perfil.com/noticias/opinion/opinion-juan-carlos-travela-onu-cambio-climatico-mejor-seria-pacto-ecosocial.phtml?fbclid=IwAR3wW4nedSwAUSTHwNkfDdbrT9bo3Ktfxm58HYq6MOBULGjvJyjji1sPCkg
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