Capitalismo &
Feminismo
Silvia Federici:
"Los capitalistas se organizan internacionalmente,
nosotras debemos hacer
lo mismo".
1 de
noviembre de 2018
Por Andrea D'Atri
http://www.laizquierdadiario.com
En encuentros y actividades organizadas por la Fundación Rosa Luxemburgo
y la editorial
Tinta Limón , Silvia Federici está presentando, en estos días,
su libro "El patriarcado del salario. Críticas feministas al
marxismo".
Con un amable castellano, Silvia Federici recibió a un grupo de
periodistas de medios alternativos y comunitarios en la sede que la Fundación Rosa Luxemburgo
tiene en el barrio de Chacarita. Italiana de nacimiento, pero residente en
Estados Unidos desde 1967, a
dónde marchó para estudiar Filosofía, Federici tuvo una activa militancia en
los años ’70 y hoy sus libros son verdaderos best-sellers para una generación
de jóvenes feministas. Son bien conocidas sus críticas al marxismo y a los
partidos de izquierda, hoy concentradas en El patriarcado del salario, aunque
no deja de señalar los aportes que las lecturas de Marx han hecho al feminismo
y las luchas de las mujeres. Heredera de una corriente de pensamiento
autonomista y recorriendo, luego, otros caminos propios y particulares,
Federici inscribe su preocupación por el reconocimiento del trabajo
reproductivo de las mujeres, en un feminismo anticapitalista.
Conversando con periodistas de medios alternativos
Desde el inicio de la conferencia de prensa, se deslinda de lo que
ella define como un "marxismo ortodoxo que siempre miró sólo la fábrica y
el proletariado industrial, invisibilizando a otros movimientos y sujetos
sociales." Pero yo tenía la oportunidad de hacer una única pregunta, así
que en vez de usar ese tiempo en responder su crítica al marxismo, me preocupé
porque mi interrogante obtuviera una respuesta de su parte que resultara
realmente provechosa. Mientras tanto, las compañeras periodistas continuaban
este diálogo sobre su nuevo libro y sobre distintos temas de la coyuntura
nacional e internacional. Una de ellas preguntó si era posible un feminismo que
no fuera anticapitalista. "Hay muchos feminismos, y muchos no son
anticapitalistas. En los últimos cuarenta años, desde mediados de los ’70, el
feminismo se fue institucionalizando, se hizo un feminismo de Estado, un
feminismo de la ONU que se presenta ahora como quién nos emancipa. Ese
feminismo dominante es pro-capitalista neoliberal.
Impone una agenda domesticada, usando nuestro propio lenguaje para
fundamentar la incorporación de las mujeres a la economía neoliberal, siendo
las más precarizadas bajo la mistificación de la emancipación." Prosiguió:
"Un feminismo que parta de la experiencia de las mujeres en su trabajo de
reproducción, su trabajo doméstico, tiene que ser anticapitalista. El
capitalismo sólo fue capaz de dar prosperidad para algunos sectores y por
determinado tiempo limitado, mientras para la mayoría de las mujeres,
nada." Con Silvia Federici hemos polemizado en un artículo titulado
"Nosotras, el proletariado", precisamente, por la supremacía que le
adjudica al trabajo reproductivo en el funcionamiento del capitalismo, al que
considera más fundamental aún que a los mecanismos de extracción de plusvalía
en el ámbito del trabajo extradoméstico. "El trabajo doméstico tiene una
contradicción interna", dijo Federici, "porque reproduce la vida,
pero en las sociedades capitalistas ese trabajo sirve para reproducir la
existencia del capital, mediante la reproducción de la fuerza de trabajo.
Es el trabajo más importante de la sociedad." Otras
compañeras se adentraron en algunos de los temas que fueron debatidos durante
este año en el movimiento de mujeres de Argentina, en las grandes
movilizaciones del 8 de marzo y por el derecho al aborto. Hubo quien comentó
sobre cómo el gobierno de Macri se había reapropiado de una agenda feminista,
de manera oportunista y otra que preguntó cuál debería ser el rol de los
compañeros varones en las marchas de mujeres. "Los varones que apoyan, al
fondo de la marcha", respondió sonriendo Silvia Federici y eligió hablar
de otra ubicación, de la ubicación política: "Deben elegir dónde se ubican
en esta lucha de las mujeres: si lo harán para reafirmar las jerarquías o para
abolirlas".
También aprovechó para hablar de la violencia machista: "La
violencia contra las mujeres es un sabotaje de la lucha anticapitalista".
Aunque la lectura de sus libros, incluido El patriarcado del salario, me había
despertado varios interrogantes, a mi turno tuve que decidirme por una única
pregunta y planteé que, en general, se habla de los efectos negativos de la
asalarización de las mujeres, porque se incorporan a trabajos muy precarios y
además cargan con la doble jornada que representa el trabajo reproductivo no
remunerado; pero que, actualmente, la mitad de la clase trabajadora asalariada
son mujeres.
¿Qué efectos puede tener, no sobre las mujeres que es lo que ya
conocemos, sino sobre el conjunto de la clase trabajadora, sus luchas, sus
organizaciones, su burocracia sindical y sus representaciones –que siempre
fueron masculinizadas-, que la mitad de la clase sean mujeres? Tenía en mente
el impacto que, en Argentina, está teniendo el movimiento de mujeres
–mayoritariamente juvenil- entre las trabajadoras de la salud, docentes,
trabajadoras de diferentes gremios y ramas de la producción y los servicios que
están enfrentando el ajuste impuesto por el gobierno nacional y el FMI. Pensaba
en cómo, a su vez, ellas interpelan a sus compañeros de trabajo.
"Un efecto ya inmediato es el nuevo interés de muchas mujeres
sobre la socialización del trabajo reproductivo; porque se ha quebrado la
ilusión de que salir de la casa para hacer otro trabajo extradoméstico es
emancipatorio. En los ’70 hubo un período en que las mujeres que salían a
trabajar fuera de su hogar, reclamaban tiempo para amamantar, reformas en la
organización del trabajo en función de sus capacidades reproductivas. Pero
mientras tanto, se estaba desmantelando la gran industria como la habíamos conocido
hasta el momento.
Esta temática de cómo unir las dos partes del trabajo, productivo
y reproductivo, vuelve a tener importancia. Estamos asistiendo a una gran
crisis de la
reproducción. El derecho al aborto y a la maternidad, el rol
reaccionario de la Iglesia católica y los sectores fundamentalistas, el avance
de la derecha en el continente, la depredación de la naturaleza y muchos otros
temas se fueron desplegando a lo largo de casi dos horas de conferencia de
prensa. Cuando compararon a Bolsonaro de Brasil con Trump, aprovechó también
para desligarse del Partido Demócrata norteamericano. "El peligro de la
derecha, como la que representa Trump, es que se termina idealizando lo
anterior, como Obama, del Partido Demócrata. Lo peor de las últimas décadas en
Estados Unidos, lo hicieron los demócratas.
La alternancia en el poder de estos dos partidos es funcional al
sistema." Terminó la conferencia de prensa. Mientras las periodistas
salían de la sala, Silvia permaneció en su silla. Pensé que podía aprovechar la
ocasión para hacerle una pregunta más de la que tenía permitida. Me invitó a
sentarme a su lado y seguimos conversando por más de media hora. Le planteé que
me inquietaba su afirmación sobre los comedores comunitarios y otras
organizaciones impulsadas por mujeres, que permiten paliar el hambre en las
barriadas populares. Que si bien permitían restablecer nuevas formas de
relaciones y lazos comunitarios, como ella decía, se trataba de organizaciones
para la resistencia, que surgían de las necesidades más acuciantes, de la
emergencia que impone el ajuste estructural de la economía; que, entonces,
teníamos que pensar cómo pasar a la ofensiva, sin idealizar las formas
organizacionales a las que nos empuja la miseria capitalista para sobrevivir.
Me dijo que estaba de acuerdo con que eran formas de resistencia
que surgían como consecuencia de la emergencia de la crisis y me preguntó:
"Pero, acaso, ¿no viven permanentemente en situaciones de emergencia las
mujeres bajo este sistema?" Añadió: "Sé que, una vez que se
estabiliza la situación económica, muchas mujeres vuelven al lugar donde
estaban antes. Pero creo que la lucha debe ser constituyente, construir nuevos
entramados y redes, desplegar la creatividad. Porque de esa manera, lo nuevo se va
construyendo en la lucha misma y no hay que esperar a algún futuro
lejano." No me dejó muy convencida; pero seguimos hablando de política.
Le pregunté su opinión sobre el fenómeno Sanders en las últimas
elecciones norteamericanas. Me quiso alertar de que Bernie Sanders no era
verdaderamente socialista y le aclaré que yo no creía eso, pero que me parecía
interesante el surgimiento de una generación de jóvenes norteamericanos
abiertos a escuchar algunas ideas que, para Estados Unidos, parecían bastante
radicales. "Sí, eso es cierto. Pero Sanders terminó apoyando a Hillary
Clinton y el peligro es que, de ese modo, toda una generación caiga en el
escepticismo y el cinismo".
Enseguida me preguntó cómo podía ser que nadie dijera más nada
contra el Papa, en Argentina, cuando se sabe que Bergoglio fue indagado por
casos de robos de bebé durante la dictadura militar, como también por la
desaparición de dos sacerdotes de la orden jesuita. Le dije que el Papa tenía
una influencia muy directa en la política nacional, que mantiene vínculos con
funcionarias y funcionarios del gobierno, pero también con sectores políticos y
sindicales del PJ y el kirchnerismo, con movimientos sociales. Ya estaba al
tanto de que se había hecho una movilización de sectores sindicales y políticos
del arco opositor, hacia la Basílica de Luján para pedir pan y trabajo. Le
parecía un grave error. Para ella, criada en la Italia de posguerra, la Iglesia
es sinónimo de fascismo.
Conversando con sindicalistas
Al día siguiente, Silvia Federici se reunió con mujeres
sindicalistas. Las organizadoras tuvieron la amabilidad de invitarme, una vez
más. Federici volvió sobre los mismos tópicos, aunque esta vez, a diferencia de
la conferencia de prensa, se trató de una conversación colectiva. Nuevamente se
diferenció de la izquierda partidaria, señalando que contrariamente a lo que
decían las corrientes políticas, que el sujeto primario era el obrero
industrial, ella sostiene que "la cadena de montaje capitalista comienza
en nuestras cocinas y nuestras camas." Remarcó que el trabajo doméstico es
fundamental. "¿Por qué siendo tan importante, está invisibilizado? Por
eso, porque es muy importante.
Porque los patrones se verían obligados a pagarlo, no podrían
acumular tanta riqueza como acumulan si fuera reconocido." Sin embargo,
contra la posibilidad de interpretar que la lucha feminista es una lucha contra
los varones, añadió: "Los reales beneficiarios de este trabajo son los
hambreadores, los capitalistas." "Cambiar esta situación implica darle
más poder a las mujeres, cambiar las relaciones con los hombres. A través del
salario, el capital ha delegado en los hombres, el poder de controlarnos y
controlar nuestro trabajo. La violencia doméstica siempre ha sido tolerada por
el Estado, en gran medida, porque es parte del disciplinamiento del trabajo
doméstico." Para Federici, este planteo que hicieron en los años ’70,
cuando conformó con otras feministas la Campaña Internacional
por el Salario para el Trabajo Doméstico, era "una medida para cambiar las
relaciones de poder entre hombres y mujeres y empezar una lucha, pero teniendo
más poder. No era la
revolución. Algunas feministas nos acusaban de
institucionalizar el lugar de la mujer en la casa, su encarcelamiento en el
hogar. Pero nuestra respuesta era que las mujeres obreras nos decían que ya
estaban encarceladas."
Luego se refirió al papel que jugaron las profesoras y maestras en
las recientes huelgas docentes en Estados Unidos. Ellas luchaban no sólo por
sus reivindicaciones sino también porque se preguntaban "qué vamos a hacer
con nuestros estudiantes, que no comen". Volviendo sobre el tema de los
sindicatos, añadió: "Los hombres y las mujeres migrantes han encabezado
las luchas en Estados Unidos, por la sindicalización. Sólo
el 9% de los trabajadores norteamericanos están sindicalizados.
Los únicos sindicatos fuertes son los de maestras y maestros. Y es
un sector estratégico porque son un punto de unión entre el mundo del salario y
el mundo del hogar." Quise retirarme antes de que la acusaran a Silvia de
"trosquearla" con estas aseveraciones.
Mientras me alejaba por la avenida Paseo Colón ,
me resonaba algo en lo que Federici había sido explícita y que, a pesar de
nuestras diferencias, también compartimos: "El feminismo debe ser
internacionalista. Los capitalistas se organizan internacionalmente, nosotras
debemos hacer lo mismo."
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=248505
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