Votar o no votar, el
falso dilema
27 de abril de 2015
Por Rafael de la Garza Talavera (Rebelión)
Las elecciones que se avecinan han puesto sobre
la mesa una corriente de opinión que considera que, frente a la pronunciada
descomposición del proceso electoral y los partidos políticos, es necesario
manifestarse haciendo un llamado a no votar. Este hecho ha prendido los focos
rojos de los defensores a ultranza del régimen pero también de las buenas
conciencias de la izquierda liberal, quienes utilizando argumentos más o menos
elaborados consideran equivocado el llamado a la abstinencia electoral.
Los liberales conservadores consideran que a nadie le conviene que
el proceso electoral sea boicoteado toda vez que esto no sólo golpea a sus
principales actores -los partidos y los institutos y tribunales electorales-
sino a todo el sistema social, pues las elecciones deben cumplir con su misión
esencial: minimizar el conflicto y dar continuidad a las instituciones del
estado para mantener viva a la
república. Si se debilita al sistema electoral se debilita el
conjunto del sistema social, lo que profundizaría el disenso y la violencia
afectando a los más débiles y tirando por la borda un proceso histórico que ha
cobrado muchas vidas y ha costado muchísimo dinero.
Por su parte, la izquierda electoral con MORENA a la cabeza,
consideran una contradicción que si la desconfianza popular hacia las
elecciones tiene como fuente principal al PRI se llame a la abstención o a la
anulación, pues ello favorecería claramente al partido en cuestión, el cual
cuenta con el mayor voto duro de todos los contendientes. En la medida en que
el electorado se quede en casa, las probabilidades de que la correlación de
fuerzas partidistas cambie es más difícil toda vez que ganará entonces el
principal responsable de la crisis política que vivimos. Más aún, ponen como
ejemplo del potencial de la presente coyuntura los procesos electorales que han
llevado al poder a Evo Morales o al desaparecido comandante Chávez, gracias a
los cuales se han logrado grandes transformaciones sociales en sus respectivos
países.
Los argumentos arriba mencionados son sólo la
punta del iceberg de toda la polémica que se ha desatado en los medios de comunicación y en las redes sociales sobre
el tema, pero en general dicha polémica gira alrededor de la moral ciudadana o
de las consecuencias no esperadas de la abstención o la anulación del voto. Al
final pasan por alto el hecho de que las elecciones no son solamente un proceso
para nombrar representantes sino también y sobre todo un momento en el que el
ciudadano manifiesta su sentir con respecto al régimen político y sus actores.
Dadas las circunstancias y tomando en cuenta la sordera y ceguera de las
instituciones del estado para con las protestas masivas que expresan el
hartazgo de buena parte de los habitantes de este país, resulta lógico
considerar la posibilidad de manifestar ese descontento en las urnas. Máxime si
el votante percibe que las similitudes en prácticas políticas, programas de
gobierno y corruptelas sistemáticas de los partidos políticos son muchos más
fuertes y visibles que sus supuestas diferencias, que sólo se aprecian en los
colores y diseño de su propaganda electoral.
Empero, al final hay que reconocer que el
dilema entre votar y no votar es falso, aun considerando que en determinadas
condiciones puede abrir la puerta a gobierno más abiertos y sensibles las
demandas populares, como a los que me refería arriba. Las condiciones políticas
en Venezuela y Bolivia, que permitieron el triunfo de los gobiernos actuales,
se dio en medio de una crisis terminal de los viejos regímenes políticos, los
cuales agotados por sus contradicciones y su incapacidad para responder a los
principales conflictos que enfrentaban dieron paso a una nueva correlación de
fuerzas que se manifestó en las urnas pero que había sido construida fuera del
sistema electoral y sobre todo en la calle y en las organizaciones de base. Las
elecciones confirmaron lo que se había ganado en la lucha social, la que una
vez madura y fuerte pudo rebasar a los partidos tradicionales y tomar el poder
desde las urnas.
Pero ése no es el caso de México, ya que si bien el agotamiento de su
régimen político es inocultable, aún no se ha formado una fuerza social capaz
de darle la puntilla y abrir el paso a una nueva época en su historia. Las
manifestaciones y protestas están tomando fuerza, madurando y logrando
consensos en amplios sectores de la población, pero por lo visto aún no logran
romper con el monopolio de los partidos para gestionar sus intereses. Es aquí
en donde resulta más clara la falacia del dilema que nos ocupa: no será en
estas elecciones -a pesar de lo que digan los liberales de izquierda- como se
logrará emular las hazañas de venezolanos o bolivianos. Será gracias a la
organización de la protesta y del descontento fuera de los partidos como poco a
poco se podrá construir la oportunidad para tomar el poder por las urnas.
Mantener el ojo exclusivamente en las elecciones sólo servirá para que lo
anterior no sea visible.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=198100
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