1915-2015: Cien años
del comienzo del genocidio contra el pueblo armenio
A cien años del
genocidio armenio: del silencio a la lucha por el reconocimiento
24 de abril de 2015
Por Luciano Andrés Valencia (Rebelión)
El 24 de abril de este año se conmemora el Centenario del comienzo
del Genocidio contra el Pueblo Armenio por parte del Imperio Otomano. Este
crimen contra la humanidad permanece impune y negado por el Estado Turco,
heredero responsable de su ejecutor.
El lugar histórico de asentamiento del pueblo armenio o “Hai”
(como se denominan a si mismos) se sitúa en el territorio comprendido entre el
Eufrates y el Cáucaso, y las montañas que rodean el Monte Ararat (en la actual Turquía ).
Aunque existen diversas teorías en torno a su origen, en general se admite se
trata de un pueblo indoario que se asentó en Anatolia hacia el año 1200 AC . Otra teoría
sostiene que provienen de los Urartos, un pueblo originario de la región. Desde
entonces alternaron periodos de independencia (con poderosos reinos como el de
Tigran I en el siglo II AC) y de dominación por parte de otros imperios
(macedonios, seleúcidas, romanos, bizantinos, sasánidas, mamelucos, persas). No
obstante supieron mantener su identidad nacional gracias a la adopción del cristian ismo como religión oficial en 301 y la
creación de un alfabeto específico.
La toma de Constantinopla por parte de los turcos en 1453 y la
posterior creación del Imperio Otomano dejó a la mayoría del pueblo armenio
bajo dominación de esta nueva entidad estatal, mientras que el resto estaba
bajo el Imperio Persa. En el siglo XIX la dominación persa fue sustituida por
el Imperio Zarista Ruso.
La organización sociopolítica del Imperio Otomano se cimentaba en
el poder de la elite de musulmanes otomanos. Los grupos religiosos no
musulmanes estaban organizados según sus confesiones en una estructura étnica-
religiosa llamada Millet (nación o comunidad religiosa). En un imperio multiétnico,
los armenios y otros pueblos eran considerados ciudadanos inferiores, y de
acuerdo a la ley islámica, tenían el estatus de Dhimmi (súbditos protegidos no
musulmanes de un Estado musulmán). Se ha sostenido que el Imperio era tolerante
con las minorías, pero en el caso de los Dhimmi eran discriminados, pues vivían
en condiciones de inferioridad con respecto a la población musulmana, carecían
de derechos políticos y sociales, y eran excluidos del aparato estatal no
pudiendo acceder a las fuerzas armadas, el gobierno y la administración
pública. Eso llevó a que se desempeñaran en otras actividades como el comercio
y la industria, llegando a tener ingresos mayores a los que hubieran tenido de
ingresar al empleo estatal. Eso generó recelos entre la población otomana
musulmana
A lo largo del siglo XIX la intelectualidad laica armenia desplazó
a la Iglesia de su lugar monopólico en lo cultural y lingüistico. La prensa
ayudó a comunicar a las poblaciones dispersas por Europa y Asia, mientras que
la literatura jugó otro rol trascendente en la concientización del pueblo
armenio. En lo político influyó el renacimiento de los nacionalismos entre los
diversos pueblos que componían el Imperio llevando a la independencia de Grecia
entre 1821 y 1830, y las revueltas búlgaras que culminarían en la independencia
de Bulgaria, Rumania, Serbia y Montenegro.
Ante esta situación el gobierno otomano inició un movimiento
reformista denominado Tanzimat o Reordenamiento que se proponía
reestructurar el Estado Imperial a través de la creación de un ejército
moderno, cobro de impuestos en dinero y otras reformas. Una ley de 1839
declaraba la igualdad entre todas las nacionalidades y etnias del Imperio, y la
de 1856 prohibía los prejuicios y discriminación contra las minorías no musulmanas.
Estas medidas formaron parte de la Constitución Otomana
de 1876. Animados por estas reformas y por haber sido declarados “nación leal”,
el pueblo armenio comenzó a hacer llegar reclamos a la Sublime Puerta
–sede del gobierno otomano- en Constantinopla.
Los antecedentes del Genocidio deben ser rastreados –según la historiadora
Nelida Boulgourdjian- en las aspiraciones del pueblo armenio
por transformar su condición de inferioridad en el marco de la estructura
estatal otomana a partir de las reformas de Tanzimat y en las aspiraciones de
la sociedad turca para cambiar el monopolio que en la actividad económica
ejercían las minorías no-musulmanas.
La derrota del Imperio Otomano ante Rusia en la Guerra de Crimea
(1853-1856), la situación desventajosa en la que se encontraba frente a las
potencias imperialistas, la internacionalización de la cuestión armenia en el
Tratado de San Stéfano (1878) y el Congreso de Berlin (1885), y la creación de
partidos políticos armenios (el Partido Liberal Armenagans en 1885, el Partido
Social Demócrata Hentchak en 1887 y la Federación
Revolucionaria Armenia Tashnak en 1890) que reclamaban
mayores cuotas de autogobierno sin plantear la independencia, llevó a que el
Sultan Abdul Hamid II aboliera la Constitución y el Parlamento, e iniciara una
campaña contra las minorías étnico-nacionales a las que consideraba culpables
de las pérdidas territoriales y de ser germen de la lucha de clases.
Ante esto el pueblo armenio quedó como víctima del enfrentamiento
entre potencias en una época de expansión de los imperialismos. Entre 1894-1896
se llevaron a cabo las “Masacres
Hamidianas” en las
que fueron asesinadas entre 200 y 300 mil personas de la comunidad armenia por
parte del Ejército Otomano, bandas civiles y paralimitares kurdos. Entre 1820 y
1890 se habían llevado a cabo masacres de armenios, griegos y búlgaros en el
Imperio que provocaron la muerte de 100 mil personas, pero esta se diferenció
por la magnitud en que se ejecutó en un periodo tan corto de tiempo, y se
utilizaron métodos de exterminio que serían aplicados en los genocidios
posteriores. El investigador Vahakn Dadrian señala también que estas masacres
fueron una excepción ya que se ejecutaron en tiempos de paz y no en relación a
guerras inminentes o en curso, lo que constituye un antecedente a la posterior
masacre de Adaná (1909) y a atrocidades ocurridas en 1900-1901 y 1903-1904
contra población rural armenia en las provincias de Bitlis y Van.
En 1908 un movimiento revolucionario liderado por los Jóvenes
Turcos, un grupo de oficiales e intelectuales nucleados en el Comite Ittihad ve
Terakki (Unión y Progreso), derrocó al sultán Abdul Hamid, restauró la
Constitución y el Parlamento, y dictó una Ley Electoral que permitía la
representación de todas las naciones del Imperio (aunque el número de diputados
turcos era abrumadoramente superior a su proporción en la población).
Los partidos políticos armenios adhirieron en un primer momento a
la ideología liberal de los Jóvenes Turcos. Pero pronto quedó demostrado que su
verdadero objetivo era culminar el proceso de “turquificación” que el régimen
débil y corrupto de Abdul Hamid no podía llevar a cabo. La doctrina delOtomanismo , que proponía una “nueva
nacionalidad” fundada en la fusión entre los pueblos cristian os
(eslavos, griegos, asirios, armenios) y musulmanes (turcos, kurdos, árabes,
kazajos, tártaros, chechenos) que componían el Imperio, fue desplazada por el Panturquismo o Panturanismo,
que proponía la unión de todos los turcos desde el Bósforo hasta China
eliminando a pueblos como el armenio que representaban un obstáculo a este
objetivo.
Para Grabriel Sivrinian estas explosiones de ideas nacionalistas
pueden ser explicadas a partir de la inserción dependiente del Imperio en la
economía capitalista mundial en su fase imperialista y al papel subordinado de
las clases dominantes otomanas, que manejaban los factores productivos (tierra,
trabajo) respecto a los capitales europeos.
En 1909 se llevaron a cabo las “Masacres de Adaná”,
en la provincia de Cilicia, en donde fueron asesinadas más de 25 mil personas
de la comunidad armenia y otras minorías. El Gobierno Otomano se desligó
rápidamente de estos crímenes mandando a ejecutar a quienes consideró
responsables de “atentar contra una nación leal como la armenia” y también a
varios armenios para calmar a los fundamentalistas islámicos. No obstante las
masacres no se podrían haber llevado a cabo sin la complicidad y participación
de fuerzas estatales. También hubo una complicidad de potencias imperialistas
que tenían apostadas naves y tropas en las costas de Cilicia, pero no actuaron
para impedir las matanzas.
En 1913, como consecuencia de la Guerra de los Balcanes, se
produjo un golpe de estado por parte de la fracción ultranacionalista de los
Jóvenes Turcos liderada por los Pashá Djemal, Enver y Talaat. Las pérdidas
territoriales en Europa orientaron el panturquismo en dirección a Asia, con la
consiguiente persecución de las minorías que no entraran en este proyecto. Este
fue el sector que llevó a cabo el Genocidio Armenio ocurrido durante la Primera Guerra Mundial
(1914- 1918) así como los genocidios de
los griegos pónticos, los asirios, los yazidies y otras minorías,
que se cobraron alrededor de 3 millones de víctimas.
No obstante es necesario señalar que estos genocidios cometidos
por el Imperio Otomano no se debían a enfrentamientos entre cristian os y musulmanes, como se ha querido hacer
aparecer en algunos textos. Si bien al momento de ingresar a la guerra el
gobierno otomano proclamó la Yihad o Guerra Santa, los principales aliados de
Constantinopla eran estados cristian os
(el II Reich Alemán, el Imperio Austro-Húngaro) y su principal enemigo (el
Imperio Británico) era aliado de los pueblos árabes musulmanes. Las autoridades
otomanas también persiguieron a pueblos musulmanes como los árabes de Palestina
y más tarde cometerían genocidio contra los kurdos. Esto explica la buena
predisposición de las comunidades árabes para recibir a población armenia,
asiria, griega o búlgara. Muchos perseguidos cristian os
fueron escondidos y rescatados por civiles turcos, kurdos, sirios y libaneses.
Los genocidios cometidos por el Imperio Otomano no obedecieron a factores
religiosos sino geopolíticos de un Estado en decadencia como resultado de sus
propias patologías.
El Imperio Otomano ingresó en la Primera Guerra Mundial
el 29 de octubre de 1914. A
finales de ese año, el gobierno aprobó el servicio militar obligatorio, según
el cual todos los hombres adultos menores de 45 años que no pudieran pagar el
impuesto especial para no ser incluidos. Esto incluyó a los armenios que
debieron incorporarse al Ejército Otomano. Mientras tanto el Imperio Zarista
hizo lo mismo con los armenios rusos que se incorporaron como exploradores en
los frentes europeos.
En invierno de 1914 el general Enver atacó la ciudad rusa de Kars
con el III Ejército y fue derrotado en la Batalla de Sarikamish, a comienzos de
1915. Su ejército de 90.000 hombres fue diezmado a 15.000. Las fuerzas zaristas
avanzaron entonces sobre el territorio turco de Anatolia Oriental, en donde
existían organizaciones nacionalistas armenias que reclamaban la constitución
de un Estado independiente. Ante la posibilidad de que los reclutas armenios se
unieran a los rusos, el general Enver ordenó que fueran despojados de sus
armas, desmovilizados y destinados a la construcción de caminos en grupos de 500 a 1000 hombres. Allí
fueron sistemáticamente ejecutados o esclavizados.
El 20 de abril, ante la inminencia de la llegada del Ejército
ruso, los armenios de la ciudad de Van se rebelaron contra los turcos y
proclamaron una breve República Armenia independiente. Cuatro días después de
la sublevación, el gobierno de los Jóvenes Turcos consideró que afrontaba una sublevación
nacionalista y ordenó las deportaciones masivas hacia el sudeste de la
península de Anatolia. Entre el 24 y el 25 de abril se procedió a la
eliminación de la mayor parte de la intelectualidad armenia: 650 escritores,
abogados, profesores, sacerdotes, políticos y jefes militares fueron apresados,
deportados y asesinados.
A partir del 24 de abril –fecha simbólica del comienzo del
genocidio- el gobierno ordenó la deportación de los armenios de las provincias
orientales de Trebizonda, Erzerúm, Bitlis, Diarbekir, Jarput y Sivás. El plan
era ejecutado por la
«Organización Especial » (OS) que estaba bajo las órdenes
directas de Constantinopla y con poder para remover a funcionarios y gendarmes
opositores. En cada ciudad se anunciaba la deportación y se daba dos días a las
familias para juntar sus efectos personales, antes de ser deportados en
convoyes. A los notables, sacerdotes, militantes políticos y jóvenes se les
hacía firmar una declaración falsa y eran ejecutados inmediatamente. En las
aldeas pequeñas las familias eran masacradas y sus casas quemadas u ocupadas.
Decenas de miles de hombres fueron asesinados por gendarmes turcos
y kurdos, mientras que muchas mujeres, niñas y niños armenios fueron violados y
muertos brutalmente en los desiertos del norte de Siria. Miles también fueron
asfixiados en cavernas subterráneas, lo que constituyó un antecedente a las
cámaras de gas del III Reich alemán.
Ante una denuncia realizada por Gran Bretaña, Rusia y Francia, el
gobierno otomano declaró al pueblo armenio como culpable de traición, sabotaje
y terrorismo, y oficializó las deportaciones. El hambre, la sed y las
ejecuciones diezmaron a los más resistentes. Los cadáveres se amontonaban en
los caminos, de los árboles y postes telegráficos colgaban cuerpos ahorcados,
decenas de embarcaciones cargadas de víctimas eran hundidas en el Mar Muerto.
De los 1.200.000 de armenios de las provincias orientales solo 300.000 huyeron
al Cáucaso y sobrevivieron. 200.000 hombres, mujeres y niños fueron
secuestrados y solo una cuarta parte logró escapar.
El general venezolano Rafael de Nogales Méndez, que sirvió como
mercenario en el Ejército Otomano, escribió en su libro Cuatro años bajo la Media Luna , que “las
provincias de Van y Bitlis, Diarbekir y en parte la de Mamouret-El -Asis,
fueron las únicas en que se celebraron matanzas en el verdadero sentido de la palabra. En los
restantes vilayatos del imperio se cristalizó la persecución en forma de
deportaciones en masa, que dieron casi el mismo resultado, pues de las
innumerables caravanas de millares y docenas de millares de deportados que
salían de las regiones costeras del Mar Negro y del centro y oeste de Anatolia,
con rumbo a los desiertos de Siria y Mesopotamia, tres cuartas partes, y en
ocasiones quizás el 90 o 95% de sus tripulaciones, solían sucumbir en el camino
a causa del tifus y de las privaciones. (…)Yo he visto en las márgenes del
Eufrates los cuerpos carcomidos de decenas y quizás hasta centenares de niños y
mujeres armenios sirviendo de pasto a los buitres y chacales”.
Más adelante deja en claro que el genocidio fue parte de
un plan del estado otomano cuando relata en su encuentro con el gobernador
Reshid Bey este le comentó que las órdenes para ejecutar deportaciones y
masacres vinieron desde el Ministerio del Interior que dirigía Talaat Pashá.
A fines de julio las deportaciones continuaron en Anatolia. En las
zonas alejadas del frente, donde los armenios no podían representar una
amenaza, se procedió a una transferencia de población hacia el sur para ser
ejecutados durante el trayecto. Desde Alepo los sobrevivientes fueron
conducidos hacia el desierto de Siria en el Sur, o la Mesopotamia en el
Sudeste. Se ha documentado la existencia de 26 campos de concentración en las
fronteras con Siria e Irak para confinar a la población armenia, aunque algunos
de ellos pudieron haber sido únicamente lugares de emplazamiento de fosas
comunes y otros lugares de confinamiento donde morían de hambre o epidemias.
Entre marzo y agosto de 1916, el gobierno de Constantinopla ordenó la ejecución
de los últimos sobrevivientes reunidos en los campos de concentración a lo
largo del ferrocarril y las orillas del Eufrates.
A lo largo de todo el Imperio cientos de familias armenias fueron
rescatadas por misiones humanitarias. En muchos casos algunos armenios se
salvaron gracias a la intervención de algún funcionario turco, o pudieron
ocultarse entre amigos turcos o kurdos. En Urfa, Shabbin Karahisar y Musa Dagh
(que el escritor Franz Werfel narró en Los
cuarenta días de Msa Dagh) fue la resistencia armada lo que les permitió
salvar sus vidas.
En total, tomando los datos de los
refugiados en Rusia y otras fuentes, se calcula que el número total de armenios
asesinados en la Península de Anatolia se calcula en 1 millón y medio de
personas. También se dio el caso de niñas y mujeres que fueron víctimas de
trata para ser recluidas en harenes, y la apropiación de niños pequeños para
ser criados en la cultura turca.
La aplastante derrota sufrida en octubre de 1918 por los turcos y
sus principales aliados (Alemania y el Imperio Austro- Húngaro) puso de
manifiesto la siniestra realidad del genocidio armenio. Las presiones
internacionales hacia la
derrotada Turquía para que condenara a los culpables de la
masacre, llevó a que el 11 de junio de 1919 el primer ministro otomano Damad
Férid reconociera los hechos en la Conferencia de Paz de París y el 15 de junio
del mismo año, Talaat (en ausencia), Enver, Djemar y otros responsables del
genocidio fueron condenados a muerte. Pero cuando una nueva fracción de los Jóvenes
Turcos, liderada por Mustafá Kemar, tomó el poder en 1921, el llamado Tribunal
de la Independencia anuló estas condenas y en 1923 se extendió la impunidad a
todos los responsables. No obstante, uno de ellos Talaat fue ajusticiado por el
joven armenio Soghomon
Tehlirian en 1921
en Berlín donde era huésped del gobierno alemán. Otros genocidas fueron
ejecutados en diferentes partes del mundo por parte de la “Operación Némesis ”,
que dirigía la Federación Revolucionaria Armenia.
El 29 de octubre de 1923 se proclamó la República de Turquía como
heredera directa del Imperio Otomano, bajo el liderazgo de Mustafá Kemal
“Atatürk”, que ejerció el poder hasta su muerte en 1938. En el artículo 1°,
inciso 3, de sus Principios y
Propósitos, Kemal habla de “respeto a los derechos humanos y a las
libertades fundamentales de todos sin hacer distinción por motivos de raza,
sexo, idioma o religión”. Sin embargo durante su gobierno se llevó a cabo
la etapa final del genocidio material y el comienzo del genocidio simbólico a
través de la política negacionista(del
pasado) y la turcalización (con miras al futuro) compulsiva de
aquellos grupos socio-culturales de origen diverso. A través de discursos
políticos y dispositivos legales relativamente exitosos, se logró la
homogeneización de la población turco a través de un aparato estatal al
servicio de la ideología nacionalista dominante.
Esto hizo que durante muchos años los manuales escolares turcos
omitieron los acontecimientos de comienzos del siglo XX. Cuando debieron
incluirse tras la internacionalización de la Cuestión Armenia
con el reconocimiento del genocidio por parte de la ONU en 1985, se hizo para
justificar su accionar diciendo que los armenios eran culpables de terrorismo
contra las poblaciones musulmanas. En la actualidad el Estado Turco habla de
masacres debidas a luchas interétnicas, pero sin aceptar que fue un genocidio
sistemático. A pesar de la tesis oficial, la mayoría de los investigadores
turcos opinan que los hechos encajan en la definición actual de genocidio.
El negacionismo turco del genocidio armenio contó desde un primer
momento con la complicidad de los países imperialistas que se sirvieron de las
estructuras del estado genocida. Desde la firma del Tratado de Lausana el 24 de
julio de 1923, en donde los países aliados reconocían las actuales fronteras de
Turquía, estas potencias han contribuido al silenciamiento sistemático del
genocidio, que continúa hasta nuestros días. Es importante destacar que Turquía
cumplió un destacado papel como aliada estratégica de Estados Unidos y miembro
de la OTAN, ya que desde su territorio se vigila eficazmente a Rusia (como
antes a la URSS), se monitorea el Mediterráneo oriental y se controlan los
altamente enclaves petroleros del Medio Oriente. Durante las últimas décadas la
“ayuda militar” que recibió de Estados Unidos solo fue superada por Israel y
Egipto. En marzo de 2006 el embajador estadounidense en Armenia John Evans fue
obligado por la Secretaria de Estado Condoleezza Rice a rectificar sus
declaraciones formuladas en la Universidad de Berkeley reconociendo que las
matanzas de 1915-1923 se encuadraban en la definición de genocidio de las
Naciones Unidas. Este reconocimiento histórico le valió su desplazamiento de su
cargo
El negacionismo de un genocidio es la última fase un plan de
exterminio que consta de tres pasos: Planificación, Ejecución y Negación. Esto
da un manto de impunidad que permite que se cometan nuevos genocidios. En 1939,
cuando Adolf Hitler planificaba la invasión a Polonia, justificaba la matanza
que se iba a producir con la frase “¿Quién se acuerda todavía de los
armenios?”.
En este sentido la novelista de origen turco Elif Shafak, una de
las voces que luchan contra el silenciamiento oficial, declaró en 2006: “Si
hubiéramos sido capaces de reconocer las atrocidades cometidas contra los
armenios habría sido mucho más difícil para el gobierno turco cometer nuevas
atrocidades contra los kurdos”. El
escritor turco ganador del Premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk también
sufrió persecuciones por poner en debate los genocidios armenio y kurdo. En
enero de 2007 fue asesinado de cuatro balazos en la puerta de su casa el
periodista turco-armenio Hrant Dink -director del semanario Agos- por intentar fomentar el
diálogo entre ambas naciones y encontrar una narrativa común sobre el genocidio
armenio, crimen por el que se acusó y condenó a un joven turco de 17 años.
Como consecuencia de la lucha de numerosas organizaciones de
armenios en la diáspora (se calcula que hay alrededor de 12 millones en todo el
mundo, de los cuales solo 3,2 millones residen en Armenia), el genocidio fue
reconocido por los gobiernos de 20 países. El primer país en reconocer el
genocidio fue Uruguay a partir de la
Ley N º 13.326 de 1965. En la actualidad los países que han
reconocido oficialmente el genocidio armenio son: Argentina, Armenia, Bélgica,
Canadá, Chile, Chipre, Francia (que tiene penalizado el negacionismo), Grecia,
Italia, Líbano, Lituania, Holanda, Polonia, Rusia, Eslovaquia, Suecia, Suiza,
Uruguay, El Vaticano y Venezuela.
Estados Unidos, Israel, Reino Unido y el Estado Español no
reconocen la figura de Genocidio para referirse a la masacre que sufrió el
pueblo armenio. No obstante las regiones de Escocia, Irlanda del Norte y Gales
en el Reino Unido, el País Vasco y Cataluña en el Estado Español, y 42 estados
y cientos de municipios en los Estados Unidos reconocen el genocidio.
También es reconocido por las regiones de Ontario y Quebec en
Canadá, Australia Meridional y Nueva Gales del Sur en Australia, la República Autónoma
de Crimea (en disputa entre Ucrania y Rusia), los estados de Ceará y São Paulo
en Brasil, el Parlamento de Kurdistan en el exilio y el Parlamento del
Mercosur.
Frente a esto debemos apoyar la lucha de las organizaciones
armenias para lograr el reconocimiento del genocidio negado y las reparaciones
a las víctimas que incluyan las devoluciones del territorio de la Armenia Occidental
que sigue bajo ocupación turca. Es a través de la solidaridad de los pueblos
del mundo que lograremos romper el cerco de impunidad que pretenden alzar los
ejecutores de uno de los peores genocidios de la historia. Esto es
fundamental en una época en donde otros genocidios se están llevando a cabo
(como el del pueblo palestino por parte del Estado de Israel, la nación
saharaui por el Reino de Marruecos o las numerosas masacres que comete el
Estado Islámico) ante la complicidad de los grandes medios
y de las mismas potencias imperialistas que ayudaron al Imperio Otomano a
silenciar la masacre del pueblo armenio.
Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=198007
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