Venezuela 1 Abril 2015
El imperialismo no pasará
“Una
amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y política exterior
de Estados Unidos”. Así definió Barack Obama a Venezuela a comienzos de marzo. Además,
su gobierno sancionó a siete funcionarios venezolanos bloqueando sus activos en
el país del norte y cancelando sus visas.
El tenor de las
declaraciones rápidamente encendió la alarma, porque en su haber EEUU cuenta
con muchas acciones similares y todas ellas implicaron algún nivel de
intervención más o menos directa sobre un territorio. En todo caso, lo que es
evidente, en primer lugar, es que estamos frente a un capítulo más en el
intento de desgaste y desestabilización del gobierno venezolano. Desde el golpe
de 2002 a
la fecha el imperialismo jugó numerosas cartas junto a la derecha, su vasallo
criollo. Afortunadamente y por la enorme capacidad de resistencia del pueblo
venezolano todas vienen fracasando. El acaparamiento de bienes y el mercado paralelo,
operaciones ideológicas de desprestigio nacionales e internacionales,
movilizaciones de la derecha (recordemos lo sucedido en marzo de 2014) y las
violentas "guarimbas" que implicaron la muerte de militantes
populares, son algunas de las más infames.
Las
respuestas por parte de Nicolás Maduro fueron varias: rápidamente pidió la
aprobación de la Ley
Habilitante que le otorga poderes especiales en materia de
justicia e integridad territorial, entre otros ámbitos; una masiva juntada de
10 millones de firmas para que Obama retroceda en sus declaraciones, lo cual es
meramente simbólico; y un llamado al pueblo a organizarse en milicias
populares. Treinta mil venezolanos y venezolanas se alistaron, lo que habla de
una capacidad de respuesta popular admirable y un sentir antiimperialista
arraigado en las masas. A nivel internacional la solidaridad de los estados ha
sido generalizada: la CELAC, Unasur, el G77 y China han pedido la derogación
del decreto contra Venezuela.
El
árbol, el bosque
¿A
qué motivos obedece la arremetida estadounidense? Son varios, y se explican
tanto por las particularidades del proceso interno como por el panorama
geopolítico.
En
primer lugar, existe una tendencia continental a la moderación o bien
derechización de los proyectos de gobierno. En el caso de Venezuela, al menos
desde las movilizaciones golpistas de 2014, el gobierno de Maduro optó por una
política dialoguista con la derecha, concretada precisamente en una Mesa de
Diálogo. Esto se combina, además, con una moderación del proceso en general.
Desde el gobierno se busca más permanecer y afianzar lo conquistado que
radicalizar e ir por más. Más que distender, el diálogo envalentona a la
oposición, que hará lo que sea para dar por tierra con el proyecto bolivariano.
Esto adquiere especial relevancia si recordamos que estamos en vísperas de las
elecciones de setiembre para la Asamblea Nacional.
En
segundo lugar, hay un contexto de disputas geopolíticas imposible de ignorar.
América Latina a lo largo del siglo XX fue el patio trasero de los EEUU (con la
honrosa excepción de Cuba.) Las economías de Nuestra América se forjaron como
dependientes de esa potencia al mismo tiempo que EEUU se disponía a intervenir
en los asuntos internos de nuestros países. Imponer dictaduras, subir o bajar gobiernos
cuando fuera necesario, eran y son parte de su práctica cotidiana. Por sus
bienes comunes, por la importancia geográfica de determinados territorios como
el Pacífico o el Golfo de México y también por la historia de rebeliones de
nuestro continente, el Tío Sam no puede desatender lo que sucede en estas
latitudes.
Venezuela
es hoy una piedra en el zapato para los planes del imperio, tanto por la
iniciativa que ha sostenido en términos de integración continental como por su
política anti yanqui que, en el escenario internacional actual, significa un
acercamiento al bloque del BRICS. En los primeros días de enero Maduro acordó
inversiones por 20.000 millones de dólares con China para desarrollar la riquísima Faja del
Orinoco, de donde saldrán los 500 mil barriles diarios de crudo que la potencia
asiática comprará. Los acuerdos además se utilizarán para inversiones en
materia educativa, vivienda y también militar. En el "tire y afloje"
geopolítico, los acuerdos contribuyen a inclinar la balanza hacia el lado
chino, un motivo más para la furia norteamericana.
La
iniciativa está en manos de los/as trabajadores y el pueblo
Frente
al panorama descripto, además de las respuestas del gobierno, hay otras
corrientes que plantean la necesidad de retomar la iniciativa y "completar
la revolución". La corriente marxista Lucha de Clases, por ejemplo, que es
parte del PSUV, propone impulsar una amplia solidaridad internacional, haciendo
hincapié en las organizaciones obreras y populares dentro de EEUU; expropiar
inmediatamente a todas las multinacionales y monopolios; profundizar el
desarrollo de milicias, organizando una por fábrica; y crear comités de defensa
de la revolución para combatir el sabotaje y acaparamiento.
Por
su parte, Marea Socialista, también en el PSUV; en un sentido similar a Lucha
de Clases, propone una Ley de Emergencia Económica que suspenda el pago de la
deuda externa, la nacionalización de la banca, el monopolio estatal del
comercio exterior y una Ley de Emergencia Política que garantice todos los derechos
democráticos y la más plena participación política del pueblo. Todo esto,
acompañado de la movilización masiva de las y los venezolanos.
En
un escenario de arremetida conservadora y con el imperialismo amenazando con
intervenir, no hay diálogo que valga la pena. Solamente el
protagonismo de los trabajadores y el pueblo, tomando las riendas del proceso,
puede poner freno al imperialismo. Pero la moralización y el convencimiento no
se dan espontáneamente. Tiene que haber un horizonte claro hacia adónde
caminar: y ese horizonte debe ser la radicalización del proceso en un sentido
claramente anticapitalista y socialista.
Para
las organizaciones revolucionarias y populares que estamos lejos del teatro de
los hechos pero que nos sentimos hermanadas con cualquier pueblo que sea
amenazado por cualquier imperialismo, las tareas de solidaridad
internacionalista son fundamentales. No basta con declaraciones, es necesario
salir a las calles –tal como ya lo venimos haciendo– y repudiar con hechos las
amenazas de Obama, a la vez que manifestar nuestra total solidaridad con el
pueblo hermano de Venezuela. No es necesario recordar las diferencias que nos
separan con el gobierno venezolano y la perspectiva que desde Izquierda
Revolucionaria sostenemos con respecto al proceso, que quedó formulada
previamente; cuando el imperialismo avanza la respuesta debe ser contundente y
no puede haber lugar para vacilaciones.
Si
los pueblos de Nuestra América y de todo el mundo estamos hermanados, ningún
imperialismo pasará, ninguna agresión, ninguna invasión. Esa debe ser nuestra
bandera.
http://izquierda-revolucionaria.org/articulo/406/el-imperialismo-no-pasara/
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