La
pandemia en la pandemia: cómo la industria alimentaria está destruyendo América
Latina
8 de julio de 2020
Por Soledad Barruti y João Peres
En Marzo dos
fenómenos derrumbaron nuestra aparente normalidad: la pandemia por covid-19 y
el confinamiento – por ley o voluntad – para frenar la propagación del virus.
Si bien es obvio que ambos están interconectados, los estamos pensando,
experimentamos y padeciendo como eventos paralelos. El asunto se hace evidente
de un modo particular en la alimentación. Porque asumimos que necesitamos
estar saludables e incluso elevar la inmunidad, pero nuestra estrategia para
enfrentar la nueva amenaza es – y ha sido desde el primer momento – salir
a supermercados, abastecernos de productos ultraprocesados (congelados,
enlatados, secos). Al mismo tiempo, desplazamos el consumo de frutas y verduras
hacia su mínima expresión, como si el verdadero desafío fuera cómo sobrevivir
al encierro y no como enfrentar un virus con estos cuerpos que somos.
La
pandemia en la pandemia: cómo la industria alimentaria está destruyendo América
Latina,
y qué buscamos hacer nosotros para enfrentarlo
Según datos de la
consultora internacional Nielsen, desde que el coronavirus empezó a extenderse
en Argentina, la venta de postres congelados aumentó un 860 % y la carne en
lata 184 %. En Perú aumentó 405 % el pescado congelado y 203 % el enlatado. En
Brasil el consumo de pan industrializado subió un 52 % y el de salchicha
ahumada 16 %. En México las ventas en líneas de los principales
supermercados subieron un 74%, en Argentina otro tanto; Brasil,
anunciaron públicamente los CEOs de las grandes cadenas, vive cada día como si
fuera la previa de la Navidad.
Que no falte la
comida ha sido una prioridad explícita para todos los gobiernos de
América Latina. Hubo acuerdos con distintas corporaciones para la donación de
productos, entrega de bolsones de alimentos, y créditos para abastecerse en
supermercados. Pero hasta ahora no hubo ningún programa de producción de
alimentos frescos. Se cerraron mercados campesinos, se obstaculizó la venta de
comida callejera y se impidió la llegada de productores de provincias y
poblados alejados de centros urbanos, a la vez que se estimuló la propagación
de Rappis y Uber Eats. Las aplicaciones de entrega de comida, generalmente
elaboradas por restaurantes o cadenas transnacionales, saltaron el cerco
de la marginalidad para volverse esenciales de un día para el otro. Quienes
trabajan detrás de las aplicaciones – migrantes, desocupados y jóvenes,
principalmente – se multiplican como fantasmas en bicicleta, con sus mochilas
cargadas de hamburguesas cruzando ciudades vacías bajo un sistema de vigilancia
cada vez más riguroso y empobrecedor. Son ellos un ejemplo transparente de lo
que desigualdad significa: gente que pone el cuerpo para que otros no tengan
que poner el cuerpo; personas que pagan uno, dos o tres dólares para que sean
otros quienes arriesguen la vida.
Las compras del
miedo que devienen en el egoísmo reactivo del sálvese quien pueda tendrán
resultados indeseados para los comensales. La comida procesada y ultraprocesada,
que compran y comen cada día de encierro, incluye altas cantidades de
azúcar, sal y aceites agregados, harinas refinadas, aditivos y nutrientes
artificiales. Es decir, ingredientes que incrementan los riesgos de padecer
enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, hipertensión y cáncer; que
aumentan la mortalidad ante el coronavirus.
Por último la dupla Covid-19 /confinamiento
también tiene efectos inesperados en el campo. En Brasil la deforestación de
Amazonia aumentó en un 60 % con respecto al año anterior. En Argentina se
destruyeron bosques nativos en tiempo record. Y en Centroamérica se rifan
campos a precios que sirven sólo a la avanzada del agronegocio.
Y nosotros,
periodistas, de Brasil, México, Argentina y Honduras; que vivimos en un países
ricos en naturaleza y saberes; en un continente donde los campesinos producen
el 70 por ciento de los alimentos frescos, saludables y culturalmente
adecuados; y a la vez los supermercados, se multiplican y vuelven
omnipresentes, en tiempos de Covid y encierro, pensamos urgente reflejar el
conflicto: el que se da entre los comestibles que nos destruyen y la comida
real. Un fenómeno desigual que esta pandemia ha evidenciado de un modo
particular, pero también que la
excede. Una guerra en la que están involucrados desde hace
años grandes corporaciones transnacionales, gobiernos, agricultores y
consumidores que muchas veces no tienen – no tenemos – idea de qué está
ocurriendo.
Elegimos
investigarlo, narrarlo, mostrarlo.
Y así creamos
bocado.
Una red de
periodistas de América Latina con un trabajo centrado en sistemas alimentarios,
desde las semillas hasta la mesa.
Una red de
periodistas desde América Latina, desde el territorio, desde nuestros campos y
ciudades.
Una red de
periodistas detrás que buscan hilos entre platos, economía y política.
Un afán de
Investigaciones comestibles para cocinar un presente más rico, limpio y justo.
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Noticias/La-pandemia-en-la-pandemia-como-la-industria-alimentaria-esta-destruyendo-America-Latina
No hay comentarios:
Publicar un comentario