07 Julio 2020
¿Cuáles son las evidencias autorizadas
para sostener que un pueblo se extinguió? ¿Si la ciencia tiene la última
palabra para decretar la muerte de un pueblo, el arte tiene la primera palabra
para afirmar que pese a todo aún sigue vivo?
Javiera Carmona...
Corresponsal Ciudadano
Valparaíso y
Punta Arenas están muy cerca a pesar de los 2.236 kms terrestres que separan a
las dos ciudades, los 20 días de navegación a vapor que unían a ambos puertos
en el siglo XIX, y las 3 horas y 15 minutos de vuelo que en la actualidad
demora llegar a la Patagonia chilena.
En Valparaíso, la Cámara de Diputados
discutió y aprobó el martes 23 de junio de 2020 la incorporación de la
población originaria de la Tierra del Fuego, el pueblo Selk’nam (conocidos como
Onas), al conjunto de las 10 etnias reconocidas por En 1826 comenzó a circular la frase lapidaria de “el último/a de…” en el título de la exitosa novela de James Fenimore Cooper que relataba la muerte del valiente, sabio y resignado jefe principal de la etnia mohegan (mohicanos) quien participó en el siglo XVIII del enfrentamiento entre británicos y franceses por adueñarse de los territorios de norteamérica. El gigantesco malentendido que originó Fenimore de sentenciar la desaparición de la etnia con la muerte del jefe Chingachgook aun cuando sus descendientes la mantuvieron viva hasta el presente llegando a ser reconocida incluso por las leyes federales de Wisconsin como comunidad Stockbridge-Munsee, es una fórmula que seduce a las lectoras y lectores pero que participa de la política de exterminio o necropolítica sobre una comunidad que sufre la violencia de quedar reducida al conjunto de cuerpos muertos y pierde toda su riqueza en memoria, territorio, saberes y estéticas. Hasta “Los nómades del mar” (1994), emocionante serie fotográfica de Paz Errázuriz sobre
En 1974, la antropóloga francesa Anne Chapman, la más famosa estudiosa de los fueguinos, decretó que la muerte reciente de Ángela Loij constituía la extinción de los Selkn’am porque ya no habría individuos “puros” sino mestizos (llamados por ella “descendientes”), ni tampoco hablantes de
Los Selk’nam
contemporáneos reunidos en la Comunidad Covadonga Ona
(nombre en recuerdo de la
mujer Selk ’nam sometida a la servidumbre por una familia
ganadera alemana que se presume la asesinó en 1899) intentan revertir esta
pérdida de su lengua mientras defienden ante el Congreso su genealogía mitad
fueguina recogida en dramáticas memorias familiares de discriminación por su
aspecto no occidental y de silenciamiento institucional sobre su genocidio,
reemplazado por la confortable idea de la extinción.
Los
representantes de las familias Selk’nam han estado varias veces en Valparaíso
para seguir de cerca el debate parlamentario sobre su propia existencia, pero
ninguna vez en Tierra del Fuego. En marzo de este año debieron suspender por la
pandemia el esperado primer viaje de reencuentro entre las familias Selk’nam y
Karukinka, expresión de sus ancestros para referirse a “su tierra”,
caracterizada por verdes bosques de lengas, manadas de guanacos y un clima
extremo de fuertes vientos, lluvias, horizontes de glaciares e inviernos
cubiertos de nieve. “El esfuerzo de supervivencia de los Selk’nam implicó un
arduo trabajo físico y mental, así como un profundo conocimiento de su
territorio y de sus cuerpos, con los que resistieron duros inviernos. Es así
que el habitar sus cuerpos también fue asimilado como habitar el propio hogar”,
asegura Celeste Núñez, artista visual de Valparaíso, autora de la obra “Punto y
línea en Karukinka”. Al igual que Camila Marambio, Celeste Núñez pasó largas
temporadas en Tierra del Fuego estudiando los elementos de la isla, rastreando
las relaciones del entorno con las inmortales pinturas corporales de los
Selk’nam para concluir que los diseños y los materiales naturales para hacer
los pigmentos surgían del recorrido constante por el territorio, conexión que
finalmente se plasmaba en sus cuerpos (ver video).
El mismo enlace entre las pinturas
corporales y el mundo transcendente representó la cara pintada de Hema’ny
Molina con los puntos y líneas de los Selk’nam cuando se presentó en Valparaíso
para repetir ante el Congreso lo que ya había contado a la prensa sobre cómo
fue su vida con su abuelo fallecido en 1987 al que llamaban con desprecio “el
Ona”. “Yo crecí (en Valdivia) sabiendo que mi abuelo materno fue un niño
arrancado de su tierra natal y vendido como sirviente a la familia belga de mi
abuela materna”. Se podría asegurar que las pinturas corporales son el carnet
de Si la colonización y explotación de la Patagonia chilena en el siglo XIX, y en consecuencia el genocidio Selk’nam, fueron decididas y diseñadas desde lugares alejados que conformaron un eje de circulación de personas, productos y capitales entre Londres, Santiago, Buenos Aires y Valparaíso, como ha esclarecido el historiador Alberto Harambour, la reparación de la deuda histórica del Estado chileno con el pueblo Selk’nam se seguirá discutiendo en el puerto ante la falta de claridad sobre qué se entregará con el reconocimiento de su existencia, y quiénes lo recibirán. No obstante, en la actualidad
¿Cuáles son las evidencias autorizadas para sostener que un pueblo se extinguió? ¿Si la ciencia tiene la última palabra para decretar la muerte de un pueblo, el arte tiene la primera palabra para afirmar que pese a todo aún está vivo?
Fotografías de Javiera Carmona Jiménez
Videos
Documental obra “Punto y línea en Karukinka” de Celeste Núñez
celeste nuñez
Fuente: http://www.elmartutino.cl/noticia/sociedad/lo-que-oculta-el-duelo-por-el-genocidio-de-la-etnia-selk-nam-de-la-tierra-del-fuego
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