Vicentin: ¿El camino a una
soberanía alimentaria?
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JUNIO, 2020
El presidente Alberto Fernández
anunció la intervención del Grupo Vicentín y el envío de un proyecto de ley
para su expropiación. En el anuncio detalló que este era un paso hacia la
soberanía alimentaria del país pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de
soberanía alimentaria?
Por Vivian Palmbaum e Ivan
Barrera
El pasado lunes primero
de junio, el presidente Alberto Fernández anunció la intervención del Grupo
Vicentin, gigante del agronegocio, y el envío de un proyecto de ley para su
expropiación, el traspaso de sus activos a un fondo fiduciario y que su
gerencia quede a cargo de YPF Agro. En el anuncio, Alberto Fernández puso
énfasis en que estas acciones contribuyen a la construcción de una soberanía
alimentaria. Este punto, que fue nombrado de forma pomposa al pasar, quedó
resonando en el medio del anuncio.
Curiosamente al mismo
tiempo que se enuncia como una conquista hacia la soberanía alimentaria el
interventor designado es Gabriel Delgado, señalado como un defensor del
modelo productivo industrial basado en el uso de transgénicos y las
fumigaciones con agrotóxicos. Funcionario del gobierno encabezado por Cristina,
en 2015 fue acusado por Monsanto de no reconocer las patentes a las semillas
transgénicas.
¿Qué es la Soberanía Alimentaria ?
El concepto de
soberanía alimentaria fue desarrollado por Vía Campesina y llevado al debate
público con ocasión de la
Cumbre Mundial de la Alimentación en 1996 y se definió para
enfrentar a las políticas neoliberales. Según la definición acuñada por
la organización, la soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos, de sus
países o uniones de estados a definir su política agraria y alimentaria, sin
dumping frente a países terceros.
En esa definición,
también se detalla que se debe “priorizar la producción agrícola local para alimentar
a la población, el acceso de los/as campesinos/as y de los sin tierra a la
tierra, al agua, a las semillas y al crédito.La necesidad de reformas agrarias,
de lucha contra los OGM (Organismos Genéticamente modificados), para el libre
acceso a las semillas, y de mantener el agua en su calidad de bien público que
se reparta de una forma sostenible. El derecho de los campesinos a producir
alimentos y el derecho de los consumidores a poder decidir lo que quieren
consumir y, cómo y quién se lo produce. La participación de los pueblos en la
definición de política agraria y el reconocimiento de los derechos de las
campesinas que desempeñan un papel esencial en la producción agrícola y en la
alimentación.”
Esta semana desde la Confederación
Latinoamericana de Trabajadores Estatales (CLATE) se organizó
un conversatorio sobre soberanía alimentaria en la región. Allí Marco
Filardi, abogado ambientalista e integrante de la Cátedra Libre de
Soberanía Alimentaria de la Facultad de Agronomía de Buenos Aires, explicó a
qué se refiere la soberanía alimentaria.
“La soberanía
alimentaria, paradigma introducido por la Vía Campesina en
1996, plantea que hay otros modos, en plural, de producir nuestros alimentos
en armonía con la naturaleza de la que somos parte, y en armonía con los seres
humanos. Es la agroecología en todas sus formas: una agricultura por
agricultoras y por agricultores. La soberanía alimentaria aboga por priorizar
la producción local para el abastecimiento de las necesidades alimentarias. La
finalidad esencial de la agricultura es producir alimentos sanos, seguros y
soberanos para alimentar a los pueblos”.
El modelo extractivista
es el engranaje principal del mundo globalizado neoliberal y la base de
la división internacional del trabajo. Los países en desarrollo se encargan de
proveer de materias primas como semillas, granos, alimentos, maderas, minerales
o petróleo a los grandes países industrializados. Este modelo extractivista
demanda que cada día se produzca más al menor costo, sin importar la calidad del
producto ni las circunstancias en las que se produce, ya sea de quienes
producen, de la tierra y los recursos naturales, como de las poblaciones
aledañas. El resultado de este modelo está a la vista: tierras arrasadas
producto del monocultivo y los pesticidas, poblaciones arrasadas producto de la
necesidad de aumentar la cantidad de tierra cultivada, pueblos fumigados por
agrotóxicos, napas contaminadas, agua con cianuro y otros metales pesados y una
huella ecológica y humana que perdurará finalizado cualquier negocio.
El modelo extractivista
evoluciona, se tecnifica y la soberanía alimentaria es un ideal cada vez más
lejano. El agronegocio se alimenta de semillas genéticamente modificadas, se
lubrica con agrotóxicos y se almacena en silo bolsa esperando las mejores
condiciones locales e internacionales para lucrar. La concentración de tierras
aumenta año a año, expulsando a campesinos, campesinas, cooperativas y pueblos
originarios.
Marco Filardi se
refirió a este modelo como un modelo que “viola nuestro derecho a la
alimentación adecuada, viola nuestro derecho al agua, viola nuestro derecho a
vivir en un ambiente saludable, viola nuestro derecho a la salud, viola nuestro
derecho a la integridad personal. No está concebido para alimentar a nadie sino
para producir dinero concentrado cada vez en menos manos. Al mismo tiempo es un
modelo que no alimenta, no solo no alimenta al mundo como ya vimos, sino que es
incapaz de garantizar el ejercicio del derecho a la alimentación de nuestra
propia población. En el contexto de cosechas récord como se anuncia tenemos
desnutrición aguda en nuestro país, desnutrición crónica, sobrepeso y obesidad
que afecta al 70% de la población y que comen esos cuerpos también carencias
nutricionales.”
El otro campo
También consultamos a
quienes producen alimentos para el pueblo. Ellos y ellas que conforman el otro
campo: el que lejos de buscar el lucro de la expansión sojera, trabaja la
tierra de forma agroecológica, responsable con el ambiente, con sus
trabajadores y trabajadoras. El campo que no conoce de Hilux último
modelo pero sí de autogestión, conformado por pequeños productores y
productoras que cultivan la tierra
que no es suya y que alimentan a las ciudades.
Desde Marcha le
preguntamos sobre la medida a Rosalía Pellegrini, Secretaria de Género de la
Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) que aportó la mirada de la
organización, respecto a la intervención y su relación con la construcción de
soberanía alimentaria.
“Nosotras y nosotros
desde la UTT, al igual que el Foro por un Programa Agrario y Popular pensamos
que es una medida que hay que apoyar. Si bien creemos que no hay soberanía
alimentaria sin la distribución y el acceso a la tierra por parte de las
familias que producimos alimento, no hay soberanía alimentaria sin un esquema
de comercialización justo para el que produce y para el que consume, no hay
soberanía alimentaria si tampoco hay igualdad de género. La mitad de las que
producimos alimentos no tenemos acceso a la tierra y vivimos en condiciones de
vulnerabilidad por la violencia machista. Seguimos pensando esto las
organizaciones del otro campo. “
“Es real que es un
avance en términos de soberanía del modelo agropecuario. No es lo mismo que las
organizaciones campesinas peleemos contra Dreyfus y Cargill por un modelo
agroalimentario más sano y con el derecho a la alimentación de todos y todas,
que pelearsela al Estado. Además entendemos que un montón de productores
también medianos, también cooperativas de granos, que dependerán de Vicentin,
si es posible en manos del Estado, tendrán la posibilidad de plantear un
esquema de producción más sustentable”. Además agregó la necesidad que la
estatización se lleve adelante para poder plantear las reglas de juego al
interior del modelo de agricultura extensiva. “Saludamos la medida y apoyamos y
presionaremos para la posible estatización“.
Para terminar Rosalia
resaltó que “este tipo de intervenciones tiene que ir acompañado por todo este
tejido social que venimos reclamando y luchando por soberanía
alimentaria”.
La expropiación de
Vicentin significaría que uno de los grandes actores del agronegocio pase del
mundo privado y lucrativo al ámbito público. Desde la gerencia estatal se podrá
evitar la especulación financiera de los silo bolsa y decidir cuándo exportar y
cuándo vender al mercado interno. Pero, ¿cuánto de Soberanía Alimentaria tiene
la expropiación de Vicentin? ¿cuántos de los reclamos abiertos por Vía
Campesina en su búsqueda por la Soberanía Alimentaria
abarca esta expropiación? ¿Se agota un modelo extractivista con la expropiación
de una empresa?
Un modelo productivo que nos
expropia
En Argentina y en toda
Nuestra América hay organizaciones y cooperativas que construyen día a día la Soberanía
Alimentaria. Francia Garcia Hermosillo, de la organización Sin Maíz
No hay Pais de Mexico nos cuenta como comenzaron a luchar contra un modelo que
busca expropiarlos de los cultivos ancestrales como el maíz y así arrebatarles
la soberanía y seguridad alimentaria. Allí organizaron la Campaña Sin Maíz
No hay País, desde junio de 2007 en vísperas en que se levantaran los aranceles
del maíz, al frijol, al azúcar y a la leche en polvo, pero “la principal
preocupación era el maíz y el frijol a partir de enero de 2008. Era una
preocupación que se vivía en el campo y que no llegaba a los consumidores en
las grandes ciudades. Sin Maíz No hay País, Pon a México en tu boca era lo que se pretendía, porque
estábamos en el Tratado de Libre Comercio, el TLCAN, y venía esta embestida
contra nuestra alimentación. El maíz es nuestra base, nuestra alimentación,
nuestra cuna, nuestra identidad. Consumimos 115 kg . por cada uno de
nuestros habitantes al año de este grano básico. En aquel año además de querer
sacar al maíz y al frijol del Tratado de Libre Comercio con América del Norte,
buscamos que se prohibieran los granos transgénicos, que se protegieran las
semillas nativas y que se generarán esas políticas en defensa del campo, de los
campesinos, de la soberanía y de la seguridad alimentaria”.
Un país que anualmente
produce alimento para 10 veces su población, pero donde hay niños y niñas con
hambre, desnutrición infantil, pueblos fumigados, bebés que nacen con
malformaciones y metales pesados en sangre, campesinos y campesinas sin tierra,
pueblos originarios desplazados, escuelas fumigadas, napas contaminadas,
tierras arrasadas, es un país que tiene sus recursos muy mal distribuidos y
aprovechados, que tiene un modelo que atenta contra la tierra, los seres vivos
que la habitan y las personas a las que alimenta.
El camino hacia la soberanía
alimentaria es largo y atenta contra negocios millonarios, contra
multinacionales y contra el modelo globalizado. ¿Estaremos en ese camino?
Fuente: https://www.marcha.org.ar/vicentin-el-camino-a-una-soberania-alimentaria/
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