COVID-19 Cuestiona
Nuestro Modelo Civilizatorio
marzo 25, 2020
¿Cómo
es que nuestra economía cuando crece, destruye y degrada nuestra calidad de
vida, va contra nuestra propia salud?
Entrevista a Horacio
Machado Aráoz, doctor en ciencias humanas, investigador de Conicet del equipo Ecología
Política del Sur.
Transcripción a continuación
HORACIO: Es una grata sorpresa que me
llames por esta temática.
FABIANA: ¿Esperabas que convoque a un
médico?
La epistemia de esta sociedad se
preguntaría, ¿qué hace una persona de las ciencias sociales hablando de un tema
médico? Nos cuesta mucho asociar de qué manera la salud de nuestros cuerpos
está profundamente imbricada con la salud del planeta tierra. Y cómo el régimen
de las relaciones sociales que establecemos como modo de vida, es la gran
variable que interviene en la salud y en la enfermedad, tanto en el planeta
tierra como en nuestros cuerpos.
Los filósofos y los sociólogos ya lo
venían prediciendo hace muchísimo tiempo que es una crisis sistémica.
Efectivamente. Esta pandemia aparece
como una gran problemática socio-ecológica, que es una crisis en sí del sistema
de salud, de los cuerpos y de la tierra, pero que también puede ser
interpretada como síntoma de una crisis mayor, una enfermedad mayor. Una que está vinculada a un modelo
civilizatorio que va de contramano de la vida.
En la misma China , más allá
de la anécdota del murciélago, Wuhan es lo que llaman una ciudad horno por la
producción, porque tienen hornos de acero, hornos de cemento y es una de las
ciudades industriales más poderosas y de mayor hacinamiento, también por la
presencia de trabajadores. Esto también tiene que decirnos algo, ¿no crees? O
que en Italia el sistema de salud haya colapsado siendo un país del primer
mundo
Ahí le has dado en la clave de un
análisis que me parece muy iluminadora para entender qué es lo que está
pasando. Porque se dice que estamos ante un desastre natural, una epidemia cuyo
desencadenate parece ser el murciélago, una enfermedad zoonótica y decimos es
un desastre natural. Cuando en realidad esto está ocultando lo verdaderamente preocupante:
los orígenes industriales del coronavirus.
El coronavirus no es provocado por un
murciélago sino tiene que ver con las vinculaciones que hay entre una
industrialización y urbanización exacerbada, ultraacelerada y desenfrenada, y
como esto está impactando en el sistema climático en general.
Está produciendo y ha producido ya
alteraciones drásticas en los rangos geográficos de la vida silvestre.
Hay toda una serie de mutaciones y
cambios en la ubicación, movilidad y la concentración demográfica que hay de
humanos, no humanos, mamíferos en general y la vida silvestre en su conjunto,
que está vinculado a cómo ha ido avanzando este modo de vida hegemónico bajo el
patrón, que generalmente llamamos desarrollo o progreso, y que está motorizando
una drástica supresión de la vida silvestre, la eliminación y deforestación de
grandes áreas boscosas, de bosques nativos, defragmentación de hábitats. Todo
esto está produciendo una serie de transformaciones que está en el fondo de la
cuestión.
Efectivamente, Wuhan fue el epicentro
de la gran aceleración china, un crecimiento que tuvo lugar en la última
década. Salvo los últimos dos, tres años que China ha frenado su crecimiento,
ha estado creciendo con una tasa por encima del 10%.
Wuhan es una ciudad de más de 11
millones de habitantes y es el epicentro de la industria de la construcción de
China. Toda la industria de infraestructura de acero, cemento vinculado con la
infraestructura de construcción y desarrollos inmobiliarios y viales han tenido
lugar en Wuhan. Es como un botón que muestra la historia de la sociedad
urbano-industrial hegemónica en un breve periodo de tiempo. Entonces, no es
casual que Wuhan haya sido el epicentro de esta enfermedad hoy convertida en
pandemia.
Muchos compañeros se sienten
incómodos, organizaciones sociales y organizaciones políticas, por el tema de
quedarse en casa cuando tenemos un país con una historia de dictadura militar.
Esas conductas venidas del estado nos genera cierto resquemor. ¿Cómo lo
analizas, cómo lo ves? ¿Cómo lo sentis?
Efectivamente. En la raíz de los
problemas tenemos un modelo civilizatorio que ha construido una geometría de
los vínculos a contramano del sistema de vida.
El problema está en la matriz a
través de la cual nosotros concebimos y establecemos nuestras conexiones y
nuestras relaciones. Nos pensamos desde una lógica individual y el sistema
tiende a pensarnos así. Entonces hay un problema en el tema de cercanía,
contacto, vínculo, ahora entendido como vector de contagio, y distanciamiento o
aislamiento, como medida profiláctica.
Pero la verdad es que el proceso de
vida tiene que ver con los procesos colaborativos, las conexiones que se
establecen. En término de cadena trófica, el flujo de energía y materia que
hacen posible la vida.
Y el capitalismo, esta sociedad
urbano-industrial, es una gran maquinaria de fragmentación, como por ahí un
gran geógrafo la ha descrito. Entonces no somos concientes, o hemos ido
perdiendo conciencia de hasta qué punto nuestra vida es enteramente dependiente
de la colaboración de nuestro prójimo. No solamente de nuestra especie sino del
sistema vida, del planeta Tierra como una comunidad biótica que nos excede y
nos contiene, a nuestra especie y a todas las especies como una gran
familia.
Entonces este sistema ha construido
una matriz de relacionamiento basado en una lógica atómica, fragmentaria que
nos ha hecho perder de vista hasta qué punto la vida es un fenómeno comunal.
Es decir, depende de la comunidad de
vínculos que nos hacen ser partícipes de un sistema de vida.
La vida no es un atributo de los
individuos. Todas nuestras vidas están conectadas. Entonces que venga ahora acá
un pequeño microorganismo, sólo perceptible a través de microscopios, a
decirnos que estamos conectados, que por más poderosos, omnipotentes y omniscientes
que nos creamos, nos da cuenta también de la fragilidad que tiene nuestro
sistema de vida.
Un pequeño microorganismo ha
paralizado el planeta.
Entonces esto lo debemos pensar como
una gran oportunidad para redefinir cómo nosotros estamos concibiendo nuestros
vínculos. Como nosotros estamos planteando nuestra vida y hasta dónde pensamos
que llegan las raíces de lo que nos hace seres vivientes.
Qué interesante. Tal cual, estamos
interconectados y necesitamos uno del otro, para poder sobrevivir.
Estamos en una sociedad en la que,
digamos, nos hemos maleducado en contactarnos, vincularnos a través de
pantallas.
Ojalá este parate nos haga sentir
otra vez la necesidad de estar en contacto con la fuente de vida, de
abrazarnos, de tocarnos, de sentir con nuestra propia piel todo aquello que
hace a nuestros organismos ser seres, vivientes y saludables. Desde el acto de la respiración hasta
el acto de la hidratación, ver cómo nuestro cuerpo está íntimamente vinculado,
en comunión con la biósfera en su conjunto, con una comunidad de seres
vivientes.
Yo creo que esta parálisis, esta
interrupción puede ser vista como un gran acto terapéutico.
Muchos analistas vamos viendo algo
que ha sido muy evidente: cómo la parálisis de la economía ha sido un momento
de recuperación ecológica. Lugares
que han sido emblemáticos de contaminación en pocos días han recuperado el aire
limpio, la atmósfera transparente. Y esto tiene que decirnos algo.
Es decir, cómo es que nuestra
economía cuando crece, destruye y degrada nuestra calidad de vida, va contra
nuestra propia salud. Hay algo que está mal. Ese divorcio entre economía y
ecología nos está diciendo mucho.
Entonces hay ahí en la parálisis, en
la interrupción de la “normalidad” de esta vida, una gran práctica de sanación.
Parar es sanar, se nos está diciendo.
Y aquí también hay un acto
pedagógico, diría, porque uno podría decir y jugar con esto: están paradas las
clases, pero no hay clases en un sistema educativo que hace parte de una gran
maquinaria que nos enseña y nos entrena a vivir como explotadores de la tierra. En gran medida
el sistema educativo forma profesionales para explotar intensivamente la
tierra.
Entonces cuando las clases están
paradas, podríamos ver esta cuestión como una gran oportunidad para aprender de
otra escuela, una escuela de los sistemas de vida.
Nosotros realmente necesitamos
afrontar este gran desafío civilizatorio que significaría: no habitar la Tierra
como explotadores sino como convivientes con otras especies compañeras que
hacen parte de nuestras condiciones de vida.
Es el gran desafío que tenemos por
delante. Es la gran oportunidad que esta pandemia, con todo ese saldo luctuoso
que nos deja, nos abre como una luz de esperanza y que ojalá la podamos
aprovechar.
PARA
ESCUCHAR LA ENTREVISTA:
Fuente: https://greennetworkproject.org/es/2020/03/25/covid-19-cuestiona-nuestro-modelo-civilizatorio/
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