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Del coronavirus al Buen Vivir: una propuesta política para la comunicación en un horizonte anticapitalista
29 de julio de 2020
Aura Isabel Mora
auraisabelm1@gmail.com
Educadora Popular y Periodista. Profesora de las Maestría Comunicación Educación en la Cultura y Maestría de Paz, Desarrollo y Ciudadanía. Directora del Centro de Investigación y Formación Popular CIF. Doctora en Comunicación Universidad de la Plata.
(...) continúa
Lo
que se puede ver es que esta crisis no es sanitaria, sino política, pero porque
no se tiene, por parte del estado y de quienes lo manejan, los sistemas
sanitarios adecuados. Definitivamente este sistema capitalista, con su modelo
neoliberal, se altera con la contundencia de la vida, Si los humanos queremos
seguir habitando el Planeta Tierra, es necesario pensar nuevas formas de
organización de la vida, tal vez como lo están enseñado los pueblos
originarios, basados en la simplicidad de existir, respetando la vida y la
dignidad humana y de las demás especies, lo que implica trasformaciones
culturales, cambiar el sentido de nuestros deseos y entablar otras formas de
comunicación con el entorno.
Transformaciones culturales en los poshumanos Una
transformación cultural significa “un cambio de chip”, como dicen los nativos
digitales. En un contexto de pandemia y de riesgo de contagio, los cambios
deben ser en varios aspectos, el primero es dejar de ver el coronavirus como si
fuera un enemigo, como si estuviéramos en una guerra, por la perspectiva
antropocéntrica de la vida, como dice el profesor Carlos Maldonado, de la
Universidad del Bosque, “no es que en el Planeta Tierra haya vida, sino que el
planeta está vivo y los humanos pertenecemos a él” (2020), por eso, en la
existencia de los humanos, están presentes los virus, las bacterias, las plantas
y los demás animales, los humanos no podrán existir si no estuvieran todos
estos organismos. Se debe ver al virus como un organismo que coexiste con
nosotros y al cual se le debe dar su distancia y respeto.
En la columna de
David Cayle (2020) dedicada a reflexionar sobre la pandemia, se pregunta si ¿es
el esfuerzo por contener y limitar el daño del virus, la única opción que
tenemos?, ¿puede ser un esfuerzo desastroso tratar de controlar lo que
obviamente es incontrolable?
El segundo aspecto es retomar
lo que la medicina y la higienización han excluido de la sanación. La medicina
convirtió a la sanación en clínica, es decir, en diagnósticos, medicamentos y
cirugías, convirtiendo al sujeto en un objeto de experimentación, y sacó de esa
sanación a la historia, al consejo y al acompañamiento, pasó del arte médico a
la ciencia médica y, en ese tránsito, los saberes de la sanación son
menospreciados hasta el punto de ser remplazados por completo por los
tratamientos farmacéuticos.
Iván Illich, citador por Cayle, plantea que la
ciencia médica nos quitó la capacidad de vivir el sufrimiento y fue sustituido
por la expectativa de que todo sufrimiento puede ser evitado, el sufrir las
dolencias del cuerpo constituye en un error técnico y no una experiencia humana
general y se transformó la muerte, que era un acto íntimo del que cada cual
podía hacerse cargo, en el fracaso sin sentido de un tratamiento médico.
Paradójicamente, plantea
Illich, que la sociedad tiene una excesiva atención sobre el bienestar de
nuestros cuerpos, lleva a la persona a tener una enorme conciencia del riesgo y
así nos convertimos en sujetos del pánico, y al pensar en adquirir una u otra
enfermedad, perdemos nuestra humanidad, nos convertimos en poshumanos, “las
personas dejan de ser personas para convertirse en pre enfermos” (Cayle, 2020),
podemos adquirir cualquier enfermedad, pero, en lugar de tomarlo como una
experiencia de la vida, nos convertimos en una estadística regulada por el
sistema hegemónico que supone que tenemos el control sobre la muerte.
Las personas
dejan de ser personas para convertirse en poblaciones, productos de la economía. Es,
entonces, donde aparecen las normas que laxan la cuarentena, so pretexto de
“aislamiento inteligente”, para que los empresarios puedan seguir produciendo y
los trabajadores tengan que exponerse (seguir trabajando), como el caso en
Colombia, que todos los trabajadores de los sectores de la construcción y de
las manufacturas deben salir a trabajar, para lo cual no se considera el
aumento del riesgo de propagación del contagio.
Un tercer aspecto del cambio
es la mutación del pensamiento capitalista depredador en nuevas formas de
relacionarnos, con maneras distintas de producir la economía; no a escala
global, sino a una mucho más pequeña, sin una concentración de riqueza en unos
pocos, con nuevos acuerdos sociales que implican reciprocidades, ayuda mutua,
hermanamiento y trabajo comunitario alrededor de la producción de alimentos en
casa, prácticas que nuestros ancestros han llamado milpa, minga o tonga, entre
otros nombres; esto implica distanciarnos un poco de la vida que teníamos antes
del virus: acumulación considerada como éxito social, consumismo y rezagos de
prácticas coloniales, como el racismo y la exclusión.(..)
Fuente: https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2020/07/29/del-coronavirus-al-buen-vivir-una-propuesta-politica-para-la-comunicacion-en-un-horizonte-anticapitalista/
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