Los costes reales de las fracturas
hidráulicas
3 de diciembre de 2014
3 de diciembre de 2014
Por Allison Wilson (CounterPunch)
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Los primeros investigadores en documentar de forma sistemática las
enfermedades del ganado, de los animales domésticos y de la gente que vive
cerca de los lugares donde se están llevando a cabo fracturas hidráulicas
fueron Michelle Bamberger y Robert Oswald. Bamberger, veterinaria, y Oswald,
profesor de medicina molecular en la Universidad Cornell ,
se sirvieron de un enfoque de estudio de caso –en hogares individuales- para
buscar los posibles efectos (Bamberger and Oswald 2012).
Se sabe ya que muchas de las substancias
químicas utilizadas en las perforaciones son carcinógenas, son interruptores
endocrinos o contienen otras clases de toxinas (Colborn et al. 2011). Los
estudios de Bamberger y Oswald, desarrollados durante el actual boom de las
fracturas hidráulicas, descubrieron graves efectos adversos, entre ellos
problemas respiratorios, reproductivos y relacionados con el crecimiento de los
animales y todo un espectro de síntomas en los seres humanos que denominaron
“síndrome del gas de esquisto”. En última instancia, su investigación les llevó
a considerar implicaciones más amplias de las fracturas hidráulicas en la
agricultura y en el sistema alimentario (Bamberger and Oswald 2012 y 2014).
Su nuevo libro,
“The
Real Cost of Fracking: How America’s Shale Gas Boom is Threatening Our
Families, Pets and Food”, describe los
resultados de esta investigación. Sin embargo, es mostrando la capacidad de
penetración de los nocivos efectos de las perforaciones en las vidas de las
personas donde Bamberger y Oswald trasmiten mejor sus verdaderos costes.
¿Por qué incluir animales?
La estrategia de incluir animales en su
investigación se basó en la suposición de que los ciclos de vida más cortos y
la mayor exposición de los animales a los contaminantes les convierte en
“sistemas de alerta temprana” frente a los riesgos medioambientales (Reif 2011,
Rabinowitz et al. 2010, Van der Schalie et al. 1999). Además, al ser a menudo
animales utilizados para la alimentación, los animales expuestos o enfermos
podrían convertirse directamente en un riesgo para el sistema alimentario
humano.
Estudios detallados de caso
En su publicación de 2012, Bamberger y Oswald
recopilaron los resultados de 24 estudios de caso realizados en seis estados de
EEUU donde se estaban realizando fracturas hidráulicas intentando encontrar
gas. Documentaron las incidencias en la salud que experimentaron las personas y
los animales que vivían cerca de los lugares fracturados e identificaron
también las posibles vías de exposición a los elementos químicos utilizados en
las perforaciones. Publicaron estos datos y desde entonces vienen discutiendo
en revistas científicas acerca de sus implicaciones (Bamberger and Oswald 2012;
Bamberger and Oswald 2014a).
The
Real Cost of Fracking describe claramente esos hallazgos. Sin embargo, el libro se organiza alrededor de
experiencias de primera mano con los animales y personas implicadas en siete de
esos estudios de caso. Esas experiencias se refieren a la muerte de terneros y
a la imposición de cuarentena a los rebaños tras un derrame de las aguas
residuales; los toros y los perros de Terranova presentaban continuos problemas
reproductivos; uso de esteroides con los caballos al presentar problemas
respiratorios. Los autores hallaron que los niños padecían elevados niveles de
arsénico, los adultos sufrían pérdidas de peso espectaculares y familias
enteras sufrían el “síndrome del gas de esquisto” (quemazón en los ojos, dolor
de garganta, dolor de cabeza, hemorragias nasales, vómitos, diarrea,
sarpullidos en la piel). Algunos residentes no podían entrar en sus hogares sin
ponerse gravemente enfermos y otros perdieron sus medios
de vida basados en la agricultura y la ganadería.
Durante su investigación, Bamberger y Oswald
comprobaron asimismo la indiferencia exhibida por el gobierno y cómo las
tácticas utilizadas por la industria perjudicaban la salud de las personas y
les creaban problemas financieros. Esas tácticas incluyen el secretismo acerca
de los agentes químicos utilizados en las fracturas, lo que dificulta un
tratamiento médico eficaz (McDermott-Levy et al. 2003). Otras incluyen acoso e
intimidación a los residentes que protestan.
Obstáculos a la investigación científica y a
las “pruebas de nocividad”
Al exponer estas historias, Bamberger y Oswald
describieron las complejidades de tener que desarrollar una investigación en
lugares industriales activos operados por una industria secreta. Por ejemplo,
los acuerdos no divulgados ocultan datos potencialmente útiles. Cuando las
víctimas de las fracturas hidráulicas son financieramente indemnizadas por sus
pérdidas, a menudo se ven obligadas a firmar tal tipo de acuerdos, que les
impiden revelar al público las enfermedades u otras pérdidas que estén
sufriendo y que están relacionadas con las fracturas hidráulicas.
En el terreno de lo ideal, como prueba de
nocividad, los investigadores podrían vincular determinados productos químicos
con determinados síntomas de enfermedades. Esto requeriría realizar pruebas
químicas para demostrar que una substancia química estaba ausente antes de que
empezaran a realizarse las fracturas hidráulicas y que, sin embargo, apareció
tras haber iniciado las mismas. Los investigadores necesitarían entonces
establecer una vía probable de exposición (i.e., beber agua contaminada
con la sustancia química). Y por último, controles independientes de salud para
confirmar que los síntomas de las enfermedades no existían antes de la
exposición sino que han aparecido después.
Además de la existencia de los acuerdos no
divulgados, The Real Cost of
Fracking subraya otras
barreras al establecer tales vínculos. En primer lugar, no hay disposiciones
para que se puedan llevar a cabo pruebas químicas sistemáticas del aire, suelo
o el agua en los lugares de perforación y sus alrededores. Ni tampoco un
control sistemático de la salud de ningún tipo. Además, al no revelarse los
productos químicos utilizados en cada lugar específico de perforación, los
investigadores, veterinarios y doctores no pueden saber con seguridad qué
productos químicos o efectos sobre la salud son con los que tienen que
trabajar.
Las necesarias pruebas sistemáticas medioambientales
y de salud a gran escala sólo pueden llevarse a cabo con el apoyo de gobiernos
y reguladores. A fin de servir al interés público, deben ser realizadas por una
fuente de confianza y los resultados deben estar a libre disposición. Contra toda
lógica, al no requerirse que se lleven a cabo esas pruebas, los funcionarios y
reguladores del gobierno se unen a la industria para proclamar que no se ha
demostrado que exista una “prueba de nocividad” en la fractura hidráulica.
Correlaciones de la fractura hidráulica con
una mala salud
A pesar de esos obstáculos, los resultados de
Barberger y Oswald mostraron que los vecinos locales sufrían daños nuevos y
graves en su salud, bienestar y medios
de vida tras haberse iniciado la fractura hidráulica. Pudieron documentar que
“animales y humanos tienen síntomas que se relacionan en el tiempo con las
operaciones de fractura para encontrar gas y petróleo”. En muchos de los casos,
pudieron también identificar probables vías de exposición a las toxinas de las
perforaciones. El agua de los pozos es una posible vía y los autores señalan la
investigación de Osborn et al. (2011) que halló que “los pozos de agua en las
áreas cercanas a los lugares donde se estaba operando con gas de esquisto
estaban contaminados de metano, que tiene la firma isotópica del gas de
esquisto”. Estos resultados sugieren que, además del metano liberado por las
perforaciones, los pozos podían estar contaminados con otros productos químicos
tóxicos.
Reforzando la correlación entre fractura
hidráulica y mala salud, Bamberger y Oswald encontraron que en algunas clínicas
de salud de Pensilvania y Colorado habían informado que algunos pacientes que
vivían cerca de los lugares de fractura habían sufrido también el “síndrome del
gas de esquisto”. Además, desde la publicación de sus resultados, otros
investigadores han informado de la aparición de problemas de salud relacionados
con la fractura (Bamberger y Oswald 2014b; Macey et al. 2014; McDermott-Levy et
al. 2013); Hill 2013; Food and Water Watch Report 2013). Sin embargo, es
probable que estos estudios no identifiquen todos los efectos nocivos de la fractura. En
particular, los problemas reproductivos de los animales documentados por
Bamberger y Oswald sugieren que es necesario que la gente que vive y trabaja
cerca de las perforaciones se someta a una serie de pruebas para ver las
consecuencias que produce en la reproducción, así como otros efectos a largo
plazo en la salud.
Campos agrícolas, alimentos y fractura
hidráulica
Bamberger y Oswald destacan por trasmitir los
nocivos efectos de la fractura hidráulica en los habitantes locales. Sin
embargo, la síntesis de sus datos con la de otros investigadores les lleva a
preocuparse mucho más. Su análisis sugiere que si la fractura hidráulica se
sigue extendiendo provocará un impacto negativo grave en los campos agrícolas y
en la calidad de los alimentos en EEUU y quizá en el mundo entero.
Las operaciones de fractura hidráulica se
localizan a menudo en granjas, o cerca de ellas. Por tanto, los pastos, las
tierras de cultivo, los arroyos, los estanques y los pozos corren riesgo de
contaminarse con las toxinas utilizadas o liberadas durante la fractura
hidráulica. Es bien sabido que pueden producirse filtraciones y derrames
durante las perforaciones de pozos, la fractura hidráulica a alta presión o el
traslado de los deshechos. Las vías de exposición incluyen también las fugas de
tuberías y el almacenamiento intencionado de residuos agrícolas. Los animales
pueden beber agua contaminada y pacer en pastos contaminados. Las cosechas
pueden crecer en suelo contaminado. Además, la mala calidad del aire puede
impactar en la salud de los animales. La calidad del aire se ha deteriorado
también a causa del aumento del tráfico rodado, de lagunas de aguas residuales
a cielo abierto, de productos químicos liberados durante la quema intencionada
de gases y por la continua presencia de benceno en los lugares donde se están
haciendo perforaciones.
Estas amenazas al sistema alimentario se
mezclan con la acumulación de productos que emanan del actual sistema
alimentario industrial y con la ausencia de pruebas adecuadas y de regulación
de los suministros alimentarios. Además, las presiones financieras animan a los
granjeros a permitir que los animales enfermos entren en el sistema alimentario.
Al tener impacto en las cosechas y en el ganado a través de la tierra, el aire
y el agua, Bamberger y Oswald hicieron hincapié en que la fractura hidráulica
incide tanto en la agricultura industrial como en la agricultura a pequeña
escala.
Una advertencia poderosa
Michelle Bamberger y Robert Oswald se unen a
otros importantes científicos y escritores que se sienten obligados a hablar de
forma clara y directa a la
gente. Su libro, al igual que “Silent Spring” de Rachel Carson, “Living Downstream: An Ecologist’s
Personal Investigation of Cancer and the Environment”, de Sandra Steingraber, y “The
China Study”, de Colin
Campbell, advierte acerca de una crisis medioambiental y sanitaria
completamente evitable que está en cambio ignorándose, o escondiéndose, por
parte de quienes detentan el poder. Esos libros tienen un valor especial,
debido en parte a la calidad de su escritura y en parte a la autoridad e
integridad de los autores y a la profundidad de sus conocimientos.
Como documentan las nuevas investigaciones,
está muy claro que la contribución del boom de la fractura hidráulica al cambio
climático global es mucho mayor de lo que originalmente se afirmó (Howart 2014;
Schneising et al. 2014). Ahora, con The
Real Cost of Fracking, Bamberger
y Oswald dan voz a todos aquellos cuyas vidas y salud están sufriendo ya las
consecuencias de ese boom, al tiempo que lanzan una advertencia para el resto
de nosotros.
Allison Wilson es
directora científica del
The Bioscience Resource Project.
Referencias: (…) Fuente: http://www.counterpunch.org/2014/11/28/the-real-costs-of-fracking/
No hay comentarios:
Publicar un comentario